jueves, 16 de agosto de 2012

Pequeñas Semillitas 1788


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1788 ~ Jueves 16 de Agosto de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
En el día de ayer hemos celebrado la festividad de la Asunción de la Santísima Virgen. Pensemos que Jesús resucitado ascendió al cielo por su propia fuerza divina. La Virgen –en cambio–, que estuvo asociada a la misión salvadora de Jesús desde el primer momento, fue elevada en cuerpo y alma a los cielos por la potencia de Dios. Así pues, María Asunta (= llevada) a la Gloria, es garantía de consuelo y esperanza del pueblo que peregrina en la tierra.
Junto a ella, creemos en Cristo; con su ayuda procuramos vivir por y para Él; con ella confiamos participar de la gloria eterna.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, Pedro preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: «Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré». Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: «Paga lo que debes». Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: «Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré». Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: «Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?». Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».
Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
(Mt 18,21—19,1)

Comentario
Hoy, preguntar «¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?» (Mt 18,21), puede significar: —Éstos a quienes tanto amo, los veo también con manías y caprichos que me molestan, me importunan cada dos por tres, no me hablan... Y esto un día y otro día. Señor, ¿hasta cuándo los he de aguantar?
Jesús contesta con la lección de la paciencia. En realidad, los dos colegas coinciden cuando dicen: «Ten paciencia conmigo» (Mt 18,26.29). Mientras la intemperancia del malvado, que ahogaba al otro por poca cosa, le ocasiona la ruina moral y económica, la paciencia del rey, a la vez que salva al deudor, a la familia y sus bienes, engrandece la personalidad del monarca y le genera la confianza de la corte. La reacción del rey, en labios de Jesús, nos recuerda aquello del libro de los Salmos: «Mas el perdón se halla junto a ti, para que seas temido» (Sal 130,4).
Está claro que nos hemos de oponer a la injusticia, y, si es necesario, enérgicamente (soportar el mal sería un indicio de apatía o de cobardía). Pero la indignación es sana cuando en ella no hay egoísmo, ni ira, ni necedad, sino deseo recto de defender la verdad. La auténtica paciencia es la que nos lleva a soportar misericordiosamente la contradicción, la debilidad, las molestias, las faltas de oportunidad de las personas, de los acontecimientos o de las cosas. Ser paciente equivale a dominarse a uno mismo. Los seres susceptibles o violentos no pueden ser pacientes porque ni reflexionan ni son amos de sí mismos.
La paciencia es una virtud cristiana porque forma parte del mensaje del Reino de los cielos, y se forja en la experiencia de que todo el mundo tenemos defectos. Si Pablo nos exhorta a soportarnos los unos a los otros (cf. Col 3,12-13), Pedro nos recuerda que la paciencia del Señor nos da la oportunidad de salvarnos (cf. 2Pe 3,15).
Ciertamente, ¡cuántas veces la paciencia del buen Dios nos ha perdonado en el confesionario! ¿Siete veces? ¿Setenta veces siete? ¡Quizá más!
Rev. D. Joan BLADÉ i Piñol (Barcelona, España)


Santoral Católico:
San Roque
Peregrino


Este santo se ha hecho famoso en el mundo por los grandes favores que consigue a favor de pobres y enfermos. Su popularidad ha sido verdaderamente extraordinaria cuando a pueblos o regiones han llegado pestes o epidemias, porque consigue librar de la enfermedad y del contagio a muchísimos de los que se encomiendan a él. Quizás él pueda librarnos de epidemias peligrosas.

San Roque nació en Montpellier, de una familia sumamente rica. Muertos sus padres, él vendió todas sus posesiones, repartió el dinero entre los pobres y se fue como un pobre peregrino hacia Roma a visitar santuarios.

Y en ese tiempo estalló la peste de tifo y las gentes se morían por montones por todas partes. Roque se dedicó entonces a atender a los más abandonados. A muchos logró conseguirles la curación con sólo hacerles la señal de la Santa Cruz sobre su frente. A muchísimos ayudó a bien morir, y él mismo les hacía la sepultura, porque nadie se atrevía a acercárseles por temor al contagio. Con todos practicaba la más exquisita caridad. Así llegó hasta Roma, y en esa ciudad se dedicó a atender a los más peligrosos de los apestados. La gente decía al verlo: "Ahí va el santo".

Y un día mientras atendía a un enfermo grave, se sintió también él contagiado de la enfermedad. Su cuerpo se llenó de manchas negras y de úlceras. Para no ser molesto a nadie, se retiró a un bosque solitario, y en el sitio donde él se refugió, ahí nació un aljibe de agua cristalina, con la cual se refrescaba.

Y sucedió que un perro de una casa importante de la ciudad empezó a tomar cada día un pan de la mesa de su amo e irse al bosque a llevárselo a Roque. Después de varios días de repetirse el hecho, al dueño le entró curiosidad, y siguió los pasos del perro, hasta que encontró al pobre llaguiento, en el bosque. Entonces se llevó a Roque a su casa y lo curó de sus llagas y enfermedades.

Apenas se sintió curado dispuso el santo volver a su ciudad de Montpellier. Pero al llegar a la ciudad, que estaba en guerra, los militares lo confundieron con un espía y lo encarcelaron. Y así estuvo 5 años en la prisión, consolando a los demás prisioneros y ofreciendo sus penas y humillaciones por la salvación de las almas.

Y un 15 de agosto, del año 1378, fiesta de la Asunción de la Virgen Santísima, murió como un santo. Al prepararlo para echarlo al ataúd descubrieron en su pecho una señal de la cruz que su padre le había trazado de pequeñito y se dieron cuenta de que era hijo del que había sido gobernador de la ciudad. Toda la gente de Montpellier acudió a sus funerales, y desde entonces empezó a conseguir de Dios admirables milagros y no ha dejado de conseguirlos por montones en tantos siglos.

Lo pintan con su bastón y sombrero de peregrino, señalando con la mano una de sus llagas y con su perro al lado, ofreciéndole el pan.

Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

“Un hombre debe ser lo suficientemente grande 
como para admitir sus errores,
lo suficientemente inteligente 
como para aprovecharlos
y lo suficientemente fuerte para corregirlos”

John Maswell


Tema del día:
Quiero ser hombre de misericordia


Señor yo quiero ser hombre de misericordia, es lo mínimo que tú me exiges en el evangelio.

Pero, ¿sería yo capaz de besar al leproso como Francisco; lavar las llagas fétidas de los enfermos, como santa Catalina? ¿Sentarme a la mesa de los pecadores, como Teresita? ¿Abrazar al asesino de mi hermano como Juan Gualberto? ¿Ir, en las noches heladas, a recoger a los niños, bajo los puentes de la ciudad, como san Alberto Hurtado?

¿Sería yo capaz de lavarlos, despiojarlos, darles comida, un hogar, un trabajo digno, prepararlos para la vida? ¿Sería capaz de mezclarme con los niños de las favelas, con los pelusas de las callampas, con los chicos de las villas miseria?... ¿Soportar la hediondez de sus tugurios, la promiscuidad, la violencia, su odio temprano a la sociedad que los rechaza y margina?

¿Me atrevería realmente, Señor, a acercarme a los enfermos de sida, a los drogadictos? ¿Me daría vergüenza hablar con hombres y mujeres de mala fama, como si tú no los amaras?

No me humilles, Señor, respondiendo a mis preguntas delante de la gente... Pero, sí, deseo tu respuesta, aunque me duela, que me cuestione en lo más íntimo del corazón...

Y no me niegues, Señor, tu amor compasivo que se traduzca en entrañas de misericordia para conmigo mismo, cristiano débil y cobarde, y para con todos mis hermanos necesitados.

Tú lo has dicho: Felices los misericordiosos porque encontrarán misericordia.

Ese es el gran consuelo que nos tienes reservado”.

P. Benito Spoletini
(homenaje a su memoria)


Pensamientos sanadores


La santidad es posible

Hubo un hombre inspirado por Dios; era un laico que se dejó amar por Dios y que, de este modo pudo ser instrumento de sanación en las manos de Dios y a favor de los demás: su nombre era Roque.
Así como san Roque fue transformado por el amor de Dios, también tu vida puede ser transformada de día en día.
Así como Dios lo sanó y liberó de todas sus cargas, también tú puedes ser sanado y liberado continuamente por el Señor.
Así como por su docilidad, Dios pudo utilizarlo para que la sanación divina llegase a los enfermos, también el Señor quiere que seas instrumento para aliviar los corazones quebrantados y llevar consuelo a los afligidos.
Para esto, sólo debes entregarte cada día y totalmente en las manos del Buen Padre Dios, quien quiere velar por ti.
Si tú pones lo que tienes que poner, él se ocupará de todo lo demás y verás superadas todas tus expectativas.

Busquen la paz con todos y la santificación, porque sin ella nadie verá al Señor. Hebreos 12, 14.


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por la salad de Emirva M. que vive en Otawa, Canadá, lectora y amiga de esta página, que está sufriendo una infección bronquial y también urinaria. Que el Señor Jesús la sumerja en las profundidades de sus llagas y por su Divina Sangre la cure de sus enfermedades.

Pedimos oración por la señora Estela F., de México, que debe operarse de hernia inguinal. Tiene ella 83 años de edad y padece del corazón, lo que aumenta el riesgo de la cirugía, pero confiamos que la Virgen de Guadalupe la va a proteger para que todo resulte exitoso. Oramos por ella.

Pedimos oración por un bebé de menos de un mes de vida, llamado Felipe, internado en Rosario, Argentina, aparentemente con un problema infeccioso renal, sin que se descarte alguna otra patología de origen genético. Que María Asunta al cielo, lo proteja y Jesús pose sobre él sus manos sanadoras.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos.


"Intimidad Divina"

La caridad no se engríe

La vanagloria busca figurar, mientras la caridad actúa “no buscando agradar a los hombres, sino a Dios” (1 Ts 2, 4). La vanagloria se hincha con lo poco que tiene: la caridad se vacía de cuanto tiene para darlo a los otros. La vanagloria es búsqueda de sí, la caridad es donación de sí a Dios y a los hermanos. Caridad y vanagloria van en dirección opuesta y se eluden mutuamente. “El alma enamorada –dice San Juan de la Cruz– es alma blanda, mansa, humilde y paciente” (Dichos a, 27). Cuanto más profunda es la caridad, tanto más se da el cristiano a los otros, sirve al prójimo y da a quien está en necesidad con sencillez y delicadeza, sin hacer valer sus prestaciones; antes procura hacerlas pasar inadvertidas. La caridad no toca la trompeta para anunciar sus obras buenas.

El ambicioso no es mirado con los demás, se antepone a todos, quiere figurar y hacerse valer. Su conducta indispone y provoca al prójimo que se siente lesionado en sus derechos: de ahí las divisiones, las envidias y los antagonismos. La caridad, por el contrario, “no es egoísta” (1 Cr 13, 5) y lejos de rivalizar con los otros o anteponerse a uno solo, elige para sí el último lugar. La caridad inspira sentimientos delicados hacia el prójimo, a nadie desprecia y respeta y honra a todos. En lugar de luchas mezquinas para derribarse mutuamente, los cristianos, como buenos hermanos, rivalizan por cederse honores y ventajas.

Para animar a la humildad en las relaciones mutuas, pone San Pablo entre los ojos de los fieles el ejemplo sublime de Cristo. “Sentid entre vosotros lo mismo que Cristo: el cual, siendo de condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando la condición de siervo” (Fl 2, 5-7). El Hijo de Dios ha amado y salvado a los hombres haciéndose semejante a ellos, uno de ellos. El cristiano, para amar eficazmente al prójimo, depuesta toda ambición, debe hacerse pequeño y humilde y ponerse a la par de todos para que todos lo sientan hermano. Este es el camino único, no sólo de la caridad fraterna, sino de todo apostolado.

“Si la conciencia no nos remuerde, tenemos plena confianza en Dios”… Haz, Señor, que la conciencia me responda con toda verdad que amo a mis hermanos, que en mí hay amor fraterno, no fingido sino sincero, el que busca el bien de hermano sin esperar de él ninguna recompensa, sino sólo su salvación. “Nosotros tenemos plena confianza en Dios; todo lo que pidamos lo obtendremos de él; porque guardamos sus mandamientos”. Señor, haz que haga yo esto no en presencia de los hombres, sino allí donde tú me veas, es decir, en el corazón… ¿Cuáles son tus mandamientos?... “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros”. Es precisamente la caridad el mandamiento de que hablas y que tanto nos recomiendas. Dame, Señor, la caridad fraterna, y esto en tu presencia, allí donde tú me ves; haz que preguntando a mi corazón con juicio recto, reciba la respuesta de que la raíz de la caridad fraterna, de donde nacen frutos de bondad, está en mí: entonces tendré confianza en ti y tú me concederás todo lo que te pida, porque guardo tus mandamientos. (San Agustín)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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