PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1779 ~ Martes
7 de Agosto de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
El verdadero hombre nuevo creado a imagen de Dios es
Jesús. Recorriendo el camino que Él siguió queremos vivir sus discípulos. No se
trata de reproducir mecánicamente sus palabras y sus opciones en nuestra vida,
sino de asimilarlas de forma personal y única. Cada creyente va moldeando una
respuesta irrepetible. Cada discípulo de Jesús que se decide a incorporarse a
su misterio pascual va humanizándose y renovándose interiormente.
En esta sociedad marcadamente individualista, los
cristianos estamos llamados a documentar la solidaridad cristiana porque hemos
sido alcanzados por la compasión y el amor de Jesús.
"La verdad católica"
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquellos días, cuando la gente hubo comido, Jesús
obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra
orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió
al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.
La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos
estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta
vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los
discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un
fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús
diciendo: «¡Animo!, que soy yo; no temáis». Pedro le respondió: «Señor, si eres
tú, mándame ir donde tú sobre las aguas». «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la
barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia
del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor,
sálvame!». Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de
poca fe, ¿por qué dudaste?». Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que
estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de
Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret.
Los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por
toda aquella comarca y le presentaron todos los enfermos. Le pedían que tocaran
siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron salvados.
(Mt 14,22-36)
Comentario
Hoy no veremos a Jesús durmiendo en la barca mientras
ésta se hunde, ni calmando la tormenta con una sola palabra increpatoria,
suscitando así la admiración de los discípulos (cf. Mt 8,22-23). Pero la acción
de hoy no deja de ser menos desconcertante: tanto para los primeros discípulos
como para nosotros.
Jesús había obligado a los discípulos a subir a la barca
e ir hacia la otra orilla; había despedido a todo el mundo después de haber
saciado a la multitud hambrienta y había permanecido Él sólo en la montaña,
inmerso profundamente en la oración (cf. Mt 14,22-23). Los discípulos, sin el
Maestro, avanzan con dificultades. Fue entonces cuando Jesús se acercó a la
barca caminando sobre las aguas.
Como corresponde a personas normales y sensatas, los
discípulos se asustan al verle: los hombres no suelen caminar sobre el agua y,
por tanto, debían estar viendo un fantasma. Pero se equivocaban: no se trataba
de una ilusión, sino que tenían delante suyo al mismo Señor, que les invitaba
—como en tantas otras ocasiones— a no tener miedo y a confiar en Él para
desvelar en ellos la fe. Esta fe se exige, en primer lugar, a Pedro, quien
dijo: «Señor, si eres tú, mándame ir donde tú sobre las aguas» (Mt 14,28). Con
esta respuesta, Pedro mostró que la fe consiste en la obediencia a la palabra
de Cristo: no dijo «haz que camine sobre las aguas», sino que quería seguir
aquello que el mismo y único Señor le mandara para poder creer en la veracidad
de las palabras del Maestro.
Sus dudas le hicieron tambalearse en la incipiente fe,
pero condujeron a la confesión de los otros discípulos, ahora con el Maestro
presente: «Verdaderamente eres Hijo de Dios» (Mt 14,33). «El grupo de aquellos
que ya eran apóstoles, pero que todavía no creen, porque vieron que las aguas
jugaban bajo los pies del Señor y que en el movimiento agitado de las olas los
pasos del Señor eran seguros, (...) creyeron que Jesús era el verdadero Hijo de
Dios, confesándolo como tal» (San Ambrosio).
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de
Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
Santoral Católico:
San Cayetano de Thiene
Fundador de la Orden de
Clérigos Regulares
Información amplia: clic acá
Oración
Glorioso San Cayetano, aclamado por todos los pueblos
padre de providencia porque socorres con grandes milagros a cuantos te invocan
en sus necesidades: acudo a tu altar, suplicando que presentes al Señor los
deseos que confiadamente deposito en tus manos (Aquí se expresan las gracias
que se desea obtener)
Haz que estas gracias, que ahora te pido, me ayuden a
buscar siempre el Reino de Dios y su Justicia, sabiendo que Dios -que viste de
hermosura las flores del campo y alimenta con largueza las aves del cielo- me
dará las demás cosas por añadidura.
Amén.
La frase de hoy
“La verdadera tragedia de la vida
no consiste en estar limitados a un sólo talento,
sino en no usar ese único talento”
Edgar W. Work
Tema del día:
Con María,
y la soledad de
Jesús Sacramentado
Madre, hoy he venido a visitar a tu Hijo en el Sagrario,
pero siento que no soy hoy la mejor compañía. Mi corazón está triste, con una
tristeza pesada y gris que, como humo denso, tiñe mis afectos y mis sueños.
Siento una gran soledad, no porque Jesús o tú, Madre querida, se hayan alejado
de mí, sino que soy yo la que no logra hallarlos.
- Soledad, hija, soledad... Bien comprendemos esa palabra
mi Hijo y yo... soledad. Ven, entra con tu corazón al Sagrario y conversaremos
un poco. Sé bien que lo necesitas.
- Gracias, María, gracias. Yo sabía, en lo más íntimo del
alma, en ese pequeño rinconcito iluminado y eterno donde la tristeza no llega,
allí, sabía que podía contar contigo.
Y mi corazón, lento y pesado por mis pecados y olvidos,
se va acercando al Sagrario. Tú estás a la puerta y me abres. ¡Qué deliciosos
perfumes percibe el alma cuando está cerca de ti!
Con gran sorpresa veo que, por dentro, el Sagrario es
muchísimo más grande de lo que parece y hay allí demasiados asientos
desocupados, demasiados...
Me llevas a un sitio, un lugar inundado de toda la paz
que anhela mi alma. Noto que tiene mi nombre, ¡Oh Dios mío, mi nombre! Me duele
el corazón al pensar cuánto tiempo lo he dejado vacío.
- Cuéntame, ahora, de tu soledad- me pides, Madre mía.
Pero ni una palabra se atreve a salir de mi boca. Por el
bello y sereno recinto del Sagrario, Jesús camina, mirando uno a uno los sitios
vacíos... Solo el más inmenso amor puede soportar la más inmensa soledad.
Inmensa soledad que es larga suma de tantas ausencias. Y cada ausencia tiene un
nombre y sé, tristemente, que el mío también suma.
Entonces tu voz, María, me ilumina el alma:
- El Sagrario es demasiado pequeño para tanta soledad. Tú
no puedes hacer más grande el Sagrario, pero sí puedes hacer más pequeña su
soledad.
Tus ojos están llenos de lágrimas y le miras a Él con un
amor tan grande como jamás vi.
- Hija, ¡Si supieras cuánto eres amada! ¡Si supieras
cuánto eres esperada!. Cada día, cada minuto, el Amor aguarda tus pasos,
acercándose, tu corazón, amándole, tu compañía, que hace más soportable tanta
espera.
Siento una dolorosa vergüenza por mis quejas. Cada
Sagrario, en su interior, es como todos los Sagrarios del mundo juntos. Miro a
mi alrededor y veo a muchas personas. Son todos los que, en este momento, en
todo el mundo, están acompañando a Jesús Sacramentado.
Cada uno con su cruz de dolor, tristeza, soledad, vacíos,
traiciones... Y Jesús repite, para cada uno de ellos, las palabras de la
Escritura “Vengan a Mí cuando estén cansados y agobiados, que Yo los aliviaré”
(Mt 11,28)
Y me quedo a tu lado, en mi sitio, Madre, esperando a
Jesús que se acerca. Me tomo fuerte de tu mano, para no caerme, para no decir
nada torpe e inoportuno, muy habitual en mí. Y allí me quedo, y el Maestro
sigue acercándose, y el perfume envuelve al alma y ahuyenta los grises humos de
mis penas.
Entonces, escucho en el alma tus palabras, Madre:
- Ahora, ve a confesarte.
Sin preguntar nada, sin saber como terminará este
encuentro, te hago caso Madre. Me quedo cerca del confesionario, aunque aún no
ha llegado el sacerdote y la misa está por comenzar. Pero si tú lo dices,
Madre, seguro lo hallaré. En ese momento llega el sacerdote. Como él no daba la
misa, sino el obispo, tuve tiempo de prepararme bien para mi confesión, que me
dejó el alma tranquila y sin la pesada carga de mis pecados...
Me quedo pensando en Jesús, que venía a acercándose a mí,
en el Sagrario. Pero allí me doy cuenta de tu gesto, Madre querida. Tú me
ofrecías algo más. Tú me ofrecías el abrazo real y concreto de Jesús en la
Eucaristía, y para que mi alma estuviera en estado de gracia para responder a
ese abrazo, me pediste que fuera a confesarme.
¡Gracias Madre! Gracias por amarme y cuidarme tanto...
¡Qué hermosa manera de terminar este encuentro con Jesús! ¡Con su abrazo real,
bajo la forma del Pan!
La misa ha comenzado. Siento que la soledad del Sagrario
es un poquito más pequeña, no mucho, pero sí mas pequeña... Y si mi compañía
alivió su soledad, seguro que la tuya, amigo que lees estas líneas, también la
aliviará. Y si invitas a un amigo a hacerle compañía... ¡Oh, cuanto podemos
hacer disminuir la soledad de Jesús en el Sagrario! ¡Cuánto puede Él, en su
infinita Misericordia, colmar nuestras almas de paz!
Hay un sitio en el Sagrario que tiene tu nombre y toda la
paz que ansías... y Jesús te espera, diciéndote “Ven a Mi, cuando estés cansado
y agobiado, que Yo te aliviaré”
Amigo, nos encontramos en el Sagrario.
Autor: Maria Susana Ratero
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"Juan Pablo II inolvidable"
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Pensamientos sanadores
Pide la gracia de mirar tu historia con ojos de perdón
Cada persona que ha pasado a tu lado te ha dejado algo de
sí, y tú le has dejado a ella algo de ti.
Ese compartir, incluso de quienes has experimentado
alguna forma de traición o de dolor, los ha hecho a ambos “comulgar” juntos con
un fragmento de la historia que en algo los hizo diferentes para siempre.
Perdónate por los errores cometidos y acéptate; perdona y
acepta las situaciones frustrantes y dolorosas que te hayan ocasionado o que tú
hayas ocasionado a otros.
Aceptar la propia historia con paz es un modo de amarte a
ti mismo y de poder seguir avanzando sin quedar anclado en los dolores y enojos
del pasado.
Dios te ofrece su gracia, tómala.
Perdona, Señor, a
tu pueblo Israel, ese pueblo que tú rescataste, y no dejes caer sangre inocente
sobre tu pueblo Israel. Así quedarán absueltos del delito de sangre.
Deuteronomio 21, 8.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las
familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Alejandra C. que hace pocos días fue
transplantada de médula en Córdoba, Argentina, y ahora cursa una complicación
infecciosa, por lo que rogamos a la Santísima Virgen de Lourdes que la proteja
para su pronta recuperación.
Pedimos oración por Bautista, un niño de 3 años, de
Campana, Buenos Aires, Argentina, quien tiene un tumor en la cabeza y fue
operado hace unos días, por lo que lo encomendamos al Divino Niño para que ese
tumor(extirparon una parte) sea benigno y pueda mejorar.
Pedimos oración por Rosa Margarita S. de R., de la ciudad
de Guatemala, quien debe ser operada y tiene problemas para que lo hagan por su
estado de salud; le pedimos de corazón a la Santísima Virgen que la bendiga y
la llene de fortaleza para salir adelante ante esta prueba, que la sane y que
siga mejor. Y que le de su paz a su familia para que la apoyen y estén con ella
en estos momentos.
Pedimos oración por Mercedes, de Capital Federal,
Argentina, para que Jesús Misericordioso la ayude a salir de su depresión y que
María, nuestra Madre, la sostenga hasta conseguir esa intención en la que todos
la queremos ayudar.
Pedimos oración por Augusto, Andrés y Jaime, por su mamá
María, y por toda la familia, para que por la intercesión de la Santísima
Virgen, el Señor los bendiga, los proteja y los conduzca por los mejores
caminos en la vida. Ellos son de la ciudad de Esperanza, en Argentina.
Pedimos oración por las siguientes personas:
- Martha L. G. de A. (88), residente en la ciudad de
Guatemala, quién cursa con insuficiencia cardíaca y en las últimas semanas ha
sufrido un deterioro importante es su salud. Pedimos a la Virgen de Guadalupe
la cobije y le ayude a sobrellevar esta situación e interceda ante Dios para
que se recupere pronto.
- Esther V. de C. (81), residente en México D.F., quién
ayer fue sometida a un procedimiento de lavado quirúrgico de la cadera donde se
le ha complicado de una operación de sustitución de cadera hace unos meses.
También pedimos a Dios por la intercesión de Su Santa Madre para que doña
Esther se recupere de este procedimiento y logre recuperar su marcha y reanudar
su vida normal cuanto antes.
- Jorge R. (89), residente en México D.F., quién se
encuentra hospitalizado con problemas relacionados a insuficiencia renal y que
en las últimas semanas ha sufrido deterioro de su salud y consecuentemente se
encuentra un poco deprimido. Pedimos a Nuestro Señor Jesucristo que extienda Su
Misericordia a don Jorge para que se recupere de esta enfermedad y siga
adelante prodigando su bondad como siempre lo ha hecho.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras
debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos.
"Intimidad Divina"
El segundo es semejante al primero
Luego de haber hablado del amor de Dios, “el mayor y
primer mandamiento”, añadió Jesús: “El segundo es semejante a este: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los
Profetas” (Mt 22, 38-40). La gran novedad aportada por Jesús está en haber
unido y como fundido en uno solo el mandamiento del amor a Dios y el del amor
al prójimo, declarándolos base de todos los demás. La caridad es única en su
fuente, Dios; y es única también en el cristiano al que se le infunde en el
bautismo como una participación creada del amor infinito con que Dios se ama a
sí mismo y ama a los hombres, criaturas de su amor. El Señor Jesús –afirma el
Concilio– “envió a todos el Espíritu Santo, que los moviera interiormente, para
que amen a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con
todas las fuerzas y para que se amen unos a otros como Cristo los amó” (LG 40).
El precepto del amor al prójimo tiene su motivación
profunda en Dios y más directamente en su amor a los hombres. La línea es
sencilla y transparente. Si Dios amó a los hombres hasta el punto de sacrificar
su Unigénito por la salvación de ellos, también los hombres están obligados a
amarse mutuamente. Cuando el cristiano se conmueve pensando que Dios le ha
amado desde la eternidad, lo ha elegido y redimido en Cristo y lo ha hecho su
hijo adoptivo, debe pensar que este amor y estos privilegios no son propiedad
suya exclusiva ni están reservados a los llamados “practicantes”, sino que
están destinados a todos los hombres.
El amor del Padre celestial es para todos
indistintamente; y es justamente su amor el que hermana a los hombres creando
entre ellos vínculos sagrados de caridad y solidaridad. “Dios, que cuida de
todos con paterna solicitud, ha querido que los hombres constituyan una sola
familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos. Todos han sido creados a
imagen y semejanza de Dios… y todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto
es, Dios mismo. La Sagrada Escritura nos enseña que el amor de Dios no puede
separarse del amor del prójimo” (GS 24). San Pablo alaba a los Tesalonicenses
diciendo: “En cuanto al amor mutuo, no necesitáis que os escriba, ya que
vosotros habéis sido instruidos por Dios para amaros mutuamente” (Ts 4, 9). Es
Dios quien, extendiendo su paternidad a todos los hombres, les enseña a amar,
es Dios quien, derramando en ellos su mismo amor, los hace capaces de la
caridad fraterna universal.
¡Oh caridad!, tú no
buscas tus cosas, sino sólo la gloria y alabanza del nombre de Dios en la
salvación de las almas, y no buscas a tu prójimo por ti, sino sólo por Dios. Tú
eres una madre que amamantas al pecho a los hijos de las virtudes; pues sin ti
ninguna virtud tiene vida… Tú amas lo que Dios ama, y aborreces lo que Dios
aborrece. Por eso quien te posee, se despoja del hombre viejo… y se viste del
hombre nuevo. Cristo dulce Jesús; lo estrecha a sí siguiendo su doctrina. En ti
no cabe desdén, sino con paciencia soportas los defectos del prójimo; no eres
iracunda sino benigna… Con gran diligencia sirves a tu prójimo, mostrando para
con él el amor que tienes a Dios. A Dios nadie puede aprovecharle, por eso te
ingenias en aprovechar al que Dios ama tanto, esto es, a la creatura racional,
que él ha puesto como medio. Muy dulce eres, ¡0h madre de la caridad!; en ti no
cabe ninguna amargura, sino siempre pones alegría en el corazón del que te
posee. (Santa Catalina de Siena, Epistolario)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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