PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1680 ~ Viernes
13 de Abril de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Hola…
Luego de haber informado ayer sobre el Premio
Internacional que recibirá “Pequeñas Semillitas” el próximo 4 de mayo, han
llegado cientos de mensajes de saludos y felicitaciones, que mucho agradezco en
forma general ya que me es imposible responder particularmente a cada uno. Doy
gracias a Dios y siento la serena alegría de estar cumpliendo, al menos en
parte, con la tarea que el Señor me encomendó, a pesar de mis escasos méritos,
mis miserias y mis pecados… Pido a Él que me siga dando fuerzas para hacer que
esta siembra continúe y crezca cada día más, para que, como en la hermosa
parábola del sembrador, (Mateo 13:1-9, Marcos 4:1-9 y Lucas 8:4-8) la gran mayoría
de las semillas caigan en tierra buena y la cosecha sea abundante para mayor
gloria de Dios.
A muchos lectores que han escrito y se definen como
seguidores y admiradores de “Pequeñas Semillitas” les pido que en verdad sean
seguidores y admiradores de Jesús, ya que lo verdaderamente importante es Su
mensaje de paz y amor. Y que en la medida de sus posibilidades difundan los
contenidos de esta página a sus amigos y conocidos, para de ese modo
transformarse también en sembradores de la Buena Nueva de Cristo, haciendo caso
al pedido del amado Beato Juan Pablo II que decía que "Los cristianos
estamos obligados a utilizar los mejores medios de comunicación a nuestro
alcance en cada época para difundir el Evangelio de Cristo".
Sigamos sembrando entonces con alegría, con generosidad,
con humildad, con amor…
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, se manifestó Jesús otra vez a los
discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera.
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de
Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice:
«Voy a pescar». Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo». Fueron y
subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los
discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis
pescado?». Le contestaron: «No». Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la
barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la
abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro:
«Es el Señor». Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se puso el vestido
—pues estaba desnudo— y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la
barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino
unos doscientos codos.
Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un
pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis
de pescar». Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes:
ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les
dice: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle:
«¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan
y se lo da; y de igual modo el pez. Ésta fue ya la tercera vez que Jesús se
manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
(Jn 21,1-14)
Comentario
Hoy, Jesús por tercera vez se aparece a los discípulos
desde que resucitó. Pedro ha regresado a su trabajo de pescador y los otros se
animan a acompañarle. Es lógico que, si era pescador antes de seguir a Jesús,
continúe siéndolo después; y todavía hay quien se extraña de que no se tenga
que abandonar el propio trabajo, honrado, para seguir a Cristo.
¡Aquella noche no pescaron nada! Cuando al amanecer
aparece Jesús, no le reconocen hasta que les pide algo para comer. Al decirle
que no tienen nada, Él les indica dónde han de lanzar la red. A pesar de que
los pescadores se las saben todas, y en este caso han estado bregando sin
frutos, obedecen. «¡Oh poder de la obediencia! —El lago de Genesaret negaba sus
peces a las redes de Pedro. Toda una noche en vano. —Ahora, obediente, volvió
la red al agua y pescaron (...) una gran cantidad de peces. —Créeme: el milagro
se repite cada día» (San Josemaría).
El evangelista hace notar que eran «ciento cincuenta y
tres» peces grandes (cf. Jn 21,11) y, siendo tantos, no se rompieron las redes.
Son detalles a tener en cuenta, ya que la Redención se ha hecho con obediencia
responsable, en medio de las tareas corrientes.
Todos sabían «que era el Señor. Viene entonces Jesús,
toma el pan y se lo da» (Jn 21,12-13). Igual hizo con el pescado. Tanto el
alimento espiritual, como también el alimento material, no faltarán si
obedecemos. Lo enseña a sus seguidores más próximos y nos lo vuelve a decir a
través de Juan Pablo II: «Al comienzo del nuevo milenio, resuenan en nuestro
corazón las palabras con las que un día Jesús (...) invitó al Apóstol a ‘remar
mar adentro’: ‘Duc in altum’ (Lc 5, 4). Pedro y los primeros compañeros
confiaron en la palabra de Cristo (...) y ‘recogieron una cantidad enorme de
peces’ (Lc 5,6). Esta palabra resuena también hoy para nosotros».
Por la obediencia, como la de María, pedimos al Señor que
siga otorgando frutos apostólicos a toda la Iglesia.
Rev. D. Joaquim MONRÓS i Guitart (Tarragona, España)
Santoral Católico:
San Martín I
Papa y Mártir
Oriundo de Todi y diácono de la Iglesia romana, Martín
fue elegido Papa para suceder al Papa Teodoro, muerto el 13 de mayo del 649.
Inmediatamente demostró mucha firmeza en la conducción de la Iglesia. En
efecto, no pidió ni esperó el consentimiento para su elección por parte del
emperador Constante II que un año antes había promulgado el Tipo, un documento
en defensa de la tesis herética de los monotelitas. Para acabar con la difusión
de esta herejía, a los tres meses de su elección, el Papa Martín convocó en la
basílica lateranense un gran concilio, al que fueron invitados todos los
obispos de Occidente.
La condena de todos los escritos monotelitas, decretada
en las cinco solemnes sesiones conciliares, suscitó la furiosa reacción de la
corte bizantina. El emperador ordenó al exarca de Rávena, Olimpio, que fuera a
Roma y arrestara al Papa. Olimpio no sólo se propuso cumplir las órdenes
imperiales, sino que trató de asesinar al Papa por medio de un sicario durante
la celebración de la misa en Santa María Mayor. En el momento de recibir la
Hostia de manos del Pontífice, el vil sicario sacó el puñal, pero en ese
momento quedó repentinamente ciego.
Probablemente este hecho convenció a Olimpio de cambiar
de actitud y a reconciliarse con el santo Pontífice y a proyectar una lucha
armada contra Constantinopla. En el 653, muerto Olimpio de peste, el emperador
pudo llevar a cabo su venganza, haciendo arrestar al Papa por medio del nuevo
exarca de Rávena, Teodoro Caliopa.
Martín, acusado de haberse apoderado ilegalmente del alto
cargo pontificio y de haber tramado con Olimpio contra Constantinopla, fue
llevado por mar a la ciudad del Bósforo. El largo viaje, que duró quince meses,
fue el comienzo de un cruel martirio. Durante las numerosas escalas no se
permitió a ninguno de los fieles que salieron a saludar al Papa que se
acercaran a él. Al prisionero no se le daba ni siquiera el agua para bañarse.
El 17 de septiembre del 654 llegó a Constantinopla, fue colocado en una camilla
y expuesto durante todo un día a los insultos del pueblo, y después lo
encerraron durante tres meses en la cárcel Prandiaria. Después comenzó un largo
y extenuante proceso, durante el cual fueron tales las crueldades que le
hicieron murmurar al imputado: “Hagan de mí lo que quieran; cualquier clase de
muerte será un bien para mí”.
Degradado públicamente, desnudo y expuesto a los rigores
del frío, encadenado, fue encerrado en la celda reservada a los condenados a
muerte. El 26 de marzo del 655 lo hicieron partir secretamente para el
destierro en Crimea. Sufrió el hambre y padeció en el abandono más absoluto
durante cuatro meses más, hasta cuando la muerte le llegó, agotado en el cuerpo
pero no en la voluntad, el 16 de septiembre del 655.
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
"Felices los que trabajan por la paz,
porque se llamarán hijos de Dios"
Mateo 5, 9
Temas Médicos:
Las preocupaciones nos
enferman
Preocuparse es tan común, que parece que fuera natural.
Pero las preocupaciones acarrean muchos problemas de salud y además son
inútiles para solucionar cualquier cosa que necesitemos resolver.
Cuando nos preocupamos por cualquier cuestión, lo hacemos
con la finalidad de querer resolverla o evitarla para que no se presente en
nuestra vida. Sin embargo, cuando hacemos esto, estamos dejando el tiempo
suspendido. Nos alejamos del presente, que es el único lugar que existe para
actuar. O mejor dicho, colmamos nuestro presente con energías inútiles que no
nos ayudan a actuar. La acción de preocuparse significa: desasosegar,
intranquilizar, ansiar, inquietar, alarmar, recelar, angustiar, obsesionar,
afligir, ofuscar, desvelar, impacientar. Si nos invadimos de estas energías,
nos alejamos del presente donde se encuentran las situaciones que pretendemos
resolver y estas quedan sin atender. Por ende, solo podemos dar vueltas y
vueltas en una actitud fútil y desgastante, que además afecta nuestro cuerpo
físico.
La acción contraria a preocuparse es: ocuparse,
responsabilizarse, cuidar, fomentar, interesarse, prevenir. Y esto sí que nos
ayuda a resolver o a evitar aquellas cuestiones de las que estamos preocupados.
Cuando hacemos esto, no solo resolvemos o evitamos lo que estamos temiendo,
sino que además nos embarga una agradable sensación de empoderamiento, que
lejos de desgastarnos, nos hace sentir vitales y saludables.
A la sabia naturaleza no le quedan bien nuestras
preocupaciones y le encanta que nos ocupemos de nuestros asuntos. Nuestro
cuerpo se resiente fuertemente cuando tenemos el hábito de preocuparnos y
muchas veces no somos conscientes de lo que esto significa para nuestro
organismo.
Cuando nos preocupamos comenzamos a tensar muchos órganos
de nuestro cuerpo, provocamos muchos inconvenientes en su funcionamiento que
luego de un tiempo comienzan a manifestarse de distintas formas. La tensión
acumulada en cuero cabelludo hace que nuestro cabello se debilite, se vea seco,
sin vida y el poco alimento que le llega por la baja circulación de nutrientes
puede crear la no deseada caída del cabello. La tensión acumulada por lo que no
nos gusta ver, nos produce tensión en los músculos y nervios de los ojos
disminuyendo la visión. La tensión acumulada en el cuello y los hombros nos
podrán fomentar tortícolis y dolores en los hombros y brazos. La tensión
acumulada en los brazos nos creará tendinitis. La tensión acumulada en el pecho
nos traerá dolores de angustia y en su recurrencia puede afectar el normal
funcionamiento del corazón. La tensión acumulada en la espalda nos creará
lumbagos y problemas con las vertebras de la columna. La tensión de los
músculos del ano nos creará hemorroides y así, la lista es enorme.
Si nuestro cuerpo se resiente debido a las
preocupaciones, es evidente que estas no son bienvenidas, ni necesarias. Es
obvio que las preocupaciones son muy difíciles de manejar en esta vida tan
ajetreada, pero podemos prestar más atención para buscar una manera más
aliviada de vivir. La naturaleza nos agradecerá que procuremos vivir con más
armonía, más serenidad y más paz interior.
La sensación de preocupación nos entrega un mensaje muy
claro respecto a lo que podemos hacer para evitar o solucionar nuestros
asuntos. En realidad solo hay dos salidas a esta cuestión, o hacemos algo o
aceptamos las cosas tal como están y no hay más. Si podemos hacer algo, lo
haremos. Si no queremos hacer algo al respecto también está bien, pero
preocuparse está demás.
Las preocupaciones tienen su origen en la fuerte
sensación de desconfianza del proceso de la vida. No hemos aceptado la
maravillosa promesa de que no tenemos que preocuparnos, porque todo lo que
necesitamos nos será otorgado por nuestro Padre. Cuando aceptemos esto en su
totalidad, nos relajaremos y nos sentiremos mucho mejor. Podremos dar un
suspiro de alivio y poner una sonrisa en nuestro rostro y también reír. Para
mientras que trabajamos en aceptar esta promesa con toda su increíble verdad,
necesitaremos hacer ejercicios de relajación y mucha meditación.
Patricia González
Pensamientos sanadores
Hoy pídele a Dios ser libre de todo apego
Lo primero que hace el Espíritu de Dios al comienzo de
los tiempos es poner orden en el caos primigenio. También hoy quiere moverse en
nosotros para liberarnos de ataduras y poner orden en el caos interior de
pensamientos y emociones.
El estar sumido en este caos produce una ceguera
espiritual que impide ver el proyecto de bendición que Dios tiene para esa
persona y, por su intermedio, para muchas otras.
Los pensamientos que Satanás suele sembrar para buscar
excusas y no cortar con ese apego pueden ser: “total, no me impide hacer el
bien”; “estoy haciendo tantas cosas por Dios o por los demás”; “igual no hago
el mal que hacen otros” o “hago el bien que otros no hacen”. Estos y otros
justificativos impiden recibir las bendiciones que Dios nos tiene preparadas.
El hombre pecador
no tolera ningún reproche y encuentra pretextos para hacer lo que quiere. El
hombre de consejo no descuida la reflexión; el impío y el arrogante proceden
temerariamente. No hagas nada sin el debido consejo y no te arrepentirás de tus
acciones. No vayas por un camino lleno de obstáculos y no tropezarás contra las
piedras. Eclesiástico 32, 17-20
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las
familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por la salud de María Ester, de la ciudad
de Salta, Argentina, que ha sido operada. Que el Señor, lleno de amor y
misericordia, la ayude a tener una pronta recuperación.
Pedimos oración por el alma de Sergio Daniel, a tres años
de su partida a la casa del Padre celestial. Él vivía en Necochea, Argentina, y
tenía sólo 34 años al momento de sufrir un accidente automovilístico fatal.
Pedimos oración por Facundo, un joven de 27 años de edad,
de Buenos Aires, Argentina, actualmente internado, que hace años viene luchando
contra una enfermedad ganglionar maligna, por lo que lo ponemos en manos de
Jesús Resucitado para que le transmita la salud y la fortaleza que necesita.
Pedimos oración por Carmen R. H. que tiene 16 años, vive
en Guayaquil, Ecuador, y se le ha diagnosticado cáncer de tiroides. Rogamos a
María Madre de Dios y Madre nuestra, que interceda ante Jesús por la curación
de esta niña y que al mismo tiempo dé fuerzas físicas y espirituales a su mamá
y demás familiares para que puedan sostener a Carmencita en esta instancia.
Pedimos oración por Alejandro Daniel, que está internada
en Buenos Aires, Argentina, con cáncer en fase terminal. Rogamos a Nuestra
Señora de Fátima que interceda por su salud y por su vida, y que Jesús ponga
sus manos para curarlo, ya que tiene un niño pequeño y él apenas 34 años.
Pedimos oración por la salud de María Delia E. que vive
en Concordia, Argentina, padece cáncer y está dando pelea a la enfermedad. Que
Jesús Misericordioso esté junto a ella, y le conceda la inmensa gracia de salir
victoriosa en ese combate contra el terrible mal. La fe todo lo puede…
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción
o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Enviar los pedidos de oración a pequesemillitas@gmail.com
"Intimidad Divina"
Es el Señor
El evangelista San Juan (21, 1-14) refiere otra aparición
de Jesús que tuvo lugar en el lago de Tiberíades, donde los Apóstoles habían
transcurrido toda una noche de trabajo inútil en la pesca. Al principio no le
reconocen; pero, siguiendo su invitación, echan de nuevo la red y ésta se llena
de tal manera que “no podían arrastrarla”. Inmediatamente el discípulo “a quien
Jesús amaba” reconoce en esa pesca extraordinaria la “señal” de la presencia
del Maestro y exclama “¡Es el Señor!”. Con ese título, familiar a los
discípulos, Juan reconoce y señala a Jesús; pero después de su resurrección ese
título asume un valor y un significado más profundo y vital. El cristiano debe
cantar las glorias del Resucitado, haciéndole triunfar en todo su ser,
cediéndole todo derecho y todo espacio, y entregándose a él para que sea el
único Señor de su vida.
Jesús es el Señor, pero, aunque resucitado, su estilo no
cambia: continúa siendo el que “no ha venido a ser servido sino a servir” (Mt
20, 28). Jesús ha preparado en la playa “unas brasas encendidas, y un pez
puesto sobre ellas y pan”, y cuando vengan sus amigos cansados por la noche
pasada en el lago y por los esfuerzos para sacar la red a la orilla, los invita
a refocilarse. El Señor resucitado continúa preparando a los hombres su mesa y
en vez de servirles pan y pescado, les sirve en comida su Cuerpo y en bebida su
Sangre, sustentando de tal manera en los creyentes aquella vida divina a la
cual los ha regenerado con su muerte y resurrección. La Eucaristía, por lo
tanto, es el perfeccionamiento del bautismo, y como el bautismo, es un
sacramento esencialmente pascual.
Si la Eucaristía es el memorial e la muerte del Señor, lo
es también de su resurrección, porque el Cuerpo y la Sangre ofrecidos en el
sacramento no son el cuerpo y la sangre de un muerto, sino de un vivo, de un
resucitado que vive para siempre y tiene el poder de hacer participante de su
inmortalidad a quien se nutre de él. “El que como mi carne y bebe mi sangre
tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día” (Jn 6, 54). Entonces
alcanzará su máximo esplendor la soberanía del Resucitado, cuando habrá asumido
en su resurrección la de todos los creyentes. Sólo Jesús tiene el poder de
salvar, sólo él es el Señor de la vida y de la muerte, capaz de sanar y de
hacer resucitar.
Eres tú, ¡oh divino
Resucitado!, el que vienes a mí, tú que después de haber expiado el pecado con
tus dolores, has vencido a la muerte con tu triunfo y que, glorioso ya para
siempre, vives para tu Padre. Ven a mí para aniquilar la obra del demonio, para
destruir el pecado y mis infidelidades; ven para acrecentar en mí el
desasimiento de todo lo que no es de Dios; ven para hacerme partícipe de
aquella sobreabundancia de vida perfecta que brota ahora de tu santa Humanidad.
Entonces cantaré contigo un canto de acción de gracias a tu Padre que en aquel
día de honor y de gloria te coronó como a nuestra Cabeza. (C. Marmión, Cristo
en sus misterios, 15).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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