domingo, 12 de agosto de 2012

Pequeñas Semillitas 1784


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1784 ~ Domingo 12 de Agosto de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Según el relato de Juan, Jesús repite cada vez de manera más abierta que viene de Dios para ofrecer a todos un alimento que da vida eterna. La gente no puede seguir escuchando algo tan escandaloso sin reaccionar. Conocen a sus padres. ¿Cómo puede decir que viene de Dios?
Jesús presupone que nadie puede creer en él si no se siente atraído por su persona. Es cierto. Tal vez, desde nuestra cultura, lo entendemos mejor que aquellas gentes de Cafarnaún. Cada vez nos resulta más difícil creer en doctrinas o ideologías. La fe y la confianza se despiertan en nosotros cuando nos sentimos atraídos por alguien que nos hace bien y nos ayuda a vivir.
Pero Jesús les advierte de algo muy importante: "Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado". La atracción hacia Jesús la produce Dios mismo. El Padre que lo ha enviado al mundo despierta nuestro corazón para que nos acerquemos a Jesús con gozo y confianza, superando dudas y resistencias.
Por eso hemos de escuchar la voz de Dios en nuestro corazón y dejarnos conducir por él hacia Jesús. Dejarnos enseñar dócilmente por ese Padre, Creador de la vida y Amigo del ser humano: "Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí".
Las palabras de Jesús nos invitan a vivir una experiencia diferente. La conciencia no es solo el lugar recóndito y privilegiado en el que podemos escuchar la Ley de Dios. Si en lo íntimo de nuestro ser, nos sentimos atraídos por lo bueno, lo hermoso, lo noble, lo que hace bien al ser humano, lo que construye un mundo mejor, fácilmente no sentiremos invitados por Dios a sintonizar con Jesús. Es el mejor camino para creer en él.
José Antonio Pagola


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo». Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?». Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: ‘Serán todos enseñados por Dios’. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.
»En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
(Jn 6,41-51)

Comentario
Hoy, el Evangelio presenta el desconcierto en el que los connacionales de Jesús vivían en su presencia: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?» (Jn 6,42). La vida de Jesús entre los suyos había sido tan normal que, el comenzar la proclamación del Reino, quienes le conocían se escandalizaban de lo que entonces les decía.
¿De qué Padre les hablaba Jesús, que nadie había visto? ¿Quién era este pan bajado del cielo que quienes lo comen vivirán para siempre? Él negaba que fuera el maná del desierto porque, quienes lo comieran, morirían. «El pan que yo (...) voy a dar, es mi carne por la vida del mundo» (Jn 6,51). ¿Su carne podía ser un alimento para nosotros? El desconcierto que sembraba Jesús entre los judíos podía extenderse entre nosotros si no respondemos a una pregunta central para nuestra vida cristiana: ¿Quién es Jesús?
Muchos hombres y mujeres antes que nosotros se han hecho esta pregunta, la han respondido personalmente, han ido a Jesús, lo han seguido y ahora gozan de una vida sin fin y llena de amor. Y a los que vayan a Jesús, Él los resucitará el último día (cf. Jn 6,44). Juan Casiano exhortaba a sus monjes diciéndoles: «‘Acercaos a Dios, y Dios se acercará a vosotros’, porque ‘nadie puede ir a Jesús si el Padre que lo ha enviado no lo atrae’ (...). En el Evangelio escuchamos al Señor que nos invita para que vayamos hacia Él: ‘Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré reposar’». Acojamos la Palabra del Evangelio que nos acerca a Jesús cada día; acojamos la invitación del mismo Evangelio a entrar en comunión con Él comiendo su carne, porque «éste es el verdadero alimento, la carne de Cristo, el cual, siendo la Palabra, se ha hecho carne para nosotros» (Orígenes).
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)


Santoral Católico:
Santa Juana Francisca de Chantal
Co Fundadora de la Orden 
de la Visitación de Santa María


Santa Juana Francisca Fremiot nació en Dijon, Francia, el 23 de enero, de 1572, nueve años después de finalizado el Concilio de Trento. De esta manera, estaba destinada a ser uno de los grandes santos que el Señor levantó para defender y renovar a la Iglesia después del caos causado por la división de los protestantes. Santa Juana fue contemporánea de S. Carlos Borromeo de Italia, de Sta. Teresa de Ávila y S. Juan de la Cruz de España, de S. Juan Eudes y de sus compatriotas, el Cardenal de Berulle, el Padre Olier y sus dos renombrados directores espirituales, San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl. En el mundo secular, fue contemporánea de Catalina de Medici, del Rey Luis XIII, Richelieu, Mary Stuart, la Reina Isabel y Shakespeare. Murió en Moulins el 13 de diciembre, de 1641.

Su madre murió cuando tenía tan solo dieciocho meses de vida. Su padre, hombre distinguido, de recia personalidad y una gran fe, se convirtió así en la mayor influencia de su niñez. A los veintiún años se casó con el Barón Christophe de Rabutin-Chantal, de quien tuvo seis hijos. Dos de ellos murieron en la temprana niñez. Un varón y tres niñas sobrevivieron. Tras siete años de matrimonio ideal, su esposo murió en un accidente de cacería. Ella educó a sus hijos cristianamente.

En el otoño de 1602, el suegro de Juana la forzó a vivir en su castillo de Monthelon, amenazándola con desheredar a sus hijos si se rehusaba. Ella pasó unos siete años bajo su errática y dominante custodia, aguantando malos tratos y humillaciones. En 1604, en una visita a su padre, conoció a San Francisco de Sales. Con esto comenzó un nuevo capítulo en su vida.

Bajo la brillante dirección espiritual de San Francisco de Sales, nuestra Santa creció en sabiduría espiritual y auténtica santidad. Trabajando juntos, fundaron la Orden de la Visitación de Annecy en 1610. Su plan al principio fue el de establecer un instituto religioso muy práctico algo similar al de las Hijas de la Caridad, de S. Vicente de Paúl. No obstante, bajo el consejo enérgico e incluso imperativo del Cardenal de Marquemont de Lyons, los santos se vieron obligados a renunciar al cuidado de los enfermos, de los pobres y de los presos y otros apostolados para establecer una vida de claustro riguroso. El título oficial de la Orden fue la Visitación de Santa María.

Sabemos que cuando la Santa, bajo la guía espiritual de S. Francisco de Sales, tomó la decisión de dedicarse por completo a Dios y a la vida religiosa, repartió sus joyas valiosas y sus pertenencias entre sus allegados y seres queridos con abandono amoroso. De allí en adelante, estos preciosos regalos se conocieron como "las Joyas de nuestra Santa." Gracias a Dios que ella dejó para la posteridad joyas aún más preciosas de sabiduría espiritual y edificación religiosa.

A diferencia de Sta. Teresa de Ávila y de otros santos, Juana no escribió sus exhortaciones, conferencias e instrucciones, sino que fueron anotadas y entregadas a la posteridad gracias a muchas monjas fieles y admiradoras de su Orden.

Uno de los factores providenciales en la vida de Sta. Juana fue el hecho de que su vida espiritual fuera dirigida por dos de los más grandes santos todas las épocas, S. Francisco de Sales y S. Vicente de Paúl. Todos los escritos de la Santa revelan la inspiración del Espíritu Santo y de estos grandiosos hombres. Ellos, a su vez, deben haberla guiado a los escritos de otros grandes santos, ya que vemos que ella les indicaba a sus Maestras de Novicias que se aseguraran de que los escritos de Sta. Teresa de Ávila se leyeran y estudiaran en los Noviciados de la Orden.

Santa Juana fue una auténtica contemplativa. Al igual que Sta. Brígida de Suecia y otros místicos, era una persona muy activa, llena de múltiples proyectos para la gloria de Dios y la santificación de las almas. Estableció no menos de ochenta y seis casas de la Orden. Se estima que escribió no menos de once mil cartas, que son verdaderas gemas de profunda espiritualidad. Más de dos mil de éstas se conservan todavía. La fundación de tantas casas en tan pocos años, la forzó a viajar mucho, cuando los viajes eran un verdadero trabajo.

Sta. Juana le escribió muchas cartas a S. Francisco de Sales, en búsqueda de guía espiritual. Desafortunadamente, después de la muerte de S. Francisco la mayoría de las cartas le fueron devueltas a Sta. Juana por uno de los miembros de la familia de Sales. Como era de esperarse, ella las destruyó, a causa de su naturaleza personal sagrada. De este modo, el mundo quedó privado de lo que pudo haber sido una de las mejores colecciones de escritos espirituales de esta naturaleza.

Fuente: Catholic.net


Palabras del Beato Juan Pablo II

“La Eucaristía es gustar la eternidad en el tiempo; es presencia divina y comunión con ella. Abre al futuro de Dios; siendo comunión con Cristo, con su cuerpo y su sangre, es participación en la vida eterna de Dios. La Eucaristía, recibida con amor y adorada con fervor, es escuela de libertad y de caridad para realizar el mandamiento del amor. Quien encuentra a Cristo en la Eucaristía, no puede menos de proclamar con la vida el amor misericordioso del Redentor”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
El “pan de vida”


Las palabras del evangelio de hoy son una parte del llamado “discurso del Pan de vida” de Jesús en que anuncia y proclama lo que será la Eucaristía. Cuenta san Juan en su evangelio que el día anterior Jesús había realizado el milagro de la multiplicación de los panes y peces. La gente había quedado entusiasmada, pero pensando en el sentido material del mesianismo. Querían hacer a Jesús como su rey. Pero Él despidió a la gente y se marchó solo al monte a orar. Muchos se marcharon por la orilla a uno de los pueblos más importantes, que era Cafarnaún, y otros al día siguiente al ver que no estaba Jesús ni los apóstoles. En Cafarnaún se suscitó una viva discusión, pues la gente quería más alimento o algún hecho más espectacular. Jesús les dice que tiene un alimento mucho más importante que el que les ha dado el día anterior y mucho más importante que el maná, que Dios les había dado por Moisés en el desierto.

Y comenzamos con las palabras del evangelio de hoy. La gente duda y murmura, porque Jesús ha dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”. Y no le cree porque muchos conocen a la familia de Jesús, a sus padres y sus hermanos. Por eso se dicen: “¿Cómo puede haber bajado del cielo?”  Estamos en la primera parte de este “discurso del Pan de vida”. Hoy vamos a considerar sobre todo la necesidad de creer en Jesús para podernos alimentar dignamente de este “Pan de vida”. Al final de las palabras de hoy comienza la segunda parte en que declarará Jesús más abiertamente que este Pan es su propio Cuerpo y Sangre. Esa segunda parte la consideraremos el próximo domingo.

Hoy en la primera lectura se nos describe el pasaje en el que el profeta Elías, después de haber predicado por la gloria del Dios de Israel con toda valentía, tiene que huir por el desierto, porque es perseguido a muerte. Cansado y abatido se sienta junto a un arbusto deseándose la muerte. Pero Dios le reconforta por medio del ángel que le da un alimento especial con el cual puede caminar cuarenta días hasta llegar al monte sagrado para hablar con Dios. Nosotros podemos encontrar en nuestra vida momentos de abatimiento: Pueden ser problemas materiales o puede ser que no encontremos sentido a nuestra vida. O nos desanimamos porque no vemos resultado a los esfuerzos realizados, quizá en la vida de apostolado. Y nos dan ganas de dejarlo todo. Pero Jesús nos presenta un Pan maravilloso, porque es su propio Cuerpo, de modo que podamos seguir el camino de la vida con optimismo y alegría al estar con Jesús.

Para recibir dignamente este sagrado sacramento debemos incrementar nuestra fe. Porque nos pueden venir muchas tentaciones contra esta fe. Para algunos puede ser el ver que los que no creen triunfan más en la vida y viven más alegres. Os digo que en el fondo del alma esto no es cierto. Puede ser porque vemos a la Iglesia demasiado humana, como veían muchos a Jesús. Así lo hemos visto al comenzar el evangelio de hoy. O como le veían los de Nazaret, quienes habían visto crecer entre ellos a Jesús como un niño o un joven normal. Puede ser que busquemos cosas más espectaculares, como algunos buscaban en Jesús, y no tanto su sencillez y entrega.

Para acrecentar nuestra fe en la recepción de la Eucaristía, la Iglesia nos presenta en la Misa la primera parte, que es la proclamación de la Palabra de Dios. Debemos ir a la Misa con la intención de escuchar dignamente la Palabra de Dios y las enseñanzas que nos da la Iglesia en sus explicaciones. Porque, como decía san Pablo, la fe viene tras el escuchar, no sólo del escuchar. Hoy nos dice Jesús que nadie va a Él (por la fe), si el Padre no le atrae. La fe es un don de Dios; pero que no lo quiere imponer, sino que lo quiere dar a quien se dispone dignamente. Por eso nuestro empeño debe ser en que sus palabras penetren en nuestro corazón. También para ello son las oraciones primeras de la Misa, en las que nos debemos unir con el sacerdote o recitar dignamente. Para ello debemos avivar nuestra fe desde el momento en que entramos en la iglesia al saludar a Jesús, hasta que nos despedimos con amor de Jesús al salir.

P. Silverio Velasco (España)


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Pensamientos sanadores


Extiende tu mano a quien te necesita

En determinados momentos de tu vida y debido a determinadas situaciones, algunas necesidades emocionales se manifiestan con mayor fuerza. Por ejemplo: ante la muerte de un ser querido, se experimenta la necesidad del consuelo; ante un enojo o discusión con algún familiar, se necesita el perdón; ante la partida de un amigo hacia tierras distantes, necesitas el consuelo de otro amigo; en los momentos difíciles, como también en los momentos agradables, se necesita la compañía de los amigos.
En cualquiera de estas necesidades, es hermoso y gratificante ver cuando alguien focaliza toda su atención y sus energías en ayudarnos a solucionar el problema, o simplemente a acompañarnos.
Es la mano que se extiende en el momento justo y que te dice, aún sin palabras: “quiero que sepas que estoy aquí cuando me necesites. Por lo tanto, cuenta conmigo”.
También tú puedes ayudar a otros de manera semejante.

Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos. Mateo 7, 12.


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Nuestra lectora y amiga Teresa, quiere expresar su agradecimiento por la recuperación de María Inés A., de la ciudad de Córdoba, Argentina, que el 23 de julio pasado fue operada con éxito luego de haber sufrido un accidente de tránsito. Nos sumamos al agradecimiento a Dios nuestro Señor y a la Santísima Virgen.

Nuestra amiga Elsa S., de Buenos Aires, Argentina, agradece a Dios y a todas las personas que rezaron por su operación, de la cual ha salido bien. Y seguiremos orando por su completa recuperación física, anímica y espiritual.

Patricia nos pide agradecer al Señor y a las personas que rezaron esta semana por Agustina, que estando de paso en Miami (USA) tuvo que ser internada de urgencia por un cuadro abdominal agudo. Gracias a Dios todo se resolvió favorablemente y ha sido dada de alta.

Nuestra querida amiga Hilda, de Cuba, escribe para agradecer a Dios y a todas las personas que han rogado por el restablecimiento de su primita Glenda, de 9 años, que fue operada de un Tumor de Wilms hace poco mas de un mes y ha estado llevando tratamiento con citostáticos desde hace 4 meses, y ahora los médicos han determinado que está curada, libre de enfermedad tumoral. Damos gracias a Dios.

Liliana Victoria, de Argentina, nos escribe y dice: quiero alabar y glorificar a Jesucristo Nuestro Señor y Salvador porque escuchó las súplicas de todos los que oramos por Romina, la joven madre, también de la provincia de Buenos Aires, que se había negado a abortar y que llevaba adelante un embarazo de alto riesgo de acuerdo a lo que le habían dicho los médicos, ya que en todos los estudios (ecografías) que le hacían a la madre, veían a un niño de muy escaso peso, con los brazos y piernas más cortos que lo que correspondía al tiempo de gestación y lo más grave con un tórax muy pequeño y un corazón excesivamente agrandado, lo que según los médicos le daba al bebé muy pocas posibilidades de sobrevivir, por lo que quisieron someter a Romina a psicoterapia para que pudiese afrontar la muerte de su hijo. Ella no aceptó la psicoterapia pero yo le decía que le pidiese a Dios por la salud de su hijo, a instancias de otra amiga mía se pegó sobre el vientre una estampa del P. Pío de Pietrelcina y yo le di una medalla de Nuestra Sra. de la Medalla Milagrosa para que la llevase encima. Además todas las semanas pedía misas por la salud de la madre y del niño e incluso pedí que oraran por su salud en la red de oración de Catholic.net además de en “Pequeñas Semillitas”. En la última ecografía que le hicieron hace casi 3 semanas seguía apareciendo el corazón muy grande y además le dijeron a la mamá de Romina que también el hígado estaba agrandado pero como Dios es Grande y Misericordioso y la Santísima Virgen María es la Madre por excelencia, Romina fue internada el día 6 de este mes y el martes 7, día de San Cayetano dio a luz un hermoso niño que lleva el nombre de Dylan a quien se le hicieron toda clase de estudios para saber que pasaba porque el niño está perfectamente sano y hoy 10 de agosto tanto la madre como su hijo son dados de alta y vuelven a la ciudad de Campana. Gracias por todas sus oraciones y por favor publiquen este milagro el domingo que es el día en que se agradecen los favores recibidos.


"Intimidad Divina"

Domingo XIX del Tiempo Ordinario

Jesús, pan vivo bajado del cielo, ocupa hoy el centro de la Liturgia de la Palabra, toda ella orientada a la Eucaristía. Los judíos murmuran porque Jesús ha afirmado que es el pan bajado del cielo. ¿Es que puede el pan tomar figura de hombre? Y aquel hombre, Jesús, ¿no es acaso “el hijo de José”, cuyo padre y cuya madre todos conocen?” (Jn 6, 42). No teniendo ellos fe, no pueden sobrepasar la interpretación material de las palabras del Señor. Por otra parte, la fe es un don. “Nadie puede venir a mi, si no lo trae el Padre que me ha enviado” (ib 44). El Padre trae, pero el hombre tiene que dejarse llevar y enseñar por él: “Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí” (ib 45). El pecado de los judíos sigue siendo el rechazar obstinadamente la palabra de Dios que les llega por medio de Cristo.

Cristo es el sacramento del Padre; quien lo rechaza no puede ir al Padre, ni tener la vida eterna; sólo “el que cree tiene la vida eterna” (ib 47). Estremece esta resistencia al Salvador de parte de sus contemporáneos que no menos que sus discípulos han visto sus milagros y escuchado sus enseñanzas. También hoy está Cristo con su Iglesia, y todos los hombres pueden encontrarlo en la Eucaristía, pero ¿cuántos creen en este “misterio de fe”? No por nada Jesús antes de anunciarlo insiste tanto en la necesidad de la fe. Para el que cree, las palabras del Señor no ofrecen margen de duda: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo” (ib 51).

El cristiano que come la carne de Cristo “vivirá para siempre” y será admitido a la visión cara a cara de Dios. En esta marcha hacia la visión eterna no está solo, sino unido íntimamente en un solo cuerpo con los hermanos que se alimentan también de la Eucaristía, sacramento de amor y de unidad. De este modo se hace capaz de “vivir en el amor” (Ef 5, 2; segunda lectura), imitando la caridad de Dios que le amó hasta el punto de darle su Unigénito, e imitando la caridad de Cristo, que se dio a él hasta la cruz, para alimentarlo con su carne.

Pan dulcísimo, cura el paladar de mi corazón para que experimente la suavidad de tu amor. Sánalo de toda debilidad, para que no guste otra dulzura fuera de ti, ni busque otro amor, ni ame otra belleza. Pan purísimo que encierras, que contienes en ti todo deleite y el sabor de toda suavidad, que siempre nos restauras y nunca te desvirtúas, de ti se nutra mi corazón y de tu dulzura se llene lo íntimo de mi alma. De ti se nutre en plenitud el ángel; nútrase de ti, según su capacidad, el hombre peregrino, para que, fortalecido con tal alimento, no desfallezca por el camino. Pan santo, Pan vivo… que has bajado del cielo y das la vida al mundo, ven a mi corazón y límpiame de toda impureza de la carne y del espíritu; entra en mi alma y santifícame interior y exteriormente. Sé tú la continua salvación de mi alma y de mi cuerpo. Aleja de mí a los enemigos que me tienden asechanzas; huyan lejos de la presencia de tu poder, para que fortalecido por ti en lo exterior y en lo interior, llegue por el sendero recto a tu reino, donde te veremos, no envuelto en el misterio como en esta vida, sino cara a cara… Entonces me saciarás de ti con una saciedad admirable, de modo que no tenga ya hambre ni sed eternamente. (San Anselmo, Orationes, 29)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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