viernes, 24 de agosto de 2012

Pequeñas Semillitas 1796


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1796 ~ Viernes 24 de Agosto de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Mis momentos de oración no se limitan a los ratos que he reservado para estar conscientemente en presencia de Dios. Antes bien, cualquier momento de mi vida puede ser una oración que ofrezca confirmación de lo que pienso, siento y creo.
Por eso pronuncio palabras de amor y verdad. Formulo pensamientos que se ajustan a lo que mi corazón tiene por certeza. Y la certeza es: Dios me ama y está siempre dispuesto a bendecirme de maneras milagrosas y por medios maravillosos.
Deposito de todo corazón mi fe en Dios y en Sus bendiciones, no en las circunstancias exteriores. Creyendo en Dios, ¿cómo podría acaso dudar que todo resultará según el plan divino?
No os aflijáis por nada, sino presentadlo todo a Dios en oración; pedidle, y dadle gracias también. Filipenses 4, 6


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
(Jn 1,45-51)

Comentario
Hoy celebramos la fiesta del apóstol san Bartolomé. El evangelista san Juan relata su primer encuentro con el Señor con tanta viveza que nos resulta fácil meternos en la escena. Son diálogos de corazones jóvenes, directos, francos... ¡divinos!
Jesús encuentra a Felipe casualmente y le dice «sígueme» (Jn 1,43). Poco después, Felipe, entusiasmado por el encuentro con Jesucristo, busca a su amigo Natanael para comunicarle que —por fin— han encontrado a quien Moisés y los profetas esperaban: «Jesús el hijo de José, el de Nazaret» (Jn 1,45). La contestación que recibe no es entusiasta, sino escéptica: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» (Jn 1,46). En casi todo el mundo ocurre algo parecido. Es corriente que en cada ciudad, en cada pueblo se piense que de la ciudad, del pueblo vecino no puede salir nada que valga la pena... allí son casi todos ineptos... Y viceversa.
Pero Felipe no se desanima. Y, como son amigos, no da más explicaciones, sino dice: «Ven y lo verás» (Jn 1,46). Va, y su primer encuentro con Jesús es el momento de su vocación. Lo que aparentemente es una casualidad, en los planes de Dios estaba largamente preparado. Para Jesús, Natanael no es un desconocido: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48). ¿De qué higuera? Quizá era un lugar preferido de Natanael a donde solía dirigirse cuando quería descansar, pensar, estar sólo... Aunque siempre bajo la amorosa mirada de Dios. Como todos los hombres, en todo momento. Pero para darse cuenta de este amor infinito de Dios a cada uno, para ser consciente de que está a mi puerta y llama necesito una voz externa, un amigo, un “Felipe” que me diga: «Ven y verás». Alguien que me lleve al camino que san Josemaría describe así: buscar a Cristo; encontrar a Cristo; amar a Cristo.
Mons. Christoph BOCKAMP Vicario Regional del Opus Dei en Alemania (Bonn, Alemania)


Santoral Católico:
San Bartolomé
Apóstol y Mártir


Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa "regalo de Dios"). Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.

El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente inolvidable. El evangelio de San Juan la narra (Jn 1,45-51). Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: "¡Ven y verás que gran profeta es!"

Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: "Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño". El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce, y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: "Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas". Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: "¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación!

Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.

Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.
El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: "San Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza".

Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar más a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.

Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

“No tiene el mundo flor en la tierra alguna,
ni el mar en ninguna bahía perla tal,
como un niño en el regazo de su madre”

Oscar Wilde


Tema del día:
¿Qué quiere Dios de mí?


La pregunta surge en momentos clave de la propia vida: ¿qué quiere Dios de mí?

En ocasiones, esa pregunta encierra un error de fondo, pues uno llega a imaginar a Dios como un rey arbitrario que ordena y dispone según sus caprichos y sin interesarle el bien de sus "súbditos".

Pero Dios no actúa así: lo que busca es nuestro bien, aquello que nos permita alcanzar una vida plena, sana, justa, bella.

Si nos situamos en una correcta manera de ver a Dios, podemos empezar el camino que nos permita descubrir lo que Dios quiere de cada uno.

El punto de partida correcto es siempre el mismo: reconocer que Dios me ama. En otras palabras, lo primero que Dios quiere es mi propio bien, mi propia felicidad, mi propia existencia. Empezar a vivir es ya una respuesta, la más radical y profunda, a la pregunta sobre lo que Dios desea de mí. Esa es la primera voluntad de Dios para mí: que exista, que viva.

Desde esa primera respuesta, podemos avanzar en la búsqueda de algo más concreto: ¿hacia dónde dirigir mis pasos para recorrer el camino que Dios ha pensado para mí?

Tengo una voluntad libre. Con ella escojo el rumbo de mi vida. La nave humana avanza según las decisiones que cada uno toma cada día.

Aquí se hace más intensa la búsqueda: ¿qué voy a decidir hoy? ¿Cómo reconocer aquellos actos que están de acuerdo con lo que Dios espera de mí? Para responder, contamos con muchas señales. Dos tienen un valor especial y una visibilidad muy concreta.

La primera señal arranca de la misma historia personal, del pasado y de lo que ocurre en el presente. La voluntad de Dios para mí se manifiesta en hechos, en encuentros, en lecturas, en consejos buenos. Identifico así estrellas que iluminan el camino por el que debo avanzar.

Esas señales a veces son difíciles de entender. ¿Qué quiere Dios cuando empieza una enfermedad que me incapacita de golpe o poco a poco? ¿Qué me pide si a mi lado sufre un familiar que necesita continuamente ayuda? ¿Qué me ofrece tras una llamada telefónica que abre un interesante horizonte profesional? ¿Qué me diría ante la propuesta deshonesta de un "amigo" que me invita a colaborar con él en un negocio sucio?

Lo que ocurre cada día da pistas, pero no siempre son suficientes. Por eso necesitamos abrirnos a la segunda gran señal de Dios: su Evangelio. Quien lo toma entre sus manos como un libro vivo, como la enseñanza y el ejemplo de Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, descubrirá todo un mundo de indicaciones, exigentes y hermosas, que nos permiten avanzar, poco a poco, hacia la vida verdadera.

¿Es difícil descubrir la voluntad de Dios? Si tenemos un corazón atento sabremos leer sus mensajes. Si los comprendemos de modo adecuado, estaremos listos para la siguiente etapa, la que rezamos en el Padrenuestro: "hágase tu voluntad". Es decir, estaremos dispuestos a aceptar todo lo que Dios nos pida.

En ocasiones cuesta. Pero si reconocemos que Dios es un Padre bueno, aquello que nos propone será visto como lo que es: un camino para avanzar en el amor, una invitación a vivir un poco aquí en la tierra como viviremos, si actuamos como auténticos discípulos e hijos, eternamente en el cielo

P. Fernando Pascual LC


Pensamientos sanadores


La meditación es fuente de salud

Por medio de la meditación, abres la primera puerta de tu alma a Dios para que él comience a entrar con su poder sanador, luego te pedirá que le abras otras puertas.
Ahora bien, para meditar no necesitas irte a un monasterio, aunque en algunos momentos también esto pueda ayudarte. Puedes meditar frecuentemente durante la jornada, tomando dos o tres minutos en medio de tu actividad, cerrando tus ojos, respirando profundo, invocando la presencia del Espíritu de Dios, entregándole lo que estás haciendo y todas las emociones que se mueven en tu interior. Pidiéndole finalmente que inunde todo tu ser. Entonces, percibirás que algo que parece poco se transforma en mucho y que esos pocos minutos, repartidos a lo largo de la jornada, marcarán la diferencia.

Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse. Lucas 18, 1.


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por el eterno descanso del alma de  Julio César G., de Córdoba, Argentina, y del alma de  Raymundo C. V., de México. Ambos partieron en estos días llamados a la casa del Padre celestial.

Pedimos oración por Nery P., 72 años, de Lima, Perú, que está muy delicada por el desprendimiento de una laca arterioesclerótica que tapona una arteria. Y también pedimos por su hermana melliza María P., que vive en Ontario, Canadá, que se encuentra desconsolada y lejos de ella. Que el Señor proteja a ambas y la Santísima Virgen las acompañe. 

Pedimos oración por Meredith, que vive en México y será operada de miomas, para que Dios le conceda conservar la matriz, ya que tiene 25 años y toda su vida por delante.

Pedimos oración por Ivana Isabel, que será intervenida hoy por un quiste de riñón; rogamos a nuestro Señor Jesús y nuestra amada Virgen María la protejan y se restablezca pronto.

Pedimos oración por dos jóvenes mujeres de Monterrey, México: Susy de 15 años, y Edith de 35 años. Ambas libran una dura lucha contra el cáncer. Oramos a la Virgen de Guadalupe para que interceda por ellas ante Jesús y que Él pose sobre ambas sus manos sanadoras.

Pedimos oración por Aurora, de Córdoba, Argentina, que hace 15 días está en terapia intensiva por una infección bacteriológica, que causó una meningitis y devenida, luego, en vasculitis, estando actualmente en estado de coma por la inflamación cerebral. Rogamos la intercesión del Beato Juan Pablo II para que el Señor Misericordioso le conceda la gracia de poder recuperarse sin secuelas.

Pedimos oración por José Francisco A. S. que vive en San Juan de Puerto Rico, y se ha apartado de los caminos del Señor e influenciado por otras personas ha caído en consumo de alcohol y prácticas espirituales extrañas a la fe que en su hogar se le inculcó. Que Dios, con su amor y misericordia infinitos, le toque el corazón y lo ilumine con su Santo Espíritu para que vuelva a encontrarse con Él y sane física y espiritualmente.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos.


"Intimidad Divina"

Que sean uno

Al dejar a los suyos el mandamiento nuevo, dijo Jesús: “Como el Padre me amó, así os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). El amor que del Padre revierte sobre el Hijo, alcanza a través del Hijo, alcanza a través del Hijo a los discípulos, los cuales son invitados a “permanecer” en ese amor, portándose del modo correspondiente a sus exigencias divinas. Exigencias que se indican enseguida: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (ib 10); y entre todos, pone Cristo en primera línea “su” mandamiento: “que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (ib 12). Los discípulos deben amarse recíprocamente con una caridad que sea la prolongación del amor con que Cristo los ha amado y, al mismo tiempo, sea testimonio de su amor a Cristo reconocido y amado en cada hermano. “No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra creerán en mí; que todos sean uno…, que ellos también sean uno en nosotros” (ib 20-22). No se podría proponer un ideal de unión más sublime.

El espectáculo de una unión perfecta entre los hombres es cosa tan insólita y ardua, que constituye el argumento más poderoso de credibilidad sobre la divinidad de Cristo y la verdad de su doctrina. Justamente bajo este aspecto pidió Jesús la unidad perfecta entre los suyos. El mundo, desgarrado por los egoísmos, más que por la presentación del mensaje evangélico, se convencerá por el milagro de una caridad capaz de superar las divergencias de toda índole, de mentalidad, de civilización, de raza y de intereses. Empresa imposible a la limitación humana, si Cristo, junto con su mandamiento, no hubiese dejado a los creyentes su Cuerpo y su Sangre, viático de amor y de concordia. La Eucaristía es el pan que une a todos los fieles en Cristo y hace encontrar en él el principio de unión mutua y la fuerza necesaria para superar todo individualismo.

San Pablo apela a todos los motivos de unión para espolear a los cristianos a conservarse unidos “en el vínculo de la paz”. Todo bautizado es responsable de esto no sólo por su santificación personal y por el bien de la Iglesia, sino también por el testimonio que debe dar a todo el mundo. Los fieles divididos entre sí son piedra de escándalo y ponen obstáculo a la difusión del Evangelio. Mientras el sentimiento de solidaridad entre todos los hombres crece como nunca, urge dar ejemplo de una solidaridad estable como fundada en la caridad evangélica. Este es empeño de todo creyente que, habiendo recibido en el bautismo el carisma de la caridad, debe ser en el mundo levadura de concordia, de unión y de paz.

Nos postramos ante ti, Señor, te suplicamos… nos seas propicio y nos reconcilies contigo y nos restablezcas en el sagrado y puro comportamiento de nuestra fraternidad. Porque ésta es la puerta de la justicia abierta para la vida… Siendo muchas las puertas que están abiertas, ésta es la puerta de la justicia, a saber, la que se abre en Cristo. Bienaventurados todos los que por ella entraren y enderezaren sus pasos en santidad y justicia. ¿Quién puede explicar el vínculo de tu caridad, oh Dios? ¿Quién es capaz de decir acabadamente lo magnífico de su hermosura? La altura a que nos levanta la caridad es inenarrable. La caridad nos junta con Dios, la caridad cubre la muchedumbre de los pecados, la caridad todo lo soporta, la caridad es paciente. Nada hay vil en la caridad, nada soberbio. La caridad no fomenta la escisión, la caridad no es sediciosa, la caridad lo hace todo en concordia. En la caridad se perfeccionaron todos los elegidos de Dios. Sin caridad nada es agradable a Dios. (San Clemente Romano)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.