martes, 19 de junio de 2012

Pequeñas Semillitas 1740


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1740 ~ Martes 19 de Junio de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Tú eres, Jesús, la primera semilla del reino de Dios.
Tú eres el primer árbol, la primera levadura.
El reino de Dios viene contigo.
Si te doy fe, yo también seré reino de Dios.
Y creceré. Y tendré sitio para todos los que vengan.
Y fermentaré. Y haré fermentar a todos los que encuentre.
Crecerá en la oscuridad tu semilla dentro de mí, ¡con toda seguridad!
Y crecerá en mis compañeros.
Y sembraremos, todos juntos, contigo, una semilla, una semilla con tu nombre, en el campo del mundo.
Y será la tierra, por nosotros, un poco más que antes el reino de Dios.
Patxi Loidi


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».
(Mt 5,43-48)

Comentario
Hoy, Cristo nos invita a amar. Amar sin medida, que es la medida del Amor verdadero. Dios es Amor, «que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5,45). Y el hombre, chispa de Dios, ha de luchar para asemejarse a Él cada día, «para que seáis hijos de vuestro Padre celestial» (Mt 5,45). ¿Dónde encontramos el rostro de Cristo? En los otros, en el prójimo más cercano. Es muy fácil compadecerse de los niños hambrientos de Etiopía cuando los vemos por la TV, o de los inmigrantes que llegan cada día a nuestras playas. Pero, ¿y los de casa? ¿y nuestros compañeros de trabajo? ¿y aquella parienta lejana que está sola y que podríamos ir a hacerle un rato de compañía? Los otros, ¿cómo los tratamos? ¿cómo los amamos? ¿qué actos de servicio concretos tenemos con ellos cada día?
Es muy fácil amar a quien nos ama. Pero el Señor nos invita a ir más allá, porque «si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener?» (Mt 5,46). ¡Amar a nuestros enemigos! Amar aquellas personas que sabemos —con certeza— que nunca nos devolverán ni el afecto, ni la sonrisa, ni aquel favor. Sencillamente porque nos ignoran. El cristiano, todo cristiano, no puede amar de manera “interesada”; no ha de dar un trozo de pan, una limosna al del semáforo. Se ha de dar él mismo. El Señor, muriéndose en la Cruz, perdona a quienes le crucifican. Ni un reproche, ni una queja, ni un mal gesto...
Amar sin esperar nada a cambio. A la hora de amar tenemos que enterrar las calculadoras. La perfección es amar sin medida. La perfección la tenemos en nuestras manos en medio del mundo, en medio de nuestras ocupaciones diarias. Haciendo lo que toca en cada momento, no lo que nos viene de gusto. La Madre de Dios, en las bodas de Caná de Galilea, se da cuenta de que los invitados no tienen vino. Y se avanza. Y le pide al Señor que haga el milagro. Pidámosle hoy el milagro de saberlo descubrir en las necesidades de los otros.
Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu (Rubí, Barcelona, España)


Santoral Católico:
San Romualdo
Fundador de los Camaldulenses


Información amplia haciendo clic acá

Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

“Hemos de procurar en lo posible
penetrar dentro de este Corazón adorable,
haciéndonos muy pequeños,
por la humilde confesión de nuestra nada”

Santa Margarita María de Alacoque


Tema del día:
Los Pecados Capitales


Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana caída está principalmente inclinada. Es por eso muy importante para todo el que desee avanzar en la santidad aprender a detectar estas tendencias en su propio corazón y examinarse sobre estos pecados.

Los pecados capitales son enumerados por Santo Tomás (I-II:84:4) como siete:

Soberbia u Orgullo
Avaricia
Gula
Lujuria
Pereza
Envidia
Ira

El término "capital" no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a muchos otros pecados. De acuerdo a Santo Tomás (II-II:153:4) “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”.

Lo que se desea o se rechaza en los pecados capitales puede ser material o espiritual, real o imaginario.

1. Soberbia u Orgullo

Consiste en una estima de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la atención y el honor y se pone uno en antagonismo con Dios (Catecismo Iglesia Católica 1866)

Virtud para vencer: Humildad

La virtud moral por la que el hombre reconoce que de si mismo solo tiene la nada y el pecado. Todo es un don de Dios de quien todos dependemos y a quien se debe toda la gloria. El hombre humilde no aspira a la grandeza personal que el mundo admira porque ha descubierto que ser hijo de Dios es un valor muy superior. Va tras otros tesoros. No está en competencia. Se ve a sí mismo y al prójimo ante Dios. Es así libre para estimar y dedicarse al amor y al servicio.

La humildad no solo se opone al orgullo sino también a la auto abyección (auto humillación) en la que se dejaría de reconocer los dones de Dios y la responsabilidad de ejercitarlos según su voluntad.

2. La Avaricia

Inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. Es uno de los pecados capitales, está prohibido por el noveno y décimo mandamiento. (CIC 2514, 2534)

Virtud para vencer: Generosidad

Dar con gusto de lo propio a los pobres y los que necesiten.

3. La Lujuria

El deseo desordenado por el placer sexual. Los deseos y actos son desordenados cuando no se conforman al propósito divino, el cual es propiciar el amor mutuo de entre los esposos y favorecer la procreación.

Es un pecado contra el Sexto Mandamiento y es una ofensa contra la virtud de la castidad.

Como vencer la lujuria:

Dios bendijo al hombre y a la mujer con atracción mutua. Mientras ambos viven bajo el amor de Dios, sus corazones buscan el amor divino que es ordenado hacia darse buscando ante todo el bien del otro. El placer entonces es algo bueno pero muy inferior. En comunión con Dios se ama verdaderamente y se respeta a la otra persona como hijo o hija de Dios y no se le tiene como objeto de placer. En el orden de Dios se puede reconocer la necesidad de la castidad para que el amor sea protegido. Es necesario entonces conocer y obedecer el sentido que Dios ha dado a la sexualidad.

Pero el pecado desordenó la atracción entre hombre y mujer de manera que el deseo carnal tiende a separarse de propósito divino y a dominar la mente y el corazón. La lujuria crece cuanto más nos buscamos a nosotros mismos y nos olvidamos de Dios. De esta manera lo inferior (el deseo carnal) domina a lo superior (el corazón que fue creado para amar). Cuando la lujuria no se rechaza con diligencia, el sujeto cae presa de sus propios deseos que terminan por dominarle y envilecerle.

La lujuria se vence cuando guardamos la mente pura (lo cual requiere guardarse de miradas, revistas, etc. que incitan a la lujuria) y dedicamos toda nuestra energía a servir a Dios y al prójimo según nuestra vocación. Si nos tomamos en serio nuestra vida en Cristo podremos comprender el gravísimo daño que la lujuria ocasiona y, aunque seamos tentados estaremos dispuestos a luchar y sufrir para liberarnos. Un ejemplo es San Francisco, quien al ser tentado con lujuria se arrojó a unos espinos. Así logró vencer la tentación.

Virtud para vencer: Castidad

Es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el amor de Dios reina sobre todo.

4. La Ira

El sentido emocional de desagrado y, generalmente, antagonismo, suscitado por un daño real o aparente. La ira puede llegar a ser pasional cuando las emociones se excitan fuertemente.

Virtud para vencer: Paciencia

Sufrir con paz y serenidad todas las adversidades.

"Si buscas un ejemplo de paciencia encontrarás el mejor de ellos en la cruz. Dos cosas son las que nos dan la medida de la paciencia: sufrir pacientemente grandes males, o sufrir, sin rehuirlos, males que podrían evitarse. Ahora bien, Cristo en la cruz sufrió grandes males y los soportó pacientemente, ya que en su pasión "no profería amenazas; como cordero llevado al matadero, enmudecía y no abría la boca" (Hch 8,32). Grande fue la paciencia de Cristo en la cruz: "Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia" (Heb 12,2). -Santo Tomás de Aquino. Exposición sobre el Credo.

5. La Gula

Es el deseo desordenado por el placer conectado con la comida o la bebida. Este deseo puede ser pecaminoso de varias formas:

1- Comer o beber muy en exceso de lo que el cuerpo necesita.
2- Cortejar el gusto por cierta clase de comida a sabiendas que va en detrimento de la salud.
3- Consentir el apetito por comidas o bebidas costosas, especialmente cuando una dieta lujosa está fuera del alcance económico
4- Comer o beber vorazmente dándole más atención a la comida que a los que nos acompañan.
5- Consumir bebidas alcohólicas hasta el punto de perder control total de la razón. La intoxicación injustificada que termina en una completa pérdida de la razón es un pecado mortal.

Virtud para vencer: Templanza

Moderación en el comer y en el beber. Es una de las virtudes. Vence al pecado capital de gula.

La virtud de la templanza conduce a evitar toda clase de exceso, el abuso de la comida, del alcohol, del tabaco y de las medicinas. Quienes en estado de embriaguez, o por afición inmoderada de velocidad, ponen en peligro la seguridad de los demás y la suya propia en las carreteras, en el mar o en el aire, se hacen gravemente culpables (CIC 2290).

6. La Envidia

Rencor o tristeza por la buena fortuna de alguien, junto con el deseo desordenado de poseerla. Es uno de los siete pecados capitales. Se opone al décimo mandamiento. (CIC 2539)

Virtud para vencer: Caridad

La tercera y principal de las Virtudes Teologales. La caridad es el amor de Dios habitando en el corazón.

7. La Pereza

Falta culpable de esfuerzo físico o espiritual; acedia, ociosidad. Es uno de los pecados capitales. (CIC 1866, 2094, 2733)

Virtud para vencer: Diligencia

Prontitud de ánimo para obrar el bien.

Fuente: corazones.org


Pensamientos sanadores


Redescubre el poder del amor que habita en ti

Tú has recibido de Dios una fuerza interior que reside en el amor.
Como dice una conocida reflexión, no hay enfermedad, por muy grave que sea, que el amor no sane. No hay puerta, por muy cerrada que esté, que el amor no abra. No hay distancias, por muy extremas que sean, que el amor no acorte. No hay muro, por muy alto que esté, que el amor no derrumbe. No hay pecado, por muy grave que sea, que el amor no redima.
Ese amor habita en tu interior, déjalo fluir hacia todo y hacia todas aquellas personas que encuentres en tu camino a lo largo de este día.
Nuestro mundo se halla sediento de amor y a medida que nos nutrimos del amor del Señor, no sólo podemos acercarnos a la sensación de plenitud interior, sino que también podemos nutrir a otros.

El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás… I Corintios 13, 7-8


Junio, mes del Corazón de Jesús


Día 19. Sed humildes de corazón

Cuando el Corazón de Jesús quiso enseñarnos algo de sí mismo, lo dijo con una sola frase: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón". Debe tener, pues, un gran concepto de esta humildad si Jesús la estimó de tal manera hasta anteponerla a todas las demás virtudes. Él recomienda la castidad, la caridad, la obediencia, pero ninguna de estas virtudes da el privilegio que da a la humildad con estas palabras: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón".
Los santos comprendieron bien esta sublime doctrina y no buscaron la santidad sino por medio de la humildad, persuadidos de que la humildad es el fundamento de todas las virtudes, el principio de toda gloria. La misma Virgen confiesa haber recibido insignes favores del Señor porque Él vio "la humildad de su esclava".

Fuente: Web Católico de Javier


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, por los sacerdotes y todos los componentes del cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que semos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.


Pedimos oración por la salud de Lilian Ofelia S., de la ciudad de San Cayetano, provincia de Buenos Aires, Argentina, de 60 años de edad, con serios problemas de corazón, para que Nuestra Señora de Schoenstatt la sostenga en sus brazos amorosos y el buen Jesús le brinde la fortaleza necesaria para superar los obstáculos que se le presentan por su enfermedad.

Pedimos oración por la salud de dos personas de Puerto Rico que son: Adela M. y Myrna D. T. Que Jesús Misericordioso les conceda, con su infinita bondad, la reparación de su salud física y espiritual.

Pedimos oración por Nélida M., de 84 años y Yolanda de 83  ambas enfermas de neumonía , de la ciudad de Rosario, Argentina. Rogamos a la Virgen de Lourdes por su pronta mejoría; y también para Clelia M., de 90 años, quien sufre artrosis de rodillas  que le impide movilizarse. Oramos por todas ellas con mucha fe.

Seguimos rezando por nuestra lectora Elsa S., de Buenos Aires, Argentina, que hoy será sometida a una operación ginecológica, por lo que la encomendamos a la Santísima Virgen de Lourdes, para que Ella interceda ante Jesús por una pronta curación.

Pedimos oración por Diana, de Venezuela, para que tenga una pronta recuperación de la operación de vesícula ya que tuvo algunas complicaciones con los puntos de la herida; por su mamá Delma que está delicada por hipertensión y enfermedad intestinal; por Carmen Alicia, con problemas de ansiedad, depresión y tensiones laborales; también por María Inés para que pueda superar los trámites de documentos y finalmente logre su pensión de vejez. Ponemos todas estas intenciones en las manos de Jesús confiando plenamente que Él concederá todas las gracias que estamos solicitando.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Enviar los pedidos de oración a pequesemillitas@gmail.com


"Intimidad Divina"

Sois mis amigos

El Hijo de Dios salvando con su amor todas las distancias, se hizo uno de nosotros, se confundió con nosotros, hecho semejante en todo fuera del pecado. Quiso compartir nuestra vida y nuestra suerte; trabajó, sufrió, amó como nosotros. Demostró su amor divino a través de todas las connotaciones del amor humano: la ternura, la compasión, la amistad y hasta las lágrimas. El Evangelio nos muestra a Jesús que quiere a los niños junto a sí: “y abrazándolos, los bendecía (Mc 10,16); lo presenta conmovido frente a la viuda que llora a su hijo muerto, a la que le dice: “No llores” (Lc 7, 13), y de su compasión florece un milagro. Se conmueve delante de los leprosos, los paralíticos, los ciegos que le gritan “Señor, ten compasión de nosotros, hijo de David” (Mt 20, 30); se conmueve delante de la muchedumbre que le sigue ya tres días y a la que no quiere despedir en ayunas. Tiene compasión de los pecadores con los que no tiene a menos compartir la mesa, de la adúltera a la que despide perdonada, de la mujer pecadora que en casa de Simón se postra a sus pies. Y cuando los hombres resisten a su amor, Jesús sufre hasta las lágrimas; mirando a Jerusalén “lloró por ella diciendo: ¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! (Lc 19, 41-42).

Cristo mismo reveló la profundidad de su amor a los hombres. “Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas, y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo a él” (Jn 10, 14-15). Jesús quiere establecer con sus discípulos una comunión de vida, de pensamiento y de afecto semejante a la que existe entre él y el Padre. No se trata de un conocimiento frío y superficial, sino profundo y derivado del amor. Jesús se da a conocer a los suyos como un amigo que se abre a su amigo. Descubre los misterios profundos de su vida divina, de su comunión incesante con el Padre y el Espíritu Santo, de la misión que el Padre le ha confiado, del amor que lo mueve a inmolarse por los hombres y de las relaciones que quiere establecer con ellos. En una palabra, Jesús dice de sí, del Padre y de la Trinidad todo lo que la mente humana puede comprender; y la tarde de la última Cena concluirá: “Vosotros sois mis amigos… No os llamo ya siervos porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15, 14-15).

Es la declaración explícita de la amistad profunda que por mandamiento del Padre ha venida a instaurar entre Dios y los hombres. Y quiso también, en cierto modo, darnos la medida ilimitada de esta amistad cuando dijo: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros” (ib 9). Es la cima de la revelación de su amor. ¿Qué amor puede haber mayor que el increado y eterno que existe en el seno de la Trinidad entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo? Pues Jesús no considera exagerado referirse a él, y así añade: “permaneced en mi amor… como yo… permanezco en el amor de mi Padre” (ib 10). Pero junto con la medida divina de su amor, Jesús da también la humana, que sólo puede dar por haber asumido una vida terrena. Lo había dicho ya en el discurso del buen pastor: “doy mi vida por las ovejas… Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente” (Jn 10, 15-18). El sacrificio espontáneo de la vida es la prueba máxima del amor; “Nadie tiene mayor amor que el da su vida por sus amigos” (Jun 15, 13).

¡Oh Señor mío, qué bueno sois! ¡Bendito seáis para siempre! Alábenos, Dios mío, todas las cosas, que así nos amasteis de manera que con verdad podamos hablar de esta comunicación que aun en este destierro tenéis con las almas; y aun con las que son buenas es gran largueza y magnanimidad. En fin, vuestra, Señor mío, que dais como quien sois. ¡Oh largueza infinita, cuán magníficas son vuestras obras. Espanta a quien no tiene ocupado el entendimiento en cosas de la tierra, que no tenga ninguno para entender verdades. ¡Pues que hagáis a almas que tanto os han ofendido mercedes tan soberanas! Cierto, a esto, no puedo ir adelante. ¿Dónde ha de ir que no sea tornar atrás? Pues daros gracias por tan grandes mercedes no sabe cómo. (Santa Teres de Jesús, Vida)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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