PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1792 ~ Lunes
20 de Agosto de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
La comida y la bebida son imprescindibles para tener la
energía necesaria para la vida. Jesús, como el pan, se parte y reparte. Nos invita
a participar de su banquete para hacer lo que él hace: dar vida llenándola de
sentido, liberar, humanizar, compartir, quitar miedos, contagiar alegría y
esperanza. Nos invita a dar y darnos para la vida del mundo. Como Él.
Jesús da a comer su carne: dejándose partir, regalando
liberación, amistad y fraternidad, derrochando compasión y cercanía, ofreciendo
un claro mensaje,
siendo valiente y coherente, denunciando abusos e
injusticias, contagiando resurrección, creando humanidad con palabras y actitudes
que eleven, ablanden y embellezcan el mundo...
Jesús nos da pistas claras para tener, compartir y dar
vida: oíd, tocad, mirad, gustad, compartid, tomad, comed, bebed... Para tratar,
con él y como él, de enmendar la tremenda injusticia del mal reparto de la mesa
de la humanidad.
¿Qué hago yo?
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús y le dijo:
«Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?». Él le dijo:
«¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres
entrar en la vida, guarda los mandamientos». «¿Cuáles?» —le dice él—. Y Jesús
dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso
testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti
mismo». Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?». Jesús
le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los
pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme». Al oír estas
palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.
(Mt 19,16-22)
Comentario
Hoy la liturgia de la palabra pone ante nuestra
consideración el famoso pasaje del joven rico, aquel joven que no supo
responder ante la mirada de amor con que Cristo se fijó en él (cf. Mc 10,21).
Juan Pablo II nos recuerda que en aquel joven podemos reconocer a todo hombre
que se acerca a Cristo y le pregunta sobre el sentido de su propia vida:
«Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» (Mt 19,16). El
Papa comenta que «el interlocutor de Jesús intuye que hay una conexión entre el
bien moral y el pleno cumplimiento del propio destino».
También hoy, ¡cuántas personas se hacen esta pregunta! Si
miramos a nuestro alrededor, podemos quizá pensar que son pocas las personas
que ven más allá, o bien que el hombre del siglo XXI no necesita hacerse este
tipo de preguntas, ya que las respuestas no le sirven.
Jesús le responde: «¿Por qué me preguntas acerca de lo
bueno? Uno sólo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos» (Mt 19,17). No es solamente legítimo el preguntarse acerca del
más allá, sobre el sentido de la vida, sino que... ¡es necesario hacerlo! El
joven le ha preguntado qué tiene que hacer para alcanzar la vida eterna, y Cristo
le responde que tiene que ser bueno.
Hoy día, para algunos o para muchos —¡qué más da!— puede
parecer imposible “ser bueno”... O bien, les puede parecer algo sin sentido:
¡una tontería! Hoy, como hace veinte siglos, Cristo nos sigue recordando que
para entrar en la vida eterna es necesario cumplir los mandamientos de la ley
de Dios: no se trata de un “óptimo”, sino que es el camino necesario para que
el hombre se asemeje a Dios y así pueda entrar en la vida eterna de manos de su
Padre-Dios. En efecto, «Jesús muestra que los mandamientos no deben ser
entendidos como un límite mínimo que no hay que sobrepasar, sino como una senda
abierta para un camino moral y espiritual de perfección, cuyo impulso interior
es el amor» (Juan Pablo II).
Rev. D. Óscar MAIXÉ i Altés (Roma, Italia)
Santoral Católico:
San Bernardo
Doctor de la Iglesia
En orden cronológico, o sea en cuanto al tiempo, San
Bernardo es el último de los llamados Padres de la Iglesia. Pero en importancia
es uno de los que más han influido en el pensamiento católico en todo el mundo.
Nace en Borgoña, Francia (cerca de Suiza) en el año 1090.
Sus padres tuvieron siete hijos y a todos los formaron estrictamente
haciéndoles aprender el latín, la literatura y, muy bien aprendida, la
religión.
Esta familia ha sido un caso único en la historia. Cuando
Bernardo se fue de religioso, se llevó consigo a sus 4 hermanos varones, y un
tío, dejando a su hermana a que cuidará al papá (la mamá ya había muerto) y el
hermanito menor para que administrara las posesiones que tenían. Dicen que
cuando llamaron al menor para anunciarle que ellos se iban de religiosos, el
muchacho les respondió: "¡Ajá! ¿Conque ustedes se van a ganarse el cielo,
y a mí me dejan aquí únicamente en la tierra? Esto no lo puedo aceptar". Y
un tiempo después, también él se fue de religioso. Y más tarde llegaron además
al convento el papá y el esposo de la hermana (y ella también se fue de monja).
Casos como este son más únicos que raros.
Pocos individuos han tenido una personalidad tan impactante
y atrayente, como San Bernardo. El poseía todas las ventajas y cualidades que
pueden hacer amable y simpático a un joven. Inteligencia viva y brillante.
Temperamento bondadoso y alegre, se ganaba la simpatía de cuantos trataban con
él. Esto y su físico lleno de vigor y lozanía era ocasión de graves peligros
para su castidad y santidad. Por eso durante algún tiempo se enfrió en su
fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano y lo sensual. Pero todo esto lo
llenaba de desilusiones. Las amistades mundanas por más atractivas y brillantes
que fueran lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de cada fiesta se sentía
más y más desilusionado del mundo y de sus placeres. Como sus pasiones sexuales
lo atacaban violentamente, una noche se revolcó entre el hielo hasta quedar
casi congelado. Y el tremendo remedio le trajo mucha paz.
Una visión cambia su rumbo: una noche de Navidad,
mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo se quedó dormido y
le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre
le ofrecía al Niñito Santo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los
demás. Desde este día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al
apostolado.
Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos
llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior, San Esteban, lo aceptó con
gran alegría pues, en aquel convento, hacía 15 años que no llegaban religiosos
nuevos.
Bernardo volvió a su familia a contar la noticia y todos
se opusieron. Los amigos le decían que esto era desperdiciar una gran
personalidad para irse a sepultarse vivo en un convento. La familia no aceptaba
de ninguna manera.
Pero aquí sí que apareció el poder tan sorprendente que
este hombre tenía para convencer a los demás e influir en ellos y ganarse su
voluntad. Empezó a hablar tan maravillosamente de las ventajas y cualidades que
tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos
mayores, a su tío y casi a todos los jóvenes de los alrededores, y junto con 31
compañeros llegó al convento de los Cistercienses a pedir ser admitidos de
religiosos. Pero antes en su finca los había preparado a todos por varias
semanas, entrenándolos acerca del modo como debían comportarse para ser unos
fervorosos religiosos. En el año 1112, a la edad de 22 años, se fue de
religioso al convento. El papá, el hermano Nirvardo, el cuñado y la hermana, ya
irán llegando uno por uno a pedir ser recibidos como religiosos.
Formidable poder de atracción. En toda la historia de la
Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un
poder de atracción tan grande para llevar gentes a las comunidades religiosas,
como el que recibió Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su novio
hablara con el santo, porque lo mas probable era que se iría de religioso. En
las universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar
de las excelencias y ventajas de la vida en un convento, se iban en numerosos
grupos a que él los instruyera y los formara como religiosos. Durante su vida
fundó más de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos
de sus discípulos. Lo llamaban "el cazador de almas y vocaciones".
Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa.
En el convento del Císter demostró tales cualidades de
líder y de santo, que a los 25 años (con sólo tres de religioso) fue enviado
como superior a fundar un nuevo convento. Escogió un sitio sumamente árido y
lleno de bosques donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor de su frente
para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que significa valle
muy claro, ya que allí el sol ilumina fuerte todo el día. Supo infundir del tal
manera fervor y entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que habiendo comenzado
con sólo 20 compañeros a los pocos años tenía 130 religiosos; de este convento
de Claraval salieron monjes a fundar otros 63 conventos.
Después de San Juan Crisóstomo y de San Agustín, es
difícil encontrar otro orador católico que haya obtenido tantos éxitos en su
predicación como San Bernardo. Lo llamaban "El Doctor boca de miel"
porque sus palabras en la predicación eran una verdadera golosina llena de
sabrosura, para los que la escuchaban. Su inmenso amor a Dios y a la Virgen
Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas
cada sermón que iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de
mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los
oyentes. Escuchar a San Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor.
Los que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios,
necesariamente tienen que leer los escritos de San Bernardo, porque entre todos
los predicadores católicos quizás ninguno ha hablado con más cariño y emoción
acerca de la Virgen Santísima que este gran santo. Él fue quien compuso
aquellas últimas palabras de la Salve: "Oh clemente, oh piadosa, oh dulce
Virgen María". Y repetía la bella oración que dice: "Acuérdate oh
Madre Santa, que jamás se oyó decir, que alguno a Ti haya acudido, sin tu auxilio
recibir".
El pueblo vibraba de emoción cuando le oía clamar desde
el púlpito con su voz sonora e impresionante. Sus bellísimos sermones son
leídos hoy, después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran
provecho.
El más profundo deseo de San Bernardo era permanecer en
su convento dedicado a la oración y a la meditación. Pero el Sumo Pontífice,
los obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían continuamente que fuera a
ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su ayuda donde quiera que
pudiera ser útil. Con una salud sumamente débil (porque los primeros años de
religioso, por imprudente, se dedicó a hacer demasiadas penitencias y se le
daño la digestión) recorrió toda Europa poniendo la paz donde había guerras,
deteniendo fuertemente las herejías, corrigiendo errores, animando desanimados
y hasta reuniendo ejércitos para defender la santa religión católica. Era el
árbitro aceptado por todos.
Exclamaba: A veces no me dejan tiempo durante el día ni
siquiera para dedicarme a meditar. Pero estas gentes están tan necesitadas y
sienten tanta paz cuando se les habla, que es necesario atenderlas (ya en las
noches pararía luego sus horas dedicado a la oración y a la meditación).
Un hombre muy bien preparado le pidió que lo recibiera en
su monasterio de Claraval. Para probar su virtud lo dedicó las primeras semanas
a transportar carbón, y el otro lo hizo de muy buena voluntad. Después llegó a
ser un excelente monje, y más tarde fue nombrado Sumo Pontífice: Eugenio III.
El santo le escribió un famoso libro llamado "De consideratione", en
el cual propone una serie de consejos importantísimos para que los que están en
puestos elevados no vayan a cometer el gravísimo error de dedicarse solamente a
actividades exteriores descuidando la oración y la meditación. Y llegó a
decirle: "Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido
tiempo a la oración y a la meditación".
Después de haber llegado a ser el hombre más famoso de
Europa en su tiempo y de haber conseguido varios milagros (como hacer hablar a
un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin perdonar) y después de
haber llenado varios países de monasterios con religiosos fervorosos, ante la
petición de sus discípulos para que pidiera a Dios la gracia de seguir viviendo
otros años más, exclamaba: "Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar
junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir
ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca". Y a
Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante y que se merecía el
descanso eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo llevó
a sus eternidad feliz el 20 de agosto del año 1153. Solamente tenía 63 años
pero había trabajado como si tuviera más de cien. El sumo pontífice lo declaró
Doctor de la Iglesia.
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
"Si se levantan las tempestades de tus pasiones,
mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere
hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella,
invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo
de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la
Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te
desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial"
San Bernardo
Tema del día:
Descubrir el rostro de Cristo
1) Para saber
Hace pocos días el Papa Benedicto XVI reflexionaba sobre
la fiesta de la Asunción de la Virgen María al Cielo. Es una fiesta, decía, que
nos invita a levantar los ojos al Cielo, a intensificar nuestra esperanza, no
solamente en llegar al Cielo, sino en el deseo de Dios que nos espera
amorosamente.
Aunque el hombre se apartó de Dios, Jesús “con su
encarnación, muerte y resurrección, nos liberó de la esclavitud del pecado para
darnos la libertad de los hijos de Dios, y nos dio a conocer el rostro de Dios
que es amor: Dios se puede ver, es visible en Cristo”.
Así, pues, Dios ya no es invisible, ha mostrado su rostro
en Jesucristo. Creer en Dios y creer en Jesús “no son dos actos separados, sino
un único acto de fe, la plena adhesión a la salvación realizada por Dios Padre
mediante su Hijo Unigénito”, afirmó el Papa. No hay que esperar llegar al Cielo
para conocer y ver a Dios, pues Él ya se ha hecho visible en Cristo. Por ello,
a diferencia del Antiguo Testamento, ahora podemos tener imágenes de Cristo.
2) Para pensar
Se cuenta que un sacerdote encargado de un ejército
atendía a los heridos durante la guerra. En medio del fragor de la batalla se
aproximó a un herido que sabía que era poco creyente y para consolarlo le
preguntó: “¿Quieres que te lea la Biblia?” El herido le dijo: “No, primero dame
agua que tengo sed”. Aunque sabía el sacerdote que no había más agua en
kilómetros a la redonda le convidó el último trago de su cantimplora.
Preguntó de nuevo “¿Ahora si quieres que te lea? Pero el
herido le suplicó: “No, primero dame de comer”. El capellán le dio el último
pedazo de pan que atesoraba en su mochila. A continuación el herido exclamó:
“Tengo frío”. El hombre de Dios se despojó de su único abrigo de campaña pese
al frío que calaba y cubrió al lesionado.
“Ahora sí, le dijo al capellán, háblame de ese Dios que
te hizo darme tu última agua, tu último mendrugo, y tu único abrigo. Quiero
conocer a un Dios que logra que nos desprendamos de todo por amor, hasta de lo
necesario”.
3) Para vivir
Dios, al encarnarse, se ha hecho presente entre nosotros.
Nos ha mostrado el rostro del amor. Por ello también, no solo es posible
reconocerlo en quien nos muestra el rostro del amor, sino que también podremos
mostrarlo a los demás.
San Josemaría nos recuerda que hemos de vivir con una
actitud llena de caridad para con todos: “Un hijo de Dios no puede ser
clasista, porque le interesan los problemas de todos los hombres... Y trata de
ayudar a resolverlos con la justicia y la caridad de nuestro Redentor.
Ya lo señaló el Apóstol, cuando nos escribía que para el
Señor no hay acepción de personas, y que no he dudado en traducir de este modo:
¡no hay más que una raza, la raza de los hijos de Dios!” (Surco 303).
El Papa nos invita a confiarnos a la maternal intercesión
de santa María para que nos obtenga del Señor el poder reforzar nuestra fe en
la vida eterna y nos ayude a vivir en caridad en esta vida.
Pbro. José Martínez Colín
Pensamientos sanadores
Pide al Señor la sanación de las cegueras mentales
Recuerdo que, en
los tiempos de mi infancia, las calles de mi ciudad eran recorridas por un
lechero, quien llevaba sus productos en un carro tirado por un caballo, y el
pobre animal sólo podía mirar para adelante, sin ver hacia los costados, pues
junto a sus ojos tenía anteojeras.
Lamentablemente, también nosotros corremos el riesgo de
tener anteojeras las cuales nos impiden abarcar una visión completa de la vida
y de lo que Dios querer mostrarnos. Esto no nos permite disfrutar de los
pequeños milagros cotidianos viviendo ansiosos, nerviosos y sobresaltados. Por
lo tanto, pidámosle al Señor ver con sus ojos y ser libres de todos aquellos
prejuicios y condicionamientos que nos acortan nuestra visión de la vida y de
todo lo que nos rodea.
Conduciré a los
ciegos por un camino que ignoran, los guiaré por senderos desconocidos,
cambiaré las tinieblas en luz delante de ellos, y el suelo escarpado en una
llanura. Estas son las cosas que haré, y no dejaré de hacerlas. Isaías 42, 16.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las
familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Cesar Eduardo P., de Posadas, Misiones,
afectado por una neumonía, por lo que se encuentra en terapia intensiva, sedado
y en estado delicado. Que el Señor Resucitado le conceda la gracia de
recuperarse pronto.
Pedimos oración por Kike, de Cuba, que esta semana será
operado de una lesión maligna de esófago para que Dios permita que todo salga
bien, y por Renesito, joven que ha emigrado a Miami, para que sienta la
necesidad de continuar en su nueva realidad cerca de Dios y de la Iglesia.
Pedimos oración por María Adriana, de Ciudad de Guatemala.
a quien le acaban de informar que es VIH positivo; tiene niños pequeños y teme
dejarlos. Que María la proteja y el Buen Jesús permita que realice un
tratamiento que detenga o anule la enfermedad.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras
debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos.
Oración por la Patria
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos
sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser
nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso
por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para
amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los
que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la
sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos convocas.
Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina!
¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén.
"Intimidad Divina"
Caridad y justicia
La caridad no sólo “no se alegra de la injusticia” (1 Cr
13, 6), sino sufre y hace todo lo posible por defender y promover la justicia.
Jesús presentó su misión como una obra de salvación y de justicia, sobre todo
en favor de los pobres, de los prisioneros, de los oprimidos; para librarlos de
la esclavitud y de la ceguera del pecado, pero también de los poderosos y de
los soberbios. Vino a instaurar el reino del amor y de la justicia, abierto a
todos, sin distinción alguna; y si en él hay alguna distinción es justamente
para los humildes, los indigentes y los atribulados. Sin justicia no puede
haber caridad ni verdadera vida cristiana. El Concilio Vaticano II ha inculcado
con gran insistencia estos principios y quiere que imbuyan “toda la vida,
incluso la profana, de los creyentes, impulsándolos a la justicia y al amor,
sobre todo respecto del necesitado” (GS 21).
Poco o nada valen los actos de culto si no van
acompañados de la caridad y la justicia, porque sólo estas virtudes purifican
el corazón del hombre del egoísmo y de la codicia, lo inclinan a honrar a Dios
con sinceridad y a amar al prójimo no con palabras sino con obras. “Si un
hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de
vosotros les dice: “Idos en paz; calentaos y hartaos” pues no le dais lo
necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? (Sant 2, 15-16). Sin las obras,
religión y caridad son vanas. La ayuda a los pobres no ha de ser considerada
sólo como acto de caridad más o menos facultativo, sino como un deber estricto
de justicia. “Dios –dice el Concilio– ha destinado la tierra y cuanto contiene
para uso de todos los hombres y pueblos… Por tanto el hombre, al usarlos, no
debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente
suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él
solamente, sino también a los demás” (GS 69).
Si todos los hombres son hermanos, por ser todos hijos de
Dios, su misma hermandad exige que no perezcan unos de miseria mientras otros
nadan en la abundancia. Por eso enseña la Iglesia que “los hombres están
obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes
superfluos… Es deber del Pueblo de Dios, y de los primeros los Obispos, con su
palabra y ejemplo, el socorrer, en la medida de sus fuerzas, las miserias de
nuestro tiempo y hacerlo, como era antes costumbre en la Iglesia, no sólo con
los bines superfluos sino también con
los necesarios” (GS 69, 88). Los dones ofrecidos a los pobres son un
“sacrificio que Dios acepta con agrado” (Fl 4, 18).
¡Oh caridad! Tú
dilatas el corazón en el amor de Dios y en la dilección al prójimo… Eres
benévola, pacífica y no iracunda; buscas las cosas justas y santas, no las
injustas; y como las buscas, así las guardas en ti, y por eso reluce en tu
pecho la margarita de la justicia… ¡Oh caridad! Tú amas a todos caritativamente
como a hijos… Eres una madre que concibes en el alma los hijos de la virtud y
los das a luz para honra de Dios en tu prójimo… Con luz de discreción, sabes
dar a cada uno según lo que puede recibir; caritativamente corriges; haciéndote
enferma con los enfermos, acariciando o corrigiendo según lo pidan la justicia
o la misericordia. (Santa Catalina de Siena, Epistolario)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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