sábado, 5 de enero de 2013

Pequeñas Semillitas 1913


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 1913 ~ Sábado 5 de Enero de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Esta noche es noche de Reyes Magos… Estos fueron personajes reales, de los que nos habla el Evangelio en Mateo 2, 1-12: “He aquí que unos magos de Oriente llegaron a Jerusalén diciendo: ¿Dónde está el recién nacido rey de los judíos?... Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente, iba delante de ellos, hasta posarse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella tuvieron un gozo indecible…. Encontraron al niño con María, su madre, e inclinándose lo adoraron. Y abriendo sus tesoros, le ofrecieron oro, incienso y mirra”.
Las más antiguas tradiciones fijaron su número en tres, y le dieron el rango de “Reyes”. Es muy verosímil que fuesen de casta sacerdotal, dedicados a la ciencia, en especial a la astronomía, y que procedieran de Persia o Babilonia, donde a causa de las deportaciones eran conocidas las creencias de los judíos y su espera del Mesías.
La tradición de nuestros tiempos, indica que los niños dejan en la noche sus zapatitos para que los Reyes Magos depositen en ellos sus regalos, que serán recogidos en la mañana siguiente… Hermosas costumbres que no deberían perderse con el paso de los años, manteniendo la inocencia y la pureza que nos hace viajar con la imaginación a aquella gruta de Belén donde nació el Salvador. Hoy es una noche especial para recordar que todos somos una gran familia y que el Niño Dios vive entre nosotros.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: «Sígueme». Felipe era de Bestsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás».
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
(Jn 1,43-51)

Comentario
Hoy, Felipe nos da una lección cabal al acompañar a Natanael hasta el Maestro. Actúa como el amigo que desea compartir con otro el tesoro recién descubierto: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret» (Jn 1,45). Rápidamente, con ilusión, quiere compartirlo con los demás, para que todos puedan recibir sus beneficios. El tesoro es Jesucristo. Nadie como Él puede llenar el corazón del hombre de paz y felicidad. Si Jesús vive en tu corazón, el deseo de compartirlo se convertirá en una necesidad. De aquí nace el sentido del apostolado cristiano. Cuando Jesús, más tarde, nos invite a tirar las redes nos dirá a cada uno de nosotros que debemos ser pescadores de hombres, que son muchos los que necesitan a Dios, que el hambre de trascendencia, de verdad, de felicidad... hay Alguien que puede colmarla por completo: Jesucristo. «Solamente Jesucristo es para nosotros todas las cosas (…). ¡Dichoso el hombre que espera en Él!» (San Ambrosio).
Nadie puede dar lo que no tiene o no ha recibido. Antes de hablar del Maestro, es necesario haber hablado con Él. Sólo si lo conocemos bien y nos hemos dejado conocer por Él, estaremos en condiciones de presentarlo a los demás, tal como hace Felipe en el Evangelio de hoy. Tal como han hecho tantos santos y santas a lo largo de la historia.
Tratar a Jesús, hablar con Él como un amigo habla con su amigo, confesarlo con una fe convencida: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel» (Jn 1,49), recibirlo a menudo en la Eucaristía y visitarlo con frecuencia, escuchar atentamente sus palabras de perdón... todo ello nos ayudará a presentarlo mejor a los demás y a descubrir la alegría interior que produce el hecho de que muchas otras personas le conozcan y le amen.
Rev. D. Rafel FELIPE i Freije (Girona, España)


Santoral Católico:
San Simeón Estilita


Detalles de su vida haciendo clic acá

Fuente: EWTN


La frase de hoy

“Señor, ayúdame a tener la fe inquebrantable
que tuvieron los Reyes Magos de oriente,
para cruzar los desiertos
que se atraviesan por mi camino,
con el objetivo de encontrarnos
con Jesucristo al final del recorrido”


Historias:
El pobre riquísimo


Cuando el viejo rico Naabot leyó la carta que le había llegado aquella tarde, dio un largo suspiro... -¡Ah, la familia! Quien escribía era un primo suyo, avisándole de su próxima visita. Zabulón, hijo de Dibón... Su memoria le inspiraba al mismo tiempo pena y cierta aversión. Los dos, de familias acomodadas en Israel, habían sido muy cercanos de jóvenes. Pasados los años, Naabot, emprendedor e incansable comerciante, se convirtió en uno de los hombres más ricos de Jerusalén. Zabulón, por el contrario, vio sus negocios rodar en una trágica serie de desgracias, y por lo que se sabía, estaba ahora al borde de la ruina más completa.

Sin embargo, después de años de separación, sentía curiosidad por verle de nuevo, por lo que marcó una reunión en su casa de campo, a poco más de seis millas al sur de Jerusalén.

El sol se puso detrás de las colinas arenosas, en aquella tarde de diciembre, cuando se reunieron los primos. El contraste entre los dos era casi chocante. Naabot era la figura encarnada de la buena fortuna. Alegre, gordo y exhalando delicados perfumes, vestía una túnica de seda persa, y vistosos anillos brillaban en casi todos sus dedos. Por el contrario, el encanecido Zabulón personificaba el fracaso y la pobreza. Su rostro estaba marcado por una continua y silenciosa resignación. Su cuerpo escuálido estaba cubierto por una túnica tan gastada, que no podía adivinarse el color original. Quien lo viese, no podría creer que un día fuera hombre con muchas posesiones. Compadecido, Naabot le invitó a cenar, invitación humildemente aceptada por el otro.

Durante la cena, que el pobre comprensiblemente devoraba con avidez, hablaron sobre el pasado, recordando la infancia y la juventud de ambos. En un cierto punto, Naabot declaró al primo su modo de ver las cosas:

- Mira, Zabulón, yo respeto profundamente al Dios de Abraham, pero dejemos al Todopoderoso en su templo, que es bastante grande. Aquí, sobre todo en el comercio, debemos utilizar toda la astucia y todos los medios que están a nuestro alcance, para obtener el éxito y la riqueza. Y decía eso crispando las manos, como agarrando un puñado de imaginarias monedas delante de él.

El pobre primo, hombre piadoso, no estuvo de acuerdo con ese punto de vista materialista de Naabot, y también discutieron al respecto un buen tiempo durante la noche. Aunque se respetaban, entre los dos había una profunda divergencia en la forma de ver la vida. Por último, viendo que no llegarían a ninguna conclusión, Naabot interrumpió la conversación y dijo:

- Bueno, vamos a ser sinceros. No habrá sido para discutir filosofía, ni para recordar el pasado, para lo que mi buen primo decidió visitarme. Así que dime, Zabulón, ¿hay algo en que te pueda ayudar?

- Sí, dijo el infeliz, curvando la cabeza. Necesito tu ayuda. Pero no vengo a pedir dinero, sólo a proponerte un trato.

- ¿Qué negocio? - Preguntó curioso el comerciante.

- Como debes saber, he perdido todo lo que tenía. Todo, salvo un pequeño pedazo de tierra, resto de una granja que en otros tiempos era grande, no muy lejos de aquí. ¿Crees que puedes comprarme este terreno? Naabot dio una carcajada.

- ¿Si puedo comprarlo? Mi querido Zabulón, me atrevo a decir sin exagerar ni con arrogancia, que tengo dinero para comprar cualquier cosa en Jerusalén, excepto el Templo y el palacio del gobernador, porque evidentemente no están a la venta. Escucha: si por casualidad el sitio valiese más de lo que estoy pensando en ofrecerte, te entrego todos mis anillos. Y balanceaba ligeramente la mano, haciendo brillar los diamantes y zafiros. ¿Me dices que no está lejos? Entonces cojamos dos caballos y unos hombres, y vamos a ver esa tierra. Así, esta noche te pago para que no digan los fariseos que no ayudé a un familiar necesitado.

Y así fue. Era una noche maravillosamente estrellada, hermosa y clara. Y como Zabulón había dicho, el lugar estaba cerca. Pero al llegar allí, vieron a una cierta distancia, al lado de una colina, algunas siluetas de hombres, camellos y caballos.

- Oh, una caravana. Tu terreno está ocupado por los beduinos, Zabulón. Me va a costar dinero echarlos de allí. Vamos a ver más de cerca cuántos son.

Sin embargo, al acercarse más, Naabot observó preciosos adornos en los camellos, y sorprendido murmuró:

- Por Elías, no son beduinos, son hombres ricos, tal vez hasta sean nobles ¿Qué hacen aquí? Llenos de curiosidad, los dos judíos y sus guardias se acercaron cada vez más sin prestar atención a los integrantes de la caravana, ni éstos en ellos. A las tantas, aparecieron los tres jefes de ese grupo desconocido. Los israelitas estaban atónitos. No eran simplemente nobles, por las coronas que portaban, ¡eran reyes! Tan ricos y suntuosos, que Naabot sintió como su presunta fortuna se reducía hasta el punto de parecer insignificante.

No lo habían percibido, pero a los pies de la elevación había una pequeña y pobre gruta, hacia donde los enigmáticos reyes se dirigieron. Mirando al cielo, Zabulón se dio cuenta que la noche era clara, no tanto por las estrellas en si, sino por una en particular, que superaba a todas en brillo. Ésta parecía asentarse suavemente en la colina.

En el interior de la gruta se encontraban, entre un buey y una mula, un hombre con su joven esposa, que tenía en sus brazos a un bebé recién nacido que sonreía. Era algo fantástico, porque de este Niño parecía irradiar una luz misteriosa, mas tenue, que envolvía la gruta y a todos los presentes. Entonces los reyes, uno por uno, se inclinaron en adoración delante del Niño, tocaron el suelo con su frente, y le ofrecieron magníficos regalos. Más tarde, comenzaron a llegar pastores de la región, y todos de rodillas, se quedaron en respetuoso y admirado silencio ante el extraordinario Niño.

Tras permanecer un largo tiempo en aquella serena y hermosa atmósfera, Naabot y su grupo se dieron cuenta que era momento de partir. Haciendo una última reverencia, salieron sin hacer ruido y caminaron en silencio. Naabot rompió el silencio, y despojándose uno por uno de sus preciosos anillos, se los entregó a su primo mientras decía:

- Cumplo lo que dije. Toma, Zabulón. Eres el pobre más rico que existe. Estos anillos son sólo una migaja. Tu terreno con su gruta no tienen precio. No hay oro en todo el Imperio Romano que pueda pagar lo que vale.

Uno de los guardias, osando dirigirle la palabra, preguntó a su amo:

- Mi señor Naabot, ¿nos ha llegado un nuevo profeta?

Los dos primos se miraron y Zabulón respondió:

- No, hijo mío. Ante nosotros se cumplieron siglos y siglos de profecías ... Esta noche, el Mesías nació en Israel.

Autor: Michelle Boy Frank
Fuente: es.gaudiumpress.org


Meditación breve


Los Magos fueron los primeros de la larguísima fila de aquellos que han sabido encontrar a Cristo en su propia vida y que han conseguido llegar a Aquel que es la luz del mundo, porque tuvieron humildad y no confiaron sólo en su propia sabiduría.
Estos personajes procedentes de Oriente no son los últimos, sino los primeros de la gran procesión de aquellos que, a través de todas las épocas de la historia, saben reconocer el mensaje de la estrella, saben caminar por los caminos indicados por la Sagrada Escritura y saben encontrar, así, a Aquél que es aparentemente débil y frágil, pero que en cambio es capaz de dar la alegría más grande y más profunda al corazón del hombre.
En Él, de hecho, se manifiesta la realidad estupenda de que Dios nos conoce y está cerca de nosotros, de que su grandeza y poder no se expresan en la lógica del mundo, sino en la lógica de un niño inerme, cuya fuerza es sólo la del amor que se nos confía.
No sólo, por tanto, los Magos se han puesto en camino, sino que desde aquel acto ha comenzado algo nuevo, se ha trazado una nueva vía, ha bajado al mundo una nueva luz que no se ha apagado. Esa luz, no puede ya ser ignorada en el mundo: los hombres se moverán hacia aquel Niño y serán iluminados por la alegría que solo Él sabe dar.
Benedicto XVI


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Marcos H., de Lima, Perú, quien será operado del pulmón por un tumor cancerígeno, para que el Señor Jesús guie la mano de los médicos y todo resulte bien.

Pedimos oración por la señora Concha M., de la ciudad de Chiquinquirá, Colombia, a quien le descubrieron un cáncer en el estómago con metástasis en algunos ganglios, rogando la intercesión de la Santísima Virgen María, para que su Hijo Jesús la toque con su mano sanadora.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.


“Intimidad Divina”

Jesús, Rey Universal

En el Antiguo Testamento se presentaba a Dios a su pueblo sobe todo como el Señor, poniendo su señorío como fundamento del decálogo: “Yo soy el Señor, tu Dios… no tendrás otro Dios que a mí” (EX 20, 2-3). La soberanía de Dios no admite competidores y por otra parte asegura a los hombres la libertad. Cuando Israel era fiel a su Dios, Dios lo liberaba de la esclavitud; era el momento de la desgracia. Pero Israel no era más que figura del pueblo mesiánico, en el cual Dios “determinó congregar en un conjunto a todos sus hijos, que estaban dispersos. Para ello envió a su Hijo, a quien constituyó heredero universal, para que fuera Maestro, Rey y Sacerdote nuestro. Cabeza del nuevo y universal pueblo de los herederos de Dios” (LG 13). Jesús es verdaderamente Rey universal. En cuanto Verbo eterno, posee todo el señorío de la Trinidad: es Criador, Señor del universo y de toda criatura. Pero también en cuanto hombre, en fuerza de su unión hipostática, participa plenamente de esta divina y absoluta soberanía. Cristo está en el vértice de la creación: principio, fin y rey de todo lo creado: “Yo soy el alfa y la omega, dice el Señor Dios; el que es, el que era, el que viene, el Todopoderoso” (Ap 1, 8).

Jesús, Señor y Rey, viene a este mundo para anunciar, difundir y afirmar la eterna soberanía de Dios y someter a ella todas las criaturas. En la liturgia encontramos una bellísima síntesis de esta su misión: “Dios todopoderoso y eterno… tú consagraste Sacerdote eterno y Rey del universo a ti Único Hijo, nuestro Señor Jesucristo… para que ofreciéndose a sí mismo, como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz, consumara el misterio de la redención humana; y sometiendo  a su poder la creación entera, entregara a tu majestad infinita un reino eterno y universal” (Prefacio de Cristo Rey). Jesús con su muerte ha destruido el pecado, enemigo de Dios, rebelión abierta contra su señorío; de esta manera ha librado a los hombres de la esclavitud de Satanás y de las pasiones y los ha devuelto dulcemente al imperio del Padre, el único imperio que no hace esclavos sino libres, porque servir a Dios es reinar. Y “después de hacer la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hb 1, 3), como corresponde a su dignidad real de Hijo de Dios.

Cristo, que ha reconquistado y establecido de nuevo el reino de Dios sobre la tierra, fue colocado “por encima de todo principado, potestad, poder y dominación y de todo cuanto tiene nombre, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. A él sujetó todas las cosas bajo sus pies y le puso por cabeza de todas las cosas en la Iglesia” (Ef 1, 21-22). La soberanía que ya le pertenecía como Dios, Jesús ha querido reconquistarla en cuanto hombre y pagarla a precio de su sangre para demostrar que su soberanía es una realeza de amor. Por un motivo de amor, es decir para salvarnos, se ha hecho uno de nosotros; y por el mismo motivo ha muerto y resucitado por nosotros (2 Cr 5, 15): reina desde el pesebre glorioso en el cielo. Glorificar a Jesús como a nuestro Rey, quiere decir reconocer y confesar sus derechos soberanos sobre nosotros y defender la libertad que a precio tan elevado nos ha conquistado, viviendo sometidos dócilmente a su suavísimo imperio. Para su gloria y para nuestra salvación “preciso es que él reine” (1 Cr 15, 25) y que “tenga la primacía sobre todas las cosas” (Cl 1, 18).

Digno eres de alabanza, Señor Jesús, porque fuiste inmolado y con tu sangre has comprado para Dios hombre de toda tribu, lengua y pueblo y nación, e hiciste de todos nosotros un reino y sacerdotes para nuestro Dios. Digno eres tú, ¡oh Cordero que has sido degollado!, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la bendición. Grandes y estupendas son tus obras, Señor, Dios todopoderoso; justos y verdaderos tus caminos, Rey de las naciones. ¿Quién no te temerá, Señor, y no glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, y todas las naciones vendrán y se postrarán delante de ti, pues tus juicios de han hecho manifiestos (Apocalipsis).

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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