PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 1929 ~ Lunes
21 de Enero de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Sabemos cuántos “milagros” hizo Jesús a lo largo del
Evangelio. Sin embargo, Juan presenta la conversión del agua en vino no como un
“milagro” sino como un “signo”. Este fue el primero de los signos de Jesús…
Un milagro es una gracia extraordinaria (siempre
inmerecida) que Dios hace para favorecer a alguien. Por ejemplo, Jesús cura al
ciego de nacimiento, al paralítico… y a muchos otros. El milagro tiene por
destinatario a la PERSONA.
El signo es muchas veces un hecho extraordinario
(convertir agua en vino) pero su finalidad última no es beneficiar a alguien
sino “anunciar un mensaje”
La acción de Jesús benefició a aquellos novios que
hubieran pasado un mal momento, pero su finalidad fue mostrarles a los primeros
discípulos que el Mesías ya estaba en medio de ellos… y sus discípulos creyeron en Él.
A los cristianos no se nos pide “hacer milagros”, pero sí
hacer de nuestra vida un “signo”: Nosotros conocemos el amor que Dios nos tiene
y creemos en él.
El Domingo
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban
ayunando, vienen y le dicen a Jesús: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan
y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?». Jesús les
dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con
ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que
les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día.
»Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido
viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se
produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de
otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino
como los pellejos: sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos».
(Mc 2,18-22)
Comentario
Hoy comprobamos cómo los judíos, además del ayuno
prescrito para el Día de la Expiación (cf. Lev 16,29-34) observaban muchos
otros ayunos, tanto públicos como privados. Eran expresión de duelo, de
penitencia, de purificación, de preparación para una fiesta o una misión, de
petición de gracia a Dios, etc. Los judíos piadosos apreciaban el ayuno como un
acto propio de la virtud de la religión y muy grato a Dios: el que ayuna se
dirige a Dios en actitud de humildad, le pide perdón privándose de aquellas
cosas que, satisfaciéndole, le hubieran apartado de Él.
Que Jesús no inculque esta práctica a sus discípulos y a
los que le escuchan, sorprende a los discípulos de Juan y a los fariseos.
Piensan que es una omisión importante en sus enseñanzas. Y Jesús les da una
razón fundamental: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el
novio está con ellos?» (Mc 2,19). El esposo, según la expresión de los profetas
de Israel, indica al mismo Dios, y es manifestación del amor divino hacia los
hombres (Israel es la esposa, no siempre fiel, objeto del amor fiel del esposo,
Yahvé). Es decir, Jesús se equipara a Yahvé. Está aquí declarando su divinidad:
llama a sus discípulos «los amigos del esposo», los que están con Él, y así no
necesitan ayunar porque no están separados de Él.
La Iglesia ha permanecido fiel a esta enseñanza que,
viniendo de los profetas e incluso siendo una práctica natural y espontánea en
muchas religiones, Jesucristo la confirma y le da un sentido nuevo: ayuna en el
desierto como preparación a su vida pública, nos dice que la oración se
fortalece con el ayuno, etc.
Entre los que escuchaban al Señor, la mayoría serían
pobres y sabrían de remiendos en vestidos; habría vendimiadores que sabrían lo
que ocurre cuando el vino nuevo se echa en odres viejos. Les recuerda Jesús que
han de recibir su mensaje con espíritu nuevo, que rompa el conformismo y la
rutina de las almas avejentadas, que lo que Él propone no es una interpretación
más de la Ley, sino una vida nueva.
Rev. D. Joaquim VILLANUEVA i Poll (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Santa Inés
Mártir
Hay muy buenos documentos sobre la existencia de esta
mártir que vivió a comienzos del siglo IV y que fue martirizada a los doce
años, durante la feroz persecución de Diocleciano.
Su popularidad y su devoción hacen pensar que no son
improbables las leyendas que se nos han transmitido de boca en boca y también
con escritos. Basado en una tradición griega, el Papa Dámaso habla del martirio
de Santa Inés sobre una hoguera. Pero parece más cierto lo que afirma el poeta
Prudencio y toda la tradición latina, es decir, que la jovencita, después de
haber sido expuesta a la ignominia de un lugar de mala fama por haberse negado
a sacrificar a la diosa Vesta, fue decapitada.
Así comenta el hecho San Ambrosio, al que se le atribuye
el himno en honor de Agnes heatae
virginis: “¿En un cuerpo tan pequeño había lugar para más heridas? Las
niñas de su edad no resisten la mirada airada de sus padres, y las hace llorar
el piquete de una aguja: pero Inés ofrece todo su cuerpo al golpe de la espada
que el verdugo descarga sobre ella”.
Alrededor de su imagen de pureza y de constancia en la
fe, la leyenda ha tejido un acontecimiento que tiene el mismo origen de la
historia de otras jóvenes mártires: Ágata, Lucia, Cecilia, que también
encuentran lugar en el Canon Romano de la Misa. Según la leyenda popular, fue
el mismo hijo del prefecto de Roma el que atentó contra la pureza de Inés. Al
ser rechazado, él la denunció como cristiana, y el prefecto Sinfronio la hizo
exponer en una casa de mala vida por haberse negado a rendirle culto a la diosa
Vesta. Pero Inés salió prodigiosamente intacta de esa difamante condena, porque
el único hombre que se atrevió a acercarse a ella cayó muerto a sus pies.
Pero el prefecto no se rindió ante el prodigio y la
condenó a muerte. Un antiguo rito perpetúa el recuerdo de este ejemplo heroico
de pureza. En la mañana del 21 de enero se bendicen dos corderitos, que después
ofrecen al Papa para que con su lana sean tejidos los palios destinados a los
Arzobispos. La antiquísima ceremonia tiene lugar en la iglesia de Santa Inés,
construida por Constantina, hija de Constantino, hacia el 345.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
El santo de la dulzura
Con frecuencia
Dios, por sus profetas, invitó a Israel a revisar su estilo de vida para hacer
los necesarios reajustes que exigía la alianza solemnemente pactada. La Palabra
de Dios sigue invitándonos a cambiar para bien, y nos motiva con sabiduría a
dar pasos de superación espiritual. San Francisco de Sales modeló su
temperamento para imitar a Jesús manso y humilde.
A pesar de que es considerado como el “santo
de la dulzura”, san Francisco de Sales tuvo que luchar toda su vida contra su
temperamento, propenso a la ira. En una ocasión tuvo que reprender a un joven
que maltrataba a su madre. Ese día dijo a un amigo: «He temido perder en un
cuarto de hora la poca dulzura que he trabajado en conseguir desde hace 22
años». El santo murió a los 56 años de edad. Cuando se le hizo la autopsia se
comprobó que tenía en la vesícula 33 piedrecitas, señal de los heroicos
esfuerzos que había hecho durante toda su vida para dominar su temperamento
inclinado a la cólera, y llegar a ser el santo de la dulzura.
Jesús es el
modelo perfecto del hombre nuevo. Dios nuestro Padre nos invita a transformarnos
en él, haciendo nuestros sus sentimientos y actitudes. Para lograrlo nada mejor
que meditar e interiorizar sus palabras y ejemplos cada día, con el Evangelio
en la mano. Ojalá que como san Pablo puedas decir “Ya no soy yo quien vive,
sino que es Cristo quien vive en mí”.
Padre Natalio
La frase de hoy
“¿Quieres ayudar?
Entonces involúcrate con quien necesita ayuda.
¿Quieres hacer la diferencia?
Sé diferente.
¿Quieres ser usado por Dios?
Ponte a Su disposición”
Tema del día:
Jesucristo es el camino
Un joven acudió una vez a un anciano y le pidió que orara
por él:
- “Me doy cuenta que estoy cayendo continuamente en la
impaciencia, ¿podría orar por mí para que pueda ser más paciente?”.
El anciano accedió. Se arrodillaron, y el hombre de Dios comenzó
a orar:
- “Señor, mándale tribulaciones a este joven esta mañana,
envíale tribulaciones en la tarde...”
El joven le interrumpió y le dijo:
- “¡No, no! ¡Tribulaciones no! ¡Paciencia!”.
-“Pero la tribulación produce paciencia -contestó el
anciano-. Si quieres tener paciencia, tienes que tener tribulación”.
Cualquier caminante necesita echar mano de la paciencia,
pues el camino es largo, arduo y costoso, expresaba San Juan de la Cruz y en
todo camino se presentan dificultades y tribulaciones de todo tipo.
“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Jesús
aparece el nuevo mediador de Dios (Mc 3,14) y la definitiva revelación de Dios
(Jn 17, 22). Jesús señala las condiciones de este camino para entrar en el
Reino (Mt 5,20). El caminar cristiano es una carrera (1Co 9,24-27). Para
caminar hay que poner los ojos en Jesús (Hb 12,1-2) y peregrinar (Hb 11,13-16),
sin poseer una ciudad permanente (Hb 13, 14) siendo huéspedes de este mundo (1P
1,1). Él es camino de vida, de bendición. Juan lo mostró al mundo como el
camino por donde tendría que ir la humanidad, camino recto; quien quiera
transitar por caminos de vida, tendrá que caminar con él y por él.
El símbolo del “camino” nos evoca el seguimiento, el
proceso espiritual, nos habla de nuestra condición de peregrinos. Somos
extranjeros y peregrinos (1P 2,11), somos ciudadanos del cielo, buscamos otra
ciudad (Hb 11,9-10). Aquí estamos de paso, esta tierra no es nuestra morada
permanente.
El Señor resucitado nos invita a abandonar Jerusalén y a
volver a Galilea -donde todo comenzó-, pues allí le veremos (Mc 16,7), nos
invita a salir y ponernos en camino. No es fácil responder a esta llamada, ya
que amamos la seguridad y estabilidad que nos ofrecen las instituciones y todo
tipo de seguridades que nos hemos ganado. Tendemos a instalarnos en nuestras
ideas, en nuestros sentimientos, en nuestros trabajos, en nuestras seguridades.
Jesús también estuvo sometido a constantes tentaciones, que le invitaban a
escoger otro camino más fácil, pero las venció todas y perseveró hasta el
final. Nosotros también sufrimos el acoso de las tentaciones para dejar el
camino.
Jesús acompañó en todo momento a sus discípulos. “No os
dejo huérfanos, volveré a visitaros” (Jn 14,18). Y acompañó a los enfermos y a
muchos sanó por su fe. "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y sigue
sana de tu dolencia" (Mc 5, 33-34) Jesús acompañó a todos aquellos que se
encontraron con él. En este acompañamiento de la persona Jesús va al fondo,
lleva a la persona a nacer de nuevo. “Te aseguro que, si uno no nace de nuevo,
no puede ver el reinado de Dios...Te aseguro que, si uno no nace de agua y de
Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 3-5). Y nacieron de nuevo
María Magdalena, Zaqueo, Pedro, Ignacio de Loyola, Agustín, Carlos de Foucauld....
La vida cristiana se llama en los Hechos de los Apóstoles
“el camino” (9,2; 18,25,24,22). En este camino hacia Dios abundan las pruebas y
caídas (1P 1, 7) las grandes privaciones (1Co 9, 24-26) y el hacerse violencia
(Mt 11, 12). Pero en esta carrera el ser humano no camina solo, Dios es su
acompañante. El ser humano es un ser en camino, eterno peregrino a la casa del
Padre. En esta marcha se encuentra con encrucijadas: caminos que conducen a la
vida y caminos que conducen a la muerte. Y se presentan peligros, riesgos,
dificultades de todo tipo. Para superarlos y no ceder al cansancio ni al
desaliento, es necesario tener los ojos bien fijos en la meta y estar bien
motivados. El ser humano está en continua elección: escoger la vida y seguir
por el camino recto, estrecho y empinado, o escoger lo fácil, el camino de
muerte.
El seguir a Jesús requiere el poner los ojos en él, en
tener sus mismos sentimientos y actitudes, en dar la vida. Y en este camino se
sube bajando, se entra saliendo, se es espiritual, encarnándose y se gana la
vida perdiéndola. Es un camino totalmente imprevisible, en él abundan las
pruebas y caídas (1P 1,7) grandes privaciones (1Co 9, 24-26) y hay que hacerse
violencia (Mt 11,12). Pero en esta carrera el ser humano no camina solo, Dios
es su compañero; por eso tenemos que tener confianza y saber que él nos
acompaña y que aunque caminemos por cañadas oscuras nada debemos temer, porque
él va con nosotros y su vara y su cayado nos sosiegan (Sal 22).
Jesús nos invita a seguirle, a caminar con él. La Biblia
habla de camino, sendero, vía (Dt 30,15-16) y de la necesidad de escoger un
camino u otro, el de salvación o el de perdición para la persona, de vida o de
muerte (Dt 30,1-5). “Hay un camino que uno cree recto y que va a parar a la
muerte” (Pr 14,12). Jesús nos ha dado a conocer al Padre. A Dios nadie lo ha
visto nunca. El Hijo Único de Dios, que es Dios y está en el seno del Padre,
nos lo ha dado a conocer (Jn 1, 18). Quien lo ve a él, ve al Padre (Jn 14, 9).
Él es el camino que nos lleva al Padre, la única posibilidad que tiene el
hombre de encontrar la plenitud de la vida: “Yo soy el camino y la verdad y la
vida. Nadie puede llegar hasta el Padre, sino por mí” (Jn 14, 6).
Para que Jesús pueda acompañarnos necesitamos desearlo y permitirle
que camine con nosotros. Y en este caminar con él necesitamos confiar en él,
perseverar y tener paciencia; pues además de una confianza y fidelidad a toda
prueba se necesita perseverancia, pues en cualquier campo de la vida no se
adelanta nada sin constancia ya que cualquier proyecto necesita tiempo y
esfuerzo para echarlo adelante.
Hay personas que parecen mariposas, saltando de médico en
médico o de compromiso en compromiso; así en la vida espiritual comienzan un
proyecto, con mucho calor, y a los pocos días se enfrían y se desinflan, son
amigas de actos heroicos, pero a corto plazo, la vida diaria, el martirio de
cada día no tiene atractivo, no aguantan ese ritmo.
Paciencia necesitamos cuando deseamos caminar; paciencia
para entender y escuchar a Dios, al otro y a uno mismo; paciencia porque el
camino es largo, complicado y lleva mucho tiempo. Sin embargo la marcha lenta
obtiene grandes resultados, “poco a poco se va lejos”. La paciencia, como la
paz y la felicidad, brotan de uno mismo; por mucho que intenten los otros de
que perdamos los estribos, nadie nos arrebatará nuestra paz si nuestra
paciencia está bien arraigada. Los obstáculos, las dificultades, los
contratiempos desesperan a muchos; sin embargo, Dios nos ha dado los medios con
que soportar las cosas que nos sobreviene sin dejarnos deprimir ni aplastar.
Autor: P. Eusebio Gómez Navarro
Fuente: Catholic.net - Imagen: Google
Meditación breve
Un maestro oriental que vio cómo un alacrán se estaba
ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó.
Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó, y el
animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose. El maestro intentó sacarlo
otra vez, y otra vez el alacrán lo picó.
Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y
le dijo:
Perdone, ¡pero usted es terco! ¿No entiende que cada vez
que intente sacarlo del agua lo picará?"
El maestro respondió:
"La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a
cambiar la mía, que es ayudar".
Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al
animalito del agua y le salvó la vida.
No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño; sólo
toma precauciones.
Algunos persiguen la felicidad; otros la crean.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de
libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la
fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por la salud de Priscilla, de República
Dominicana, a quien se le ha detectado un problema en su válvula mitral. Sana
Señor su espíritu, y que su cuerpo quede sano. Te lo pedimos, Señor.
Pedimos oración por la salud de María Luisa M., de 86
años de edad, que vive en la provincia de Buenos Aires, Argentina, y tiene
diabetes y un diagnóstico a confirmar de probable neoplasia de páncreas. Que la
Santísima Virgen de Lourdes interceda por ella ante Jesús para que le conceda
lo mejor para su cuerpo y para su alma.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se
reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el
correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados.
Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.
“Intimidad Divina”
Yo soy la verdad
Jesús ha venido para dar a los hombres la vida y ha
venido también para enseñarles el camino que conduce a la vida; él, que es
fuente de vida, es también Maestro de la vida. Así lo ha presentado el Padre
celestial desde el comienzo de su ministerio. El Espíritu Santo que, luego del
bautismo de Jesús, bajó sobre él en forma de paloma y la voz del cielo que se
oyó: “Este es mi Hijo amado, en quien me agradé” (Mt 3, 17) son, por decirlo
así, las credenciales que garantizan su enseñanza y dan su razón profunda.
¿Quién no prestará fe a sus palabras si es el Hijo de Dios y si el Espíritu
Santo está con él? Dos años más tarde, sobre el Tabor, se renueva la misma
presentación; igual voz, iguales palabras: “Este es mi Hijo amado, en quien me
agradé” Y además se hace la recomendación explícita: “Escuchadlo” (Mt 17, 5),
que pone en relieve su función de Maestro. Jesús mismo más tarde se ha revelado
como Maestro, más aún, como único Maestro: “Vosotros me llamáis maestro… y
decís bien, pues lo soy” (Jn 13, 13). Jesús declara: “Para eso he nacido yo y
para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37). El
que escucha y practica su palabra escucha y conoce la verdad.
El hombre puede ser maestro, pero puede también no serlo
sin dejar de ser hombre. En cambio, Jesús es Maestro por naturaleza, justamente
porque es el Verbo encarnado. Dios es la verdad, la verdad absoluta; toda la
verdad que hay en el Padre se comunica al Verbo y llega al hombre por medio de
Cristo. Dios “envió a su Hijo, la Palabra eterna, que alumbra a todo hombre,
para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios.
Jesucristo, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres, habla las
palabras de Dios” (DV 4). Jesús es Maestro en cuanto que es el Verbo, palabra
sustancial del Padre, que contiene y manifiesta toda la verdad, toda la
sabiduría, toda la ciencia que puede haber; él mismo es la verdad, la
sabiduría, el esplendor, la luz del Padre.
Es por lo que Jesús ha podido decir que es el único
Maestro. Los demás maestros conocen sólo una parte de la verdad, Jesús no sólo
conoce toda la verdad, sino que, como Verbo es la Verdad; los demás maestros
enseñan siempre verdades superiores a sí mismos, que por lo tanto conocen
imperfectamente. Jesús, en cambio, enseña la verdad que es él mismo por
naturaleza, y por lo tanto su enseñanza es absolutamente única e infalible. Por
tal motivo ha podido decir Jesús: “Yo, la luz, he venido al mundo” (Jn 12, 46);
y más explícitamente aún: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará
en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12). Sólo Jesús
puede declararse luz del mundo y dar “la luz de la vida”, porque sólo el Verbo
es la luz, la Palabra de Dios. La enseñanza de Jesús no está hecha de solas
palabras humanas por sublimes y elevadas que puedan ser, sino que refleja la
palabra del mismo Dios. Y esta palabra nos invita a abrir mente y corazón.
Tú, altísimo Dios
Padre, indicas y enseñas al alma la forma, el modo y el camino por el que pueda
conocerte y llegar a ti a través del amor. Este camino y este magisterio nos lo
enseñas por tu Hijo amado… Por eso el alma que aspira a encontrar la luz
divina, estudia, piensa y lee continuamente en el libro de la vida, que es la
vida toda de Cristo mientras vivió en esta vida mortal. (Santa Ángela de
Foligno)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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