PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1737 ~ Sábado
16 de Junio de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
La fiesta del Inmaculado Corazón de María se celebra el
sábado después de Corpus Christi. La Fiesta del Sagrado Corazón es el día anterior
(viernes). La Iglesia celebra las dos fiestas en días consecutivos para
manifestar que estos dos corazones son inseparables.
María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su
Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas
blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita
a vivir el sendero del dolor-alegría.
La Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera
directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos
dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos
en el tiempo y la eternidad...
Entreguémonos al Corazón de María diciéndole:
"¡Llévanos a Jesús de tu mano! ¡Llévanos, Reina y Madre, hasta las
profundidades de su Corazón adorable! ¡Corazón Inmaculado de María, ruega por
nosotros!
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la
fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a
la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en
Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana,
hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero
al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.
Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el
Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos
los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas.
Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué
nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando».
Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la
casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó
con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba
cuidadosamente todas las cosas en su corazón.
(Lc 2,41-51)
Comentario
Hoy celebramos la memoria del Corazón Inmaculado de
María. Un corazón sin mancha, lleno de Dios, abierto totalmente a obedecerle y
escucharle. El corazón, en el lenguaje de la Biblia, se refiere a lo más
profundo de la persona, de donde emanan todos sus pensamientos, palabras y
obras. ¿Qué emana del corazón de María? Fe, obediencia, ternura, disponibilidad,
espíritu de servicio, fortaleza, humildad, sencillez, agradecimiento, y toda
una estela inacabable de virtudes.
¿Por qué? La respuesta la encontramos en las palabras de
Jesús: «Donde está tu tesoro allí estará tu corazón» (Mt 6,21). El tesoro de María
es su Hijo, y en Él tiene puesto todo su corazón; los pensamientos, palabras y
obras de María tienen como origen y como fin contemplar y agradar al Señor.
El Evangelio de hoy nos da una buena muestra de ello.
Después de narrarnos la escena del niño Jesús perdido y hallado en el templo,
nos dice que «su madre guardaba todas estas cosas en su corazón» (Lc 2,51). San
Gregorio de Nisa comenta: «Dios se deja contemplar por los que tienen el
corazón purificado». ¿Qué guarda María en su corazón? Desde la Encarnación
hasta la Ascensión de Jesús al cielo, pasando por las horas amargas del
Calvario, son tantos y tantos recuerdos meditados y profundizados: la alegría
de la visita del ángel Gabriel manifestándole el designio de Dios para Ella, el
primer beso y el primer abrazo a Jesús recién nacido, los primeros pasos de su
Hijo en la tierra, ver cómo iba creciendo en sabiduría y en gracia, su
“complicidad” en las bodas de Caná, las enseñanzas de Jesús en su predicación,
el dolor salvador de la Cruz, la esperanza en el triunfo de la Resurrección...
Pidámosle a Dios tener el gozo de amarle cada día de un
modo más perfecto, con todo el corazón, como buenos hijos de la Virgen.
Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells (Salt, Girona, España)
Santoral Católico:
San Juan Francisco Regis
Predicador Misionero
La tensión entre los católicos y los calvinistas
franceses -los que recibieron el nombre de hugonotes-, alimentada por los
intereses políticos de la Casa de Valois y la Casa de Guisa, fue aumentando en
Francia; estallará la guerra civil en el siglo XVI y se prolongará durante el
siglo XVII.
En uno de los períodos de paz en que se despierta el
fervor religioso con manifestaciones polarizadas en torno a la Eucaristía y a
la Santísima Virgen, en nítido clima de resurgimiento católico, nace Juan
Francisco en Foncouverte, en el 1597, de unos padres campesinos acomodados.
Cuando nació, ya había pasado la terrible Noche de san
Bartolomé del 1572 en la que miles de hugonotes fueron asesinados en París y en
otros lugares de Francia, con Coligny, su jefe. Y faltaba un año para que el
rey Enrique IV, ya convertido al catolicismo, promulgara el Edicto de Nantes
que proporcionaría a los hugonotes libertad religiosa casi completa.
Juan Francisco decidió entrar en la Compañía de Jesús.
Estaba comenzando los estudios teológicos, cuando se declara en Touluose la
terrible epidemia de peste del año 1628. Hay abundantes muertes entre enfermos
y enfermeros hasta el punto de fallecer 87 jesuitas en tres años; y como hacen
falta brazos para la enorme labor de caridad que tiene ante los ojos, no cesa
de pedir insistentemente su plaza entre los que cooperan en lo que pueden para
dar algo de remedio al mal. Se hace ordenar sacerdote precisamente para ello,
aunque su decisión conlleve dificultades para la profesión solemne.
Este hombre es tan de Dios que, cuando la obediencia le
manda desempeñar su ministerio sacerdotal en la región de Montpellier, se hace
notar por su predicación a pesar de que su estilo no goza del cuidado y
pulcritud que tienen los sermones y pláticas de otros predicadores. Tan es así
que, ante el éxito de multitudinaria asistencia y las conversiones que
consigue, grandes figuras de la elocuencia sagrada van a escucharle y salen
perplejos del discurso que han escuchado por la fuerza que transmite a pesar de
la pobreza de expresión. Alguien llegó a decir que «se creía lo que predicaba».
De hecho, llegó a provocar celotipias entre los oradores de fama hasta el punto
de llegar a acusarle ante su padre provincial declarando que deshonraba el
ministerio de la predicación por las inconveniencias y trivialidades que salían
de su boca. ¿Por qué el santo suscita envidia precisamente entre los más
capacitados que él? ¿Por qué la envidia de los demás es casi consustancial al
santo? ¿Cómo es posible que se dé tanta envidia precisamente entre los
eclesiásticos? Son preguntas a las que no consigo dar respuesta adecuada.
Quiso ir al Canadá a predicar la fe; pretendía ir con
deseo de martirio; hace gestiones, lo solicitó a sus superiores que le
prometieron mandarlo, pero aquello no fue posible. Su Canadá fue más al norte
de Francia, en la región del Vivarais, donde vivió el resto de su vida. Allí
fue donde se pudo comprobar más palpablemente el talante de aquel religioso
grandote y flaco que con su sotana raída y parcheada buscaba a las almas. La
región era el reducto inexpugnable de los hugonotes que habían ido escapándose
de las frecuentes persecuciones. La diócesis de Viviers se encontraba en un
deplorable estado espiritual; la mayor parte de los puestos eclesiásticos se
encontraban en mano de los protestantes; sólo veinte sacerdotes católicos tenía
la diócesis y en qué estado. La ignorancia, la pobreza, el abandono y las
costumbres nada ejemplares habían hecho presa en ellos. Le ocupó la
preocupación de atenderles y esto volvió otra vez más a acarrearle
inconvenientes, ya que algunos que no querían salir de su «situación
establecida» le culparon ante el obispo de rigorismo excesivo y de que su
predicación -llena de sátiras e invectivas- creaba el desorden en las
parroquias; y la calumnia llegó hasta Roma desde donde le recomiendan los jefes
prudencia y le prohíben exuberancia en el celo. Creyeron más fácilmente a los
«instalados» que al santo. ¿Por qué será eso?
Si los sacerdotes estaban así, no es difícil imaginar la
situación de la gente. A pie recorre sube por los picos de la intrincada
montaña, camina por los senderos, predica en las iglesias, visita las casas,
catequiza, convence y convierte. Allí comienzan los lugareños a llamarle «el
santo» y se llenan las iglesias más grandes de gente ávida de escucharle.
Organiza la caridad. Funda casas para sacar de la prostitución a jóvenes de
vida descaminada. No le sobra tiempo. Pasa noches en oración y la labor de
confesonario no se cuenta por horas, sino por mañanas y tardes. Así le
sorprendió la muerte cuando sólo contaba él 43 de edad: derrumbándose después
de una jornada de confesonario, ante los presentes que aún esperaban su turno
para recibir el perdón. Cinco días después, marchó al cielo. Era el año 1640.
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
"Ante tu trono nos postramos suplicantes, seguros de
alcanzar misericordia, de recibir gracias y el auxilio oportuno... Obtén paz y
libertad completa a la Iglesia santa de Dios; detén el diluvio del
neopaganismo; fomenta en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida
cristiana y del celo apostólico, para que los que sirven a Dios aumenten en
mérito y número"
S.S. Pío XII
Cuentos de Mamerto Menapace:
Los grillos y el vendaval
La tarde había ido apilando nubarrones en el oeste. Hacía
días que el viento norte andaba suelto, acartuchando los maizales y enervando a
la gente. Algo tenía que pasar esa noche.
Caído ya el sol, todo el horizonte refucilaba en
silencio, como quien prueba el filo de sus armas antes del entrevero.
Los molinos montaban guardia, cada uno en la esquina de
su potrero, olfateando el viento, siempre de frente. Y los grandes eucaliptos
de las avenidas entraban en la noche de a pie, bien agarrados en la tierra con
sus raíces en abanico y recortando un trozo del cielo estrellado con su ramaje
tendido al aire. Algunos eran bien grandes. Se los podía ver desde legua y
media de distancia; y hasta podían ser puntos de referencia. Alrededor de las
casas estaban desparramados los demás árboles. Unos grandes; otros pobres, más
chicos. Algunos tenían como misión dar fruta, otros sólo flores. Y otros
estaban allí nomás por llenar un hueco, simplemente porque la casualidad de la
vida había hecho entrar allí su carozo. O tal vez porque alguien, alguna vez,
se había fijado en ellos y los había transplantado allí.
Pero todos, eso sí, habían buscado la altura. Su ansia de
aire y de luz los había obligado a estirarse para sacar al menos el brazo de
una rama por encima de los demás. Algunos no habían llegado a tiempo y ahí
estaban, tapados y secos.
Todos entraban en la misma noche, cada uno con su
historia hecha de pasado y de proyectos. Cada uno asegurado en su existencia
por la profundidad de sus raíces, la seguridad de sus tornillos o la
flexibilidad de sus ramas. El tiempo había ido acumulando en ellos fuerza y
resistencia. Curtidos por los soles o los vientos, habían terminado por tener
confianza en ellos mismos. Además, cada uno de ellos comprendía y valoraba el
aporte de su propia existencia. Algunos tenían sus frutas casi maduras. Otros
las estaban haciendo crecer para mayo. Leña, abrigo, sombra o agua: cada techo
y cada árbol tenía conciencia de estar cumpliendo una misión. Y la conciencia
de estar cumpliendo una misión importante mantiene fácilmente en pie y hace que
uno considere su propia existencia como imprescindible. A los mejor,
acostumbrados de tiempo a estar allí plantados, les resultaba difícil
imaginarse ese paisaje sin ellos. Y de tanto tomarse entre ellos como puntos de
referencia, y de mirar desde la altura de sus ramas hacia abajo, habían
reducido su geografía a la superficie capaz de ser cubierta por su sombra.
Habían reducido la vida a su vida, y la existencia a su existencia.
Al final la noche terminó por envolverlo todo. El candil
de una luna en creciente apenas si lograba mantenerse encendido detrás de las
nubes; pero no iluminaba nada. Sólo el chispear de los refucilos cada vez más
amplios en sus ademanes, lograba regalar su contorno a los árboles con más
tamaño. Pero eso era sólo el gesto de un instante, lo necesario como para
ubicar al enemigo.
Cuando del bochorno del día cada uno se fue entregando al
descanso atrincherado en sus viejas seguridades. Sólo los grillos parecían
estar despiertos y mezclaban en toda esa geografía su humilde canto inútil.
Acostumbrados a mirar desde abajo y a sentirse pequeños, se habían olvidado
casi de sí mismos y necesitaban de su canto para comunicarse con sus hermanos
grillos invisibles, pero también despiertos. Así profesaban su fe en todo lo
grande que veían arriba: el cielo, las nubes, los refucilos; y mucho, pero
mucho más lejos, las estrellas ahora ocultas.
A media noche se oyó un grito. Ese grito inmenso de la
naturaleza sorprendida por el vendaval. Cada rama, cada tronco, cada arista
gimió bajo el tremendo empuje de la avalancha. Cedieron las raíces de los
inmensos eucaliptos, y en su caída esos gigantes aplastaron en su abrazo a
cuanto se guarnecía a su sombra. Todo cuanto estaba de pie fue sacudido por el
vendaval, que en sólo tres minutos cambió el viejo paisaje abriendo brechas de
luz y derramando descuajados los ramajes con historias y proyectos. También el
canto de los grillos fue ahogado por ese alarido del vendaval y de las cosas, y
en esos momentos ya nadie pensó más en ellos. Ni en ello ni en nada. El impacto
de la sorpresa y la angustia del paisaje transformado, hicieron que los hombres
se olvidaran de todo lo que aún seguía igual.
A lo mejor nadie pensó que las estrellas aún seguían en
sus sitios. Nadie de los hombres, aturdidos por el miedo, consideró que aún se
darían atardeceres quietos y anocheceres tibios con luciérnagas en los reparos.
Tratando de templar los nervios, tendido en la cama, yo escuchaba
los truenos que se alejaban hacia el este destrozando paisajes viejos, arriados
por refucilos que la distancia hacía cada vez menos enérgicos. El silencio se
fue acercando, como para ver qué pasó. Y fue entonces cuando un chirrido arañó
el silencio de los truenos lejanos. Breve, el canto del grillo se detuvo como
asustando de lo que había hecho. Pero al ratito se repitió con más confianza. Y
pronto tomó la firmeza y el ritmo cadencioso de las letanías de capilla de
misión. Otros grillos se unieron a su rezo, y pronto, de entre los pastos
prosternados por el vendaval, surgió hacia la noche madre de las estrellas aún
ocultas, hacia Dios, esa profesión de fe en la vida y en la victoria sobre
todos los vendavales pasados y futuros.
¿Inconsciencia del grillo? No.
Simple y profunda intuición de mi pueblo humilde.
“Hay árboles que sólo cuando han caído uno se da cuenta
de lo grandes que eran” (Proverbio
chino)
Pensamientos sanadores
La oración de intercesión tiene el poder de cambiar vidas
Una cosa importante y que nos siempre tenemos en cuenta
es pedir a otros que nos ayuden con su oración.
Cuando a causa de algún problema estés muy preocupado,
sientas miedo y corras peligro de perder la paz interior, no ores solamente tú,
más bien pídeles a los demás que te ayuden orando contigo y por ti. Entonces,
podrás dar testimonio del obrar de Dios en tu vida y en quienes están junto a
ti.
El orar los unos por los otros es uno de los regalos más
bellos que Dios nos ha hecho.
Pero ten presente que así como los otros pueden orar
intercediendo por ti, también tú has recibido del Espíritu de Dios la gracia de
orar por los demás; permitiendo a Dios que actúe en la vida de aquellos que
necesiten ser tocados por sus manos benditas y misericordiosas.
Josafat, muy
atemorizado, decidió consultar al Señor y proclamó un ayuno en todo Judá. Judá
se reunió para implorar al Señor, y acudió gente de todas las ciudades. 2
Crónicas 20, 3 y 4.
Junio, mes del Corazón de
Jesús
Día 16. Respeto a la Iglesia
El celo más santo tiene sus manifestaciones más sublimes;
no puedo admitir todos los obstáculos que se interponen a la gloria de Dios. He
aquí al Corazón de Jesús encendido del celo más ardiente por la gloria del
Padre; por Él obra, por Él sufre, a Él da gracias
¿Estás verdaderamente persuadido de lo que la Iglesia es
en verdad la casa de Dios, el lugar donde están los ángeles para hacer la
guardia a Jesús Eucaristía, el lugar donde se manifiesta más claramente a las
almas? Y si estás plenamente convencido, ¿con qué intención te acercas a la
iglesia? Déjate guiar por el amor que Dios te tiene.
Fuente: Web Católico de Javier
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las
familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por los integrantes de una familia de la
localidad de José Mármol, Buenos Aires, Argentina, que son: Antonio, Elsa,
Marisa, Patricia y Lucía. Que el Señor atienda generosamente todas las
necesidades físicas, materiales y espirituales de estos hermanos nuestros.
Pedimos oración por la señora Lilliam Estrada, de 89
años, residente en Itagüí, Colombia, a quien le van a practicar un cambio de
marcapasos. Que el Sagrado corazón de Jesús la acompañe y fortalezca en este
procedimiento.
Pedimos oración por la señora Elisa G., de Buenos Aires,
Argentina, quien padece un tumor en el pulmón, dolencia que le ha obligado a
dejar sus tareas profesionales y además le ha ocasionado una gran depresión,
negándose a dejar de fumar. Que la Santísima Virgen de Luján la acompañe, la
proteja y ruegue por ella a Jesús, que todo lo puede, y si es Su voluntad habrá
de sanarla.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Enviar los pedidos de oración a pequesemillitas@gmail.com
"Pequeñas
Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas
Semillitas" por correo, más el agregado de un powerpoint. Las
suscripciones son gratuitas y se realizan únicamente por invitación. Hay que
solicitarlas a Melissa, la moderadora del Grupo a: picaflor05@gmail.com o a: picaflor.cl@gmail.com
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de días, siendo importante que no te suscribas desde una computadora de tu
oficina o lugar laboral, y que sólo te inscribas si de verdad estás dispuesto/a
a leer todos los días nuestros mensajes e incluso compartirlos con tus amigos y
conocidos reenviándoselos por correo electrónico.
Felipe de Urca
"Intimidad Divina"
Eucaristía y vida
Como el efecto propio de la Eucaristía es la unión con
Cristo y con los hermanos, la mejor disposición para la Mesa eucarística es el
amor, sin el cual no puede haber unión. La unión con Cristo exige ese amor
sincero que es conformidad con su voluntad, con sus deseos y con su
beneplácito. “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo
Jesús” (Fl 2, 5), diría San Pablo. Todo lo que contrasta con los sentimientos
de Cristo, con su voluntad, son sus preceptos y, sobre todo, con el mandamiento
del amor, es obstáculo a la unión con él. Puede entonces suceder como dice San
Agustín, que se coma materialmente el Cuerpo de Cristo, sin comerlo
espiritualmente, quedando así sin el fruto del sacramento. Para que la
Eucaristía actúe y refuerce la unión fraterna, hay que eliminar todo lo que
turba las relaciones cordiales y sinceras con el prójimo y cultivar con empeño
una caridad franca y universal. Antes de acercarse a la sagrada Mesa, es
necesario que se examine cada uno a sí mismo, porque no puede osar recibir el
Cuerpo del Señor, el que ha quebrantado aun sólo levemente su mandamiento.
Si deben disponerse los fieles de un modo cada vez más
digno al Sacrificio y Banquete eucarísticos, tienen también que procurar hacer
vida en su conducta diaria, la gracia que brota de la Eucaristía. “La liturgia
misma –dice el Vaticano II– impulsa a los fieles a que saciados con los
sacramentos pascuales, sean concordes en la piedad y ruega a Dios que conserven
en su vida lo que recibieron en la fe” (SC 10). Se trata de armonizar la propia
vida con la santidad y la caridad que expresa y produce la Eucaristía; se trata
de llevar al cumplimiento de los deberes cotidianos la unión con Cristo y con
los hombres que son el fruto de la Comunión eucarística. Y pues la Eucaristía
une a la muerte y resurrección del Señor, el fiel debe participar también en su
muerte muriendo a sí mismo y al pecado,
y en su resurrección viviendo cada vez más la vida divina que se le comunica.
Para conservar los frutos de la Eucaristía y para
disponer mejor a ella, tiene gran eficacia la visita diaria al Santísimo, que
la Iglesia ha recomendado siempre. Cristo presente en las sagradas especies
“restaura las costumbres, alimenta las virtudes, consuela a los afligidos,
fortalece a los débiles e invita a si imitación a cuantos se acercan a él… Por
eso todo el que se vuelve al augusto Sacramento eucarístico con particular
devoción y se esfuerza en amar con ímpetu generoso a Cristo que nos ama
infinitamente, experimenta y comprende a fondo, no sin gozo del alma y fruto,
qué preciosa es la vida escondida con Cristo en Dios y cuánto vale estarse en
coloquio con Cristo, más suave que el cual nada hay sobre la tierra, ni nada
más eficaz para recorrer los caminos de la santidad” (Pablo VI, Mysterium fidei, 35). En la Santa
Eucaristía está verdaderamente encerrado
todo nuestro bien. Cristo Señor, “nuestra Pascua y pan vivo… que da la vida a
los hombres…; así son ellos invitados y conducidos a ofrecerse a sí mismos, sus
trabajos y todas sus cosas en unión con él mismo” (PO 5).
Señor, yo soy
impuro; no soy digno de que tu santo Cuerpo venga sacramentalmente a mi sucia
morada. Señor, soy todavía indigno de cualquier honor, de cualquier bien, de
todas las consolaciones que las personas virtuosas obtienen de ti. No me queda,
pues, más que llorar y lamentarme sin cesar, e ir ante ti con una confianza
inquebrantable. Y por más que sea pobre y abandonado, no me alejaré de ti, sino
que gritaré y suplicaré sin cansarme, mientras mi fe no obtenga de ti la curación
de mi siervo (la parte sensible). Entonces te alabaré y te serviré con alma y
cuerpo, con todo mi ser y con todas mis fuerzas. (Rujsbroeck, Obras)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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