miércoles, 18 de abril de 2012

Pequeñas Semillitas 1685


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1685 ~ Miércoles 18 de Abril de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Hola…
Todos somos enviados a hacer lo que hemos visto hacer a Jesús, a continuar y actualizar su vida y su mensaje. A comunicar vida, a dar paz, a desatar, a liberar, a continuar su obra. Quien tiene un encuentro con Jesús resucitado, se llena de alegría y siente la necesidad de contagiar y comunicar su experiencia a los demás.
El Espíritu de Jesús transforma el miedo en paz, el pesimismo en alegría. El Espíritu es el gran don de la Pascua. Jesús nos envía su Espíritu, su Aliento, su Ánimo, su Vida para que nos empapemos de Él, y lo contagiemos y comuniquemos a los demás. De forma que el mundo identifique fe en Jesús con personas sensibles y luchadoras por una vida mejor, más libre y feliz para todos.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios».
(Jn 3,16-21)

Comentario
Hoy, ante la miríada de opiniones que plantea la vida moderna, puede parecer que la verdad ya no existe —la verdad acerca de Dios, la verdad sobre los temas relativos al género humano, la verdad sobre el matrimonio, las verdades morales y, en última instancia, la verdad sobre mí mismo.
El pasaje del Evangelio de hoy identifica a Jesucristo como «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Sin Jesús sólo encontramos desolación, falsedad y muerte. Sólo hay un camino, y sólo uno que lleve al Cielo, que se llama Jesucristo.
Cristo no es una opinión más. Jesucristo es la auténtica Verdad. Negar la verdad es como insistir en cerrar los ojos ante la luz del Sol. Tanto si le gusta como si no, el Sol siempre estará ahí; pero el infeliz ha escogido libremente cerrar sus ojos ante el Sol de la verdad. De igual forma, muchos se consumen en sus carreras con una tremenda fuerza de voluntad y exigen emplear todo su potencial, olvidando que tan solo pueden alcanzar la verdad acerca de sí mismos caminando junto a Jesucristo.
Por otra parte, según Benedicto XVI, «cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn 8,32)» (Encíclica "Caritas in Veritate"). La verdad de cada uno es una llamada a convertirse en el hijo o la hija de Dios en la Casa Celestial: «Porque ésta es la voluntad de Dios: tu santificación» (1Tes 4,3). Dios quiere hijos e hijas libres, no esclavos.
En realidad, el “yo” perfecto es un proyecto común entre Dios y yo. Cuando buscamos la santidad, empezamos a reflejar la verdad de Dios en nuestras vidas. El Papa lo dijo de una forma hermosísima: «Cada santo es como un rayo de luz que sale de la Palabra de Dios» (Exhortación apostólica "Verbum Domini").
Fr. Damien LIN Yuanheng (Singapur, Singapur)


Santoral Católico:
San Francisco Solano
Presbítero Franciscano
Evangelizador de América


Aquellos primeros misioneros que vinieron a nuestras tierras americanas son de una grandeza casi sobrehumana. Entre ellos descuella la figura imponente de San Francisco Solano, el de una vida apostólica inconcebible que hoy vamos a presentar. ¿Cómo es posible realizar tanto trabajo en sólo veinte años, desde las costas de Panamá hasta las inmensidades peruanas, argentinas y uruguayas, para finalizar sus días de nuevo en el soñado Perú?...

Nace en Andalucía, ingresa en la Orden de San Francisco, y es un religioso y sacerdote sabio y santo. Pero España es un campo muy estrecho para su celo apostólico, y a sus cuarenta años solicita venirse para nuestra América, donde tantas almas están sedientas de Dios. Se embarca, llega a Cartagena y Portobello, y se detiene en Panamá durante cuatro meses, tan llenos de males y de dificultades, que mueren dos de sus compañeros. La vida del misionero empieza con grandes peligros, pero él no se va a rendir.

Toma una nave para el Perú, aunque el viaje se presenta difícil. Ante las costas de Colombia se produce la tragedia. La nave se parte en dos y en una lancha salvavidas pueden llegar algunos náufragos a la playa. Francisco no intenta salvarse él primero y se queda en la nave para dar ánimos a los que se ven del todo perdidos.

Vuelven las lanchas, y todos logran llegar a la arena entre grandes dificultades. El misionero es el último en abandonar el navío, se ata el hábito a la cintura, se lanza al mar, llega a la barca, y cuando alcanza la playa no le queda cubriendo su cuerpo más que la túnica. Decidido, se regresa a buscar su hábito, mientras dice a los compañeros aterrados:
- Voy por mi hábito. El Padre San Francisco me lo dio y a él se lo tengo que devolver.
Ese pobre hábito será su orgullo mayor y lo va a pasear con gallardía por aquellas tierras vírgenes.

Dos meses largos permanecen los náufragos en la playa inhóspita, comiendo sólo hierbas y los peces que llegan a sacar del mar como pueden. Francisco infunde ánimos a todos:
-¡Tranquilos! Dios nos sacará de aquí de una manera u otra.

Por fin, aparece una nave providencial, que recoge a los náufragos y los deja en el norte del Perú. Francisco sigue a pie su camino hasta la lejana Lima, de donde arrancará ahora y donde acabará después su prodigioso apostolado.

Se arrodilla ante su superior, y le suplica con lágrimas casi en los ojos:
- ¡Padre, mándeme, mándeme a mí! Por amor a mi Señor Jesucristo, yo quiero ir a las misiones más difíciles.
El superior comprende que aquellos impulsos tan vehementes hacia las misiones más arriesgadas vienen de Dios, y autoriza todo:
- ¡Vaya, pues, y que Dios le acompañe siempre!
Francisco escala los Andes, sube a las alturas más encumbradas de Bolivia, desciende después hasta la Argentina y llega al Tucumán, donde va a tener el centro de su apostolado durante once años prodigiosos, apostolado que se extenderá hasta Paraguay.

Estudia con ahínco las lenguas de los indígenas, a los que trata con un amor enternecedor. Y, cuando una vez se ve ante varias tribus, sin conocer las lenguas de todos, confía en el Espíritu Santo, que renueva con él aquella vez el prodigio de Pentecostés. Todos sus oyentes lo han entendido, y exclaman atónitos:
- ¿Y cómo el Padre español habla a la vez todas nuestras lenguas?...
El caso de conversiones más famoso en la vida de Francisco Solano se dio en La Rioja.
Cuarenta y cinco caciques se dan cita en ella, y las autoridades se ponen al tanto, con los soldados a punto de entrar en acción ante el primer peligro.

Era Jueves Santo, y en la procesión, organizada por el santo misionero, formaba un grupo de disciplinantes. Desnudos de la cintura para arriba, y con el despiadado látigo en la mano, iban dándose duros golpes en las espaldas, en memoria de la flagelación de Jesús y haciendo así penitencia por los pecados de todos. Los caciques indios se conmueven ante aquel espectáculo. Abrazan la fe católica que predica Francisco, y se hacen bautizar todos con muchos otros de sus tribus, después de la rigurosa instrucción a que los somete el misionero.

Dicen que llegaron hasta nueve mil los que se fueron bautizando después poco a poco, una vez recibida la debida instrucción. Todo fue fruto de aquella procesión tan devota y singular.
Los caciques, que habían venido al acecho como fieras, se habían convertido en corderitos mansos y obedientes...
El infatigable misionero, obediente a la voz de sus Superiores, regresa a Lima, donde permanecerá haciendo prodigios de santidad y de conversiones durante los seis últimos años de su vida.

Esta vida tan preciosa del misionero acaba mientras el sacerdote alza la Sagrada Hostia en la Misa que se celebra en su presencia por el moribundo.
Con el Cristo de la Hostia se alzaba hasta el Cielo uno de los mayores apóstoles que han recorrido nuestra América, tan prometedora...

Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

“Señor, que diste a tu Iglesia un fervoroso evangelizador en san Francisco Solano, te pedimos por su intercesión un ardiente deseo de predicar la Palabra de tu Hijo Jesucristo, con ocasión o sin ella, en cada momento de nuestra vida diaria. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.”


Tema del día:
Encontrarse con Cristo Resucitado 
desde le corazón de María


Los seres humanos tenemos capacidad de sintonizar con los sentimientos de otra persona, penetrarlos y hasta cierto punto apropiarlos. Podemos ponernos en el lugar del otro, comprender sus emociones y sentimientos y sentir juntamente con él.

Es posible conectar con el otro y participar de su experiencia interior. Esto abre un mundo maravilloso en la vida de oración. Con la ayuda de la gracia, es un modo de hacer oración contemplativa.

Ciertamente la empatía tiene sus límites, pues la experiencia personal será siempre personal; las vivencias de cada uno serán siempre propias y únicas.

¿En qué consiste esta "oración por empatía"?

Por ejemplo, en este tiempo litúrgico, consiste en centrar nuestra atención en la Virgen María y tratar de sintonizar con los sentimientos de María durante la pasión, muerte y resurrección de Jesús. He empleado esta modalidad de oración durante el triduo pascual y lo sigo aplicando ahora en la pascua. Me está ayudando mucho.

Tratar de meterse al corazón de la Madre de Jesús y Madre nuestra mientras en silencio y soledad acompaña a su Hijo en cada momento de su pasión y en su resurrección. Algunas preguntas que ayudan: ¿Qué sentía María en esos momentos? ¿Qué pensaba? ¿Qué recuerdos le venían a la memoria? ¿Qué le decía a Jesús? ¿Qué escuchaba? ¿Cuáles eran sus actitudes? ¿Cuál era su experiencia interior?

Detenerse en cada paso, sin prisa. Un día se puede tomar una escena, otro día otra. O permanecer durante varios días en la que más ayude a cada uno. Este modo de orar supone un fuerte cultivo de la capacidad de escucha.

Se trata de contemplar y sentir profundo

No hacen falta muchos pensamientos, se trata de contemplar y sentir profundo, identificándose con la oración de María: durante la última cena, durante la oración en el huerto, cuando fue apresado, cuando estaba en la cárcel, cuando fue condenado a muerte, cuando subía el Calvario con la cruz a cuestas, cuando fue crucificado, durante su agonía, cuando expiró, cuando resucitó, cuando encontró a María en el huerto, cuando se apareció a los suyos...

¡Qué fácil es gozar con Cristo Resucitado desde el corazón de su Madre mientras le contempla vivo y glorioso!

Autor: P Evaristo Sada LC


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Pensamientos sanadores


Hoy redescubre la santidad

¡Ojalá te parecieras un poco más a tu hermana! ¡Si aprendieses de tal compañero!
Estas frases y otras similares, generan en la personalidad del niño “que luego será adulto”, una sensación de incapacidad por la cual piensan que lo propio no es valioso y que muy poco hay de bueno en sí mismo,
Esto hará que esas personas piensen que la santidad se construye tomando prestados retazos de la personalidad de otras personas virtuosas.
Sin embargo, así como cada uno de nosotros es único e irrepetible, también la santidad en cada uno es diferente, aun cuando haya grandes parámetros que son comunes a todos, tales como: la intimidad con Dios por medio de la oración, el amor a los sacramentos, la cercanía afectiva a la Virgen María, el amor y la fidelidad hacia la Iglesia, el amor por el prójimo y la acción solidaria.
Sin embargo, para cada uno de nosotros, la santidad se basa en la respuesta fiel, simple y alegre a lo que Dios pide cada día.

(…) lo sirvamos en santidad y justicia bajo su mirada, durante toda nuestra vida. Lucas 1, 75


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Berta y Blanca, hermanas que viven en Mendoza, Argentina, y que sufren distrofia muscular progresiva, enfermedad grave e invalidante. Que Jesús Resucitado las acompañe para fortalecer su fe y atender sus necesidades físicas y espirituales.

Pedimos oración por tantos sacerdotes y misioneros de la Iglesia que en diversos países del mundo sufren grandes persecuciones, pidiendo al omnipotente y victorioso Señor Jesús que los proteja y renueve a diario su valor y su decisión de seguir proclamando la Buena Nueva a pesar de los peligros.

Pedimos oración por el alma de Facundo Santiago A., joven de 37 años de edad, de Salliqueló provincia de Buenos Aires, Argentina, padre de cuatro hijos pequeños, que el domingo por la noche falleció en un accidente automovilístico. Que Jesús reciba su alma en el cielo y la Santísima Virgen acompañe a su familia en estos momentos de dolor concediéndoles la gracias del consuelo y la esperanza de la resurrección final.

Pedimos oración por la salud física, psíquica y espiritual de Mirta V., que vive en Ezeiza, Argentina, rogando que se manifieste toda la gloria del Poder del Padre en su vida, y así ella pueda corroborar que el Señor la cuida, la ama y la protege.

Pedimos oración por dos personas que viven en Guatemala, Centro América: Federico C., de 26 años de edad, con diagnóstico de Linfoma de Hodgking bajo tratamiento de quimioterapia y Jorge R., de 32 años de edad, quien ha sufrido quebrantos en su salud sin que todavía se encuentre el motivo. Que el Señor esté con ellos y los ayude a superar sus dificultades.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Enviar los pedidos de oración a pequesemillitas@gmail.com


"Intimidad Divina"

La escucha interior

La sagrada Liturgia es “la cumbre” del culto divino y “la fuente” de la santificación de los hombres (SC 10); sin embargo, “la participación en la sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual. En efecto, el cristiano, llamado a orar en común, debe entrar también en su cuarto para orar al Padre en secreto” (SC 12). Los tesoros de la doctrina contenidos en la sagrada Liturgia y los mismos misterios divinos que la acción litúrgica celebra y ofrece a los creyentes, deben ser asimilados en el silencio y en la reflexión, en aquella intimidad con Dios que es la oración mental, llamada comúnmente meditación. Desde el Antiguo Testamento, la Sagrada Escritura ha proclamado “bienaventurado” al hombre que medita día y noche en la ley del Señor… Y en el Evangelio tenemos el ejemplo de la Virgen, de la cual afirma Lucas que “guardaba todas las cosas que veía y oía acerca de su Hijo divino meditándolas en su corazón”.

Hablando de la palabra de Dios como alimento de la vida espiritual, el Concilio Vaticano II dice: “A la lección de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración, de modo que se entable coloquio entre Dios y el hombre, pues a él hablamos cuando oramos, a él oímos cuando leemos los oráculos divinos” (DV 25). La lectura sirve de arranque y de punto de partida para el coloquio interior: la palabra escrita se convierte entonces en palabra viva que Dios mismo alumbra en el fondo del espíritu recogido, haciéndole comprender su sentido y sus aplicaciones prácticas a la vida cotidiana. De esta manera el alma se coloca en la actitud de María de Betania, “la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra” (Lc 10, 39).

La Sagrada Escritura y especialmente el Evangelio, los textos del Misal y del Breviario nos ofrecen los temas más hermosos y eficaces para la meditación, precisamente porque son palabra de Dios y palabra de la Iglesia. El Concilio, hablando de los religiosos dice: “Tengan cotidianamente en las manos la Sagrada Escritura, a fin de adquirir, por la lección y meditación de los sagrados libros, la eminente ciencia de Jesucristo” (PC 6); a los clérigos seminaristas recomienda que se preparen “para el ministerio de la palabra, para comprender mejor la palabra revelada por Dios y poseerla con la meditación (OT 4); e igualmente habla a los seglares, cuando afirma que “solamente… con la meditación de la palabra divina (AA 4) aprenderán a buscar y a reconocer al Señor en todas las circunstancias de la vida. El fin de la meditación es conocer mejor a Dios para amarlo más.

¡Oh Señor!, toda mi grandeza está en escucharte: escucharte en la palabra exterior de tu ley, escucharte en la inspiración interior de tu Espíritu, en los variadísimos caminos a través de los cuales habla tu Providencia. Escucharte en la quietud profunda del Espíritu, en el deseo inflamado pero sereno de la voluntad, en la fidelidad devota y humilde de la actividad cotidiana, en la rectitud profunda y sincera de la vida… Es más precioso y de más valor el escuchar una sola de tus palabras y establecer una corriente de atención interior contigo, que todas las demás cosas que mi amor quisiera ofrecerte. Ese fue el gran mérito de María, la parte mejor que ella consiguió. ¡Oh Maestro divino!, que yo también sepa escucharte. (G. Cánova, Suscipe Domine)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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