PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 1918 ~ Jueves
10 de Enero de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
¿Dónde está el Reino de los Cielos?
El Reino de los Cielos se encuentra en el lugar adonde
está tu compasión. Se encuentra en el lugar adonde está tu amor. Se encuentra en el lugar de tu
generosidad. Se encuentra en el lugar adonde está tu sanación y la de otros. Es
muy fácil encontrar el Reino de los Cielos en tu interior.
Hacia adelante y hacia arriba. Parte de lo que conozco
del Espíritu es su movimiento constante, que es imposible de reprimir al ir
hacia adelante; no se lo puede detener, a pesar de lo que parezca y hacia
arriba, elevándose en la toma de conciencia de que todo siempre se está
volviendo más expansivo y bueno.
Respiras el mismo aire que Bahaullah, Mahoma, Jesús,
Salomón, David, Moisés, José, Abrahám y que todos los demás respiraron. Cuando
te sintonizas a ti mismo con el Cristo, te sintonizas nuevamente a la herencia
de toda esta línea de energía y poder. Su amor y su Luz, bajan justo a través
de ti y la única manera que puedes manifestarlo es amando.
Amar es la gloria de Dios manifestada.
John-Roger
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea por la fuerza del
Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus
sinagogas, alabado por todos.
Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su
costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la
lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el
volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está
sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha
enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».
Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se
sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a
decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy». Y todos
daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que
salían de su boca.
(Lc 4,14-22)
Comentario
Hoy recordamos que «quien ama Dios, ame también a su
hermano» (1Jn 4,21). ¿Cómo podríamos amar a Dios a quien no vemos, sin no
amamos a quien vemos, imagen de Dios? Después que san Pedro renegara, Jesús le
preguntó si le amaba: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (Jn
21,17), respondió. Como a san Pedro, también a nosotros nos pregunta Jesús:
«¿Me amas?»; y queremos responderle ahora mismo: «Tú lo sabes todo, Señor, tú
sabes que te amo a pesar de mis deficiencias; pero ayúdame a demostrártelo,
ayúdame a descubrir las necesidades de mis hermanos, a darme de verdad a los
otros, a aceptarlos tal como son, a valorarlos».
La vocación del hombre es el amor, es vocación a darse,
buscando la felicidad del otro, y encontrar así la propia felicidad. Como dice
san Juan de la Cruz, «al atardecer seremos juzgados en el amor». Vale la pena que
nos preguntemos al final de la jornada, cada día, en un breve examen de
conciencia, cómo ha ido este amor, y puntualizar algún aspecto a mejorar para
el día siguiente.
«El Espíritu del Señor está sobre mí» (Lc 4,18), dirá
Jesús, haciendo suyo este texto mesiánico. Es el Espíritu del Amor que así como
hizo del Mesías el «ungido para llevar la buena nueva a los pobres» (cf. Lc
4,18), también “reposa” encima nuestro y nos conduce hacia el amor perfecto:
como dice el Concilio Vaticano II, «todos los fieles, de cualquier estado o
condición, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de
la caridad». El Espíritu Santo nos transformará como hizo con los Apóstoles,
para que podamos actuar bajo su moción, otorgándonos sus frutos y, así, llevarlos
a todos los corazones: «El fruto del Espíritu es: caridad, paz, alegría,
paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza» (Gal
5,22-23).
Rev. D. Llucià POU i Sabater (Vic, Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Gregorio de Nisa
Obispo
Para información detallada clic acá
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Perdonar
Si
comprendiéramos, no haría falta perdonar. Fuera de casos excepcionales, nadie
actúa con mala intención. ¿No estarás tú atribuyendo a esa persona intenciones
perversas que ella nunca las tuvo? El parece orgulloso; no es orgullo, es
timidez. Parece un tipo obstinado; no es obstinación, es un mecanismo de
autoafirmación. Estas reflexiones, el P. Larrañaga las completa con una oración
liberadora y sanadora:
Jesucristo, poderoso y amoroso Señor, calma
dentro de mí este tormento de hostilidad que siento contra esa persona. Yo
quiero sentir por esa persona lo que tú sientes en este momento por ella, lo
que tú sentías al morir en la cruz por ella. Perdónale tú dentro de mí. Y, con
mis sentimientos, transformados en tus sentimientos perdónale y ámale dentro de
mí, en vez de mí, conmigo; quiero perdonarle como tú le perdonas; quiero mirar
a ese ser con tus ojos y abrazarlo con tus brazos. Yo lo quiero. Yo lo
comprendo. Yo lo perdono. Yo lo amo, como tú, mi Señor.
El amor que pide
Jesús debe llevarnos a evitar en la convivencia cotidiana las faltas de
aceptación, incomprensiones, y malentendidos. El Señor nos quiere ver
fraternos, bondadosos, pacíficos, cordiales… No es fácil, pero lo podrás, si lo
pides cada día: “Señor, ayúdame a ser hoy comprensivo, compasivo y paciente con
todos”. Que pases un día feliz de buena convivencia.
Padre Natalio
La frase de hoy
“El Evangelio abre dimensiones insospechadas en la vida,
traspasa umbrales, es una ventana de luz
y oferta de alianza donde todos somos hermanos
y nuestra familia es toda la familia humana.
Entonces no puedo pedir al Evangelio
consejos triviales sobre cómo se gobierna una familia,
sino ideas-fuerza para una auténtica vida en crecimiento”
Ermes Ronchi
Tema del día:
Para mí la vida es Cristo
Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran
tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos ser sumergidos porque
permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta
roca; aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús.
Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y una
ganancia el morir. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La
confiscación de los bienes? Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de
él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo
la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para
vuestro bien espiritual. Por eso, os hablo de lo que sucede ahora exhortando
vuestra caridad a la confianza.
¿No has oído aquella palabra del Señor: Donde dos o tres
están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio ellos? Y, allí donde un
pueblo numeroso esté reunido por los lazos de la caridad, ¿no estará presente
el Señor? me ha garantizado su protección, no es en mis fuerzas que me apoyo.
Tengo en mis manos su palabra escrita. Éste es mi báculo, ésta es mi seguridad,
éste es mi puerto tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo esta
palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi muro y mi defensa. ¿Qué es
lo que ella me dice? Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo.
Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a
asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que
una tela de araña. Si no me hubiese retenido el amor que os tengo, no hubiese
esperado a mañana para marcharme. En toda ocasión yo digo: «Señor, hágase tu
voluntad: no lo que quiere éste o aquél, sino lo que tú quieres que haga». Éste
es mi alcázar, ésta es mi roca inamovible, éste es mi báculo seguro. Si esto es
lo que quiere Dios, que así se haga. Si quiere que me quede aquí, le doy
gracias. En cualquier lugar donde me mande, le doy gracias también.
Además, donde yo esté estaréis también vosotros, donde
estéis vosotros estaré también yo: formamos todos un solo cuerpo, y el cuerpo
no puede separarse de la cabeza, ni la cabeza del cuerpo. Aunque estemos
separados en cuanto al lugar, permanecemos unidos por la caridad, y ni la misma
muerte será capaz de desunirnos. Porque, aunque muera mi cuerpo, mi espíritu
vivirá y no echará en olvido a su pueblo.
Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis
hermanos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz, una luz más agradable
que esta luz material. Porque, para mí, ninguna luz es mejor que la de vuestra
caridad. La luz material me es útil en la vida presente, pero vuestra caridad
es la que va preparando mi corona para el futuro.
San Juan Crisóstomo
Homilía antes de partir al exilio
Meditación breve
El Seños nos ha dado un secreto en su Evangelio, nos ha
dicho que quien sea misericordioso, obtendrá misericordia.
En primer lugar siendo misericordiosos con los hombres,
también obtendremos misericordia de Dios en el juicio. Pero también al ser
misericordiosos con las Benditas Almas del Purgatorio, los hombres serán
misericordiosos cuando nosotros estemos entre esas llamas tremendas. Si somos
misericordiosos con los que están enfermos, los hombres serán misericordiosos
cuando nosotros estemos enfermos.
Por eso si somos misericordiosos tenemos asegurado el
Paraíso, y no sólo el Paraíso, sino que la tierra será la antesala del Cielo
para nosotros, porque recibiremos el ciento por uno, si no de los hombres, sí
al menos de Dios, porque quien da, recibe; y quien dé generosamente, Dios y los
hombres, o al menos Dios, no se olvidarán de nosotros.
Pero no sólo que nos salvaremos al ser misericordiosos
con todos, sino que gozaremos de una dulzura de alma y una paz, que ninguna
riqueza de este mundo puede igualar, porque tendremos el sabor de la miel de
las buenas obras en los labios, y con tal de degustar cada vez más ese sabor bendito,
haremos cada vez más obras de misericordia.
www.santisimavirgen.com.ar
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de
libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la
fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Santi, un niño de Santiago, Chile,
que este sábado será operado de un quiste en una axila, rogando al Señor que
todo salga bien y sin complicaciones.
Pedimos oración por el alma del joven Nelson R., que luego
de un terrible accidente automovilístico ha estado internado en Rosario, Argentina, y
finalmente partió a la casa del Padre celestial.
Pedimos oración por la salud del señor Humberto R., de
Córdoba, Argentina, que está atravesando momentos difíciles, para que Jesús y
la Santísima Virgen lo protejan.
Pedimos oración por la salud del señor Héctor Andrés P.,
de Córdoba, Argentina, rogando al Señor que le conceda la gracia de aliviar sus
intensos dolores óseos.
Pedimos oración por la salud de dos personas que residen
en México y que se encuentran en muy delicado estado de salud: uno es Sergio H.
D. y del otro no tenemos el nombre sino sólo la referencia de que es el esposo
de Nidia… Que la intercesión de la Santísima Virgen de Guadalupe consiga para
ellos, de parte de Jesús, la gracia enorme de la curación.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se
reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el
correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados.
Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.
“Intimidad Divina”
Célula del Reino
El Concilio presenta a la familia cristiana, consagrada
por el sacramento del matrimonio, como “una hermosa escuela para el apostolado
de los laicos, donde la religión cristiana penetra toda la institución de la
vida y la transforma más cada día” (LG 35). En efecto, la familia es la primera
célula, o mejor dicho, la célula base del Reino de Dios sobre la tierra. En
ella son educados los hijos “según la fe recibida en el bautismo” (GE 3); desde
su primera edad aprenden a percibir la “soberanía” de Dios, a amarle y
obedecerle como a primer “Señor”, como a Padre providente y bueno, a quien todo
honor es debido. La antigua ley ya ponía de relieve este deber primordial de
los jefes de familia; tras haber anunciado el primer mandamiento: “Amarás a
Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu poder”,
añadió: “Y llevarás muy dentro del corazón todos estos mandamientos, que yo hoy
te doy. Incúlcaselos a tus hijos, y cuando estés en tu casa, cuando viajes,
cuando te acuestes, cuando te levantes, habla siempre de ellos… escríbelos en
los postes de tu casa y en tus puertas” (Dt 6, 59). Cuando la fe en Dios, su
amor y el respeto a su ley son el fundamento de la vida familiar, regulando las
mutuas relaciones de los esposos entre sí y con sus hijos e inspirando la
educación que den a éstos, entonces la familia es verdaderamente el “Reino de
Dios”, donde Dios es el primero en ser amado, servido y obedecido.
En la familia, “los cónyuges tienen su propia vocación
para que ellos entre sí y ante sus hijos sean testigos de la fe y del amor de
Cristo” (LG 35). Con el amor, el respeto, la fidelidad recíproca, con la ayuda
mutua en las dificultades de la vida, con el espíritu de sacrificio para la
buena marcha de la familia -y todo ello con la firmeza de la fe en Dios y
adhesión a su santa ley- los padres son para los hijos los primeros y
principales educadores (GE 3). Su función educativa “es de tanta trascendencia,
que, cuando falta, difícilmente pueda suplirse” (ib). La conducta de los padres
debe convertirse en norma práctica y modelo vivo en la conducta de los hijos.
“Sean los padres generosos y ejemplares -decía Juan XXIII- y los hijos serán
obedientes y diligentes”. ¡Cuántos cristianos insignes y grandes santos
recibieron su primera impronta en la familia!
Tales familias son el “buen terreno” donde brotan más
fácilmente las vocaciones sacerdotales, religiosas o en general la vocación a
la santidad; siendo al mismo tiempo centro de irradiación del Evangelio para la
sociedad que las rodea. “La familia cristiana -dice el Concilio- proclama muy
alto tanto las presentes virtudes del Reino de Dios como la esperanza de la
vida bienaventurada. Y así, con su ejemplo y testimonio, arguye al mundo de
pecado e ilumina a los que buscan la verdad” (LG 35). En la moderna sociedad la
familia va disgregándose cada vez más, incapaz de tenerse en pie por la
irrupción de las pasiones no domadas; hasta los valores humanos del amor
conyugal, del sentido de la paternidad y la maternidad, se encuentran minados
en su raíz. Urge por lo tanto el ejemplo de hogares cristianos, donde la vida
se deslice serena y limpia bajo la mirada de Dios. Y si también la familia
cristiana puede conocer horas de angustia y de tormenta, encuentra siempre en
la fe en Dios y en el cumplimiento de su santa ley el áncora de salvación y la
fuerza para llevar la cruz, esperando con paciencia la vuelta de quien puede
haberse alejado. El sacramento del matrimonio vivido con seriedad confiere
siempre a los cónyuges la gracia para vencer cualquier borrasca y defender la
familia de toda insidia.
¡Oh Jesús!, haz que
reinen en nuestras familias la paz y la concordia, que sean tenidas en honor la
oración y la observancia de la ley de Dios, observancia que es juntamente
afecto y respeto a su ley… ¡Oh Jesús!, vive en cada una de las familias
cristianas como viviste en Nazaret; tenlas unidas con tu caridad en un vínculo
perenne cada hora del tiempo presente y por toda la eternidad. Protege, ¡oh
Jesús!, esta paz doméstica, que es la única que puede templar las amarguras de
la vida. (Juan XXIII, Breviario)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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