PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1794 ~
Miércoles 22 de Agosto de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
El 22 de agosto celebramos a la Santísima Virgen María
como Reina. María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo
La Virgen inmaculada, preservada por Dios de toda huella
del pecado original, habiendo concluido el transcurso de su vida terrestre, fue
elevada en cuerpo y alma a la gloria del Cielo, y exaltada por el Señor como la
Reina del universo, para que fuera así enteramente conforme a su Hijo, Señor de
Señores (cf. Ap 19,16), victorioso del pecado y de la muerte. (Concilio
Vaticano II, Lumen Gentium 59).
Dios todopoderoso,
que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos
que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el
reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta
parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a
primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado
con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la
hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id
también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió
a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la
hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué
estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’.
Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.
»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su
administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los
últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron
un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero
ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el
propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les
pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él
contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te
ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero
dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que
quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán
primeros y los primeros, últimos».
(Mt 20,1-16)
Comentario
Hoy, la Palabra de Dios nos invita a ver que la “lógica”
divina va mucho más allá de la lógica meramente humana. Mientras que los
hombres calculamos («Pensaron que cobrarían más»: Mt 20,10), Dios —que es Padre
entrañable—, simplemente, ama («¿Va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?»: Mt
20,15). Y la medida del Amor es no tener medida: «Amo porque amo, amo para
amar» (San Bernardo).
Pero esto no hace inútil la justicia: «Os daré lo que sea
justo» (Mt 20,4). Dios no es arbitrario y nos quiere tratar como hijos
inteligentes: por esto es lógico que haga “tratos” con nosotros. De hecho, en
otros momentos, las enseñanzas de Jesús dejan claro que a quien ha recibido más
también se le exigirá más (recordemos la parábola de los talentos). En fin,
Dios es justo, pero la caridad no se desentiende de la justicia; más bien la
supera (cf. 1Cor 13,5).
Un dicho popular afirma que «la justicia por la justicia
es la peor de las injusticias». Afortunadamente para nosotros, la justicia de
Dios —repitámoslo, desbordada por su Amor— supera nuestros esquemas. Si de mera
y estricta justicia se tratara, nosotros todavía estaríamos pendientes de
redención. Es más, no tendríamos ninguna esperanza de redención. En justicia
estricta no mereceríamos ninguna redención: simplemente, quedaríamos
desposeídos de aquello que se nos había regalado en el momento de la creación y
que rechazamos en el momento del pecado original. Examinémonos, por tanto, de
cómo andamos de juicios, comparaciones y cálculos cuando tratamos con los
demás.
Además, si de santidad hablamos, hemos de partir de la
base de que todo es gracia. La muestra más clara es el caso de Dimas, el buen
ladrón. Incluso, la posibilidad de merecer ante Dios es también una gracia
(algo que se nos concede gratuitamente). Dios es el amo, nuestro «propietario
que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña» (Mt
20,1). La viña (es decir, la vida, el cielo...) es de Él; a nosotros se nos
invita, y no de cualquier manera: es un honor poder trabajar ahí y podernos
“ganar” el cielo.
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès,
Barcelona, España)
Santoral Católico:
Santa María Reina
La fiesta de hoy, fijada para la octava de la Asunción,
fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina
igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella
le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.
María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos
y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina
y Señora del universo.
María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin
dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de
gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le
pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.
María está sentada en el Cielo, coronada por toda la
eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor
poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.
La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de
los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los
mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la
Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y
noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como
la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.
La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una
verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad
alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer
remedio a sus males.
¿Quieres saber más? Consulta acá
Fuente: Catholic.net
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“La Virgen María es el modelo sublime de fe y de amor a
Dios, que nos ayuda a reconocer en Jesús al Hijo de Dios y al Señor de nuestra
vida. Que María, Reina del cielo y de la tierra, nos ayude a hacer de nuestra
vida un cántico de alabanza y fidelidad a Dios santo y misericordioso”
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
María Reina del Universo
Celebramos hoy la fiesta litúrgica de Santa María Reina
del Universo. Este título de la Virgen manifiesta la conexión que existe entre
la realeza de María y su Asunción al Cielo. La doctrina de la Iglesia dice que
si María subió en Cuerpo y Alma al Cielo fue para ser allí coronada por Su
Hijo, Jesús, como Reina y Señora de Cielo y de la tierra. La realeza de María
es un tema tradicional en la Iglesia, proclamada por toda la tradición oriental
y occidental.
El 1º de noviembre, de 1954, al final del Año Mariano, el
Papa Pío XII colocó una corona enjoyada sobre la pintura de Nuestra Señora,
Protectora de Roma. En ese momento, se levantó un fuerte clamor de entre la
gran multitud congregada en Santa. María la Mayor: "¡Viva la Reina!".
El Papa nombró a la Virgen Reina del Cielo y de la tierra y decretó que se
celebrara una fiesta especial para honrarla bajo ese título.
“La Beatísima María
debe ser llamada Reina, no sólo por razón de su Maternidad divina, sino también
porque cooperó íntimamente a nuestra salvación. Así como Cristo, nuevo Adán, es
Rey nuestro no sólo por ser Hijo de Dios sino también nuestro Redentor, con
cierta analogía, se puede afirmar que María es Reina, no sólo por ser Madre de
Dios sino también, como nueva Eva, porque fue asociada al nuevo Adán"
(Ad coeli Reginam, Pio XII).
Por su parte, en el Tratado de la Verdadera Devoción a
María (n.38), San Luis María Grignion de Monfort escribe: "...María es la Reina del Cielo y de la tierra, por gracia, como
Cristo es su Rey por naturaleza y por conquista. Ahora bien, así como el Reino
de Jesucristo consiste principalmente en el corazón o interior del hombre,
según estas palabras: "El Reino de Dios está en medio de ustedes",
del mismo modo, el Reino de la Virgen María está principalmente en el interior
del hombre, es decir, en su alma. Ella es glorificada sobre todo en las almas
juntamente con su Hijo más que en todas las creaturas visibles, de modo que
podemos llamarla con los Santos: Reina de los corazones...."
San Bernardo de Claraval, en Ocho Homilías Marianas, ha
escrito: Señor, en tu fuerza Ella se regocija y tu socorro le produce una gran
alegría. Tú le acordaste el deseo de su Corazón y no defraudaste sus ruegos
porque la colmaste de muchas bendiciones. Sobre su cabeza colocaste una corona
de piedras preciosas. Su corona es Cristo, según la palabra del sabio: «Un hijo
dotado de sabiduría es la corona de su madre» Y es una corona de piedra porque
en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, Cristo figura bajo el nombre de piedra:
piedra por su poder, y piedra preciosa por su gloria. El salmista reúne esos
dos aspectos cuando dice: «El Señor de los ejércitos, es piedra preciosa,
porque es Rey de gloria.» No hay nada más fuerte que esta piedra, ni nada más
precioso que esta gloria.
Nuevo video y artículo
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Pensamientos sanadores
Entrégale al Señor las lágrimas
Imagino, en este momento sagrado de oración, a la Virgen
Madre que, con un gran cuenco entre sus manos, recoge las lágrimas de la
humanidad para presentarlas a los pies de la cruz, poniéndolas en manos de su
Hijo Amado, Jesucristo Nuestro Señor.
También nosotros podemos presentarle nuestro llanto de
ayer o de hoy, así como todas aquellas lágrimas que, por no haber sido
lloradas, aun ahogan la dicha de nuestro corazón.
Pero no te detengas sólo en ti, date cuenta de que tú
puedes presentar a María y al Señor, las lágrimas de aquellos hermanos que
todavía no saben cuánto Dios los ama.
De todos modos, los ayudas a que dispongan su alma al
obrar sanador y magnífico de Nuestro
Buen Dios.
Él secará todas sus
lágrimas y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de
antes pasó. Apocalipsis 21, 4.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las
familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Juancito, un bebé internado en
terapia intensiva en Mar del Plata, Argentina. No sabemos muchos detalles más
de sus problemas de salud, pero invocamos la acción sanadora de Jesús, que
conoce lo que le pasa y sabe lo que necesita.
Pedimos oración por Glenis B., 50 años, que vive en
Canadá y sufre de amiloidosis. Que el Buen Jesús esté con ella y le ayude a
superar tan rara y difícil afección.
Pedimos oración por Laura, de Santo Tomé, Santa Fe,
Argentina, que tiene una válvula del cerebro obstruida. Que la Santísima Virgen
la ayude a superar sus dificultades y acompañe a toda la familia en los
momentos de preocupación por esta enfermedad.
Pedimos oración por María, de Pozo del Molle, Córdoba,
Argentina, operada de cataratas y esperando ahora una nueva cirugía.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos.
"Intimidad Divina"
La caridad todo lo excusa
“Ante todo, tened entre vosotros intenso amor, pues el
amor cubre multitud de pecados” (1 Pe 4, 8).
La caridad repara y cubre los pecados propios y hasta los ajenos. Se lee
en el libro de los Proverbios: “el amor cubre todas las faltas” (10, 12). Dice
Jesús de la mujer pecadora: “Quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha
mostrado mucho amor” (Lc 7, 47). Algo semejante hace la caridad con los pecados
del prójimo. Ante todo la cariad procura, en lo posible, excusar las faltas
ajenas, como excusa una madre los errores de los hijos. Cubrir las culpas y
defectos del prójimo quiere decir también no hablar de ellos sin necesidad, no
llamar sobre ellos la atención de los demás, no ser curiosos por saber sus
historias. Pero la caridad no se contenta con eso; quiere hacer algo más
positivo: reparar y expiar a imitación de Cristo… En unión con él podrá decir
entonces con todo derecho: “Padre, perdónales”.
La caridad no es convivencia con el mal; excusar las
faltas ajenas no significa condescendencia ni dejar pasar, por comodidad o por
pusilanimidad. Hay casos –culpas que pueden influir en el bien común o inducir
a otros al mal– en que la caridad impone el deber de la corrección fraterna.
Esta es y debe aparecer como un verdadero acto de caridad. “Hermanos –avisa San
Pablo–, aun cuando alguna incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales,
corregidle con espíritu de mansedumbre” (Gl 6, 1). Y si son reprensibles los que
por cobardía descuidan el deber de la corrección fraterna, lo son también los
que se dejan llevar de celo indiscreto, áspero e hiriente. El que amonesta no
debe hacerlo con superioridad, sino poniéndose en el mismo plano que el
culpable consciente humildemente de su propia fragilidad, porque la tentación
podría sorprenderlo inesperadamente y sin el auxilio de la gracia podría caer
más hondo que su hermano.
La caridad “todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera”
(1 Cr 13, 7). En el campo de la corrección fraterna esto significa dar
confianza al culpable, creer en su voluntad de enmendarse, no desabrirse por
sus recaídas, no cansarse de tenderle la mano con bondad fraterna. Y si por su
pertinacia en el mal el hermano hubiese de ser alejado, como insinúa el
Evangelio, la caridad no cesará nunca de seguirlo con corazón benévolo
procurando siempre y esperando una señal de arrepentimiento. “Vivid en paz
entre vosotros”, dice San Pablo. Y añade enseguida: “Os exhortamos asimismo,
hermanos, a que amonestéis a los que viven desconcertados, animéis a los
pusilánimes, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos” (1 Ts 5,
13). La paz entre los hermanos no obsta al deber de la corrección fraterna,
pues ambas son fruto de la caridad evangélica.
“Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis unos a otros…” Este es tu mandamiento, oh Cristo, se llama
amor y en virtud de ese amor se eliminan los pecados… Oh Señor, lléname de
caridad con tal plenitud que esté pronto no sólo a no odiar al hermano sino a
morir por él… Tu diste ejemplo de esa caridad, muriendo por todos y orando por
los que te crucificaban diciendo: “Padre, perdónales porque no saben lo que
hacen”… Esta es la caridad perfecta… ¿Esta caridad es ya perfecta en el momento
que nace? Comienza a existir, pero precisa un perfeccionamiento; por eso, Señor
aliméntala en mí, robustécela hasta que llegue a perfección. Oh caridad, tu
regla, tu fuerza, tus flores, tus frutos, tu belleza, tu atractivo, tu
alimento, tu bebida, tu comida, tu abrazo no conocen saciedad. Si nos colmas de
deleite mientras somos todavía peregrinos, ¿cuál será nuestro gozo en la
patria? (San Agustín)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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