PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 1921 ~ Domingo
13 de Enero de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Hoy cerramos el tiempo litúrgico de Navidad, contemplando
el Bautismo de Jesús en el río Jordán a manos de Juan, el Bautista, hijo de
Isabel y Zacarías, a quien podríamos considerar como el último profeta antes
del Mesías, nexo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Juan, que predicaba la venida del Mesías, no permite que
la gente lo confunda con él… Juan se proclama como “la voz que clama en el desierto, enderezad el camino del Señor, como
dijo el profeta Isaías” (Jn 1, 23). Llama a la conversión y a la penitencia
ante la inminente llegada del Mesías, que ya está entre ellos. Y por eso les
ofrece un bautismo de agua, para lavar
los pecados, a diferencia del que viene detrás de él, que “los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego” (Lc 3, 16).
En el Bautismo de Jesús, se produce una nueva Epifanía
(manifestación): allí están presentes las tres Personas de la Santísima
Trinidad: Jesús, protagonista central del hecho, el Espíritu Santo que se
corporiza en forma de paloma, y el Padre, cuya voz se escucha desde los cielos
diciendo: “Este es mi Hijo amado, en
quien me complazco” (Mt 3, 17).
Dice San Agustín: “Esta obra es la de toda la Trinidad.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, existen en una misma esencia, sin
diferencias de tiempo ni de lugares. En cuanto a lo que se dice visiblemente en
las sagradas letras, aparecieron separadamente en cuanto a los espacios que cada
persona ocupaba. Desde luego se sabe que la Santísima Trinidad se conoce en sí
misma inseparable, pero se puede mostrar separadamente por medio de aspectos
materiales”
Con esta extraordinaria manifestación de la Trinidad en
el momento del Bautismo de Jesús, cerramos pues el tiempo litúrgico de la
Navidad, para comenzar el tiempo ordinario durante el año.
Que Jesús nos acompañe, el Espíritu Santo nos ilumine, y
Dios Padre nos bendiga. Amén.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, como el pueblo estaba a la espera,
andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el
Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene
el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias.
Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego».
Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose,
bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre Él
el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo:
«Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado».
(Lc 3,15-16.21-22)
Comentario
Hoy contemplamos a Jesús ya adulto. El niño del Pesebre
se hace un hombre completo, maduro y respetable, y llega el momento en el que
ha de trabajar en la obra que el Padre le ha confiado. Así es como le
encontramos en el Jordán en el momento de empezar esta labor: uno más en la
fila de aquellos contemporáneos suyos que iban a escuchar a Juan y a pedirle el
baño del bautismo, como signo de purificación y renovación interior.
Allí, Jesús es descubierto y señalado por Dios: «Puesto
en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre Él el Espíritu Santo en forma
corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: ‘Tú eres mi hijo; yo hoy
te he engendrado’» (Lc 3,21-22). Es la etapa preparatoria del gran camino que
está dispuesto a emprender y que le conducirá hasta la Cruz. Es el primer acto
de su vida pública, su investidura como Mesías.
Es también el proemio de su modo de actuar: no obrará con
violencia, ni con gritos y asperezas, sino con silencio y suavidad. No cortará
la caña quebrada, sino que la ayudará a mantenerse firme. Abrirá los ojos a los
ciegos y librará a los cautivos. Las señales mesiánicas que describía Isaías,
se cumplirán en Él. Nosotros somos los beneficiarios de todas estas cosas
porque, como leemos hoy en la carta de san Pablo: «Él nos salvó, no por
nuestras buenas obras, sino en virtud de su misericordia, por medio del
bautismo regenerador y la renovación del Espíritu Santo que derramó
abundantemente sobre nosotros (...). De este modo, salvados por su gracia, Dios
nos hace herederos conforme a la esperanza que tenemos de alcanzar la vida
eterna» (Tit 3,5-7).
La fiesta del Bautismo de Jesús debe ayudarnos a recordar
nuestro propio Bautismo y los compromisos que por nosotros tomaron nuestros
padres y padrinos al presentarnos en la Iglesia para hacernos discípulos de
Jesús: «El Bautismo nos ha liberado de todos los males, que son los pecados,
pero con la gracia de Dios debemos cumplir todo lo bueno» (San Cesáreo de Arlés).
Rev. D. Joan BUSQUETS i Masana (Sabadell, Barcelona,
España)
Santoral Católico:
San Hilario de Poitiers
Obispo y Doctor de la Iglesia
Nació a principios de siglo IV en Poitiers. Fue llamado
“el Atanasio de Occidente”, de quien era contemporáneo. Ambos tuvieron que
combatir contra el mismo adversario, el arrianismo. Participaron en las
polémicas teológicas con discursos y sobre todo con escritos. Hilario fue
desterrado a Frigia por el emperador Constancio, que se había alineado con las
decisiones del sínodo arriano de Béziers del año 356.
El contacto con el Oriente fue providencial para el
obispo de Poitiers. Durante los cinco años de permanencia en Frigia aprendió el
griego y descubrió a Orígenes, como
también la gran producción teológica de los Padres orientales, obteniendo una
documentación importantísima para el libro que le mereció el título de doctor
de la Iglesia: De Trinitate, cuyo
título original es De Fide adversus
Arrianos. En efecto, era el tratado más importante y profundo que había
aparecido hasta entonces sobre el dogma principal de la fe cristiana. A pesar
de estar desterrado, no permaneció inactivo. Con el opúsculo Contra Maxertiam atacó violentamente al
mismo Constancio, acusándole de cesaropapismo y de inmiscuirse en las disputas
teológicas y asuntos internos de la disciplina eclesiástica. De regreso a
Poitiers, el valiente obispo continuó su obra pastoral, ayudado eficazmente por
el joven Martín, el futuro santo obispo de Tours.
Hilario nació en el seno del paganismo. Su afán por
buscar la verdad, le llevó a estudiar las diferentes corrientes filosóficas de
la época, recibiendo un influjo especial del pensamiento neoplatónico. La
búsqueda de la respuesta sobre el fin del hombre le llevó a la lectura de la
Biblia, en donde finalmente encontró lo que buscaba; entonces se convirtió al
cristianismo.
Era un noble terrateniente, y cuando se convirtió estaba
casado y tenía una hija, Abre, a quien amaba tiernamente. Poco después del
bautismo, el pueblo lo aclamó como obispo de su ciudad natal.
Fueron seis años de intenso estudio y predicación, antes
de partir para el destierro que, como hemos recordado, perfeccionó su formación
cultural y teológica. Junto a la voz retumbante del polemista y del defensor de
la ortodoxia teológica, hay en él también otra voz, la del padre y pastor.
Humano en la lucha, y humanísimo en la victoria. Defendió a los obispos que
reconocían su propio error, y hasta apoyó el derecho a conservar su cargo.
Murió en Poitiers el año 367.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Transformado en hormiga
El P. Alfonso
Milagro, autor de libros muy vendidos, cuenta esta constatación: Encontré a un
hombre de buenas cualidades que casi las maldecía. Le pregunté por qué y me
respondió: “Porque hacen sombra, y eso no me lo perdonan”. Eso es la envidia,
un sentimiento de aguda incomodidad al ver a otro que tiene lo que deseamos.
Lee este curioso mito griego:
Cuenta la mitología griega que la hormiga
actual era en otros tiempos un hombre que, consagrado a los trabajos de la
agricultura, no se contentaba con el producto de su propio esfuerzo, sino que
miraba con envidia el producto ajeno y robaba los frutos a sus vecinos. Indignado
Zeus por la avaricia de este hombre, le transformó en hormiga. Pero aunque
cambió de forma, no le cambió el carácter, pues aún hoy día recorre los campos,
recoge el trigo y la cebada ajenos y los guarda para su uso.
No te compares
nunca con los demás, porque todo humano tiene éxitos y fracasos, días de sol y
de nublados, épocas de penuria y
prosperidad. Enumera y goza en cambio tus propios bienes y agradécelos al Señor
y él te librará de la envidia. Que esta reflexión te ayude a vivir con sabiduría
y en paz tu propia vida, tu concreta realidad.
Padre Natalio
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“San Juan Bautista es el hombre que vive en una soledad
llena de la presencia de Dios y se convierte en la voz que anuncia la venida
del Cordero Salvador… Cultivemos en nosotros mismos el sentido de la presencia
de Dios, mediante la escucha de su Palabra, la oración, la celebración de los
sacramentos y el servicio a los hermanos, y seremos los heraldos y testigos de
la presencia amorosa y salvífica de Dios en el mundo”
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
El Bautismo dignifica y
compromete
Todos los años, después de la fiesta de los reyes magos,
viene la fiesta del Bautismo de Jesús. Para algunos litúrgicamente forman una
unidad por lo que indica de epifanía o manifestación del Señor. Hoy el Padre,
en unidad con el Espíritu, manifiesta la misión mesiánica del Hijo para
comenzar su predicación.
Para algunos se hace confuso aún el hablar del bautismo
que recibió Jesús, como si fuese algo parecido a lo que recibimos nosotros.
Hasta afirman que no hay que recibir el bautismo sino siendo mayores, como
Jesús lo recibió a los treinta años. En este ciclo C se lee el bautismo de
Jesús según el evangelio de Lucas. Comienza haciendo claramente la distinción,
pues eran tiempos de gran expectación mesiánica y algunos creían que Juan
Bautista era el Mesías. Él les dijo que bautizaba; pero sólo en agua, mientras
que el Mesías, que ya llegaba, iba a bautizar en el Espíritu Santo.
Bautizar en agua era sólo un símbolo de lo que pasaba en
el interior de la persona, si se arrepentía. Significaba la purificación que se
suponía tenía el penitente. Pero nuestro bautismo, el que nos dio Jesucristo,
es mucho más, porque además de la purificación que simboliza el agua, se nos da
la gracia, que es una participación de la vida divina, y las tres divinas
personas habitan de una manera más vital en el alma, de modo que el Espíritu
Santo comienza a realizar la obra de santificación, si esa persona colabora
dejando que el Espíritu desarrolle en ella sus dones, frutos y carismas.
El bautismo que Jesús recibió de Juan también era
diferente del que recibían las otras personas. Los demás debían arrepentirse de
sus pecados, pero Jesús no podía arrepentirse. ¿Entonces qué hizo? Nos dice el evangelista
que Jesús se bautizó cuando mucha gente estaba bautizándose. Con esto expresó
la solidaridad de Jesús con el pueblo pecador. Ya desde su encarnación se hizo
igual que nosotros menos en el pecado; pero asumió el pecado hasta redimirlo en
la cruz. Ahora en el Jordán tiene este gesto de unión porque va a comenzar su
actividad mesiánica.
Lo importante de ese día es lo que nos narra el
evangelista que sucedió al terminar el bautismo. Lo recibió en un ambiente de
oración, en la que pediría por nosotros pecadores. Pero siguió en una oración
tan profunda, que sintió que se manifestaba su Padre Dios con todo amor y el
Espíritu Santo que le llenaba todo su ser. Es muy difícil describir una
manifestación tan profunda y al mismo tiempo tan eficaz. Por eso el evangelista
recurre a los símbolos. Lo mismo que cuando llueve decían que se abrían los
cielos, igualmente ahora en que su Padre se manifiesta. La venida radiante y
veloz del Espíritu Santo al alma era bonito semejarla a la bajada de una
paloma. Jesús, que había ido creciendo en “gracia y sabiduría” toma ahora una
definitiva conciencia de su misión mesiánica. Es como la ratificación por parte
de su Padre Dios de su filiación y de la misión que debe cumplir. Es como la
graduación o la investidura. De tal manera le impactó a Jesús esta
manifestación, que se retiró por cuarenta días a orar y prepararse para su
misión de predicar, sobre todo, que Dios es nuestro Padre.
Para nosotros en este día debe ser la renovación de
nuestra dignidad como hijos de Dios, que recibimos el día de nuestro bautismo.
Es una dignidad, pero es de una manera especial un compromiso que nos debe
hacer pensar en lo que somos, ya que el bautismo es para siempre. Por el
bautismo tenemos un compromiso de amor con Dios, que vive en lo profundo del
alma para poder ser fuente de intimidad en el amor. Pero es un compromiso
también con todas las demás personas, pues nos debe hacer ser solidarios. El
bautismo nos dice que hemos sido llamados a dar testimonio del Reino de Dios en
el mundo. No fue solamente una llamada pasada. La fuerza del bautismo continúa,
porque el Espíritu Santo quiere estar muy activo en nosotros. Lo peor es que
muchas veces no le dejamos actuar. En este día nos entreguemos más a su amor
con nuestras obras de vida cristiana.
P. Silverio Velasco (España)
Meditación breve
- Abandona esa idea loca de que siempre tienes que tener
razón... Una vez escuche "¿Quieres tener razón o ser feliz?" Y creo
que es uno de los mejores consejos que puedo darle a alguien (incluso a mí
mismo)
- Abandona la idea de controlarlo todo... Especialmente
para todos los entusiastas de la Ley de Atracción que siempre quieren saber
cómo y cuándo va a pasar lo que quieren que pase. Déjense ir. Den lugar al
Universo para crear su "magia".
- Deja de culpar... Sí, a veces la gente se equivoca, sí,
hay gente que puede tener malas intenciones, pero, ¿necesitamos centrarnos solo
en eso? ¡Que el problema no se convierta en lo único que miras porque solo vas a
seguir viendo eso!
- Deja de tratarte así... Eres un ser excepcional, único,
increíble, con sus dones y sus talentos. No te estés tirando para abajo
continuamente. Celebra tus logros, tus aciertos y también tus intentos.
Alégrate de ser tú mismo. Ámate. Los buenos sentimientos siempre empiezan por
uno mismo.
- Abandona los "NO PUEDO"... Solo tu
imaginación, tu tenacidad y tu pasión pueden determinar qué puedes o no puedes
hacer. En este nuevo año te invito a que
vayas por más, a que te estires, a que salgas de tu zona de confort y te
atrevas a soñar en grande.
Nuevo video y artículo
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Nunca nos olvidemos de
agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las
gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde España, Joaquina desea dar gracias a Dios, pues en
diciembre fue operado de cáncer intestinal Tony, que vive en la provincia de
Salamanca y según las noticias se recupera lenta pero favorablemente. ¡Gracias
Señor y sigue acompañando a tu hijo en esta situación difícil!
De Argentina llega un agradecimiento a Dios y a las
personas que rezaron por la salud de Graciela G., que sigue luchando contra el
cáncer que la afecta, y necesita que sigamos pidiendo al Señor por ella.
Elevamos una oración al cielo por la Superiora General de
las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, quien tras mucho sufrir, goza ya de la
presencia de Dios.
“Intimidad Divina”
Bautismo del Señor
También la fiesta de hoy es una “epifanía”, esto es, una
manifestación de la divinidad de Jesús, realzada por la intervención directa
del cielo. El profeta Isaías lo presenta en nombre del Señor: “He aquí a mi
Siervo… mi elegido, en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre
él” (Is 42, 1). Esta descripción tiene su plena realización histórica en el
episodio evangélico del bautismo de Jesús. Entonces “descendió el Espíritu
Santo en forma corporal, como una paloma, sobre él y se dejó oír del cielo una
voz: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Lc 3, 21-22). No es ya un
profeta que habla en nombre de Dios, sino Dios mismo y de la manera más
solemne. Toda la Trinidad interviene en la grande epifanía a las orillas del
Jordán: el Padre hace oír su voz dando testimonio del Hijo, el Hijo es
presentado en Jesús y el Espíritu Santo desciende visiblemente sobre Él.
El bautismo de Jesús es como la investidura oficial de su
misión de Salvador; el Padre y el Espíritu Santo garantizan su identidad de
Hijo de Dios y lo presentan al mundo para que el mundo acoja su mensaje… San
Pedro, testimonio ocular del bautismo de Cristo, lo presenta como el principio
de la vida apostólica del Señor. “Vosotros sabéis lo acontecido… después del
bautismo predicado por Juan: esto es, cómo a Jesús de Nazaret lo ungió Dios con
el Espíritu Santo y con poder, y cómo pasó haciendo bien y curando a todos los
oprimidos por el diablo” (Hc 10, 37-38). Sus palabras son un eco de las de
Isaías y del Evangelio. En todos los textos Jesús es presentado como “ungido”
por el Espíritu Santo. Así como su vida terrena había comenzado por obra del
Espíritu Santo, así ahora su vida apostólica comienza con una especial
intervención del mismo Espíritu: de él es poseído totalmente y de él es guiado
al cumplimiento de su misión.
De modo análogo sucede con el cristiano: por el bautismo
nace a la vida en Cristo por la intervención del Espíritu Santo que lo
justifica y renueva todo su ser, formando en él a un hijo de Dios. Y luego
cuando, creciendo en edad, debe abrazar de modo responsable y consciente los
deberes de la vida cristiana, el Espíritu Santo interviene con una nueva
efusión en la confirmación para corroborarlo en la fe y hacerlo valeroso
testigo de Cristo. Toda la vida del cristiano se desenvuelve bajo el influjo
del Espíritu Santo. El evangelista Mateo, al narrar el bautismo de Cristo
recuerda la oposición de Juan el Bautista para realizar aquel rito: “Soy yo
quien debe ser por ti bautizado, ¿y vienes tú a mí” (Mt 3, 14). Naturalmente el
Señor no tenía necesidad de ser bautizado; sin embargo se dirige al Jordán
uniéndose a los que iban a pedir el bautismo de penitencia (…) es el
cumplimiento perfecto de la voluntad del Padre, y como una respuesta a este
gesto tan humilde de Jesús que lo coloca a la par de los pecadores, el Padre
revela al mundo su dignidad de Mesías y el Espíritu Santo desciende sobre él en
forma visible. Condición indispensable al cristiano para hacer fructificar la
gracia bautismal y para dejarse guiar por el Espíritu Santo es la humildad que
le hace buscar en todo la voluntad de Dios, por encima de toda ganancia
personal.
¡Oh Jesús!, tú santo, inocente, sin mancilla, separado
de los pecadores, te adelantas como un culpable pidiendo el bautismo de la
remisión de los pecados. ¿Qué misterio es éste?... Juan rehúsa con toda energía
el administrarte este bautismo de penitencia… y tú le respondes: “No te opongas
ni un solo momento, pues sólo así nos conviene cumplir toda justicia”. Y ¿cuál
es esta justicia? Son las humillaciones de tu adorable humanidad que, en
reverente pleitesía a la santidad infinita, constituyen la satisfacción plena
de todas nuestras deudas para con la justicia divina. Tú, justo e inocente, te
pones en lugar de toda la humanidad pecadora… ¡Oh Jesús!, que yo me humille
contigo reconociendo mi condición de pecador y que renueve la renuncia al
pecado hecha en el bautismo. (C. Marmion)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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