PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 9 - Número 2322 ~ Domingo
30 de Marzo de 2014
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Es ciego de nacimiento. Ni él ni sus padres tienen culpa
alguna, pero su destino quedará marcado para siempre. La gente lo mira como un
pecador castigado por Dios. Los discípulos de Jesús le preguntan si el pecado
es del ciego o de sus padres. Jesús lo mira de manera diferente. Desde que lo
ha visto, solo piensa en rescatarlo de aquella vida desgraciada de mendigo,
despreciado por todos como pecador. Él se siente llamado por Dios a defender,
acoger y curar precisamente a los que viven excluidos y humillados.
Después de una curación trabajosa en la que también él ha
tenido que colaborar con Jesús, el ciego descubre por vez primera la luz. El
encuentro con Jesús ha cambiado su vida. Por fin podrá disfrutar de una vida
digna, sin temor a avergonzarse ante nadie. Se equivoca. Los dirigentes
religiosos se sienten obligados a controlar la pureza de la religión. Ellos
saben quién no es pecador y quién está en pecado. Ellos decidirán si puede ser
aceptado en la comunidad religiosa.
Así es Jesús. Él viene siempre al encuentro de aquellos
que no son acogidos oficialmente por la religión. No abandona a quienes lo
buscan y lo aman aunque sean excluidos de las comunidades e instituciones
religiosas. Los que no tienen sitio en nuestras iglesias tienen un lugar
privilegiado en su corazón.
¿Quién llevará hoy este mensaje de Jesús hasta esos
colectivos que, en cualquier momento, escuchan condenas públicas injustas de
dirigentes religiosos ciegos; que se acercan a las celebraciones cristianas con
temor a ser reconocidos; que no pueden comulgar con paz en nuestras
eucaristías; que se ven obligados a vivir su fe en Jesús en el silencio de su
corazón, casi de manera secreta y clandestina? Amigos y amigas desconocidos, no
lo olvidéis: cuando los cristianos os rechazamos, Jesús os está acogiendo. P. José Antonio Pagola
¡Buenos días!
¡Vendrá la paz!
A la obra
gigantesca de la paz mundial, tú puedes aportar tu sonrisa, la paz de tu propio
corazón, porque quien está en paz consigo mismo, la irradia a su alrededor, a
la familia, al círculo de amigos, al entorno de su trabajo cotidiano. Además,
trata de evitar toda intolerancia y discriminación. Ahí tienes un programa,
simple y fácil, para ser un constructor eficaz de la paz.
Si tú crees que una sonrisa es más fuerte que
un arma; si tú crees que lo que une a los hombres es más fuerte que lo que los
separa; si tú crees en el poder de una mano extendida; si tú crees que ser
diferente es una riqueza y no un peligro, entonces... ¡Vendrá la paz!
Si tú sabes mirar al otro con un poquito de amor;
si tú sabes preferir la esperanza a la sospecha; si tú estás persuadido que te
corresponde tomar la iniciativa antes que el otro; si todavía la mirada de un
niño llega a desarmar tu corazón, entonces... ¡Vendrá la paz!
Juan Pablo II,
que nos visitó dos veces, dijo: “Los creyentes de todas las religiones, junto
con los hombres de buena voluntad, abandonando cualquier forma de intolerancia
y discriminación, están llamados a construir la paz”. Bueno, hoy puedes
practicar una idea genial y fácil de Madre Teresa de Calcuta: “La paz comienza
con una sonrisa”.
Padre Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de
nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus
padres, para que haya nacido ciego?». Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus
padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Tenemos que
trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche,
cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo».
Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro
los ojos del ciego y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere
decir Enviado). Él fue, se lavó y volvió ya viendo.
Los vecinos y los que solían verle antes, pues era
mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?». Unos decían:
«Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece». Pero él decía:
«Soy yo». Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?». Él
respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me
dijo: ‘Vete a Siloé y lávate’. Yo fui, me lavé y vi». Ellos le dijeron: «¿Dónde
está ése?». El respondió: «No lo sé».
Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego. Pero
era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a
su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: «Me puso
barro sobre los ojos, me lavé y veo». Algunos fariseos decían: «Este hombre no
viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un
pecador realizar semejantes señales?». Y había disensión entre ellos. Entonces
le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de Él, ya que te ha abierto los
ojos?». Él respondió: «Que es un profeta».
No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido
ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les
preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues,
ve ahora?». Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que éste es nuestro hijo
y que nació ciego. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto
los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de
sí mismo». Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se
habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara
excluido de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo
a él».
Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido
ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un
pecador». Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era
ciego y ahora veo». Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los
ojos?». Él replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué
queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos
suyos?». Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese
hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le
habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es». El hombre les respondió: «Eso es
lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los
ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y
cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya
abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no
podría hacer nada». Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y
nos da lecciones a nosotros?». Y le echaron fuera.
Jesús se enteró de que le habían echado fuera y,
encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». El
respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». Jesús le dijo: «Le has
visto; el que está hablando contigo, ése es». Él entonces dijo: «Creo, Señor».
Y se postró ante Él. Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para
que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos». Algunos fariseos
que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos
ciegos?». Jesús les respondió: «Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero,
como decís: ‘Vemos’ vuestro pecado permanece». (Jn 9,1-41)
Comentario
Hoy, cuarto domingo de Cuaresma —llamado domingo
“alegraos”— toda la liturgia nos invita a experimentar una alegría profunda, un
gran gozo por la proximidad de la Pascua.
Jesús fue causa de una gran alegría para aquel ciego de
nacimiento a quien otorgó la vista corporal y la luz espiritual. El ciego creyó
y recibió la luz de Cristo. En cambio, aquellos fariseos, que se creían en la
sabiduría y en la luz, permanecieron ciegos por su dureza de corazón y por su
pecado. De hecho, «No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego,
hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista» (Jn 9,18).
¡Cuán necesaria nos es la luz de Cristo para ver la
realidad en su verdadera dimensión! Sin la luz de la fe seríamos prácticamente
ciegos. Nosotros hemos recibido la luz de Jesucristo y hace falta que toda
nuestra vida sea iluminada por esta luz. Más aun, esta luz ha de resplandecer
en la santidad de la vida para que atraiga a muchos que todavía la desconocen.
Todo eso supone conversión y crecimiento en la caridad. Especialmente en este tiempo
de Cuaresma y en esta última etapa. San León Magno nos exhorta: «Si bien todo
tiempo es bueno para ejercitarse en la virtud de la caridad, estos días de
Cuaresma nos invitan a hacerlo de manera más urgente».
Sólo una cosa nos puede apartar de la luz y de la alegría
que nos da Jesucristo, y esta cosa es el pecado, el querer vivir lejos de la
luz del Señor. Desgraciadamente, muchos —a veces nosotros mismos— nos
adentramos en este camino tenebroso y perdemos la luz y la paz. San Agustín,
partiendo de su propia experiencia, afirmaba que no hay nada más infeliz que la
felicidad de aquellos que pecan.
La Pascua está cerca y el Señor quiere comunicarnos toda
la alegría de la Resurrección. Dispongámonos para acogerla y celebrarla. «Vete,
lávate» (Jn 9,7), nos dice Jesús… ¡A lavarnos en las aguas purificadoras del
sacramento de la Penitencia! Ahí encontraremos la luz y la alegría, y
realizaremos la mejor preparación para la Pascua.
Rev. D. Joan Ant. MATEO i García (La Fuliola, Lleida,
España)
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“Es muy significativo que Jesús pronuncie las palabras: ‘Gratis lo recibisteis; dadlo gratis’,
precisamente antes de enviar a los apóstoles a difundir el Evangelio de la
salvación, el primero y principal don que Él ha dado a la humanidad. Él quiere
que su Reino, ya cercano (cf. Mt 10, 5ss), se propague mediante gestos de amor
gratuito por parte de sus discípulos. Así hicieron los apóstoles en el comienzo
del cristianismo, y quienes los encontraban, los reconocían como portadores de
un mensaje más grande de ellos mismos. Como entonces, también hoy el bien
realizado por los creyentes se convierte en un signo y, con frecuencia, en una
invitación a creer. También cuando el cristiano se hace cargo de las
necesidades del prójimo, nunca se trata de una ayuda meramente material. Es
también anuncio del Reino, que comunica el pleno sentido de la vida, de la
esperanza, del amor”.
Beato Juan Pablo II
Cuaresma:
Reflexión para cada día
Domingo cuarto de
Cuaresma
“Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo” (Lc15)
Cada vez que celebramos unas exequias en mi parroquia me
gusta sugerir al coro que, al recibir el cuerpo sin vida de aquel ser querido,
se entone uno de los cantos que mejor armoniza con el Evangelio del hijo
pródigo: “Hoy vuelvo de lejos”.
Es un canto que centraliza perfectamente lo que se vive
en ese momento pues regresamos, quien quiera que seamos, de ese largo viaje
emprendido y pateado palmo a palmo en la tierra con diversas actitudes, a la
casa del Padre:
Aquél que ha llevado, por diversas circunstancias, una
vida tortuosa y alejada de Dios, es recibido en la casa de Dios para que lo acoja con lo que más a Dios gusta emplear:
su misericordia
Aquél otro que gastó inútilmente sus talentos se pone de
rodillas en el cenit de su vida, esperando
lo que sólo Dios es capaz de dar con creces: olvido de sus pecados
por no haber estado a altura de las
circunstancias, por haber sido un cántaro agrietado en su vida loca y suelta.
Aquél otro que intentó cumplir con unos mínimos o
pensando que había trabajado al cien por cien con su cometido de hijo… es
puesto a los pies de la cruz para que Dios perdone también su orgullo, soberbia
o su egocentrismo.
Es la figura del PADRE la que, tal vez, no resuena con
excesiva fuerza en muchos momentos de nuestra vida.
- Cuando nos sentimos dueños y señores de lo que
acontece.
- Al pensar que es más fácil vivir sin referencia a Él y
nos perdemos en una huida sin ton ni son con mucho ruido, errantes, pesarosos y
sin horizonte.
- Si creemos que el destino depende exclusivamente de los
hilos humanos y nos revelamos cuando, ese mismo destino, nos devuelve mil y una
bofetadas cruentas en el rostro de la felicidad que profesábamos.
Es la figura del PADRE la que, tal vez, tiene vigencia
especial:
- Cuando en el atardecer de nuestras locuras sentimos que
una vida sin Dios son años sin vida.
- Al rebobinar la película de nuestras correrías y ver
las secuencias que nos han producido cicatrices y soledades, lágrimas y
sufrimientos, desgarro y hasta divorcio con nuestra propia dignidad humana
- Cuando echamos una mirada atrás y vemos humear la casa
del Padre donde Él sigue esperando, cociendo y tostando en el horno de su
misericordia el pan del perdón y de la generosidad, del encuentro deseado o de
unas faltas que (para el Padre) nunca existieron en el hijo.
- Cuando en el roce con el engranaje del mundo somos
testigos de ingratitudes y de menosprecios y echamos en falta las caricias de
la casa paterna, la palabra oportuna, el consejo certero o el abrazo de
consuelo.
- Cuando nos sentimos incomprendidos por aquellos de los
cuales esperábamos tanto y nos dejaron enterrados, crucificados con el recuento
y el recuerdo de nuestros defectos.
Siempre pensamos que la felicidad la podemos alcanzar
fuera, más que dentro de nuestra propia casa. No somos unos impuros y otros
puros ni, otros, plantas venenosas y otros plantas perfumadas. Eso sí… Dios a
todos trata por igual. ¡Qué matemática tan rara la de Dios!
Dios respeta nuestra libertad. Sufre, estoy convencido, al
sentir y contemplar a este mundo nuestro tan de espaldas a Él. Sufre Dios, pero deja que actuemos en libertad, e incluso
a pesar de que muchos hagan dentellada o lancen pedradas contra la casa del
Padre. Hoy el hombre, que escapa lejos de Dios, que vive embelesado en su
propio rigor y sistema, siente de momento pocas ganas de volver hacia atrás.
¿Qué ocurrirá cuando el capital vacíe de falsas alegrías
el corazón del hombre?
¿Qué ocurrirá cuando el hombre sienta que está arruinado
porque gastó lo que aparentemente ganó?
¿Se acostumbrará el ser humano a cambiar el traje de
señor por el de esclavo?
Esta tierra nuestra, será hija pródiga, el día en que le
fallen sus esquemas, en el instante en que explote su arrogancia. Tarde o
temprano su pensamiento será ocupado por lo que perdió y, cuando estuvo lejos,
valoró, añoró y gritó: DIOS
La cuaresma es un buen “buscador” para encontrar esas
sendas de vuelta atrás para encontrar los caminos que van derechos a la casa
donde se vive más y mejor: la casa del Padre
P. Javier Leoz
Nuevo video
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Nunca olvidemos agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde Guatemala, María
Victoria M. eleva una plegaria de acción de gracias a Dios y también
retribuye todas las oraciones que se hicieron por su salud, ya que la biopsia
que le practicaron hace unos días ha dado resultados negativos. Está sana.
Desde Pachuca, México, agradecen a Dios y a los que
rezaron por Lezly F., a quien
operaron de un tumor en la cabeza. Ella se encuentra ya en su domicilio, se va
recuperando y está optimista. Damos gracias a Dios…
Un estímulo todos los días
Marzo 30
Si sabemos dar amor sincero y generoso, siempre habrá
alguien cerca para darnos una mano y no nos sentiremos abandonados. Es cierto
que los seres humanos muchas veces fallan. Pero no les pidamos perfección,
porque no son Dios. Ellos son pobres y débiles criaturas. Su amor es imperfecto
y frágil, pero eso no significa que sea falso o que no exista. Siempre habrá
alguien que nos auxiliará si se lo pedimos, porque la comunidad cristiana
también es como una madre.
Por eso, hay que descubrir que el miedo a la soledad es
tonto. Es cierto que nos quedaremos solos si elegimos el resentimiento y el
egoísmo. También nos quedaremos solos si estamos eligiendo quién queremos que
esté a nuestro lado, si queremos decidir quién debe acompañarnos y quién no, o
si sólo aceptamos personas bellas, agradables, perfectas. Pero si nuestro
corazón es libre y abierto, no hay por qué temer a la soledad. La amistad del
Señor no nos faltará y su presencia de amor es más real que las paredes, que
los árboles y que nuestro propio cuerpo. Él está y siempre habrá algún ser
humano que sea instrumento de su amor, que nos brinde una ayuda y un momento de
compañía. Pero es bueno pedirle al Señor que sane nuestro temor a la soledad y
que abra nuestros ojos para reconocer su presencia preciosa y constante.
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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