PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1732 ~ Lunes
11 de Junio de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Jesús se identifica con el pan, dice que es pan. Nosotros
quizás tendemos más a decir y a pensar que el pan es Jesús, en lugar de que Jesús
es pan, como Él dice. Jesús es el anfitrión. Compartir la mesa es el gran
símbolo de la convivencia, de la reconciliación, de la inclusión. Los banquetes
son la mejor metáfora del Reino. Durante
su vida Jesús aprovechó el momento de las comidas para transmitir sus
enseñanzas: su concepción del Reino, el modo de actuar de quienes quieran
seguirle, su imagen del Padre. Todo lo necesario para darnos vida, para que
demos vida, para hacernos partícipes de su vida.
El pan que se parte y comparte, la copa de vino que se derrama, resumen el
sentido de la vida de Jesús: una vida entregada, una vida para los demás. Es lo
que nos recomienda cuando dice: “haced esto en memoria mía”. No se refiere a
repetir rutinariamente unas palabras y unos gestos que no comprometen ni
transforman la vida. La invitación es a seguirle. A estar dispuestos a lavar
pies, a no excluir ni excomulgar a nadie y a ser pan, vino, luz, paz para el
mundo, a contagiar esperanza. Como Él.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, viendo la muchedumbre, subió al monte,
se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba
diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino
de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la
tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán
saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos
de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de
ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y
os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos;
pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».
(Mt 5,1-12)
Comentario
Hoy, con la proclamación de las Bienaventuranzas, Jesús
nos hace notar que a menudo somos unos desmemoriados y actuamos como los niños,
pues el juego nos hace perder el recuerdo. Jesús temía que la gran cantidad de
“buenas noticias” que nos ha comunicado —es decir, de palabras, gestos y
silencios— se diluyera en nuestros pecados y preocupaciones. ¿Recordáis, en la
parábola del sembrador, la imagen del grano de trigo ahogado en las espinas?
Por eso san Mateo engarza las Bienaventuranzas como unos principios
fundamentales, para que no las olvidemos nunca. Son un compendio de la Nueva
Ley presentada por Jesús, como unos puntos básicos que nos ayudan a vivir
cristianamente.
Las Bienaventuranzas están destinadas a todo el mundo. El
Maestro no sólo enseña a los discípulos que le rodean, ni excluye a ninguna
clase de personas, sino que presenta un mensaje universal. Ahora bien,
puntualiza las disposiciones que debemos tener y la conducta moral que nos
pide. Aunque la salvación definitiva no se da en este mundo, sino en el otro,
mientras vivimos en la tierra debemos cambiar de mentalidad y transformar
nuestra valoración de las cosas. Debemos acostumbrarnos a ver el rostro del
Cristo que llora en los que lloran, en los que quieren vivir desprendidos de
palabra y de hechos, en los mansos de corazón, en los que fomentan las ansias
de santidad, en los que han tomado una “determinada determinación”, como decía
santa Teresa de Jesús, para ser sembradores de paz y alegría.
Las Bienaventuranzas son el perfume del Señor
participando en la historia humana. También en la tuya y en la mía. Los dos
últimos versículos incorporan la presencia de la Cruz, ya que invitan a la
alegría cuando las cosas se ponen feas humanamente hablando por causa de Jesús
y del Evangelio. Y es que, cuando la coherencia de la vida cristiana sea firme,
entonces, fácilmente vendrá la persecución de mil maneras distintas, entre
dificultades y contrariedades inesperadas. El texto de san Mateo es rotundo:
entonces «alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los
cielos» (Mt 5,12).
Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch (Salt, Girona, España)
Santoral Católico:
San Bernabé, Apóstol
“José, llamado por los Apóstoles Bernabé, que quiere
decir hijo de consolación, levita, natural de Chipre, tenía un campo; lo vendió
y llevó el dinero a los pies de los Apóstoles”. Así nos lo presentan los Hechos
de los Apóstoles. Antiguas fuentes refieren que Bernabé, llamado Apóstol por
los mismos Hechos, aunque no pertenecía a los Doce, fue probablemente uno de
los setenta discípulos de los que habla el Evangelio. En todo caso es una
figura de primer plano en la fervorosa comunidad cristiana, que se formó en
Jerusalén después de Pentecostés. Los Apóstoles tenían mucho aprecio a Bernabé
y lo escogieron para la evangelización de Antioquía.
Bernabé es el hombre de las grandes intuiciones. En
Antioquía se dio cuenta inmediatamente de que ese era un terreno apto para
sembrar la palabra de Dios. Fue a decirlo a Jerusalén y pidió la aprobación
para ir en busca del neoconvertido Saulo, sacándolo de su retiro en Tarso. Así
comenzó su extraordinaria asociación. Después de un año de trabajo, habían
logrado tantas conversiones que “hicieron noticia”, como se diría hay en el
lenguaje periodístico. Dicen los Hechos de los Apóstoles: “Por primera vez los
discípulos tomaron el nombre de cristianos en Antioquía”.
Saulo, que ahora prefería usar el nombre romano de Pablo,
y Bernabé, satisfechos por haber abierto el camino al anuncio evangélico entre
los paganos, partieron hacia otros lugares. Primera etapa Chipre, patria de
Bernabé, que había llevado consigo a su joven primo Juan Marcos, el futuro
evangelista. Otra magnifica elección, aunque más tarde, al comienzo del segundo
y más peligroso viaje misionero, el joven no estaba muy decidido y Pablo no
creyó oportuno cambiar el programa, y prefirió separarse inclusive de Bernabé,
que se quedó en Chipre.
Pablo y Bernabé, dos personalidades diferentes, que se
complementan mutuamente. En Listra, al final del primer viaje misionero,
durante la predicación Pablo notó la presencia de un pobre tullido. “Levántate
y camina”, le dijo. Y el tullido quedó curado. “La muchedumbre, al ver lo que
Pablo había hecho, comenzó a gritar: ¡Los dioses en forma humana han bajado
hasta nosotros! Y a Bernabé lo llamaban Júpiter, y a Pablo Mercurio, porque era
el más elocuente de los dos”. A Bernabé se le atribuye la paternidad de la
Carta paulina a los Hebreos y de otro escrito, llamado El Evangelio de Bernabé,
ahora perdido. Después que se separó de Pablo, no se tienen más noticias de
Bernabé. Escritos apócrifos hablan de un viaje a Roma y de su martirio, hacia
el año 70, en Salamina, por mano de los judíos de la diáspora que lo lapidaron.
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
“A pesar de toda oposición,
este Divino Corazón
eventualmente triunfará.
Dichosos los que han sido
instrumentos para establecer su Reinado”
Santa Margarita María de Alacoque
Tema del día:
Con María, en busca
del
Sagrado Corazón de Jesús
María Santísima, el próximo viernes celebramos la Fiesta
del Sagrado Corazón de Jesús, quisiera prepararme bien para ella... pero...
¿Cómo prepararme para aquello que aun no comprendo bien? Sí, asistiré a misa,
dejaré mis peticiones y agradecimientos en el Corazón de tu Hijo. ¿Puedes
ayudarme a comprender lo que realmente significa amar el Corazón de Jesús?
Puedo sentir que me miras desde tu imagen, puedo y quiero
leer en tus ojos la respuesta....
- ¿Por qué no se lo preguntas a Jesús mismo?... vamos,
atrévete... Él está muy ansioso por hacerte comprender.
- Señora mía... es que... no me atrevo, soy tan pecadora,
tengo tanto de que arrepentirme.
- Vengan a mí todos los que estén cansados, que yo los
aliviaré.
Y las palabras de tu Hijo resuenan en mi corazón.
- ¿Has comprendido, hija mía? Jesús te espera desde
siempre, no debes rendir examen para acercarte a Él, solo ámale, camina hacia
Él con toda tu carga y deposítala a sus pies. Él hará el resto.
Siento que somos tres conversando, que Jesús me vuele a
repetir...
- "... Aprende de mí, que soy paciente y humilde de
corazón..." (Mt. 11,29).
- ¿Ves hija, cómo te va mostrando el camino? Amar el
Corazón de Cristo es tratar de imitarle, en todo, en cada momento, tratar de
comprender, dentro de lo que puedas, cuánto, cuánto, cuánto te ama.
- Señora... imitarle... sí, pero es que, no sé como se
hace eso en mi día a día...
- Pues... paso a paso, en cada decisión que tomes piensa:
"¿Le será agradable a Jesús?". Cuando hables con las personas piensa:
"¿Si fuese Jesús quien está escondido tras ese rostro?". Sobre todo
cuando te enojes con alguien o cuando tu orgullo herido reclame a gritos una
reparación, piensa: "¿Jesús verá con buenos ojos mi reacción?" Si ya
hablaste por tu vanidad herida, medita: "¿Me alcanzarán estos argumentos
ante Cristo?". Hija querida, no hacen falta, para imitar a Cristo, grandes
y titánicas obras. No pretendas abrir tú sola las aguas del mar... no, pequeña,
sólo trata de actuar en cada momento como Él espera que lo hagas. No por
presión, no como un amo severo que se la pasa controlándote para, al menor
descuido, volcar su ira sobre ti. Nada más lejos de eso. Míralo como un
compañero de viaje que te indica la ruta más segura. Como un maestro que te
enseña el camino. Como un padre que no quiere que te lastimes. Cada palabra,
cada consejo, nacido del profundo amor de su Sagrado Corazón, es para que tú no
te pierdas.
- Voy entendiendo...poco a poco, voy entendiendo.
- ¿Recuerdas cuando un leproso se le acercó?,
suplicándole de rodillas: "Si quieres puedes curarme... a Él se le
conmovió el Corazón" (Mc. 1,41). Así pasa contigo. Pero analiza bien este
hecho, el leproso "se le acercó" o sea, caminó hacia Jesús, recorrió
la distancia que lo separaba de Él, con todo lo que significaba esa decisión.
Luego le dijo "si quieres... puedes..." o sea, reconoció que Cristo
podía hacer lo que Él le pedía, mas nada le exigía, sólo aceptaba su voluntad.
Es entonces cuando a Jesús "se le conmovió el Corazón". ¿Comprendes,
hija? Conmover el corazón de Cristo no es difícil sólo debes: acercarte a Él,
pedirle, confiar y por último, aceptar su voluntad.
- Señora mía, me hablas con tu corazón, le hablas al mío.
¿Quién soy yo para que te dignes explicarme tanto?
- Eres mi hija ¿Lo has olvidado? Una y mil veces te
hablaría hasta que encontraras el camino y la paz.
- "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba, si cree
en mí. Pues como dice la Escritura: brotarán de su Corazón ríos de agua
viva" (Jn. 7,37-39).
- ¿Escucha tu alma las promesas de mi Hijo?
Claro que mi alma las escucha. Poco a poco voy
comprendiendo que no existe mejor lugar para el alma, que el Corazón de Cristo.
Es un sitio lleno de amor, de paz, de profunda serenidad, tiene la calma de
todos los atardeceres, el perfume de todas las flores, el canto de todos los
pájaros, y el amor más grande, más profundo, más exquisito que hubiera existido
jamás.
- Los apóstoles ya habían descubierto el inmenso tesoro
del Corazón del Mesías. San Agustín lo notó, por eso dijo: "San Juan, en
la Cena, se reclinó en el pecho del Señor para significar así que bebía de su
Corazón los más profundos secretos..." Para que entiendas más aún, te
contaré lo que es para mí ese Corazón amado... cuyos primeros latidos imaginaba
al colocar mi mano temblorosa sobre mi vientre, en aquellos días de Nazaret...,
después, en Belén, cuando José puso su pequeño cuerpecito entre mis brazos,
sentí ese suave y acompasado latido. A medida que iba creciendo, fui aprendiendo
el lenguaje de ese corazón, en cada palabra, en cada gesto, en cada mirada, ERA
Y ES un corazón rebosante de amor y misericordia... El día que lo comprendas
desde el fondo de tu alma, ya nunca estarás sola.
Me besas la frente y te vas. Lentamente, te mezclas entre
la gente... tus palabras quedan en mi alma...
esperando...esperando...esperando... sigo orando para que yo sepa ver, poco a
poco, cuán bello es el sitio que me tienes reservado en tu SAGRADO CORAZÓN.
María Susana Ratero
Pensamientos sanadores
Descansa, abrazado por Dios
Debido a que el cuerpo, el espíritu y la mente están
ligados entre sí íntimamente, es importante que durante las horas que duermas,
logres un reposo profundo para que así llegues a descansar bien y recuperar las
fuerzas gastadas a lo largo de la jornada.
Un sueño reparador es un regalo de Dios, pues le damos la
oportunidad de que con sus susurros de amor, él nos hable en el sueño trayendo
claridad a nuestras mentes y paz a nuestros corazones.
Si a ti te ataca con frecuencia el insomnio y cada día te
despiertas angustiado, debes preguntarle a Dios en qué punto de tu vida se ha
visto afectada tu serenidad y por qué motivos. Él tiene el remedio adecuado
para ésta y para cualquier otra dolencia.
Ábrele tu corazón, pídele que llene ese santo recinto de
tu alma con su gozo y alegría; entregándole por la noche tus últimos
pensamientos antes de sumergirte en los brazos del sueño.
Pero tú has puesto
en mi corazón más alegría que cuando abundan el trigo y el vino. Me acuesto en
paz y en seguida me duermo, porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso. Salmo
4, 8-9
Junio, mes del Corazón de
Jesús
Día 11. El respeto humano
A Jesús no le valen las medias tintas, las almas
insípidas Él quiere cristianos solo de una pieza; tiene el corazón abierto para
todos, también para los corazones más obstinados, pero no quiere saber nada del
respeto humano. Muchas veces nos ha dicho que no podemos servir a Dios y al
mundo. Él ha hablado claro que, si queremos contentar al mundo, no estamos con
Él, estaremos en contra de Él.
Tú sabes que ciertas amistades con un continuo peligro
para el alma y comprendes que no te dejan tranquila la conciencia y no te
sientes con fuerza de romper esa triste cadena. ¿Cuántas veces no has observado
los preceptos de la Iglesia por no huir de las críticas de alguna mala lengua?
Fuente: Web Católico de Javier
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las
familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Enviar los pedidos de oración a pequesemillitas@gmail.com
"Intimidad Divina"
La presencia real
La encarnación del Verbo, el inefable misterio del amor
misericordioso de Dios que ha amado al hombre hasta hacerse carne por su
salvación, se continúa y amplifica a través de los siglos, y así será hasta el
fin del mundo, por medio de la Eucaristía. Dios no se contentó con dar a los
hombres de una vez para siempre a su Unigénito encarnado en el seno de una
Virgen para que pudiese sufrir y morir por ellos en la cruz, sino que ha
querido perpetuar en la Eucaristía su sacrificio y su presencia. El Vaticano II
enseña que Cristo está presente “de modo especial en las acciones litúrgicas,
en la administración de los sacramentos, en la predicación y, en fin, cuando la
Iglesia ora” (SC 7). En todos estos casos se trata de una presencia espiritual,
pero real, efectiva y actuante. Sin embargo la presencia eucarística es
superior porque en la Eucaristía Cristo está presente no sólo de un modo
espiritual, sino también de modo corporal. ¡Oh Jesús, tú estás siempre con
nosotros! ¡Siempre el mismo, ayer, hoy y para siempre! Siempre el mismo
eternamente por la inmutabilidad de tu Persona divina; siempre el mismo en el
tiempo por el Sacramento eucarístico.
Jesús está presente en la Eucaristía con toda su divinidad
y con toda su humanidad. También la humanidad, aunque a modo de sustancia y no
extensivamente, está toda entera en la Hostia consagrada, en cuerpo y alma, y
esta última con sus facultades, inteligencia y voluntad. Por eso Jesús en la
Eucaristía conoce y ama como Dios y como hombre; no es un objeto pasivo de la
adoración de los fieles, sino que está vivo: ve, escucha, responde a sus
oraciones como gracias, de modo que pueden tener con el dulce Maestro de que
habla el Evangelio relaciones vivas, concretas y, aunque no sensibles, sí
semejantes a las que tenían con él sus contemporáneos. Es cierto que en la
Eucaristía no sólo está velada la divinidad sino también la humanidad, pero la
fe suple ventajosamente a los sentidos, suple lo que no se ve ni se toca: “a
persuadir un corazón sincero –canta Santo Tomás– sola la fe basta”.
El Hijo de Dios encarnado por los hombres, se hace
presente en la Eucaristía para ser compañero de su peregrinar terreno, para ser
viático de su camino. Cierto que Dios, espíritu purísimo, está presente en todo
lugar, se digna habitar, como uno y trino, en el alma vivificada por la gracia;
con todo, el hombre tiene siempre necesidad de encontrarse con Jesús, el Verbo
hecho carne, el Dios hecho hombre, el único mediador que puede conducirlo a la
Trinidad. Por eso la Iglesia exhorta a los fieles a buscar y venerar en la
Eucaristía “la presencia del Hijo de Dios, salvador nuestro, ofrecido por
nosotros en el ara del sacrificio y a responder con agradecimiento al don de
Aquel mismo que, por medio de su humanidad, infunde sin cesar la vida divina en
los miembros de su Cuerpo” (PO 5)
¡Oh Señor mío! Mas
si no encubrierais vuestra grandeza, ¿quién osara llegar tantas veces a juntar
cosa tan sucia y miserable con tan gran Majestad? ¡Bendito seáis, Señor! Alaben
os los Ángeles y todas las criaturas, que así medís las cosas con nuestra
flaqueza, para que, gozando de tan soberanas mercedes, no nos espante vuestro
gran poder de manera que aun no las osemos gozar, como gente flaca y miserable.
¡Oh riqueza de los pobres, y qué admirablemente sabéis sustentar las almas y,
sin que vean tan grandes riquezas, poco a poco se las vais mostrando! Cuando yo
veo una Majestad tan grande disimulada en cosa tan poco como es la Hostia, es
así que después acá a mí me admira sabiduría
tan grande, y no sé cómo me da el Señor ánimo ni esfuerzo para llegarme
a él; si él, que me ha hecho tan grandes mercedes y hace, no le diese, ni sería
posible poder disimular, ni dejar de decir a voces tan grandes maravillas.
(Santa Teresa de Jesús)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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