domingo, 24 de junio de 2012

Pequeñas Semillitas 1745


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1745 ~ Domingo 24 de Junio de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Hoy celebramos a Juan Bautista, el precursor, la voz que clamaba en el desierto llamando a la conversión, anunciando la próxima llegada del Salvador y bautizando a las gentes para prepararlas a la venida de Jesús. El bautismo de Juan era entonces un bautismo de conversión, de penitencia, de preparación. El mismo Jesús –que por ser Hijo de Dios no necesitaba ese bautismo– bajó al río Jordán para bautizarse también como gesto de humildad y sumisión.
A partir del sacrificio redentor de Jesús, que con su muerte venció el pecado y con su resurrección nos concedió la vida de la gracia, podemos acceder a ese regalo, a ese don, a través del bautismo tal como ahora lo conocemos: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Reflexionemos en este día que todos debemos ser un poco como san Juan Bautista: anunciadores de la salvación de Dios y de su gran misericordia. Para ello escuchemos el gran mensaje del santo para preparar el camino del Señor en nuestro corazón. Se trata de convertirnos desde la humildad, para disponernos mejor a escuchar y vivir las enseñanzas de Jesucristo. Y así poder ser, también nosotros, anunciadores de la Buena Noticia de Jesús.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados.
Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
(Lc 1,57-66.80) 

Comentario
Hoy, celebramos solemnemente el nacimiento del Bautista. San Juan es un hombre de grandes contrastes: vive el silencio del desierto, pero desde allí mueve las masas y las invita con voz convincente a la conversión; es humilde para reconocer que él tan sólo es la voz, no la Palabra, pero no tiene pelos en la lengua y es capaz de acusar y denunciar las injusticias incluso a los mismos reyes; invita a sus discípulos a ir hacia Jesús, pero no rechaza conversar con el rey Herodes mientras está en prisión. Silencioso y humilde, es también valiente y decidido hasta derramar su sangre. ¡Juan Bautista es un gran hombre!, el mayor de los nacidos de mujer, así lo elogiará Jesús; pero solamente es el precursor de Cristo.
Quizás el secreto de su grandeza está en su conciencia de saberse elegido por Dios; así lo expresa el evangelista: «El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel» (Lc 1,80). Toda su niñez y juventud estuvo marcada por la conciencia de su misión: dar testimonio; y lo hace bautizando a Cristo en el Jordán, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto y, al final de su vida, derramando su sangre en favor de la verdad. Con nuestro conocimiento de Juan, podemos responder a la pregunta de sus contemporáneos: «¿Qué será este niño?» (Lc 1,66).
Todos nosotros, por el bautismo, hemos sido elegidos y enviados a dar testimonio del Señor. En un ambiente de indiferencia, san Juan es modelo y ayuda para nosotros; san Agustín nos dice: «Admira a Juan cuanto te sea posible, pues lo que admiras aprovecha a Cristo. Aprovecha a Cristo, repito, no porqué tú le ofrezcas algo a Él, sino para progresar tú en Él». En Juan, sus actitudes de Precursor, manifestadas en su oración atenta al Espíritu, en su fortaleza y su humildad, nos ayudan a abrir horizontes nuevos de santidad para nosotros y para nuestros hermanos.
Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel (Barcelona, España)


Santoral Católico:
San Juan Bautista


Información amplia en:


Palabras del Beato Juan Pablo II

“Con la festividad de san Juan Bautista, que se celebra hoy, la Iglesia nos presenta la figura de un testigo excepcional de Cristo. En realidad, el deber del testimonio corresponde a la vida de todo cristiano, pero empeña de modo especial al sacerdote”

Beato Juan Pablo II
Domingo 24 de junio de 1990


Tema del día:
Se llamaría Juan


La Iglesia da mucha importancia al Nacimiento de san Juan Bautista. En la liturgia se celebra como solemnidad como las grandes fiestas. San Juan Bautista es al único santo a quien la Iglesia celebra el día del nacimiento, además del de Jesucristo y la Virgen María. A los demás santos normalmente se les celebra en el día de su muerte, que es el día de nacer para el cielo, o en otra circunstancia importante como el día en que han sido declarados santos.

Los padres de san Juan eran Isabel y Zacarías. Durante muchos años habían suplicado el poder tener un hijo, ya que entre los israelitas se daba una importancia especial al hecho de tener un hijo, por lo que llevaba en sí la esperanza de que de su linaje pudiera venir el Mesías o Salvador. Eran ya ancianos, cuando Zacarías, que era sacerdote, debía entrar al templo para hacer una oración en nombre de todo el pueblo. Allí se le apareció el arcángel san Gabriel para anunciarle de parte de Dios que iban a tener un hijo. Zacarías dudó y por eso quedó mudo hasta el día del nacimiento.

A los seis meses de nuevo el arcángel san Gabriel anunciaba a María el nacimiento de otro hijo, que iba a ser al mismo tiempo Hijo de Dios. Junto con esa gran noticia le informó que su prima Isabel estaba ya de seis meses de embarazo. María corrió presurosa para ayudarla en aquellos tres últimos meses. El encuentro de María e Isabel estuvo plagado de gracias de Dios, y el niño Juan, que estaba en el vientre de su madre, “saltó de alegría” sintiendo que estaba presente el otro Niño divino, Jesús, que comenzaba en esos días su presencia en el mundo. Esta presencia santificadora de Jesús, tan pequeño, de pocos días, es como un grito contra tantos abortos de niños que son muertos ya desde el vientre de su madre. Por eso la Iglesia cree que Juan Bautista fue santificado en el vientre de su madre, de modo que cuando nació ya no estaba bajo la ley del pecado. Y por eso la Iglesia nos invita a celebrarlo con la alegría de aquella familia y amistades, precisamente seis meses antes de la Navidad.

Había que poner al niño un nombre. Como solía hacerse, sobre todo si el padre era ya mayor, querían que se llamase Zacarías; pero Dios le había escogido un nombre: se llamaría Juan, que significa: “misericordia de Dios”. En verdad Dios había derramado su misericordia sobre aquellos padres, Zacarías e Isabel. Pero también derramaría su misericordia sobre los que aceptasen el mensaje que predicaría el Bautista.

Juan se fue al desierto para prepararse a la misión que Dios le había confiado de preparar los caminos para la venida del Salvador. Seguramente sería enseñado en unas comunidades religiosas que vivían por el desierto. Hasta que comenzó a predicar el camino de penitencia y arrepentimiento de los pecados. A Juan le llamamos Bautista, porque bautizaba con agua a los que venían arrepentidos, pero sobre todo porque anunció otro bautismo en el Espíritu que haría el Mesías. Esta era la gran misericordia de Dios hacia nosotros, que somos pecadores. De esa misericordia ya habló su padre Zacarías, cuando, al sentir que ya no estaba mudo, alabó y bendijo al Señor.

San Juan fue fiel a su misión hasta dar su vida en su ministerio. Moriría cortada la cabeza, dando fin a su misión de ser testigo de la Verdad. El nos enseña a ser fieles a nuestro deber de cada día; pero sobre todo a ser fieles a los compromisos adquiridos por nuestro bautismo. Jesús un día hizo el mayor elogio que puede hacerse por una persona. Dijo que “entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan Bautista”. Nosotros también seremos grandes ante Dios si somos responsables en nuestros actos y los hacemos por la gloria de Dios y el bien de los demás.

P. Silverio Velasco


Nuevo video y artículo

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"Juan Pablo II inolvidable"
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Pensamientos sanadores


Pide al Señor sus mismos sentimientos

Hay personas que no padecen grandes problemas, ni familiares, ni de salud, ni económicos; sin embargo, viven angustiadas, nerviosas o deprimidas por las pequeñas dificultades cotidianas.
Una de las cuales puede ser no tener una motivación que trascienda el propio yo y el vivir encerradas en el propio universo, despreocupadas de las necesidades ajenas e ignorantes de todo el bien que podrían hacer a otros que necesitan de ellas, de lo que pueden compartir de su tiempo, conocimientos, recursos materiales, etcétera.
El estar demasiado tiempo mirándose a sí mismas las enferma y hace que vean los problemas cotidianos agrandados, como a través de una lupa.
La mejor manera de olvidarse de los propios problemas es ayudando a los otros a que puedan resolver los suyos.

Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás. Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Filipenses 2,  4-5.


Junio, mes del Corazón de Jesús


Día 24. Acciones útiles

¿Cuáles han sido los dos grandes deseos del Corazón de Jesús? La gloria del Padre y la salvación de las almas. Por la gloria del Padre, Jesús, con doce años, se encuentra con los doctores del templo; por su gloria recorre toda Palestina, bendiciendo y curando, y cuando llega la hora del suplicio, alza los ojos al cielo y reza: "Padre, yo te he glorificado en la Tierra donde he cumplido la obra que me has confiado. Padre, yo he manifestado tu nombre a los hombres que me has dado. Santifícalos en la verdad. Con estas pocas palabras, Jesús explica su gran misión: Darle mayor gloria al eterno Padre y salvar las almas perdidas".
Proponte ofrecer cada día al Señor tus acciones y hacerlas con el único fin de darle gloria, de agradarle.

Fuente: Web Católico de Javier


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Medellín, Colombia, nos escribe Juan Carlos para agradecer a Dios Padre, al Sagrado Corazón de Jesús, a la Virgen María y a todas las personas que se unieron a nuestra solicitud de oración por a salud de su tía Lilliam G., a quien le fue muy bien en el procedimiento para cambio de marcapasos.

Desde Buenos Aires, Argentina, nos llega un agradecimiento por las oraciones hechas en favor de Luis David P., neurólogo jubilado de 77 años, que fue dado de alta después de una semana de internación y ya se encuentra en su domicilio. Damos gracias a Dios.

Llega también un agradecimiento a Dios y a la Santísima Virgen por la recuperación de Blanca Estela B., que estuvo internada en Guatemala largo tiempo por un proceso infeccioso grave y que ahora está completando la recuperación en su casa. Gracias a los que rezaron por ella. Gracias infinitas a Dios que, como siempre, nos escuchó.


"Intimidad Divina"


Te pedimos, oh Señor, que nos sea devuelta pronto la paz, que se nos conceda al punto la ayuda en medio de estas tinieblas o de estos peligros, que se cumplan las promesas que te has dignado anunciar a tus siervos: la restauración de la Iglesia, la seguridad de la salud eterna, después del aguacero la escamada, después de las tinieblas la luz, después de las borrascas y temporales una dulce tranquilidad.
Y pedimos también el auxilio benévolo de tu amor paternal, las maravillas de tu majestad divina, de modo que sean confundidos los perseguidores, sea más sincera la penitencia de los caídos y la fe robusta y firme de los que perseveran sea glorificada.
San Cipriano
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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