PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1774 ~ Jueves
2 de Agosto de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
La paz interior es aquella certeza, impalpable pero real,
de bienestar emocional y espiritual. La paz interior es la tranquilidad profunda
que nos llega cuando somos capaces de desconectarnos de la terrible batalla que
mantenemos con nosotros mismos, esa batalla de los pensamientos inquietantes y
perturbadores, que aunque sean inútiles no son menos amenazantes.
La paz interior es subjetiva pero muy cierta, es el
sentimiento bien fundado y de unión que tenemos cuando nos liberamos de las
preocupaciones, del sufrimiento, el dolor, el estrés, el miedo y entonces somos
conscientes de las incontables maravillas que nos ofrece la vida.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «También es
semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces
de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y
recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo:
saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en
el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis
entendido todo esto?» Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se
ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa
que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo». Y sucedió que, cuando acabó Jesús
estas parábolas, partió de allí.
(Mt 13,47-53)
Comentario
Hoy, el Evangelio constituye una llamada vital a la
conversión. Jesús no nos ahorra la dureza de la realidad: «Saldrán los ángeles,
separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego»
(Mt 13,49-50). ¡La advertencia es clara! No podemos quedarnos dormidos.
Ahora debemos optar libremente: o buscamos a Dios y el
bien con todas nuestras fuerzas, o colocamos nuestra vida en el precipicio de
la muerte. O estamos con Cristo o estamos contra Él. Convertirse significa, en
este caso, optar totalmente por pertenecer a los justos y llevar una vida digna
de hijos. Sin embargo, tenemos en nuestro interior la experiencia del pecado:
vemos el bien que deberíamos hacer y en cambio obramos el mal; ¿cómo intentamos
dar una verdadera unidad a nuestras vidas? Nosotros solos no podemos hacer
mucho. Sólo si nos ponemos en manos de Dios podremos lograr hacer el bien y
pertenecer a los justos.
«Por el hecho de no estar seguros del tiempo en que
vendrá nuestro Juez, debemos vivir cada jornada como si nos tuviera que juzgar
al día siguiente» (San Jerónimo). Esta frase es una invitación a vivir con
intensidad y responsabilidad nuestro ser cristiano. No se trata de tener miedo,
sino de vivir en la esperanza este tiempo que es de gracia, alabanza y gloria.
Cristo nos enseña el camino de nuestra propia
glorificación. Cristo es el camino del hombre, por tanto, nuestra salvación,
nuestra felicidad y todo lo que podamos imaginar pasa por Él. Y si todo lo
tenemos en Cristo, no podemos dejar de amar a la Iglesia que nos lo muestra y
es su cuerpo místico. Contra las visiones puramente humanas de esta realidad es
necesario que recuperemos la visión divino-espiritual: ¡nada mejor que Cristo y
que el cumplimiento de su voluntad!
Rev. D. Ferran JARABO i Carbonell (Agullana, Girona,
España)
Santoral Católico:
Nuestra Señora de los Ángeles
Patrona de Costa Rica
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San Eusebio de Vercelli
Obispo
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San Pedro Julián Eymard
Fundador de la Congregación
del Santísimo Sacramento
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Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
“No nos atrevemos a muchas cosas
porque son difíciles;
pero realmente son difíciles,
porque no nos atrevemos a hacerlas”
Lucio Séneca
Tema del día:
He confesado al diablo
De lo que viví antes de confesarlo, recuerdo lo
siguiente...
Como párroco de un pequeño pueblo, frecuentemente, cada
domingo, salía por las calles y aprovechaba para saludar a la gente, dejándoles
una catequesis escrita, especialmente a aquellos que por diversas razones no
acudían al templo.
En aquella parroquia dedicada a San José, muchos tenían
una costumbre que cumplían sin falta cada domingo, como si fuera un deber. Esto
era tomarse “unas frías” -así llamaban ellos a la cerveza-. Por tanto, era
fácil saber dónde encontrar este tipo de “fieles”, y entre ellos estaba también
él.
Cierto día, al terminar mi recorrido, se acerca una
señora para preguntarme si había reconocido al “diablo”. Según ella, yo lo había saludado y él había recibido uno
de los mensajes que yo repartía. Yo no había visto al “diablo”, o por lo menos
no recuerdo haber visto a ninguna ni a ninguno que se le pareciera.
En otra ocasión necesitaba ir al pueblo vecino para
ayudar a un hermano sacerdote, pero el coche de la parroquia se había averiado
y por ello necesitaba a alguien que me transportara. Vaya sorpresa cuando, al
preguntar a algunas personas quién podría ayudarme con este servicio,
inmediatamente un niño me dijo: «Padre, si gusta llamo al “diablo” para que lo
lleve». No se imaginan lo que pensé en
aquel momento. Parecía una broma, pero luego acepté la propuesta y ese día lo
vi por primera vez...
Por un buen rato guardé silencio, pues era la primera vez
que hacía un viaje así. Además pensé: ¿de qué puedo hablar con el diablo? Al
poco tiempo le hablé, pero parecía más una entrevista que un diálogo. Ese día,
antes de terminar el viaje y sin decir
nada, dejé en su coche un escapulario de la Virgen del Carmen.
En adelante lo veía por todas partes; ya lo reconocía y,
aunque siempre lo invitaba a la misa, él
siempre me decía: “ahora no, algún día lo haré, tengo mis razones”.
El tiempo pasó, y cierto día un niño que esperaba en la
puerta del templo me dijo que alguien me necesitaba urgentemente y que no
quería irse sin antes hablar conmigo. El niño me explicó que se trataba de un
enfermo grave. Entonces, rápidamente busqué todo lo necesario para la visita.
Cuán asombrado quedé cuando, al llegar a aquel lugar,
descubrí que el enfermo grave que hacía varios días esperaba al sacerdote era
Ramón, aquel a quien llamaban “el diablo”; un hombre del campo que había vivido
situaciones humanas muy difíciles. No recordaba cuándo ni por qué le habían
empezado a decir así, pero él se había acostumbrado. Ahora, postrado en una
cama, padecía de un cáncer terrible y se acercaba a su final.
Recuerdo muy bien lo que él me dijo aquel día: «Padre,
¿me recuerda? Soy aquel que llaman “el
diablo”, ¡pero mi alma no se la dejo a él; le pertenece a Dios!
Por favor, ¿me puede confesar?»
Fue un momento muy especial, pero aún más cuando vi lo
que apretaba en sus manos mientras lo confesaba: un escapulario; precisamente
aquel que yo le había dejado en su coche. Ahora él lo portaba en su viaje a la
eternidad. Luego, en aquella casa también pude ver una hoja sobre la confesión,
una de aquellas que yo mismo le había dado un domingo al mediodía.
Qué grande y misterioso es Dios. Obra en silencio y con
sencillez, pero además nos permite compartir con todos el don que nos ha dado.
Y ese día todo el pueblo lo comentaba (y también yo lo pensaba): ¡he confesado
al diablo!
Padre Manuel Julián Quiceno Zapata
Cartago, Colombia.
Ganador del concurso de anécdotas sacerdotales
Organizado por Catholic.net
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"Juan Pablo II inolvidable"
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Pensamientos sanadores
Pide a Dios la gracia de la libertad interior
La libertad interior es un don que viene de lo alto y que
nos ayuda a remover las estructuras rígidas que, en algunos aspectos de la
vida, pudimos haber sido formados.
Esta libertad interior facilita la tarea del Espíritu
Santo en el proceso de nuestra conversión y transformación interior.
El pedir diariamente a Dios la gracia de la libertad
interior, te facilitará poner entre las manos del Señor todo lo que te rodea y
le permitirás que él bendiga el metro cuadrado en el cual se desarrolla tu
vida.
Entonces, notarás que esa nueva libertad interior emanará
hacia el exterior, dándote una renovada perspectiva sobre los acontecimientos e
influyendo en una nueva correntada de aire fresco, en el modo de relacionarte
mejor con los demás y restaurando o suavizando las relaciones interpersonales.
El esclavo no
permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre.
Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres. Juan 8, 35-36.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las
familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por dos personas de la ciudad de Córdoba,
Argentina: María Milagros, de 19 años, quien padece de fibrosis quística y
lucha por su vida junto a sus padres y toda la familia valientemente desde que nació.
Y por Mari de P., de 71 años, enferma de cáncer. Rezamos por ambas.
Pedimos oración por la salud de Graciela C., de
Resistencia, Chaco, Argentina, para que nuestra Madre y Jesús Misericordioso la
ayuden a recuperarse.
Pedimos oración por María Guadalupe G. C., que vive en
México y desde los 14 años pelea con la enfermedad llamada Lupus, y ahora, a los 23 años está
necesitando un transplante de riñón. La encomendamos a la Virgen Patrona de
México, de la que lleva su nombre.
Pedimos oración por Sebastián T., de 30 años, que vive en
la ciudad de Santa Fe, Argentina, al que han detectado un tumor de riñón que
probablemente va a necesitar ser operado. Que el Señor le conceda un camino
seguro para recuperar su salud.
Pedimos oración por Rosario Aurora, que vive en
Chihuahua, México y sufre de cáncer de estómago, para que Dios Misericordioso
atienda sus necesidades físicas y espirituales.
Pedimos oración por Enrique, de City Bell, La Plata.
Argentina, que esta recibiendo quimioterapia para poder ser operado de un tumor
en el intestino. Que el Buen Jesús esté junto a él y lo fortalezca en su lucha
contra la enfermedad.
Pedimos oración por Ana María C., que será operada de
cataratas mañana, para que Dios permita que todo salga muy bien.
Seguimos orando por Mauricio Javier A. B., de 14 años de
edad, de Colombia, que hace un par de meses sufrió un accidente jugando al fútbol
y se fracturó ambos brazos y está avanzando notablemente en su recuperación.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos.
"Intimidad Divina"
El amigo de los hombres
Repetidas veces nos presenta la Sagrada Escritura a Dios
como amigo de los hombres. Dios mismo llamaba a Abrahán amigo suyo (Is 41, 8)…
En un sentido más general el Antiguo Testamento afirma que cuantos poseen la
sabiduría divina “se granjean la amistad de Dios” y aun es cometido de la
sabiduría formar “amigos de Dios” (Sb 7, 14-27). En realidad, toda la
revelación atestigua que Dios ha usado todo género de industrias para ganar a
los hombres a su amistad “para invitarlos a la comunión consigo y recibirlos en
su compañía” (DV 2). El designio divino llega a su culmen cuando Dios mismo,
Verbo eterno, sabiduría increada, se encarna, aparece en la tierra, planta su
tienda entre los hombres y conversa con ellos (Bar 3, 38). La amistad exige
benevolencia recíproca. Dios ama al hombre primero; el amor del hombre sólo
puede ser una respuesta. El hombre paga el amor de Dios ante todo aceptándolo,
abriéndole el corazón, dejándose amar. Si el hombre corresponde, la amistad
será perfecta, porque se funda en igualdad de amor.
El misterio de la amistad entre Dios y los hombres se
funda enteramente sobre la naturaleza de la caridad, que no es amor humano sino
amor divino, por el que el hombre se torna capaz de amar divinamente. Queda así
indicado el itinerario del amor divino: del Padre al Hijo, del Hijo a los
hombres. Se les invita a “permanecer”, es decir, a vivir en este amor para
participar en la vida de caridad infinita que hay en Dios, y para corresponder
a Dios con un amor digno de él, o sea, con su mismo amor. ¿Cuál es la parte del
hombre en la correspondencia a la amistad divina? Lo tiene dicho Jesús:
“Vosotros seréis mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Si guardáis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15, 14, 10).
La comunión requerida por la amistad exige comunión de
afectos, de deseos, de voluntad. El amigo quiere lo que quiere el amigo. El
hombre será amigo de Dios si quiere y hace lo que quiere Dios, si observa sus
mandatos, si no busca en todas las cosas la voluntad propia sino la de Dios. El
amor gratuito de Dios que se adelanta al hombre quiere ser pagado con el amor
de amistad por el que el hombre se
entrega totalmente a Dios queriendo sólo lo que él quiere. Esta respuesta del
hombre atraerá nuevas efusiones del amor de Dios: “El que me ame, será amado de
mi Padre, y yo le amaré. El Padre mismo os quiere, porque me habéis querido a
mí” (Jn 14, 21; 16, 27). Así la caridad crece en el corazón del hombre, el cual
se hace más capaz cada vez de amar; su amistad con Dios se profundiza y le
dispone para la amistad eterna.
¡Oh fuego dulcísimo
de amor, que llenas el alma de toda dulzura y suavidad!, pues ninguna pena ni
amargura puede caber en la mente que arde en tan dulce y glorioso fuego… ¡Oh
dulzura de amor! ¿Cómo puede el corazón de tu esposa no amarte, considerando
que tú eres esposo de vida? Tú, Dios eterno, nos has creado a imagen y
semejanza tuya sólo por amor, y habiendo nosotros perdido la gracia por el
pecado miserable, nos diste el Verbo de tu unigénito Hijo; él nos ha dado la
vida y ha castigado nuestras iniquidades en su cuerpo, pagando la deuda que nunca
había contraído. ¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Miserables de nosotros! Nosotros somos
los ladrones y él es el ahorcado [crucificado] por nosotros. Avergüéncese la
ignorante, endurecida y obcecada esposa de no amar, pues se ve tan amada de ti,
oh Dios, y es de tanto deleite este dulce y suave lazo. (Santa Catalina de
Siena, Epistolario)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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