domingo, 10 de junio de 2012

Pequeñas Semillitas 1731


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1731 ~ Domingo 10 de Junio de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
En la Celebración de la Fiesta de la Eucaristía, Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi), parece oportuno poner en el inicio de esta edición un fuerte llamado del Padre José Antonio Pagola vinculado con la Eucaristía y con nuestra actitud. Para leer y meditar:
Todos los cristianos lo sabemos. La eucaristía dominical se puede convertir fácilmente en un "refugio religioso" que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a lo largo de la semana. Es tentador ir a misa para compartir una experiencia religiosa que nos permite descansar de los problemas, tensiones y malas noticias que nos presionan por todas partes.
A veces somos sensibles a lo que afecta a la dignidad de la celebración… Nos molesta que un sacerdote no se atenga estrictamente a la normativa ritual, pero podemos seguir celebrando rutinariamente la misa, sin escuchar las llamadas que el Evangelio nos hace. El riesgo siempre es el mismo: Comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón, sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren. Compartir el pan de la Eucaristía, ignorando el hambre de millones de hermanos nuestros que se ven privados de pan, de justicia y de futuro.
La Celebración de la Eucaristía en medio de esta sociedad en crisis puede ser un buen lugar para tomar conciencia de lo que sucede. Pero necesitamos liberarnos de una cultura individualista que nos ha acostumbrado a vivir pensando sólo en nuestros propios intereses, para aprender sencillamente a ser más humanos. Toda la Eucaristía está orientada a crear fraternidad.
No es normal escuchar todos los domingos a lo largo del año el Evangelio de Jesús, sin reaccionar ante sus llamadas. No podemos pedir al Padre "el pan nuestro de cada día" sin pensar en aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. No podemos darnos la paz unos a otros sin estar dispuestos a tender una mano a quienes están más solos e indefensos ante la crisis.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?». Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?’. Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.
Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, éste es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios».
Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.
(Mc 14,12-16.22-26)

Comentario
Hoy, celebramos solemnemente la presencia eucarística de Cristo entre nosotros, el “don por excelencia”: «Éste es mi cuerpo (...). Ésta es mi sangre» (Mc 14,22.24). Dispongámonos a suscitar en nuestra alma el “asombro eucarístico” (Juan Pablo II).
El pueblo judío en su cena pascual conmemoraba la historia de la salvación, las maravillas de Dios para con su pueblo, especialmente la liberación de la esclavitud de Egipto. En esta conmemoración, cada familia comía el cordero pascual. Jesucristo se convierte en el nuevo y definitivo cordero pascual sacrificado en la cruz y comido en Pan Eucarístico.
La Eucaristía es sacrificio: es el sacrificio del cuerpo inmolado de Cristo y de su sangre derramada por todos nosotros. En la Última Cena esto se anticipó. A lo largo de la historia se irá actualizando en cada Eucaristía. En Ella tenemos el alimento: es el nuevo alimento que da vida y fuerza al cristiano mientras camina hacia el Padre.
La Eucaristía es presencia de Cristo entre nosotros. Cristo resucitado y glorioso permanece entre nosotros de una manera misteriosa, pero real en la Eucaristía. Esta presencia implica una actitud de adoración por nuestra parte y una actitud de comunión personal con Él. La presencia eucarística nos garantiza que Él permanece entre nosotros y opera la obra de la salvación.
La Eucaristía es misterio de fe. Es el centro y la clave de la vida de la Iglesia. Es la fuente y raíz de la existencia cristiana. Sin vivencia eucarística la fe cristiana se reduciría a una filosofía.
Jesús nos da el mandamiento del amor de caridad en la institución de la Eucaristía. No se trata de la última recomendación del amigo que marcha lejos o del padre que ve cercana la muerte. Es la afirmación del dinamismo que Él pone en nosotros. Por el Bautismo comenzamos una vida nueva, que es alimentada por la Eucaristía. El dinamismo de esta vida lleva a amar a los otros, y es un dinamismo en crecimiento hasta dar la vida: en esto notarán que somos cristianos.
Cristo nos ama porque recibe la vida del Padre. Nosotros amaremos recibiendo del Padre la vida, especialmente a través del alimento eucarístico.
Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa (Barcelona, España)


Santoral Católico:
Beato Juan Dominici
Arzobispo de Ragusa


Información haciendo clic acá

Fuente: Catholic.net


Palabras del Beato Juan Pablo II

“No se puede vivir en este mundo sin poner nuestra morada en Cristo, no se puede vivir sin la Eucaristía. Hermanos y hermanas: acojamos la invitación de Cristo. Vivamos por Él. Fuera de Él no hay vida verdadera. Sólo el Padre tiene la vida. Fuera de Dios, todo lo creado pasa, muere. Sólo Él es vida. Y el Hijo, que vive por el Padre, nos trae –pese a la caducidad del mundo, pese a la necesidad de morir– la Vida que está en Él. Nos da de esta Vida, la comparte con nosotros. El sacramento de este don, de esta Vida, es la Eucaristía: el pan bajado del cielo”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
La Fiesta de la Eucaristía


Hoy celebra la Iglesia la fiesta del “Corpus Christi” o del Cuerpo y la Sangre de Cristo, o dicho más simplemente: la Fiesta de la Eucaristía. Siempre que vamos a la Misa celebramos la Eucaristía, que es el sacramento de la Entrega de Jesús en sacrificio a su Padre Celestial por nuestra Redención. Es el hacerse presente de nuevo el mismo sacrificio de la Cruz. Pero es al mismo tiempo el recibir el alimento especial para nuestra alma, que es el mismo Jesús, que se nos da en alimento. Y es también la oportunidad de adorar a Jesús, que es nuestro Dios y Salvador, y que está realmente presente en el Augusto Sacramento del Altar, que es Jesús en la Eucaristía.

Esta presencia real de Jesús es lo que se quiere resaltar principalmente en esta fiesta del “Corpus”. Jesús prometió estar con nosotros hasta el final de los tiempos. Y está espiritualmente de muchas maneras: en su palabra, en la reunión de fieles que están orando, en el pueblo de Dios, en la caridad. Pero está de una manera muy especial y más real en la Eucaristía. Esto nos dice nuestra fe. Hubo unos tiempos, por la edad Media, en que unos herejes decían que Jesús estaba presente mientras la Misa, pero luego ya no se quedaba, y hasta había sacerdotes que dudaban de la presencia real de Jesús. Hubo un hecho muy conocido en el año 1264 en que un sacerdote que, dudando había ido a Roma al sepulcro de los apóstoles para pedir la fe, cuando retornaba a su tierra y celebraba misa en Bolsena, vio que de la Sagrada Forma destilaba sangre de modo que quedó mojado todo el corporal. El papa Urbano VI, que estaba en la ciudad cercana de Orvieto, supo el acontecimiento y pidió dichos corporales. Al constatar la realidad del milagro, quiso que todos lo supieran y que se adorase a Jesús presente en la Eucaristía de modo más solemne. Por eso instituyó la fiesta del “Corpus Christi” encargando los himnos de la fiesta a Sto. Tomás de Aquino.

Desde entonces en esta fiesta se han realizado solemnes procesiones para que el Señor pueda salir por las calles de pueblos grandes y pequeños y todos puedan adorar a Jesús, que está presente entre nosotros. No todos tendrán esta fe y este amor para adorar y agradecer que Jesucristo pueda estar real en cuerpo y alma entre nosotros. Muchos están ciegos en su espíritu. Ojalá haya muchos que, al saber que Cristo está entre nosotros, puedan gritar como el ciego Bartimeo: “Señor, ten piedad de mi”. Que Jesús tenga piedad, no sólo de males físicos, sino sobre todo de tantas calamidades que nos circundan y que tenemos dentro de nuestro ser terrenal.

La Eucaristía es el sello más firme de la Alianza de amor entre Dios y los hombres. Siempre Dios, por su gran amor, ha querido realizar alianzas. Hoy en la primera lectura, se habla de la alianza de Dios con el pueblo de Israel, manifestada por medio de la sangre de unos animales. Era la cultura de aquel tiempo. Jesús quiso ratificar esa alianza de Dios con su propia sangre, con el Sacrificio de la Cruz. Ese mismo sacrificio se hace presente cada vez que celebramos la Eucaristía. Ahora Cristo está triunfante, resucitado; pero se hace presente ese recuerdo de su entrega en la Santa Misa. Nosotros estaremos más unidos con él, cuanto más hagamos entrega de todo nuestro ser por la salvación nuestra y la de toda la humanidad.

En este año (ciclo B) el evangelio es la narración sencilla de la Institución de la Eucaristía según san Marcos. Lo precede la preparación de la cena Pascual. Jesús se entrega para que nosotros le podamos comer. No sólo cada uno, sino todos. Por esto la Eucaristía es signo de unidad. San Pablo se quejaba a los cristianos de Corinto de que había mucha división de clases, especialmente en la comida. Pone el ejemplo de unidad en la comida eucarística que nos dio el Señor en la Ultima Cena, en la que todos somos iguales y tenemos las mismas posibilidades de gracias. La diferencia estaría en el amor. Aquel que muestre más amor por sus semejantes, podemos decir que es el que mejor está adorando y venerando a Jesús en la Eucaristía.

P. Silverio Velasco


Nuevo video y artículo

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"Juan Pablo II inolvidable"
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Pensamientos sanadores


Descansa en Dios y entrégale tus cargas

El descanso es parte esencial de nuestras vidas; y también esta parte de nuestra cotidianeidad debe ser entregada al Señor.
Cuando un cristiano confía en el Señor, logra dormir bien incluso en medio de las tormentas de la vida.
Pero, para lograrlo, es necesario pedir a Dios con insistencia que sane nuestras desconfianzas, las cuales desde el inconsciente más profundo, dificultan nuestra entrega confiada en su presencia protectora y providente.
En ocasiones, las decepciones no sanadas son un obstáculo para alcanzar una mayor unión interior con Dios y dejarlo obrar en nuestro sistema nervioso y en las diversas dimensiones de nuestra vida.
Por eso, pídele al Señor durante varios días seguidos, que se desarrolle y profundice en ti la confianza hacia él.
Descansa, entonces, en su divino obrar, que en el momento oportuno verás como él resuelve positivamente esa situación.

Sólo en Dios descansa mi alma; de él me viene la salvación. Sólo él es mi Roca salvadora, él es mi baluarte: nunca vacilaré. Salmo 62, 2-3


Junio, mes del Corazón de Jesús


Día 10. La murmuración

Toma la vida de Jesús y léela a fondo: no verás en El una palabra de murmuración. El Sagrado Coraz6n es siempre. El mismo: tiene una palabra dulce para los justos y los pecadores, una palabra de ternura para sus traidores, una palabra de perdón para los que le crucifican. Sobre todos extiende el manto benigno de la caridad. Por eso odia tanto la murmuración y establece una regla especial: "No juzguéis y no seréis juzgados", dice.
En la medida con la que juzguéis a los otros, seréis juzgados. ¿Por qué ves la mota en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?

Fuente: Web Católico de Javier


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

De Argentina, Graciela R. agradece a Dios y a las personas que rezaron por el malestar que sentía en su pierna derecha que ha mejorado mucho. Nos sumamos dando gracias a Dios.

Desde Nicaragua, Rosa escribe para agradecer las oraciones hechas por su salud, ya que aunque el pronóstico es reservado, siempre está la confianza en Dios para que se resuelvan los problemas.

Desde México, Marta agradece a Dios y a las personas que rezaron por su hermano Jorge, que ha sido operado y todo ha salido bien. Damos gracias a Dios.


"Intimidad Divina"

Corpus Christi

Según la Liturgia renovada, al título del Cuerpo de Cristo añade el de su Sangre. Esto que siempre estuvo implícito –porque donde está el Cuerpo está también la Sangre del Señor y viceversa–, ahora se proclama explícitamente llamando así la atención sobre este aspecto sacrificial de la Eucaristía. Precisamente sobre este aspecto convergen las lecturas bíblicas del día. La Antigua Alianza era figura de la Nueva, sellada por Cristo no con “sangre de machos cabríos ni de becerros, sino con la suya propia” (2ª. Lectura: Hb 9, 11-15). Mientras en el Antiguo Testamento los sacrificios eran múltiples y tenían un valor puramente externo y simbólico, en el Nuevo hay un solo sacrificio, ofrecido “una vez para siempre” (ib 12), porque su valor es intrínseco, real e infinito. En él no hay animales degollados, ni multitud de oferentes; víctima y sacerdote se identifican en el Hijo de Dios hecho hombre, que se ofreció a sí mismo “a Dios como sacrificio sin mancha”.

La regeneración del cristiano tiene lugar en el agua bautismal; pero esta su virtud de la sangre de Cristo, porque “sin efusión de sangre no hay remisión” (ib 22). Pero antes de derramar su sangre en la cruz, Jesús quiso anticipar este don a los discípulos con la institución de la Eucaristía. De ella habla el Evangelio [de hoy] de Marcos, que, aunque más escueto que los otros sinópticos, no omite la referencia explícita a la sangre de la antigua Alianza sustituida definitivamente por la sangre de Cristo. “Cogiendo una copa pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron. Y les dijo: ‘Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos’ ” (Mc 14, 23-24). Con esto caducan los antiguos sacrificios y entra el nuevo ofrecido históricamente una sola vez en el Calvario, pero renovado sacramentalmente cada día en la Santa Misa para aplicar sus méritos a los fieles de todos los tiempos.

Así por la Sangre de Cristo la Iglesia vive y crece, los fieles son purificados continuamente de los pecados, regados por la gracia, robustecidos por el amor y reunidos en un solo pueblo. El Cuerpo y la Sangre de Cristo son el centro y el sostén de la vida cristiana. Y como son cuerpo y sangre inmolados, es necesario que el que se alimenta de ellos participe en la inmolación de Cristo abrazando con él la cruz, uniéndose con él a la voluntad del Padre y ofreciéndose con espíritu de sacrificio y expiación a todas las pruebas, trabajos y amarguras de la vida. De este modo por medio de la Eucaristía el creyente vive el misterio de la muerte de Cristo y se prepara a participar en su gloria eterna, en una comunión que no tendrá fin.

Oh sagrado convite, en el que se recibe a Cristo, se perpetúa el recuerdo de su Pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura. Oh, cuán suave es, Señor, tu espíritu, pues para dar a tus hijos una prueba de tu afecto colmas de bienes a los hambrientos con el suavísimo Pan del cielo. (Santo Tomás de Aquino, Oraciones)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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