domingo, 17 de junio de 2012

Pequeñas Semillitas 1738


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1738 ~ Domingo 17 de Junio de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Con ejemplos tomados de la vida de los campesinos de Galilea, Jesús los anima a trabajar siempre con realismo, con paciencia y con una confianza grande. No es posible abrir caminos al Reino de Dios de cualquier manera. Se tienen que fijar en cómo trabaja Él, el Padre.
Lo primero que tienen que saber es que su tarea es sembrar, no cosechar. No tienen que vivir pendientes de los resultados. No les tiene que preocupar ni la eficacia ni el éxito inmediato. Su atención se centrará en sembrar bien el Evangelio. Los colaboradores de Jesús deben ser sembradores. Nada más.
Los comienzos de toda siembra son siempre humildes. Más todavía si se trata de sembrar el Proyecto de Dios en el ser humano. La  fuerza del Evangelio no es nunca algo espectacular o clamoroso. Según Jesús, es como sembrar algo tan pequeño e insignificante como "un grano de mostaza" que germina secretamente en el corazón de las personas.
Por eso, el Evangelio solo se puede sembrar con fe. Es lo que Jesús quiere hacerles ver con sus pequeñas parábolas. El Proyecto de Dios, que es construir un mundo más humano, lleva dentro una fuerza salvadora y transformadora que ya no depende del sembrador. Cuando la Buena Noticia de ese Dios penetra en una persona o en un grupo humano, allí comienza a crecer algo que nos desborda a nosotros.
Sólo la fuerza de Jesús puede regenerar la fe en la sociedad descristianizada de nuestros días. Entonces aprenderemos a sembrar con humildad el Evangelio. Será el inicio de una fe renovada, no transmitida por nuestros esfuerzos pastorales, sino engendrada por Él.
José Antonio Pagola


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.
(Mc 4,26-34)

Comentario
Hoy, Jesús nos ofrece dos imágenes de gran intensidad espiritual: la parábola del crecimiento de la semilla y la parábola del grano de mostaza. Son imágenes de la vida ordinaria que resultaban familiares a los hombres y mujeres que le escuchan, acostumbrados como estaban a sembrar, regar y cosechar. Jesús utiliza algo que les era conocido —la agricultura— para ilustrarles sobre algo que no les era tan conocido: el Reino de Dios.
Efectivamente, el Señor les revela algo de su reino espiritual. En la primera parábola les dice: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra» (Mc 4,26). E introduce la segunda diciendo: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios (…)? Es como un grano de mostaza» (Mc 4,30).
La mayor parte de nosotros tenemos ya poco en común con los hombres y mujeres del tiempo de Jesús y, sin embargo, estas parábolas siguen resonando en nuestras mentes modernas, porque detrás del sembrar la semilla, del regar y cosechar, intuimos lo que Jesús nos está diciendo: Dios ha injertado algo divino en nuestros corazones humanos.
¿Qué es el Reino de Dios? «Es Jesús mismo», nos recuerda Benedicto XVI. Y nuestra alma «es el lugar esencial donde se encuentra el Reino de Dios». ¡Dios quiere vivir y crecer en nuestro interior! Busquemos la sabiduría de Dios y obedezcamos sus insinuaciones interiores; si lo hacemos, entonces nuestra vida adquirirá una fuerza e intensidad difíciles de imaginar.
Si correspondemos pacientemente a su gracia, su vida divina crecerá en nuestra alma como la semilla crece en el campo, tal como el místico medieval Meister Eckhart expresó bellamente: «La semilla de Dios está en nosotros. Si el agricultor es inteligente y trabajador, crecerá para ser Dios, cuya semilla es; sus frutos serán de la naturaleza de Dios. La semilla de la pera se vuelve árbol de pera; la semilla de la nuez, árbol de nuez; la semilla de Dios se vuelve Dios».
Fr. Faust BAILO (Toronto, Canadá)


Santoral Católico:
Santa Teresa de Portugal
Cisterciense


Santa Teresa, hija del rey Sancho I de Portugal y de Dª. Dulce de Aragón, se casó con su primo, el rey Alfonso IX de León. Tras varios años de feliz vida marital (y varias hijas), el matrimonio fue declarado nulo por el parentesco demasiado estrecho entre ella y Alfonso y no haber recibido las dispensaciones apropiadas. Alfonso se casó con doña Berenguela, la madre de Fernando III el Santo.

Teresa volvió al monasterio cisterciense de San Benito de Lorbao, próximo a Coimbra. Allí se entregó a la práctica de todas las virtudes hasta su muerte, en gran ancianidad, el 17 de junio de 1250.

Fue enterrada en su mismo monasterio, junto a la tumba que ella había dispuesto veinte años antes para su santa hermana Sancha, virgen clarisa, fundadora del convento de Santa María de las Cellas.

El 20 de mayo de 1705 el Papa Clemente XI confirmó su culto.

Fuente: Catholic.net


Palabras del Beato Juan Pablo II

“En el Verbo encarnado y en María Santísima, la distancia infinita entre el Creador y la criatura se ha transformado en máxima cercanía. Ellos son el espacio santo de las misteriosas bodas de la naturaleza divina con la humana, el lugar donde la Trinidad se manifiesta por vez primera y donde María representa a la humanidad nueva, dispuesta a reanudar, con amor obediente, el diálogo de la alianza. Que la Bienaventurada Virgen, que acogió en Su Corazón Inmaculado al Verbo de Dios y mereció concebirlo en Su Seno Virginal nos enseñe a poner en el Corazón de Su Hijo nuestra total esperanza, con la certeza de que ésta no quedará defraudada”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
Sembrar con paciencia


Hoy el evangelio nos presenta dos parábolas de Jesús tratando de explicar dos facetas de lo que Él entiende por “Reino de Dios”. Ya desde el principio de su predicación hablaba del Reino de Dios, y muchas veces usa parábolas para darnos a entender algún sentido. Pero la simple formulación de la parábola para aquellos que no tienen mucha fe les deja más o menos indiferentes.

Por eso, como se dice hoy al terminar el evangelio, Jesús se las explicaba luego a sus discípulos.  Estas explicaciones han ido quedando en la Iglesia a través de los tiempos por medio de los santos padres y otros grandes predicadores de la fe.

En la primera de las dos parábolas de hoy nos dice Jesús que todos, al menos los que nos creemos discípulos suyos, somos cooperadores en la obra de Dios, que es su Reino, porque todos debemos sembrar y al final recoger frutos. Pero esta planta, que es el Reino de Dios, crece aparentemente sola. Crece por la energía que tiene encerrada la semilla. El sembrador poco adelanta o nada por el hecho de que esté vigilando o tire de la mata para que crezca más rápidamente.

Es una invitación a tener paciencia. Trata de exponer la diferencia abismal entre lo poco que puede hacer el hombre y lo mucho que hace Dios. Y es una advertencia para comprender que el Reino de Dios sigue el curso que Dios parece que quiere: lento pero seguro. Por lo tanto ni las fuerzas del mal podrán contra el Reino, ni adelantaremos demasiado por mucho que nos movamos.

Esto requiere explicación. En primer lugar que no es lo mismo el Reino de Dios que la Iglesia. Ésta es “el principio y germen” del reino, como dice el concilio Vaticano II. La Iglesia, aquí en la tierra, está en vías de perfección, camina hacia, prepara el Reino; aunque a veces los dos sentidos pueden significar o tender a una solo cosa.

El Reino crece de una manera sencilla, sin ruido. Quizá Jesús dijo esta parábola contra algunos que buscaban de Jesús unos hechos espectaculares y querían que el apostolado tuviera efectos brillantes, a través quizá de cierta violencia. Todo ello nos debe dar una gran confianza y optimismo, porque sabemos que Dios es el que verdaderamente está actuando, no a la fuerza ni violentando la libertad humana.

Pero de nuestra parte hay que huir de dos extremos: la pasividad o pereza y el activismo. El activismo, porque, como nos dice Jesús, poco podemos hacer una vez que hemos sembrado. Claro que el sembrar es más complicado de lo que parece, porque hay que preparar la tierra y cuidarla. Pero lo más importante que debemos hacer es unirnos espiritualmente con Quien hace crecer. Por eso para un apóstol es tan necesaria la oración. De aquí que no vale la pereza, porque siempre hay mucho interno que hacer con la planta, aunque no entendamos el misterio del crecimiento.

La 2ª parábola nos habla de la mostaza, semilla sumamente pequeña que llega a convertirse en un arbolito, de modo que los pájaros pueden poner sus nidos. Aquí Jesús nos quiere hablar de la sencillez de la Iglesia. El profeta Ezequiel en la 1ª lectura nos dice cómo Dios aborreció al pueblo de Israel cuando soberbio quiso ser muy grande en lo material olvidando su espíritu. Así a veces ha pasado en cierta parte de la Iglesia: Cuando ha buscado el poder y gloria material, se ha apartado del fin que tiene, que es el de ayudar a fundamentar el reino de Dios.

Cuando Dios quiere hacer “grandes cosas”, busca medios sencillos y pobres, como la Virgen María, como tantos santos. Busca entre sus predicadores o sembradores de su palabra corazones entregados a los dones del Espíritu. El justo es una plantación de Dios, nos dice el salmo responsorial. Quiere decirnos Jesús que, aunque su Reino parece poca cosa, tiene tanta potencialidad que, sin ser árbol soberbio, sus ramas pueden acoger a todo aquel que se acerque con sincero corazón. Jesús comienza a darnos ya un sentido universalista del Reino de Dios.

P. Silverio Velasco (España)


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Pensamientos sanadores


Oremos los unos por los otros para ser canales de gracia

No importa la dificultad por la que pases, pídeles oración a los hombres y a las mujeres de fe que hayas conocido.
Hazlo especialmente si tú eres de esas personas que suelen encerrarse en sí mismas, y a quienes les cuesta compartir con los otros lo que están viviendo.
Cuando otros oren por ti y cuando tú te habitúes a interceder por los demás, te sentirás más animado y fortalecido espiritual, psíquica y físicamente.
Cuando otros oren por ti, comenzarás a ver que obtendrás nuevas victorias sobre tus debilidades y que recuperarás la paz necesaria cada vez con mayor prontitud para poder enfrentar el problema por el que estés atravesando.

Ante todo te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres (…). Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. I Timoteo 2, 1, 3-4


Oración por los padres

Mi Padre Don Felipe
(hace 40 años)

Señor Dios, Padre bueno, creador del género humano, Tú enviaste a tu Hijo Jesús, para redimir y salvar a los hombres,
Él quiso nacer en una familia como la nuestra, le diste a la Virgen María como madre y a San José como padre; te pedimos por todos los padres para que, a ejemplo de San José, amen a sus hijos, los cuiden y protejan, y sobre todo, les enseñes a amarte a Ti que eres nuestro Padre del Cielo, te sirvan en todo, y alcancen finalmente la vida eterna.
Te lo pedimos a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amen
Tomada de la Página
de Misioneros Oblatos


Junio, mes del Corazón de Jesús


Día 17. Sembrar obras de bien

El Corazón de Jesús habló claro y fuerte: Toda la ley divina se compendia en los mandamientos: el amor a Dios y el amor al prójimo. Sin estos dos amores es imposible agradar al Señor, es imposible entrar en el cielo. Pocos comprenden bien en qué consiste el amor al prójimo. Si crees que amar al prójimo basta con no odiarlo, no hacerle mal, sólo crees a medias. No, esto será de buenos hombres, pero no de buenos cristianos. El amor es operativo y debe manifestarse haciendo aquello que queremos y deseamos se nos haga a nosotros. La prueba generosa de este amor viene dada por el ejercicio de las obras de misericordia.
Jesús tiene como hecho a sí mismo todo lo que se hace a los pobres en su nombre. Y cuando alguna persona está enferma, busca una media hora para visitarla, para darle una palabra de ánimo, para consolarla en sus dolores, para animarla a la paciencia, a la santa resignación a la voluntad de Dios.

Fuente: Web Católico de Javier


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Guatemala, Hugo Waldemar R. agradece a Dios nuestro Señor y a las personas que rezaron por su operación de la vista, que por la misericordia divina salió bien a pesar de algunas dificultades que se presentaron.

De la provincia de Santa Fe, Argentina, María Belén agradece las oraciones hechas por la salud de Valeriano, quien si bien todavía sigue enfermo, ya ha superado el estado crítico inicial. Damos gracias a Dios y seguimos pidiendo por su completa curación.


"Intimidad Divina"


Dios resiste a los soberbios y los humilla, para que la impotencia humana resalte con evidencia la omnipotencia divina. Así cuando Israel se ensoberbeció por los privilegios de su elección, Dios lo afligió y lo podó enérgicamente por medio del destierro y la cautividad, reduciéndolo a un “resto” de gente pobre, humilde y despreciada. Precisamente a ese “resto” se dirigen los profetas para mantener despierta su esperanza en las promesas divinas. Así Ezequiel habla de un “ramo” que Dios cortará del cedro fuerte y robusto, para transplantarlo “sobre un monte elevado” (Ez 17, 22-23). Según lo que ha prometido Dios, el Salvador saldrá de Israel; no de un Israel fuerte y poderoso, sino humilde y fiel, como lo fue la Virgen María; de ahí saldrá el pequeño “ramo” del que se originará el pueblo de Dios.

El mismo estilo continúa usando Dios en el mundo para instaurar su reino y salvar a los hombres. Deja de lado a los grandes y poderosos y se sirve de criaturas y cosas humildes y pequeñas; lo mismo que es pequeña la semilla echada en el campo y es insignificante el grano de mostaza. Jesús se ha servido precisamente de estas imágenes para dar a entender que el reino de Dios no es una realidad que se imponga por el poder o la grandeza visible, sino una realidad escondida, sembrada en los corazones humildes, pero que tiene una vitalidad y una fuerza de expansión inimaginables. El hombre no puede percibirlo, como el labrador no puede verificar de qué modo la semilla confiada a la tierra germina y se desarrolla; crece ciertamente, aunque él “ignore” cómo se efectúa.

Las parábolas evangélicas de la semilla y del grano de mostaza (Mc 4, 26-34), al mismo tiempo que un reclamo a la humildad, único terreno apto para el desarrollo del reino de Dios, lo son también a un sano optimismo fundado en la eficacia infalible de la acción divina. Aun cuando los hombres se perviertan hasta negar a Dios, considerarlo “muerto” u obrar como si no existiese, él está siempre presente y operante en la historia humana y sigue esparciendo la semilla de su reino. La Iglesia misma que colabora en esta sementera, muchas veces no ve los frutos; pero es cierto que un día madurarán las espigas. Entretanto hay que esperar con paciencia, la hora señalada por Dios, como el labrador espera sin inquietarse que pase el invierno y que germine el grano. Hay que esperar también con humildad, aceptando ser “grano de mostaza” o “pequeño rebaño”, sin pretensiones de pueblo poderoso y fuerte. Hay que perseverar en el esfuerzo, pero confiando sólo en Dios, porque sólo él puede hacer eficaz la acción del hombre.

¡Oh Dios omnipotente, que para muestra de tu omnipotencia escoges las cosas viles para confundir las altas, y tomas las cosas flacas para destruir las fuertes, y por instrumentos pequeños haces cosas grandes, para que ninguno de los mortales pueda gloriarse en sí, sino en ti! Concédeme que de corazón ame y abrace las cosas pequeñas que tú escogiste, para que sea digno de alcanzar las grandes que en ellas encerraste. Sea yo, Salvador mío, grano de mostaza, molido, como tú, con desprecios y tormentos, para que alcance los eternos descansos. (L. de la Puente, Meditaciones)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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