PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 9 - Número 2311 ~
Miércoles 19 de Marzo de 2014
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Hoy celebramos a San José, Patrono Universal de la
Iglesia, y Patrono también de “Pequeñas Semillitas”.
A San José, Dios le encomendó la inmensa responsabilidad
y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia.
Es por eso el santo que más cerca está de Jesús y de la Santísima Virgen María.
Nuestro Señor fue llamado "hijo de José"
San José fue un hombre manso, silencioso, sumiso a la
voluntad del Altísimo. Ejemplo de padre, de esposo, de trabajador. Modelo para
todos…
San José ¡Ruega por nosotros!
¡Buenos días!
Solo tenían una fruta
La humildad lleva
al hombre a ubicarse con verdad ante Dios, nuestro creador. Él ve los corazones
y conoce nuestros sentimientos. Dice Dios (Is. 66, 2): “En ése tengo puestos
mis ojos, en el humilde y abatido, en el que se estremece ante mis palabras”.
La humildad va de la mano con el santo temor de Dios.
Una vez tres hombres se perdieron en la
montaña. Casi desfallecían de hambre y solamente quedaba una fruta. Apareció
entonces Dios y les dijo que probaría su sabiduría. Les preguntó qué podían
pedirle para arreglar el problema de alimento. Uno dijo: "Pues, haz
aparecer más comida". Dios contestó que no se debe pedir soluciones
mágicas: hay que trabajar con lo que se tiene. Dijo otro: "Haz que la
fruta crezca para que sea suficiente". La solución no está en pedir
multiplicación de lo que se tiene, pues los hombres nunca quedarían
satisfechos. El tercero dijo: "Mi buen Dios, aunque tenemos hambre y somos
orgullosos, haznos pequeños para que la fruta nos alcance". Dios dijo:
"Has contestado bien, pues cuando el hombre se hace humilde y pequeño ante
mis ojos, verá la prosperidad".
Seremos felices
cuando aprendamos que la forma de pedir a Dios es reconocernos débiles, y ser
humildes dejando de lado nuestro orgullo. Y veremos que, al empequeñecernos en
lujos y ser mansos de corazón, baja a nosotros la prosperidad del Señor que
escucha nuestra oración. Pídele a Dios que te haga pequeño... ¡Haz la
prueba!
Padre Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que
nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su
madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos
ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como
era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le
apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a
María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz
un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus
pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había
mandado. (Mt
1,16.18-21.24a)
Comentario
Hoy, celebra la Iglesia la solemnidad de San José, el
esposo de María. Es como un paréntesis alegre dentro de la austeridad de la
Cuaresma. Pero la alegría de esta fiesta no es un obstáculo para continuar
avanzando en el camino de conversión, propio del tiempo cuaresmal.
Bueno es aquel que, elevando su mirada, hace esfuerzos
para que la propia vida se acomode al plan de Dios. Y es bueno aquel que,
mirando a los otros, procura interpretar siempre en buen sentido todas las
acciones que realizan y salvar la buena fama. En los dos aspectos de bondad, se
nos presenta a San José en el Evangelio de hoy.
Dios tiene sobre cada uno de nosotros un plan de amor, ya
que «Dios es amor» (1Jn 4,8). Pero la dureza de la vida hace que algunas veces
no lo sepamos descubrir. Lógicamente, nos quejamos y nos resistimos a aceptar
las cruces.
No le debió ser fácil a San José ver que María «antes de
empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo»
(Mt 1,18). Se había propuesto deshacer el acuerdo matrimonial, pero «en
secreto» (Mt 1,19). Y a la vez, «cuando el Ángel del Señor se le apareció en
sueños» (Mt 1,20), revelándole que él tenía que ser el padre legal del Niño, lo
aceptó inmediatamente «y tomó consigo a su mujer» (Mt 1,24).
La Cuaresma es una buena ocasión para descubrir qué
espera Dios de nosotros, y reforzar nuestro deseo de llevarlo a la práctica.
Pidamos al buen Dios «por intercesión del Esposo de María», como diremos en la
colecta de la misa, que avancemos en nuestro camino de conversión imitando a
San José en la aceptación de la voluntad de Dios y en el ejercicio de la
caridad con el prójimo. A la vez, tengamos presente que «toda la Iglesia santa
está endeudada con la Virgen Madre, ya que por Ella recibió a Cristo, así
también, después de Ella, San José es el más digno de nuestro agradecimiento y
reverencia» (San Bernardino de Siena).
Mons. Ramon MALLA i Call Obispo Emérito de Lleida
(Lleida, España)
Santoral Católico:
San José
Esposo de la Virgen María
Solemnidad de san José, esposo de la bienaventurada
Virgen María, varón justo, nacido de la estirpe de David, que hizo las veces de
padre al Hijo de Dios, Cristo Jesús, el cual quiso ser llamado hijo de José y
le estuvo sujeto como un hijo a su padre. La Iglesia lo venera con especial
honor como patrón, a quien el Señor constituyó sobre su familia.
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“Que San José, santo tan grande y tan humilde, sea
ejemplo en el que se inspiren los trabajadores cristianos, invocándolo en todas
las circunstancias… Que san José, patrono universal de la Iglesia, vele sobre
toda la comunidad eclesial y, dado que era hombre de paz, obtenga para la
humanidad entera, especialmente para los pueblos amenazados en estas horas por
la guerra, el valioso don de la concordia y de la paz”.
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
Nos hablas José
Con tu silencio como respuesta
y con tus pisadas, suaves y humildes,
nos muestras el camino de la fe.
Con tu silencio, obediente y puro,
hablas, más que con palabras,
con tus propias obras.
¡Sí; José!
Acercarse a tu pecho es sentir el rumor de Dios,
saber que, en la soledad y en la prueba,
es donde se demuestra la grandeza que presumimos,
la verdad o la mentira de lo que somos.
Nadie como Tú, José, habló tanto en imperceptibles
palabras:
Tu vida fue un canto a la obediencia.
Tu caminar se convirtió en letra impresa.
Tu sendero marcó un antes y un después
para los que, como Tú, queremos seguir dejando huella.
¡Nos hablas, José!
Desde la bondad frente a tanto odio.
Desde la fe ante las dudas que nos rodean.
Desde el silencio cuando el ruido nos atenaza.
Desde la responsabilidad cuando caemos
bajo el peso de nuestras fragilidades.
¡Nos hablas, José!
En sueños que, mirando al cielo,
se convierten en destellos divinos.
En sueños que, mirando a la tierra,
nos empujan a ser decididamente rectos.
En sueños que, en las noches oscuras,
disipan preocupaciones y horas amargas.
¡Nos hablas, José!
Sin elocuencia pero con la verdad de tu vida.
Sin ruido pero con la decisión de tu cayado.
Sin, subidas o bajadas de ángeles,
pero con los pies en la tierra.
Sin riqueza en tu hogar ni monedas en tu túnica,
pero con el tesoro inmenso de tu fe sin límites.
¡Sí! ¡Así nos hablas, José!
Toda tu vida es páginas por escribir,
de alguien que ya habló con su propia existencia.
Amén.
P. Javier Leoz
Nuevo video y artículo
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Cuaresma:
Reflexión para cada día
Miércoles de la
segunda semana de Cuaresma
Acuérdate de cómo
estuve en tu presencia (Jeremías 18,18-20)
¿Sois capaces de
beber el cáliz que yo voy a beber? (Mt 20)
Ser capaces de beber de cáliz del Señor implica conocer
las consecuencias del apurar esa copa. Es soñar no tanto, con estar un día a la
derecha o a la izquierda de Dios, cuanto de interpelarnos en el cómo ser otros cristos aquí y ahora. La
Cuaresma, en ese sentido, es un tiempo que nos lanza diversas cuñas para
ajustar nuestra vida y, con la ayuda de ellas, ir restaurando esas grietas por
las que consciente o inconscientemente se escapa el brillo de la fe.
Apropiarnos del cáliz que nos ofrece el Señor es:
Reconocer de antemano su señorío sobre nosotros.
Pedir la humildad necesaria para postrarnos ante Él.
Cederle un lugar en el centro de nuestras acciones.
Darle gracias por su presencia en nuestra historia.
Beber el cáliz,
que nos brinda el Señor, conlleva:
Restañar la divinidad que confía con la humanidad
perdida.
Dejarse embargar por el Misterio escondido.
Escuchar para que hable la fe aunque la razón nos
despiste.
Mirar de frente a las dificultades de cada jornada.
Agarrar, el cáliz
de la mesa del Señor, exige:
Saborear y meditar aquellas Palabras que salvan.
Pedir a Dios la interpretación de las Palabras que sanan.
Poner a Jesús como confidente de nuestros fracasos.
Comunicarle
nuestras pequeñas conquistas.
Mirar el contenido
del cáliz que Jesús nos presenta:
Supone sentar a DIOS en el lugar que le corresponde.
Es descender al ser humano de la peana del poder y de la
arrogancia.
Es dejarse traspasar por la presencia y la voluntad del
Misterio.
Es hacer frente a los tragos amargos de nuestra vida.
Pretender el cáliz
que llena a rebosar Jesús con su vida es pensar que:
La Fe se fortalece al calor de Señor, del silencio y de
su Palabra.
La caridad se agiganta a la sombra de sus hechos.
La esperanza se alimenta de Aquel que siempre nos espera.
Hay que situarle en el centro de toda nuestra existencia.
Se acercó un discípulo al maestro preguntándole: “¿Qué tengo que hacer para llenarme de Dios?
Quisiera poner en orden mi vida; saber qué tengo que hacer con mis muchos
bienes materiales; cómo distribuir mi tiempo libre y mis muchas propiedades”.
Después de un gran silencio en el que el maestro escuchó las glorias que su
discípulo le contaba le contestó: “Es
imposible que te llenes de Dios cuando no hay un centímetro libre en tu corazón
para Él”
¿Seremos capaces de vaciarnos de tanto trasto inservible
que convierte nuestro corazón en un desván desfasado y desordenado para el bien?
¿Seremos tan valientes de dejar limpio el interior de nuestras personas para
poder beber, con sed de Dios y de eternidad, el cáliz de la salvación que será
alzado en la próxima Pascua?
P. Javier Leoz
Un estímulo todos los días
Marzo 19
Hoy la Iglesia celebra a San José. El Evangelio se
detiene a decir que San José “era un hombre justo” (Mt1,19). No se trataba de
un simple elogio, no era sólo destacar alguna buena acción. Era afirmar que la
justicia -la santidad- de Dios estaba reflejada en su vida.
José es la figura masculina, reflejo de la paternidad de
Dios. Es inseparable del signo femenino y materno de María, que no se
entendería adecuadamente sin José. Hay que recordarlos a los dos, juntos, como
signos de la paternidad y de la maternidad de Dios.
Por otra parte, celebrar a José es sumamente importante
para advertir hasta qué punto Jesús quiso compartir nuestras vidas. Él no quiso
vivir entre nosotros como un ser extraño, aislado de la vida de la gente.
Prefirió tener una familia, depender como todo niño y adolescente de una mujer
y de un varón, y someterse a ellos. De ese modo, también se integraba en una
familia más grande, y en su pueblo. Nada de aislamiento. Era uno más, “el hijo
del carpintero” (Mt 13,55).
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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