sábado, 22 de marzo de 2014

Pequeñas Semillitas 2314

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 9 - Número 2314 ~ Sábado 22 de Marzo de 2014
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros.
Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo.
¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu.
Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor.
El amor vence siempre. El amor es victorioso. Amén.
Thomas Merton

¡Buenos días!

Sólo escucha al optimista

Ser optimista es cultivar una visión serena de la vida que nos lleve a descubrir todo lo que hay de bueno, alegre y gratificante en medio de espinas y carencias. No pierdas el sentido de la proporción y más bien destaca todo lo positivo, porque son muchos los especializados en detectar todo lo sombrío y difícil de nuestro diario caminar.

No escuches a los mediocres que te dicen: ¡no se puede! No escuches a los cobardes que te dicen: ¡no te arriesgues! No escuches a los ociosos que te dicen: ¡no trabajes! Ni escuches al fracasado que te dice: ¡no lo intentes! Sólo escucha al optimista que te dice: ¡avanza, tú puedes! Sólo escucha a los valientes que te dicen: ¡no te rindas! Escucha al inteligente que te invita a usar la mente. Escucha a los entusiastas que te animan. Escucha a los que conocen el camino de la victoria. Encontrarás el tesoro más grande que hay en la vida: la libertad verdadera. Eres un ser total, sin fronteras, sin límites... ¡creado a imagen y semejanza de Dos!

“Los entusiastas son los triunfadores. Ellos tienen fortaleza, tienen tenacidad. El entusiasmo es la base de todo progreso. Con él se consigue crear. Sin él, todo son excusas”. El entusiasta tiene una gran confianza en Dios, que es también sana confianza en sí mismo, en los demás y en la vida. Sentimiento poderoso que disipa los fantasmas nefastos de los temores.
Padre Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, viendo que todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola. «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Y, levantándose, partió hacia su padre.
»Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.
»Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano’. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’ Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’». (Lc 15,1-3.11-32)

Comentario
Hoy vemos la misericordia, la nota distintiva de Dios Padre, en el momento en que contemplamos una Humanidad “huérfana”, porque —desmemoriada— no sabe que es hija de Dios. Cronin habla de un hijo que marchó de casa, malgastó dinero, salud, el honor de la familia... cayó en la cárcel. Poco antes de salir en libertad, escribió a su casa: si le perdonaban, que pusieran un pañuelo blanco en el manzano, tocando la vía del tren. Si lo veía, volvería a casa; si no, ya no le verían más. El día que salió, llegando, no se atrevía a mirar... ¿Habría pañuelo? «¡Abre tus ojos!... ¡mira!», le dice un compañero. Y se quedó boquiabierto: en el manzano no había un solo pañuelo blanco, sino centenares; estaba lleno de pañuelos blancos.
Nos recuerda aquel cuadro de Rembrandt en el que se ve cómo el hijo que regresa, desvalido y hambriento, es abrazado por un anciano, con dos manos diferentes: una de padre que le abraza fuerte; la otra de madre, afectuosa y dulce, le acaricia. Dios es padre y madre...
«Padre, he pecado» (cf. Lc 15,21), queremos decir también nosotros, y sentir el abrazo de Dios en el sacramento de la confesión, y participar en la fiesta de la Eucaristía: «Comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida» (Lc 15,23-24). Así, ya que «Dios nos espera —¡cada día!— como aquel padre de la parábola esperaba a su hijo pródigo» (San Josemaría), recorramos el camino con Jesús hacia el encuentro con el Padre, donde todo se aclara: «El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (Concilio Vaticano II).
El protagonista es siempre el Padre. Que el desierto de la Cuaresma nos lleve a interiorizar esta llamada a participar en la misericordia divina, ya que la vida es un ir regresando al Padre.
Rev. D. Llucià POU i Sabater (Vic, Barcelona, España)

Santoral Católico:
Santa Lea
Abadesa
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

Palabras del Papa Francisco

“Jesús, busca el corazón de las personas,
Jesús se acerca al corazón herido de las personas.
A Jesús sólo le interesa la persona,
y Dios, Jesús, quiere que la gente se acerque, que le busque
y se siente conmovido cuando la ve como oveja sin pastor” 
Papa Francisco

Cuaresma:
Reflexión para cada día
Sábado de la segunda semana de Cuaresma
           
¿Volver? ¡No gracias! Dicen algunos que marcharon con el firme propósito de ser felices sin referencia a la fe, a Dios, a la iglesia, etc.

- ¡Qué más quisiéramos los sacerdotes y agentes evangelizadores que muchos se dieran cuenta del camino equivocado!
- ¡Que Dios nos mandase un “mail” apuntando y dando pistas para encontrar el sendero hacia la casa del Padre.
- ¡Qué más quisiéramos, hombres y mujeres de a pie, dejar mucho de lo que estamos haciendo y recuperar las fuerzas que estamos malgastando y volver con ánimo redoblado a aquella casa donde se cocinaba el pan cada día, donde nos despertaba una voz recia y segura; la casa donde todos éramos hijos y hermanos porque había un Padre!

Mientras tanto… seguimos en eso; subiendo codo a codo con Cristo el camino apasionante hacia la Pascua. ¿Acaso eso no es volver?

La parábola del hijo pródigo y el testamento

La lamentable conducta de un hijo de cierta familia adinerada había hecho perder la paciencia a su padre, quien después  de pensarlo mucho y de darle cierta cantidad de dinero, permitió que se machara y se defendiera por sí mismo.

El hijo rebelde dejó la casa paterna y se hundió cada vez más en el caos, en la dejadez, y seducido por la vida cómoda. Un día, cuando se quedó totalmente sin recursos, se le ocurrió entrar de noche en la casa de su padre durante la ausencia de la familia. Su intención era forzar la caja fuerte y apoderarse de su contenido. "Al fin y al cabo -pensó él- no hago ningún mal; mi padre debería mantenerme, tomo sólo lo que me corresponde y además el día de mañana no me va a dejar nada”.

Consiguió abrir la caja fuerte y se puso a revolver lo que contenía. Un papel llamó su atención y le pareció que era el testamento de su padre. En efecto, no estaba equivocado, y con gran sorpresa vio que su nombre (a pesar de haber sido un cabeza rota e ingrato con su padre) figuraba entre los herederos y que recibiría una parte igual a la de los demás.

Ese padre a quien él ofendió tan gravemente le había tenido en cuenta cuando redactó su testamento. "Mi padre todavía me ama -se dijo él-, me reconoce como su hijo". El resultado de sus reflexiones junto a esa caja violentada fue la reconciliación con su padre y el comienzo de una vida nueva.

Siempre pensamos que la felicidad la podemos alcanzar fuera…., más que dentro de nuestra propia casa. No somos unos impuros y otros puros ni nosotros plantas venenosas y otros plantas perfumadas. Eso sí… Dios a todos trata por igual. ¡Qué matemática tan rara la de Dios!

También Dios, en esa caja fuerte que guarda en la ciudad del cielo, tiene su testamento preparado para aquellos que tal vez en más de una ocasión nos fuimos lejos de Él para, a continuación, quedarnos vacíos.

Un Dios que, aun sufriendo y llorando por un mundo que vaga perdido, no se cansa de escribir en su testamento que todos tenemos una herencia preparada: el encuentro personal y sin reproches con Él.

Un Dios que, aún a sabiendas que lejos de Él nos arruinaremos, respeta nuestra libertad para que aprendamos la siguiente lección: con Él no nos faltará nada… sin Él nos enfrentaremos a la soledad y al sin sentido.

¿Volvemos al Padre?
P. Javier Leoz

"Pequeñas Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratis y solo tienes que solicitarlas escribiendo a Rocío (moderadora de los grupos) a: peque.semillitas.3@gmail.com  con el título: “Suscripción a Pequeñas Semillitas”.

Un estímulo todos los días
Marzo 22
El miedo al fracaso nos lleva a fracasar, porque nos convierte en personas débiles, vacilantes, sin iniciativa, nos lleva a dudar permanentemente. Entonces, nuestras decisiones no son firmes y no ponemos todo nuestro ser en lo que hacemos. Así, es muy posible que las cosas no nos salgan bien. Y luego, cuando volvamos a intentarlo, tendremos más miedo e inseguridad que antes, y haremos las cosas sin decisión.
Muchas veces el miedo al fracaso viene de sentirnos inferiores a los demás. Tenemos temor a equivocarnos otra vez porque sufrimos mucho cuando los demás nos miran como fracasados. Esto es más doloroso todavía cuando estamos en competencia con una persona que no nos ama e imaginamos que se burlará de nosotros.
Pero en realidad los fracasos no deberían ser algo tan terrible. Una persona sabia es capaz de aprender de los fracasos y cada error le sirve para mejorar, para perfeccionarse, para aprender algo nuevo, para crecer. Después de un fracaso, el sabio vuelve a comenzar con más luces, sabiendo mejor lo que hay que hacer y lo que no conviene hacer. Así con el paso del tiempo desarrolla nuevas capacidades y habilidades para progresar.
Esto sucede si de verdad confiamos en el Señor, cuando caminamos y trabajamos con él, cuando lo consultamos y ponemos en la oración nuestras tareas y proyectos. En el fracaso, una persona sabia es capaz de descubrir el amor de Dios que la llama a levantar los ojos y le ofrece una nueva oportunidad. Entonces se entrega una vez más con esperanza: “Yo confío en tu amor, mi corazón se goza en tu salvación” (Sal 13,6)
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.