lunes, 20 de agosto de 2012

Pequeñas Semillitas 1792


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1792 ~ Lunes 20 de Agosto de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
La comida y la bebida son imprescindibles para tener la energía necesaria para la vida. Jesús, como el pan, se parte y reparte. Nos invita a participar de su banquete para hacer lo que él hace: dar vida llenándola de sentido, liberar, humanizar, compartir, quitar miedos, contagiar alegría y esperanza. Nos invita a dar y darnos para la vida del mundo. Como Él.
Jesús da a comer su carne: dejándose partir, regalando liberación, amistad y fraternidad, derrochando compasión y cercanía, ofreciendo un claro mensaje,
siendo valiente y coherente, denunciando abusos e injusticias, contagiando resurrección, creando humanidad con palabras y actitudes que eleven, ablanden y embellezcan el mundo...
Jesús nos da pistas claras para tener, compartir y dar vida: oíd, tocad, mirad, gustad, compartid, tomad, comed, bebed... Para tratar, con él y como él, de enmendar la tremenda injusticia del mal reparto de la mesa de la humanidad.
¿Qué hago yo?


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?». Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». «¿Cuáles?» —le dice él—. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo». Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?». Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme». Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.
(Mt 19,16-22)

Comentario
Hoy la liturgia de la palabra pone ante nuestra consideración el famoso pasaje del joven rico, aquel joven que no supo responder ante la mirada de amor con que Cristo se fijó en él (cf. Mc 10,21). Juan Pablo II nos recuerda que en aquel joven podemos reconocer a todo hombre que se acerca a Cristo y le pregunta sobre el sentido de su propia vida: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» (Mt 19,16). El Papa comenta que «el interlocutor de Jesús intuye que hay una conexión entre el bien moral y el pleno cumplimiento del propio destino».
También hoy, ¡cuántas personas se hacen esta pregunta! Si miramos a nuestro alrededor, podemos quizá pensar que son pocas las personas que ven más allá, o bien que el hombre del siglo XXI no necesita hacerse este tipo de preguntas, ya que las respuestas no le sirven.
Jesús le responde: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno sólo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos» (Mt 19,17). No es solamente legítimo el preguntarse acerca del más allá, sobre el sentido de la vida, sino que... ¡es necesario hacerlo! El joven le ha preguntado qué tiene que hacer para alcanzar la vida eterna, y Cristo le responde que tiene que ser bueno.
Hoy día, para algunos o para muchos —¡qué más da!— puede parecer imposible “ser bueno”... O bien, les puede parecer algo sin sentido: ¡una tontería! Hoy, como hace veinte siglos, Cristo nos sigue recordando que para entrar en la vida eterna es necesario cumplir los mandamientos de la ley de Dios: no se trata de un “óptimo”, sino que es el camino necesario para que el hombre se asemeje a Dios y así pueda entrar en la vida eterna de manos de su Padre-Dios. En efecto, «Jesús muestra que los mandamientos no deben ser entendidos como un límite mínimo que no hay que sobrepasar, sino como una senda abierta para un camino moral y espiritual de perfección, cuyo impulso interior es el amor» (Juan Pablo II).
Rev. D. Óscar MAIXÉ i Altés (Roma, Italia)


Santoral Católico:
San Bernardo
Doctor de la Iglesia


En orden cronológico, o sea en cuanto al tiempo, San Bernardo es el último de los llamados Padres de la Iglesia. Pero en importancia es uno de los que más han influido en el pensamiento católico en todo el mundo.

Nace en Borgoña, Francia (cerca de Suiza) en el año 1090. Sus padres tuvieron siete hijos y a todos los formaron estrictamente haciéndoles aprender el latín, la literatura y, muy bien aprendida, la religión.

Esta familia ha sido un caso único en la historia. Cuando Bernardo se fue de religioso, se llevó consigo a sus 4 hermanos varones, y un tío, dejando a su hermana a que cuidará al papá (la mamá ya había muerto) y el hermanito menor para que administrara las posesiones que tenían. Dicen que cuando llamaron al menor para anunciarle que ellos se iban de religiosos, el muchacho les respondió: "¡Ajá! ¿Conque ustedes se van a ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí únicamente en la tierra? Esto no lo puedo aceptar". Y un tiempo después, también él se fue de religioso. Y más tarde llegaron además al convento el papá y el esposo de la hermana (y ella también se fue de monja). Casos como este son más únicos que raros.

Pocos individuos han tenido una personalidad tan impactante y atrayente, como San Bernardo. El poseía todas las ventajas y cualidades que pueden hacer amable y simpático a un joven. Inteligencia viva y brillante. Temperamento bondadoso y alegre, se ganaba la simpatía de cuantos trataban con él. Esto y su físico lleno de vigor y lozanía era ocasión de graves peligros para su castidad y santidad. Por eso durante algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano y lo sensual. Pero todo esto lo llenaba de desilusiones. Las amistades mundanas por más atractivas y brillantes que fueran lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de cada fiesta se sentía más y más desilusionado del mundo y de sus placeres. Como sus pasiones sexuales lo atacaban violentamente, una noche se revolcó entre el hielo hasta quedar casi congelado. Y el tremendo remedio le trajo mucha paz.

Una visión cambia su rumbo: una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía al Niñito Santo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado.

Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior, San Esteban, lo aceptó con gran alegría pues, en aquel convento, hacía 15 años que no llegaban religiosos nuevos.

Bernardo volvió a su familia a contar la noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían que esto era desperdiciar una gran personalidad para irse a sepultarse vivo en un convento. La familia no aceptaba de ninguna manera.

Pero aquí sí que apareció el poder tan sorprendente que este hombre tenía para convencer a los demás e influir en ellos y ganarse su voluntad. Empezó a hablar tan maravillosamente de las ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y casi a todos los jóvenes de los alrededores, y junto con 31 compañeros llegó al convento de los Cistercienses a pedir ser admitidos de religiosos. Pero antes en su finca los había preparado a todos por varias semanas, entrenándolos acerca del modo como debían comportarse para ser unos fervorosos religiosos. En el año 1112, a la edad de 22 años, se fue de religioso al convento. El papá, el hermano Nirvardo, el cuñado y la hermana, ya irán llegando uno por uno a pedir ser recibidos como religiosos.

Formidable poder de atracción. En toda la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar gentes a las comunidades religiosas, como el que recibió Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su novio hablara con el santo, porque lo mas probable era que se iría de religioso. En las universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar de las excelencias y ventajas de la vida en un convento, se iban en numerosos grupos a que él los instruyera y los formara como religiosos. Durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban "el cazador de almas y vocaciones". Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa.

En el convento del Císter demostró tales cualidades de líder y de santo, que a los 25 años (con sólo tres de religioso) fue enviado como superior a fundar un nuevo convento. Escogió un sitio sumamente árido y lleno de bosques donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor de su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que significa valle muy claro, ya que allí el sol ilumina fuerte todo el día. Supo infundir del tal manera fervor y entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que habiendo comenzado con sólo 20 compañeros a los pocos años tenía 130 religiosos; de este convento de Claraval salieron monjes a fundar otros 63 conventos.

Después de San Juan Crisóstomo y de San Agustín, es difícil encontrar otro orador católico que haya obtenido tantos éxitos en su predicación como San Bernardo. Lo llamaban "El Doctor boca de miel" porque sus palabras en la predicación eran una verdadera golosina llena de sabrosura, para los que la escuchaban. Su inmenso amor a Dios y a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar a San Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor.

Los que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los escritos de San Bernardo, porque entre todos los predicadores católicos quizás ninguno ha hablado con más cariño y emoción acerca de la Virgen Santísima que este gran santo. Él fue quien compuso aquellas últimas palabras de la Salve: "Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María". Y repetía la bella oración que dice: "Acuérdate oh Madre Santa, que jamás se oyó decir, que alguno a Ti haya acudido, sin tu auxilio recibir".

El pueblo vibraba de emoción cuando le oía clamar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante. Sus bellísimos sermones son leídos hoy, después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho.

El más profundo deseo de San Bernardo era permanecer en su convento dedicado a la oración y a la meditación. Pero el Sumo Pontífice, los obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían continuamente que fuera a ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su ayuda donde quiera que pudiera ser útil. Con una salud sumamente débil (porque los primeros años de religioso, por imprudente, se dedicó a hacer demasiadas penitencias y se le daño la digestión) recorrió toda Europa poniendo la paz donde había guerras, deteniendo fuertemente las herejías, corrigiendo errores, animando desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la santa religión católica. Era el árbitro aceptado por todos.

Exclamaba: A veces no me dejan tiempo durante el día ni siquiera para dedicarme a meditar. Pero estas gentes están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les habla, que es necesario atenderlas (ya en las noches pararía luego sus horas dedicado a la oración y a la meditación).

Un hombre muy bien preparado le pidió que lo recibiera en su monasterio de Claraval. Para probar su virtud lo dedicó las primeras semanas a transportar carbón, y el otro lo hizo de muy buena voluntad. Después llegó a ser un excelente monje, y más tarde fue nombrado Sumo Pontífice: Eugenio III. El santo le escribió un famoso libro llamado "De consideratione", en el cual propone una serie de consejos importantísimos para que los que están en puestos elevados no vayan a cometer el gravísimo error de dedicarse solamente a actividades exteriores descuidando la oración y la meditación. Y llegó a decirle: "Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la meditación".

Después de haber llegado a ser el hombre más famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido varios milagros (como hacer hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios con religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a Dios la gracia de seguir viviendo otros años más, exclamaba: "Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca". Y a Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante y que se merecía el descanso eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo llevó a sus eternidad feliz el 20 de agosto del año 1153. Solamente tenía 63 años pero había trabajado como si tuviera más de cien. El sumo pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.

Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

"Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial"
San Bernardo


Tema del día:
Descubrir el rostro de Cristo


1) Para saber

Hace pocos días el Papa Benedicto XVI reflexionaba sobre la fiesta de la Asunción de la Virgen María al Cielo. Es una fiesta, decía, que nos invita a levantar los ojos al Cielo, a intensificar nuestra esperanza, no solamente en llegar al Cielo, sino en el deseo de Dios que nos espera amorosamente.

Aunque el hombre se apartó de Dios, Jesús “con su encarnación, muerte y resurrección, nos liberó de la esclavitud del pecado para darnos la libertad de los hijos de Dios, y nos dio a conocer el rostro de Dios que es amor: Dios se puede ver, es visible en Cristo”.

Así, pues, Dios ya no es invisible, ha mostrado su rostro en Jesucristo. Creer en Dios y creer en Jesús “no son dos actos separados, sino un único acto de fe, la plena adhesión a la salvación realizada por Dios Padre mediante su Hijo Unigénito”, afirmó el Papa. No hay que esperar llegar al Cielo para conocer y ver a Dios, pues Él ya se ha hecho visible en Cristo. Por ello, a diferencia del Antiguo Testamento, ahora podemos tener imágenes de Cristo.

2) Para pensar

Se cuenta que un sacerdote encargado de un ejército atendía a los heridos durante la guerra. En medio del fragor de la batalla se aproximó a un herido que sabía que era poco creyente y para consolarlo le preguntó: “¿Quieres que te lea la Biblia?” El herido le dijo: “No, primero dame agua que tengo sed”. Aunque sabía el sacerdote que no había más agua en kilómetros a la redonda le convidó el último trago de su cantimplora.

Preguntó de nuevo “¿Ahora si quieres que te lea? Pero el herido le suplicó: “No, primero dame de comer”. El capellán le dio el último pedazo de pan que atesoraba en su mochila. A continuación el herido exclamó: “Tengo frío”. El hombre de Dios se despojó de su único abrigo de campaña pese al frío que calaba y cubrió al lesionado.

“Ahora sí, le dijo al capellán, háblame de ese Dios que te hizo darme tu última agua, tu último mendrugo, y tu único abrigo. Quiero conocer a un Dios que logra que nos desprendamos de todo por amor, hasta de lo necesario”.

3) Para vivir

Dios, al encarnarse, se ha hecho presente entre nosotros. Nos ha mostrado el rostro del amor. Por ello también, no solo es posible reconocerlo en quien nos muestra el rostro del amor, sino que también podremos mostrarlo a los demás.

San Josemaría nos recuerda que hemos de vivir con una actitud llena de caridad para con todos: “Un hijo de Dios no puede ser clasista, porque le interesan los problemas de todos los hombres... Y trata de ayudar a resolverlos con la justicia y la caridad de nuestro Redentor.

Ya lo señaló el Apóstol, cuando nos escribía que para el Señor no hay acepción de personas, y que no he dudado en traducir de este modo: ¡no hay más que una raza, la raza de los hijos de Dios!” (Surco 303).

El Papa nos invita a confiarnos a la maternal intercesión de santa María para que nos obtenga del Señor el poder reforzar nuestra fe en la vida eterna y nos ayude a vivir en caridad en esta vida.

Pbro. José Martínez Colín


Pensamientos sanadores


Pide al Señor la sanación de las cegueras mentales

Recuerdo que, en los tiempos de mi infancia, las calles de mi ciudad eran recorridas por un lechero, quien llevaba sus productos en un carro tirado por un caballo, y el pobre animal sólo podía mirar para adelante, sin ver hacia los costados, pues junto a sus ojos tenía anteojeras.
Lamentablemente, también nosotros corremos el riesgo de tener anteojeras las cuales nos impiden abarcar una visión completa de la vida y de lo que Dios querer mostrarnos. Esto no nos permite disfrutar de los pequeños milagros cotidianos viviendo ansiosos, nerviosos y sobresaltados. Por lo tanto, pidámosle al Señor ver con sus ojos y ser libres de todos aquellos prejuicios y condicionamientos que nos acortan nuestra visión de la vida y de todo lo que nos rodea.

Conduciré a los ciegos por un camino que ignoran, los guiaré por senderos desconocidos, cambiaré las tinieblas en luz delante de ellos, y el suelo escarpado en una llanura. Estas son las cosas que haré, y no dejaré de hacerlas. Isaías 42, 16.


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Cesar Eduardo P., de Posadas, Misiones, afectado por una neumonía, por lo que se encuentra en terapia intensiva, sedado y en estado delicado. Que el Señor Resucitado le conceda la gracia de recuperarse pronto.

Pedimos oración por Kike, de Cuba, que esta semana será operado de una lesión maligna de esófago para que Dios permita que todo salga bien, y por Renesito, joven que ha emigrado a Miami, para que sienta la necesidad de continuar en su nueva realidad cerca de Dios y de la Iglesia.

Pedimos oración por María Adriana, de Ciudad de Guatemala. a quien le acaban de informar que es VIH positivo; tiene niños pequeños y teme dejarlos. Que María la proteja y el Buen Jesús permita que realice un tratamiento que detenga o anule la enfermedad.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos.


Oración por la Patria


Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén.


"Intimidad Divina"

Caridad y justicia

La caridad no sólo “no se alegra de la injusticia” (1 Cr 13, 6), sino sufre y hace todo lo posible por defender y promover la justicia. Jesús presentó su misión como una obra de salvación y de justicia, sobre todo en favor de los pobres, de los prisioneros, de los oprimidos; para librarlos de la esclavitud y de la ceguera del pecado, pero también de los poderosos y de los soberbios. Vino a instaurar el reino del amor y de la justicia, abierto a todos, sin distinción alguna; y si en él hay alguna distinción es justamente para los humildes, los indigentes y los atribulados. Sin justicia no puede haber caridad ni verdadera vida cristiana. El Concilio Vaticano II ha inculcado con gran insistencia estos principios y quiere que imbuyan “toda la vida, incluso la profana, de los creyentes, impulsándolos a la justicia y al amor, sobre todo respecto del necesitado” (GS 21).

Poco o nada valen los actos de culto si no van acompañados de la caridad y la justicia, porque sólo estas virtudes purifican el corazón del hombre del egoísmo y de la codicia, lo inclinan a honrar a Dios con sinceridad y a amar al prójimo no con palabras sino con obras. “Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: “Idos en paz; calentaos y hartaos” pues no le dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? (Sant 2, 15-16). Sin las obras, religión y caridad son vanas. La ayuda a los pobres no ha de ser considerada sólo como acto de caridad más o menos facultativo, sino como un deber estricto de justicia. “Dios –dice el Concilio– ha destinado la tierra y cuanto contiene para uso de todos los hombres y pueblos… Por tanto el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás” (GS 69).

Si todos los hombres son hermanos, por ser todos hijos de Dios, su misma hermandad exige que no perezcan unos de miseria mientras otros nadan en la abundancia. Por eso enseña la Iglesia que “los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes superfluos… Es deber del Pueblo de Dios, y de los primeros los Obispos, con su palabra y ejemplo, el socorrer, en la medida de sus fuerzas, las miserias de nuestro tiempo y hacerlo, como era antes costumbre en la Iglesia, no sólo con los bines superfluos  sino también con los necesarios” (GS 69, 88). Los dones ofrecidos a los pobres son un “sacrificio que Dios acepta con agrado” (Fl 4, 18).

¡Oh caridad! Tú dilatas el corazón en el amor de Dios y en la dilección al prójimo… Eres benévola, pacífica y no iracunda; buscas las cosas justas y santas, no las injustas; y como las buscas, así las guardas en ti, y por eso reluce en tu pecho la margarita de la justicia… ¡Oh caridad! Tú amas a todos caritativamente como a hijos… Eres una madre que concibes en el alma los hijos de la virtud y los das a luz para honra de Dios en tu prójimo… Con luz de discreción, sabes dar a cada uno según lo que puede recibir; caritativamente corriges; haciéndote enferma con los enfermos, acariciando o corrigiendo según lo pidan la justicia o la misericordia. (Santa Catalina de Siena, Epistolario)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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