PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1742 ~ Jueves
21 de Junio de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
La gente que escuchaba a Jesús hablar de Dios y le veía
actuar en su nombre, experimentaba a Dios como una Buena Noticia. Lo que Jesús dice
de Dios les resulta algo nuevo y bueno. La experiencia que comunica y contagia
les parece la mejor noticia que pueden escuchar de Dios. ¿Por qué?
Tal vez lo primero que captan es que Dios es de todos, no
solo de los que se sienten dignos para presentarse ante él en el templo. Dios
no está atado a un lugar sagrado. No pertenece a una religión. No es propiedad
de los piadosos que peregrinan a Jerusalén. Según Jesús, "hace salir su
sol sobre buenos y malos". Dios no excluye ni discrimina a nadie. Jesús invita
a todos a confiar en él: "Cuando oréis decid: ¡Padre!".
Con Jesús van descubriendo que Dios no es solo de los que
se acercan a él cargados de méritos. Antes que a ellos, escucha a quienes le
piden compasión porque se sienten pecadores sin remedio. Según Jesús, Dios anda
siempre buscando a los que viven perdidos. Por eso se siente tan amigo de
pecadores. Por eso les dice que él "ha venido a buscar y salvar lo que
estaba perdido".
José Pagola
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar,
no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van
a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que
necesitáis antes de pedírselo.
»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en
los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así
en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos
nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos
dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los
hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras
ofensas».
(Mt 6,7-15)
Comentario
Hoy, Jesús nos propone un ideal grande y difícil: el
perdón de las ofensas. Y establece una medida muy razonable: la nuestra: «Si
vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros
vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro
Padre perdonará vuestras ofensas» (Mt 6,14-15). En otro lugar había mostrado la
regla de oro de la convivencia humana: «Tratad a los demás como queráis que
ellos os traten a vosotros» (Mt 7,12).
Queremos que Dios nos perdone y que los demás también lo
hagan; pero nosotros nos resistimos a hacerlo. Cuesta pedir perdón; pero darlo
todavía cuesta más. Si fuéramos humildes de veras, no nos sería tan difícil;
pero el orgullo nos lo hace trabajoso. Por eso podemos establecer la siguiente
ecuación: a mayor humildad, mayor facilidad; a mayor orgullo, mayor dificultad.
Esto te dará una pista para conocer tu grado de humildad.
Acabada la guerra civil española (año 1939), unos
sacerdotes excautivos celebraron una Misa de acción de gracias en la iglesia de
Els Omells. El celebrante, tras las palabras del Padrenuestro «perdona nuestras
ofensas», se quedó parado y no podía continuar. No se veía con ánimos de
perdonar a quienes les habían hecho padecer tanto allí mismo en un campo de
trabajos forzados. Pasados unos instantes, en medio de un silencio que se podía
cortar, retomó la oración: «así como nosotros perdonamos a los que nos
ofenden». Después se preguntaron cuál había sido la mejor homilía. Todos
estuvieron de acuerdo: la del silencio del celebrante cuando rezaba el
Padrenuestro. Cuesta, pero es posible con la ayuda del Señor.
Además, el perdón que Dios nos da es total, llega hasta
el olvido. Marginamos muy pronto los favores, pero las ofensas... Si los
matrimonios las supieran olvidar, se evitarían y se podrían solucionar muchos
dramas familiares.
Que la Madre de misericordia nos ayude a comprender a los
otros y a perdonarlos generosamente.
Rev. D. Joan MARQUÉS i Suriñach (Vilamarí, Girona,
España)
Santoral Católico:
San Luis Gonzaga
Religioso
Ferrante Gonzaga, marqués de Castiglione delle Stiviere y
hermano del duque de Mantua, hubiera querido que su primogénito Luis, que nació
el 9 de marzo de 1568, siguiera sus huellas de soldado y comandante en el
ejército imperial. A los cinco años, Luis vestía ya una pequeña coraza, con
casco y penacho y cinturón con espada, y jugueteaba detrás del ejército
paterno, aprendiendo de los rudos soldados el uso de las armas y su colorido
vocabulario. Un día aprovechó la distracción de un centinela y le prendió fuego
a la pólvora de un pequeño trozo de artillería. Quedó desmayado más no
asustado. Pero ese niño le daría fama a la familia de los Gonzaga, pero con
otras armas. Lo enviaron a Florencia como paje del gran duque de Toscana, pero a
los diez años le imprimió a su vida una dirección muy precisa, haciendo voto de
perpetua virginidad.
Un viaje a España, en donde vivió unos dos años como paje
del Infante Don Diego, le sirvió para dedicarse al estudio de la filosofía en
la universidad de Alcalá de Henares y a la lectura de libros devotos, como el
Compendio de la doctrina espiritual de Fray Luis de Granada. A los doce años,
después de haber recibido la primera Comunión de manos de San Carlos Borromeo,
resolvió entrar en la Compañía de Jesús. Pero necesitó otros dos años para
vencer la oposición del padre, que lo envió a los cortes de Ferrara, Parma y
Turín. "Hasta los príncipes -escribirá más tarde- son ceniza como los
pobres: tal vez cenizas más fétidas".
Para que su alma se perfumara con las virtudes
cristianas, Luis renunció al título y a la herencia paterna, y a los catorce
años entró al noviciado romano de la Compañía de Jesús, bajo la dirección de
San Roberto Belarmino. Olvidó totalmente su origen noble y escogió para si los
encargos más humildes, dedicándose al servicio de los enfermos, sobre todo
durante la epidemia de peste que afligió a Roma en 1590. Quedó contagiado
probablemente par un acto de piedad: había encontrado en la calle a un enfermo
y, sin pensarlo dos veces, se lo echó a la espalda y lo llevó al hospital en
donde prestaba sus servicios.
Murió a los 23 años, en el día que él había anunciado:
era el 21 de junio de 1591. El cuerpo de San Luis, patrono de la juventud, se
encuentra en Roma, en la iglesia de San Ignacio. Este santo, víctima de cierta
hagiografía amanerada, a pesar de las apariencias, era de un temperamento
fuerte. Las duras penitencias a las que se sometió son el signo de una
determinación no común hacia una meta que se había fijado desde su infancia
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
“Este Divino Corazón
os hará que experimentéis
los efectos de su generosa mano,
si confiáis plenamente
en su amorosa bondad”
Santa Margarita María de Alacoque
Tema del día:
La confesión desde Dios
A veces vemos el sacramento de la Penitencia como un
hecho humano, algo que entra en el ámbito de lo que decidimos libremente.
El mecanismo es sencillo. Hemos pecado y lo reconocemos.
Sentimos o buscamos sentir un poco de arrepentimiento. Vamos a una iglesia.
Encontramos a un sacerdote disponible. Nos confesamos con mayor o menor dolor
por los pecados. Recibimos palabras de consejo y luego la absolución. Cumplimos
la penitencia. Después, volvemos a la vida de siempre.
Pero en la confesión, vivida realmente como lo que es, un
sacramento, la parte principal corre a cargo de Dios. Es Dios quien ilumina
nuestra conciencia para que veamos el pecado cometido. Es Dios quien mueve el
corazón para sentir realmente pena por el mal realizado. Es Dios quien escogió
a un hombre para ser sacerdote. Es Dios quien me encuentra y me perdona con las
palabras “Yo te absuelvo de los pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo”.
Es Dios, en definitiva, quien está más interesado por
nuestro arrepentimiento. Somos sus hijos. Él es Padre. Y un Padre no puede
sentir indiferencia cuando ve al hijo enfermo, caído, manchado por pecados que
lo alejan de la Casa paterna, que lo separan de los hermanos, que lo debilitan
en su pertenencia a la Iglesia.
Por eso Dios mueve cielos y tierras para renovar los
corazones, para atraer al lejano, para curar al enfermo, para rescatar al
pecador. No descansa mientras la oveja siga lejos, porque le interesa mucho la
vida de cada hijo.
¿No nos creó por Amor? ¿No nos adoptó un día como hijos
con las aguas del bautismo? ¿No ha mantenido su fidelidad en tantas situaciones
de la propia historia? Dios no puede dejarnos a nuestra suerte. Por eso siente
una alegría inmensa cuando acogemos la misericordia y nos dejamos curar por el
Médico que vino para sacar a los hombres del pecado.
Nos lo recordó Cristo: “Os digo que, de igual modo, habrá
más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos
que no tengan necesidad de conversión” (Lc 15,7).
Cada confesión, vista desde Dios, es una fiesta inmensa.
Ha triunfado el Amor sobre el pecado. El hijo ha sido rescatado. El Padre de
los cielos goza, porque ha logrado la victoria que más desea: la que atrae
hacia sí a un bautizado desde la misericordia conseguida a través de la muerte y
la resurrección de su Hijo, Jesucristo.
P. Fernando Pascual LC
Pensamientos sanadores
Entrega a Dios tu miedo a las pérdidas
No le tengas miedo a los tiempos de pérdida y de
desierto. En algunos momentos de la vida, el mismo Señor te guiará hacia el desierto
e incluso te despojará de todo aquello que te impide depender solamente de él.
A diferencia de la dependencia que ponemos en las cosas y en las personas, la
dependencia de Dios no te hará esclavo, sino que te guiará a la verdadera
libertad a fin que encontrándote a ti mismo puedas vivir esta vida con serena
confianza y gozosa entrega.
Haré brotar ríos en
las cumbres desiertas y manantiales en medio de los valles; convertiré el
desierto en estanques, la tierra árida en vertientes de agua. Pondré en el
desierto cedros, acacias, mirtos y olivos silvestres; plantaré en la estepa
cipreses, junto con olmos y pinos, para que ellos vean y reconozcan, para que
reflexionen y comprendan de una vez que la mano del Señor ha hecho esto, que el
Santo de Israel lo ha creado. Isaías 41, 18-20.
Junio, mes del Corazón de
Jesús
Día 21. La mortificación
Es el mandato de Jesús. Mandato duro para los cristianos
débiles y demasiado apegados a las propias comodidades. Mandato suave y dulce
para aquellas almas que sienten la belleza de la perfección, gustan las
dulzuras íntimas de la vida cristiana. "Quien quiera seguirme, debe
renunciar a sí mismo".
Para seguirle, para ser verdaderos cristianos, debemos
corregir nuestros defectos, mortificar nuestras pasiones y nuestros sentidos.
El primer médico de nosotros somos nosotros mismos.
Para conocerte bien debes hacer el examen de conciencia
cada día, cuando estás libre de ocupaciones materiales.
¿Cómo regulas tus pasiones? ¿Reina en tu corazón la
soberbia, la avaricia, la cólera, la indiferencia en hacer el bien, la envidia
del bien ajeno? Bajo la excusa de la prudencia, ¿no escondes, quizá el respeto
humano? ¿Cómo mortificas tus sentidos?
Fuente: Web Católico de Javier
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las
familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por: Roxana, de Piura, Perú, que tiene 37
años de edad, hace dos años fue tratada y superó un cáncer de mama y ahora está
embarazada de 7 meses por lo que rogamos a la Santísima Virgen que la proteja
para que el embarazo llegue a feliz término y el cáncer esté definitivamente
vencido. De la misma ciudad, pedimos también por Manolo, de 41 años, enfermo de
diabetes y poco cuidadoso con su salud y con problemas económicos. Tiene además
a la mamá enferma de parkinson y con un proceso demencial. Pedimos a Jesús, el
Buen Pastor, que cuide con amor a estas personas y sobre todo que Manolo tome
conciencia de su enfermedad y esté más atento al tratamiento de la misma. Que
Dios bendiga a esta familia.
Pedimos oración por un joven de 17 años, muy fervoroso y
con un amor grande a Nuestro Señor Jesucristo, su nombre es Taylor W. y está
sufriendo grandemente pues su médula no está produciendo sangre y ahora está
siendo sometido a un tratamiento de 4 días en el hospital, en el que se espera
que la médula reaccione y empiece a producir sangre de nuevo. Pedimos por él
para que la fe de sus fieles hermanos en el amor grandioso de nuestros Señor
ayude a que esta enfermedad sea superada, y Taylor pueda vivir para seguir
sirviendo al Jesús. Él vive en el pueblo de Kapa’a en la Isla de Kauai, en las
Islas de Hawai.
Pedimos oración por José Alfredo, de Perú, al que le
detectaron un tumor en un ojo. Lo encomendamos al Señor, por la intercesión de
Santa Lucía, patrona de la vista, confiando que Él habrá de permitir su cura.
Pedimos oración por Nancy C., de Bogotá, Colombia, operada
recientemente de un tumor cerebral. De acuerdo a lo manifestado por su esposo,
se encuentra ya en casa en franca recuperación, gracias a la Acción Divina de
nuestro Señor Jesucristo, y por la intercesión de nuestra Madre la Virgen
Santísima. Sólo que al extraérsele el tumor ha quedado con algunas deficiencias
de orden motriz, para lo cual le han ordenado una serie de fisioterapias, que
muy seguramente le harán el bien que todos esperamos. Oramos, para que el Señor
Jesús siga actuando con su Divina Mano Sanadora sobre Nancy, y que la Virgen
continúe intercediendo en su excelente y efectiva recuperación.
Pedimos oración por Andrea R., de Bogotá, Colombia, que
en estos días se define la aceptación o no de su trabajo de tesis para poder
graduarse en el presente año, para que Cristo nuestro Señor la ilumine y le
permita superar todas las dificultades y obstáculos y llegar a la meta tan
ansiada.
Pedimos oración por Lalín, un joven padre y esposo que
vive en la ciudad de Santiago, República Dominicana, que ha sufrido un
accidente automovilístico y se encuentra grave con múltiples lesiones. Que el
Señor Misericordioso le conceda la gracia de poder recuperarse.
Pedimos oración por Maru Z., de México, que tuvo un
infarto masivo y está en terapia intensiva; por Adriana, de México, con
sucesivos problemas de salud y también económicos; y por Andrea Alessandra, de
Perú, que sufre una fuerte depresión. Invocamos la intercesión de nuestra
Madre, la Santísima Virgen, para que Jesús atienda las necesidades de estas
personas y les conceda lo mejor para cada una.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
"Intimidad Divina"
Humilde de corazón
San Pablo ha compuesto el himno más bello a la humildad
de Cristo: “Siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a
Dios; sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo, haciéndose
semejante a los hombres, y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a
sí mismo, obedeciendo hasta la muerte” (Flp 2, 6-8). Nada más profundo se puede
decir de Jesús “humilde de corazón”. El Apóstol ha tocado la esencia de ese
misterio: ante todo su anonadamiento, el despojarse del resplandor externo de
su majestad infinita para ponerse al nivel del hombre, el esconder su divinidad
bajo el velo de la carne para aparecer hombre como los demás hombres. Luego su
anonadamiento en cuanto hombre: pobre entre los pobres, “hijo del carpintero”
(Mt 13, 55) y él mismo humilde artesano venido “no para ser servido sino para
servir” (Mt 20, 28); lleva su servicio hasta dar la vida para el rescate de los
hombres, y su anonadamiento hasta la muerte ignominiosa de la cruz. La humildad
del hombre es un juego de niños frente a la humildad del Hijo de Dios. El
hombre es pequeñísimo en su comparación: débil, mísero, pobre, limitado,
pecador; y sin embargo es tan inclinado al orgullo y tan incapaz de verdadera
humildad. Tiene grandísima necesidad de que Jesús le anime con su ejemplo:
“aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29).
Jesús es esencialmente humilde porque reconoce y vive
plenamente su dependencia del Padre. En cuanto Verbo es igual en todo y
coeterno al Padre, pero siendo misteriosamente engendrado por él, vive de la
vida que el Padre le comunica: de él le viene todo con un gozo infinito. En
cuanto Verbo encarnado, recibe del Padre la vida temporal y la naturaleza
humana que asume únicamente para inmolarla según la voluntad del Padre. “He
aquí que vengo… a hacer, oh Dios, tu voluntad” (He 10, 5-7). Es la actitud
constante de toda la vida de Cristo. Lo demuestran sus primeras palabras
registradas en el Evangelio: “¿No sabéis que yo debía estar en las cosas de mi
Padre?” (Lc 2, 49). Toda su vida está al servicio del Padre: su misión es hacer
conocer y amar al Padre y hacer triunfar su doctrina, la ley y la voluntad del
Padre. “Yo vivo por el Padre. Mi doctrina no es mía sino del que me ha enviado.
No hago nada por mi propia cuenta, sino que os hablo lo que el Padre me ha
enseñado. El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado”.
La humildad esencial de Cristo, fundada sobre su total dependencia del Padre,
lo pone enteramente a su servicio y por ende, ya que esta es la voluntad del
Padre, al servicio de los hombres.
El hombre no es humilde porque no percibe plenamente su
total dependencia de Dios, y si está convencido de ello en teoría, no lo está
en la práctica, sustrayéndose de continuo en más o en menos al servicio de Dios
para servirse a sí mismo, a su orgullo y a su amor propio. En consecuencia no
sabe practicar el servicio humilde a los hermanos, sino que se deja llevar
demasiadas veces por derechos presuntos, intereses y causas personales, no sin
menoscabo de los demás. Por eso San Pablo, mostrando la humildad de Cristo,
dice: “Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad,
considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo” (Flp 2, 3).
Oh Jesús divino,
que te has olvidado de ti hasta aceptar ser humillado y despreciado por todos,
ser juzgado y condenado por los hombres y morir vergonzosamente en una cruz,
¿cómo puedo yo, que quiero ser tu discípulo y que he prometido seguirte, tener
una conducta tan diferente y aun opuesta a la tuya, ocuparme sólo de mí mismo y
buscarme en todas mis acciones? ¿Cómo puedo ser tan susceptible, tan celoso y
tan incapaz de soportar los pequeños defectos ajenos cuando estoy yo mismo
lleno de ellos? ¡Que me avergüence, Dios mío, de estar tan lejos de ti y de
vivir de una manera tan poco conforme con tu doctrina y tus ejemplos!
Concédeme, oh Jesús, por intercesión de la santa Virgen María, tan humilde y
pequeña a sus ojos, no buscarme en nada, aceptarlo todo con humildad y caridad,
olvidarme de mí, no hablar nunca de mí mismo, no ocuparme más de mí, no dar
importancia a lo que se puede pensar o decir de mí y poner en ti solo toda mi
confianza, buscando agradarte en todo, no preocupándome de los juicios de los
hombres y acallando en mí todos los pensamientos contrarios a la caridad y a la
humildad cristiana. (A. Chevrier, L’esprit et les vertus)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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