sábado, 18 de agosto de 2012

Pequeñas Semillitas 1790


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1790 ~ Sábado 18 de Agosto de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
El día de hoy se erige ante nosotros con esperanza.  Nos invita a participar plenamente en nuestras experiencias.  El hecho de estar vivos, de estar de pie encarando este día, nos garantiza que estamos calificados para manejar cualquier reto que demande nuestra tensión.  Y no debemos temer.  El mundo y todo lo que contiene está lleno de espíritu.  Estaremos seguros y a salvo si nos limitamos a creerlo.
Cuando miramos el día con confianza nos conectamos con la fortaleza interna que siempre está presente.
Cuanto más recurramos a esa fortaleza, con menos frecuencia nos atormentarán los dolores de la ansiedad.  Nuestra confianza en ella incrementa nuestra fe y nuestra comprensión de que todo está bien, ahora y para siempre.
La liberación del miedo nos ofrece una estimulante libertad.  La fe, la confianza y la esperanza nos prepararán para cualquier reto o experiencia.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, le presentaron a Jesús unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos». Y, después de imponerles las manos, se fue de allí.
(Mt 19,13-15)

Comentario
Hoy nos es dado contemplar una escena que, desgraciadamente, es demasiado actual: «Le presentaron a Jesús unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían» (Mt 19,13). Jesús ama especialmente a los niños; nosotros, con los pobres razonamientos típicos de “gente mayor”, les impedimos acercarse a Jesús y al Padre: —¡Cuando sean mayores, si lo desean, ya escogerán...! Esto es un gran error.
Los pobres, es decir, los más carentes, los más necesitados, son objeto de particular predilección por parte del Señor. Y los niños, los pequeños son muy “pobres”. Son pobres de edad, son pobres de formación... Son indefensos. Por esto, la Iglesia —“Madre” nuestra— dispone que los padres lleven pronto a sus hijos a bautizar, para que el Espíritu Santo ponga morada en sus almas y entren en el calor de la comunidad de los creyentes. Así lo indican tanto el Catecismo de la Iglesia como el Código de Derecho Canónico, ordenamientos del máximo rango de la Iglesia (que, como toda comunidad, debe tener sus ordenamientos).
¡Pero no!: ¡cuando sean mayores! Es absurda esta manera de proceder. Y, si no, preguntémonos: —¿Qué comerá este niño? Lo que le ponga su madre, sin esperar a que el niño especifique qué es lo que prefiere. —¿Qué idioma hablará este niño? El que le hablen sus padres (de otra manera, el niño nunca podrá escoger ninguna lengua). —¿A qué escuela irá este niño? A la que sus padres le lleven, sin esperar que el chico defina los estudios que prefiere...
—¿Qué comió Jesús? Aquello que le puso su Madre, María. —¿Qué lengua habló Jesús? La de sus padres. —¿Qué religión aprendió y practicó el Niño Jesús? La de sus padres, la religión judía. Después, cuando ya fue mayor, pero gracias a la instrucción que había recibido de sus padres, fundó una nueva religión... Pero, primero, la de sus padres, como es natural.
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Santoral Católico:
San Alberto Hurtado
Jesuita chileno


Alberto Hurtado Cruchaga quiso imitar a Jesús en las cosas sencillas que le ocurrían cada día. Su fortaleza, tesón y las ganas de servir a Dios marcaron su vida.

Su historia comienza el 22 de enero de 1901, cuando llega e este mundo bajo el alero de una familia cristiana. Sus padres, Alberto Hurtado y Ana Cruchaga vivían en un campo cercano a la localidad de Casablanca. En el fundo Los Perales de Tapihue, Alberto pasó sus primeros años de vida. Pero cuando tenía cuatro años, su padre falleció.

Su madre quedó sola, a cargo de Alberto y de su hermano Miguel. La venta del fundo se hizo necesaria junto con el traslado a Santiago. Acogidos por sus familiares, Alberto, Miguel y doña Ana, iniciaron una nueva etapa de sus vidas en la capital.

En 1909 ingresó al Colegio San Ignacio, en donde destacó por ser buen compañero, entusiasta y alegre. Fue en este lugar donde comenzó a manifestarse su vocación, esas ganas de ayudar a los otros estando al servicio de Cristo.

Sin embargo, aunque sabía que por sobre todas las cosas quería ser sacerdote, la difícil situación económica de su madre le hacía imposible cumplir su sueño de entrar a la Compañía de Jesús. Por eso, una vez finalizado el colegio entró a estudiar Leyes en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Para ayudar a su familia trabajaba en las tardes y en las pocas horas que le quedaban libres se lo dedicaba a la Parroquia Virgen de Andacollo.

Su vocación sacerdotal seguía presente, aunque los años pasaban, él no perdía la esperanza. Finalmente sus rezos fueron escuchados y en 1923 pudo cumplir su sueño e ingresar al noviciado. Luego de varios años de estudios, fue ordenado sacerdote en Bélgica, en 1933.

Volvió a Chile en 1936. De inmediato se puso a trabajar como profesor del Colegio San Ignacio, aquí niños y jóvenes buscaban su compañía y orientación. Su inmenso arrastre entre los jóvenes sobrepaso los límites del colegio. Fue llamado entonces como asesor de la Acción Católica Juvenil. Con sus jóvenes colaboradores recorrió su patria inflamando los corazones juveniles con el deseo de luchar por la gloria de Cristo.

Jesús lo llamaba. En cada lugar el Padre Alberto Hurtado veía la cara de Cristo en los pobres. Había tantos que necesitaban techo, abrigo y comida. Para ellos fundó el Hogar de Cristo en 1944.

Sin tiempo para desfallecer siempre tenía un nuevo proyecto entre sus manos. Una nueva casa de acogida para los niños, talleres de enseñanza, más camas para las hospederías, eran algunas de las miles de ideas que rondaban en su cabeza. Pese a la incomprensión de muchos, siempre encontraba la fuerza para seguir sirviendo a Cristo.

Su obra se multiplicó con su trabajo en la Acción Católica, en la Acción Sindical de Chile y en la Revista Mensaje. Pese a la cantidad de tareas impuestas, nunca dejó de realizar Dirección Espiritual. Con su mejor sonrisa recibía y escuchaba a sus "patroncitos".

Tenía 51 años cuando le diagnosticaron cáncer. Pese a los fuertes dolores de su enfermedad, siguió trabajando por Cristo desde su pieza en el Hospital Clínico de la Universidad Católica. Hasta el final se mantuvo alegre y contento, siempre dando una palabra de esperanza y apoyo a quien lo visitaba.

El 18 de agosto de 1952 el Padre Alberto Hurtado Cruchaga dejó este mundo, partiendo al encuentro con Cristo. Su esfuerzo, su lucha, su alegría y su intenso amor por Jesús dieron frutos. El 16 de octubre de 1994, Su Santidad Juan Pablo II beatificó al Padre Hurtado. Fue canonizado el 23 de octubre de 2005 por el Papa Benedicto XVI.

En la mención dedicada a la vida del padre Hurtado durante la Misa de canonización de cinco nuevos santos, el Papa hizo notar como “el programa de vida de San Alberto Hurtado” fue la síntesis de: “Amarás a Dios con todo tu corazón… y a tu prójimo como a ti mismo”.

Fuente: Aciprensa

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Frases de 
San Alberto Hurtado


“Comencemos por practicar la justicia, pues mientras no se ha cumplido la justicia no se puede pensar en caridad. Dar a cada uno lo suyo; y no sólo pensemos en dar dinero, sino antes que todo amor”

“Yo sostengo que cada pobre, cada vago, cada mendigo es Cristo en persona, que carga su cruz. Y como a Cristo debemos amarlo y ampararlo. ¡Debemos tratarlo como a hermano, como a ser humano, como somos nosotros!”

“Cada profesión ha de ser concebida no sólo como un medio para ganarse la vida, de mejorar su situación económica, de labrar un porvenir a sus hijos, sino también como el ejercicio de una misión social y una colaboración al bien común de la sociedad”

"Procedamos más según el Evangelio, sin tanta complicación. El Evangelio es sustancioso, de una universalidad y flexibilidad tal, que se puede aplicar en todo momento en todas las situaciones y con todo acierto"

“La Comunión es el centro de la vida cristiana como Cristo es el centro del cristianismo... Cristianismo sin Cristo, es como concierto sin músicos... y cristianismo sin Comunión, es permanecer en la pura región de las ideas, es como un amor sin presencia, una amistad sin confidencias, una caridad sin donación: cristianismo sin comunión es palabra hueca, vacía de sentido...”

“Y ¿triunfaremos? Sí. Ciertamente no lo dudes el triunfo es de Cristo. La última palabra será suya. ¿Cuándo? ¿Cómo? Abandónate en sus manos ¡Con fe inquebrantable! Cumple tú la misión que te ha sido confiada, tu pequeña misión, la que solo tú puedes cumplir. Tú solo en toda la creación puedes llevar esa misión. Si no la realizas quedará sin hacerse. ¡Tu misión!, misión de generosidad. Haz todo el bien que puedas, no escatimes sacrificio, date entero. No te reserves nada. Nada pidas, ni siquiera contemplar tú aquí abajo el triunfo de tu causa”


Cuentos de Mamerto Menapace:
El ojo de la aguja


A los que hemos tenido infancia campesina, los adjetivos nos han quedado acollarados casi siempre, no a ideas, sino a objetos. Por ejemplo, para mí, el adjetivo grande lo tengo unido al eucalipto que quedaba entre el patio de naranjos y el piquete de terreno en que se encerraba al caballo nochero.

Era realmente grande. No sé cuánto de alto podría tener. Ahora pienso que tal vez llegara a los veinticinco metros. Pero era enorme para mi estatura de gurí que no llegaba siquiera a uno. Se lo distinguía de más de dos leguas de distancia. Y era claramente un punto de referencia. Cuando alguien quería llegar a casa, era fácil ubicarla aunque se estuviera lejos. La casa de don Antonio era la que tenía el eucalipto grande. Me animaría a decir que su tamaño llegaba a dar nombre propio al lugar. Así con mayúsculas: Eucalipto Grande.

Tres niños tomados por la mano, haciendo ronda, no hubiéramos podido abarcar su enorme tronco, que recién se abría en ramas a una cierta altura. Esto hacía imposible treparlo. Además, su tamaño había hecho que los mayores crearan una especie de zona de exclusión respecto a este árbol. Al Eucalipto Grande no se debía subir. Eso lo hacía doblemente fascinante, y en más de una siesta los más chicos probamos fortuna. Sobre todo porque en sus ramas más abiertas las cotorras hacían sus enormes nidos y nuestros gomerazos apenas llegaban hasta allá con fuerza como para ser efectivos.

Era el árbol en que anidaban los pirinchos. Allí tenían su conventillo del que salían y entraban continuamente las pirinchas para poner sus huevos, tirando a veces al suelo a aquellos que habían tenido la mala suerte de quedar en los bordes. Eran de aquellos tipos de huevos muy estimados por su color verde claro lleno de pintintas blancas de cal. Junto con los de perdiz, pitogué, paloma y calandria, servían para hacer grandes collares que adornaban las paredes del comedor. En medio de aquel rosario de colores, algún huevo de avestruz ya medio amarillento por lo viejo, oficiaba de Padrenuestro por su tamaño y consistencia. También él podía aspirar entre sus semejantes al adjetivo de Grande.

Pero aquí viene lo impresionante. Un día don Alejandro Weliz, el dueño del campo, y antiguo poblador de la zona, nos informó de que aquel inmenso árbol había pasado por el ojo de una aguja. Si, así como suena, y sin exégesis atenuantes. No lo hubiéramos creído, si no fuera porque don Weliz nos merecía un respeto muy cercano a la veneración. Nuestra familia le debía al viejo habernos posibilitado ser inquilinos en su campo y con ello tener una tierra que trabajar y donde vivir. En casa siempre se habló de él con sumo respeto y aprecio. Cuando él nos visitaba, los chicos éramos lavados a fondo, y amonestados para que no hiciéramos zafarrancho. Y esto era señal de que la visita sería de máxima categoría.

Pero a pesar de la credibilidad que nos merecía quien lo afirmaba, nuestras mentes infantiles ya eran lo suficientemente críticas como para negarse a creer que el Eucalipto Grande hubiera podido alguna vez, hacía mucho tiempo, haber pasado por el ojo de una aguja. Y no se trataba, como en los cuentos, de una aguja enorme, sino de la aguja de coser los remiendos del pantalón. Evidentemente la cosa necesitaba pruebas. Y don Alejandro, aguja en mano, nos llevó hasta el Eucalipto Grande para proporcionárnosla.

Buscó en el suelo una ramita que tenía su pequeño racimo de semillas. Mejor dicho, lo que el racimito mostraba, era el pequeño rombo dentro del cual estaban las semillitas. Todo era inmensamente pequeño. El rombo semillero tuvo que ser destapado cuidadosamente en la palma de la mano con la punta de la uña del dedo chico. Al hacerlo, el pequeño envase derramó una gran cantidad de semillitas casi invisibles. Y una de ellas pasó por el ojo de la aguja y quedó en la yema del dedo índice de don Weliz, quien nos aseguró que así de igualita había sido la que él mismo sembrara cuando quiso que naciera aquel Eucalipto.

La demostración fue contundente. Hecho semilla, el árbol podía pasar.

Pienso que nuestra vida hecha semilla por la madurez del dolor y el despojo también puede pasar para encontrar el dedo de Tata Dios en el Reino de los Cielos. Para Tata Dios todo es posible.


Pensamientos sanadores


Pídele al Señor que en los momentos de dolor acreciente tu fe

¿Estás pasando por pruebas y dificultades…? ¿Y quién no?
Estas situaciones de dolor son parte constitutiva de nuestra vida, son como los escalones que debemos pisar para poder subir la escalera de la purificación y de la conversión permanente.
Cierto que a veces nuestro dolor se intensifica a causa de la propia terquedad, o por no ser receptivos a los mensajes que el Señor nos ofrece.
Si, como la Virgen María, abriésemos nuestro corazón a la Palabra del Señor y a las indicaciones que él nos brinda como respuesta a nuestras plegarias, en poco tiempo veríamos resueltas muchas de las situaciones conflictivas de la vida. Inténtalo.

Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran la fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esa montaña: “Trasládate de aquí a allá”, y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes. Mateo 17, 20.


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por el eterno descanso del alma de Julia y Manuel, que vivieron en Galicia, España, y ahora están en la presencia de Dios en el cielo.

Pedimos oración por Mónica R., es una señora de 55 años que vive en Rosario, Argentina y que tuvo un accidente cerebro vascular, por lo que está internada muy grave. Al esposo hace poco lo operaron por problemas cardíacos, y tienen un hijo de 25 años que se casa en octubre. Rogamos por todos ellos.

Pedimos oración por María Eugenia, joven de Mendoza, Argentina, a la que le han diagnosticado cáncer, para que el Señor derrame sobre ella la sanación y la ayude a llevar su cruz.

Pedimos oración por las intenciones y necesidades de la familia Torralba Flores (de Guatemala), especialmente por Javier y su proyecto, rogando que el Espíritu Santo lo ilumine y guíe sus pasos.

Pedimos oración por la recuperación de Aline, de 29 años, hija única, operada de tumor cerebral y a la espera del resultado de biopsia, confiando en la misericordia divina para que sea benigno y por la bendición de Dios pueda tener una vida normal.

Pedimos oración por Lucrecia, que vive en Esperanza, Argentina, que se dice atea, que ignora sus obligaciones como madre de una niña de diez años y como hija de Dios. Es su mamá que muy apenada pide estas plegarias confiando absolutamente en que el Señor podrá volver a ponerla en el camino de su luz. Oramos también por sus hermanos.

De la misma ciudad, pedimos oración por Juan Antonio, para que el Señor le conceda mucha paz interior y bendiga su vida de relación con los demás.

Seguimos rezando por Victoria, de San Isidro, Buenos Aires, Argentina, que recibió un trasplante de corazón hace unos días, para que el Buen Jesús le ayude a recuperarse y poder retomar su vida normal.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos.


"Pequeñas Semillitas" por e-mail


Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratuitas y se realizan únicamente por invitación. Hay que solicitarlas a Melissa, la moderadora del Grupo a: picaflor05@gmail.com  o a: picaflor.cl@gmail.com  
Las inscripciones son moderadas y pueden demorar un par de días, siendo importante que no te suscribas desde una computadora de tu oficina o lugar laboral, y que sólo te inscribas si de verdad estás dispuesto/a a leer todos los días nuestros mensajes e incluso compartirlos con tus amigos y conocidos reenviándoselos por correo electrónico.
Felipe de Urca


"Intimidad Divina"

La caridad no se irrita

Cuando Santiago y Juan, indignados contra los Samaritanos que no acogían al Maestro, dijeron: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?”, él, “volviéndose, les respondió” (Lc 9, 54). Pues ha venido a salvar y no a perder, a sanar a los enfermos del alma y cuerpo y a redimir a los pecadores. Jesús no usa medios violentos, sino que se presenta al mundo como verdadero “siervo de Yahvé”, que no grita, ni quiebra la caña cascada, ni apaga la mecha humeante (Mt 12, 19-20). Con dulzura infinita se insinúa en los corazones, instruye, amonesta, señala el camino de la salvación y repite a todos los que le siguen: “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 30). La dulzura es la flor de la caridad: es una participación de la suavidad infinita con que Dios guía y gobierna todas las cosas. Nadie quiere el bien del hombre tan de veras como Dios, y sin embargo, no lo quiere con dureza, rigidez, violencia, sino con suavidad, respetando la libertad de su criatura, sosteniendo sus esfuerzos y esperando con infinita longanimidad su respuesta a la gracia.

La caridad “no se irrita” (1 Cr 13, 5); por eso recomienda San Pablo: “Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencias y cualquier clase de maldad desaparezca de entre vosotros” (Ef 4, 31). Vicios todos opuestos a la caridad, que proceden de las pasiones no domadas; las cuales al choque de las contrariedades rompen los frenos. La ira no contenida es fuente de palabras y actos desconsiderados y violentos que turban fuertemente las relaciones fraternas. El que ama al prójimo prefiere violentarse a sí mismo para vencer la ira que brota, que herir a los otros con la aspereza y la violencia. La caridad, sin embargo, no excluye, antes exige a veces una firmeza justa, cuando, por ejemplo, es preciso corregir el mal sobre todo si están en juego los derechos de Dios o los de los humildes y débiles.

El mismo Jesús se indignó contra los profanadores del templo y lanzó duras invectivas contra los fariseos que con su hipocresía e interpretación falsa de la ley oprimían y engañaban al pueblo. Pero mientras en Cristo la indignación está dominada perfectamente por la razón y la voluntad, en el hombre, a causa del desorden producido por el pecado, no es así; por eso es siempre peligroso ceder a la ira. Si por fragilidad humana se encienda alguna chispa, hay que apresurarse a apagarla… El diablo se sirve de la ira para suscitar rencores y discordias que destruyen la caridad. Es muy útil aprender a refrenarse y a reproducir la mansedumbre de Cristo, que dijo “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29).

¡Oh caridad inefable de nuestro Dios!... ¿Qué me has enseñado tú, Caridad increada? Me has enseñado a soportar pacientemente, como cordero, no sólo las palabras ásperas, sino los golpes duros y ásperos, las injurias y los perjuicios. Y con esto quieres que sea yo inocente e inmaculada, esto es, que no dañe a ninguno de mis prójimos y hermanos: no sólo a los que no me persiguen, sino a los que hacen injuria; y quieres que oremos por ellos como por amigos especiales que nos procuran buena y grande ganancia. Y no sólo quieres que sea paciente y mansa en las injurias y daños temporales, sino en todo lo que sea contra mi voluntad: igual que tú no querías que se hiciese en nada tu voluntad, sino la de tu Padre… ¡Oh Jesús, amor dulcísimo! Haz que se haga siempre en nosotros tu voluntad, como la hacen en el cielo tus ángeles y santos. (Santa Catalina, Epistolario)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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