PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1681 ~ Sábado
14 de Abril de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Hola…
Usted puede que haya escuchado la frase “Todo lo que está
bien termina bien”. Me gustaría ofrecer una variación en ese tema: “Todo lo que
está bien comienza bien.” Y… ¿cómo comienza usted bien? Determinando primero
dónde quiere ir. Puede que suene obvio, pero es una parte integral –aunque a
veces muy difícil– del proceso. Si usted no está seguro de hacia donde quiere
ir en la vida, comience por identificar sus pasiones y sus dones. Después,
encuentre a alguien que haya sido exitoso en las áreas que le interesan a
usted. Observe cómo vive. Escúchelo. Absorba todo lo que usted pueda de ellos.
Luego, use lo que usted aprendió para identificar su destino o meta.
Encomiéndese a Dios y póngase en camino…
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la
semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete
demonios. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, que
estaban tristes y llorosos. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por
ella, no creyeron. Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de
ellos cuando iban de camino a una aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los
demás; pero tampoco creyeron a éstos. Por último, estando a la mesa los once
discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de
corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo: «Id
por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación».
(Mc 16,9-15)
Comentario
Hoy, el Evangelio nos ofrece la oportunidad de meditar
algunos aspectos de los que cada uno de nosotros tiene experiencia: estamos
seguros de amar a Jesús, lo consideramos el mejor de nuestros amigos; no
obstante, ¿quién de nosotros podría afirmar no haberlo traicionado nunca?
Pensemos si no lo hemos mal vendido, por lo menos alguna vez, por un bien
ilusorio, del peor oropel. En segundo lugar, aunque frecuentemente estamos
tentados a sobrevalorarnos en cuanto cristianos, sin embargo el testimonio de
nuestra propia conciencia nos impone callar y humillarnos, a imitación del
publicano que no osaba ni tan sólo levantar la cabeza, golpeándose el pecho,
mientras repetía: «Oh Dios, ven junto a mí a ayudarme, que soy un pecador» (Lc
18,13).
Afirmado todo esto, no puede sorprendernos la conducta de
los discípulos. Han conocido personalmente a Jesús, le han apreciado los dotes
de mente, de corazón, las cualidades incomparables de su predicación. Con todo,
cuando Jesucristo ya había resucitado, una de las mujeres del grupo —María
Magdalena— «fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, que
estaban tristes y llorosos» (Mc 16,10) y, en lugar de interrumpir las lágrimas
y comenzar a bailar de alegría, no le creen. Es la señal de que nuestro centro
de gravedad es la tierra.
Los discípulos tenían ante sí el anuncio inédito de la
Resurrección y, en cambio, prefieren continuar compadeciéndose de ellos mismos.
Hemos pecado, ¡sí! Le hemos traicionado, ¡sí! Le hemos celebrado una especie de
exequias paganas, ¡sí! De ahora en adelante, que no sea más así: después de
habernos golpeado el pecho, lancémonos a los pies, con la cabeza bien alta
mirando arriba, y... ¡adelante!, ¡en marcha tras Él!, siguiendo su ritmo. Ha
dicho sabiamente el escritor francés Gustave Flaubert: «Creo que si mirásemos
sin parar al cielo, acabaríamos teniendo alas». El hombre, que estaba inmerso
en el pecado, en la ignorancia y en la tibieza, desde hoy y para siempre ha de
saber que, gracias a la Resurrección de Cristo, «se encuentra como inmerso en
la luz del mediodía».
P. Raimondo M. SORGIA Mannai OP (San Domenico di Fiesole,
Florencia, Italia)
Santoral Católico:
Santa Liduvina
Enferma crónica
Nace en Schiedam, en una casa pobre y honrada, cerca de
La Haya. Es la hija de Pedro, el sereno. La llaman Liduvina, Liduína, Ludiwina,
Lidvina, Lydvid o Lidia.
Con quince años comienza su historia de dolor cuando cae
en el hielo del lago Schie donde patinaba con sus amigas, al producirse un
choque con una de ellas. Se rompió una costilla y entró en cama para no
levantarse más. A partir de este momento ya se suceden todos los males y los
intentos de curación conocidos en el pueblo. Apostema pertinaz en el lugar de
la herida, salen llagas, úlceras, por fin gangrena con gusanos y mucho dolor.
Se pasan el día cambiándola de una a otra cama, pero cada traslado es un
espantoso tormento; sus piernas ya no la sostienen un día y ya es preciso
arrastrarla por el suelo.
Enfermedad del fuego sagrado, como lo llamaban en ese
tiempo, en un brazo que se consume. También tiene neuralgias.
Por si fuera poco, el ojo derecho se extingue y le sangra
el izquierdo. Se le producen equimosis lívidas en el pecho que se convierten en
pústulas cobrizas. Empieza el mal al hígado y a los pulmones. El cáncer le hace
agujero profundo en el pecho. Y para colmo de males, la peste bubónica que
asolaba Europa llegó a Holanda y se estableció en Liduvina regalándole dos
bubones terribles junto a su corazón. Ella dijo: "dos no está mal, pero
tres sería mejor, en honor de la Santísima Trinidad"... y el tercero le
brotó en la cara. Sólo la lepra no visitó su cuerpo.
Cualquiera de estos males era de muerte. Pero aquella
vida era un milagro continuo. Ahora es un montón de pellejos rotos y huesos;
lejos queda la niña crecida y guapa que fue, cuando su buen padre le buscaba
pretendientes con los que ajustar una boda que le sacara de apuros y a la que
ella se negaba rotundamente.
¿Y los olores? Los chorros de pus, a rosas; los emplastos
retirados llenos de insectos, embalsaman la casa, y de aquel cuerpo que todo se
pudre, jamás salió olor de muerto.
¿Y el alimento? Una rodaja de manzana asada para un día.
El estómago se rebela por una tostada de pan mojado en leche o en cerveza.
Después hubo de contentarse con unas gotas de agua azucarada o con un poco de
vino matado con agua.
¿Y el descanso? Desaparecido el sueño, noches en vela, de
espaldas con la piel que salía como la corteza del árbol. Sus biógrafos dicen
que en treinta y ocho años no durmió veinte horas.
¿Y el ánimo? El sufrimiento la llenó al principio de
espanto. En cama, estuvo con frecuencia a punto de desesperación. Por cuatro
años pensó que estaba condenada; Dios no se interesa por ella, no aparece, o
mejor, ha desaparecido por indiferente; casi se diría es un enemigo implacable
y cruel.
Es incapaz de rezar en ese estado de sufrimiento y
postración donde no hay ni una ayuda del cielo, ni un consuelo de la tierra. El
cura del pueblo no se interesa por la enferma mientras tenga que ocuparse de
cebar sus capones y de mantener bien repleta la despensa.
Algún alma buena le puso en pista, aunque al principio,
ella no entendió nada. "La Pasión de Cristo la has meditado poco hasta ahora".
Ni siquiera eso daba resultado; sus dolores le dolían más
que los del Señor; pero lo intentaba. La Comunión que le llevaron un día fue el
remedio. Iluminada por una gracia repentina descubrió su misión en la tierra:
acompañar a Jesús en el Calvario, reparar, clavarse voluntariamente en la cruz,
ayudar al Mártir divino a llevar los pecados del mundo.
Las cosas cambiaron. Es la hora de la longanimidad.
Empieza a ver lo positivo de su vida. Ahora, ayudada por el pensamiento de la
generosidad de los mártires, agradece sus dolores al Señor. Comienza a
preocuparse de los otros y de sus necesidades. Mantiene su día en la presencia
de Dios aunque se produzcan demencias, apoplejías, neuralgias, dolores de
muelas, mal de piedras y contracciones de nervios. De su boca salen a un tiempo
sonrisas, bondades, alaridos y sollozos y ella misma decía que se olvidaba de
su penoso estado cuando veía el rostro del Ángel de su guarda, que le hacía
intuir cuál no sería la hermosura del rostro de Dios. Aparecen estigmas junto a
los bubones y en los pies y en las manos.
Entiende de la dulzura de mezclar su dolor con el dolor
de Dios porque su mundo es el de Pedro que llaman el Cruel, el de Carlos IV y
Enrique de Lancaster con pantanos de sangre y de guerra de bulas entre los antipapas,
de violencia de los magnates y ambiciones de los clérigos; era la época en que
la cabeza tiarada de Cristo es arrojada de Aviñón a Roma y de Roma a Aviñón.
Siente de lejos el pecado y repara. Detecta el mal de quienes la visitan y lo
desenmascara para poner remedio. Su habitación es un hospital de almas.
Esta glosa del libro de Job pasó al cielo el día 14 de
abril de 1433. Sus reliquias están en santa Gúdula de Bruselas.
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
"Los egoístas tienen problemas pequeños que parecen
grandes.
La gente generosa tiene grandes problemas que se ven
pequeños"
Madre Teresa de Calcuta
Cuentos de Mamerto Menapace:
Un tropiezo
El Chaco ardía en el algodonal. Mediaba enero, y Ciriaco
se había levantado muy temprano a fin de aprovechar el fresco de la mañana para
pegar la última carpida al tabloncito de algodón que tenía en un claro del
monte, como a siete cuadras de las casa. Comenzaban ya a preñarse los capullos
tratando de reventar en una mano abierta que regalaba la blanca fibra.
Serían cerca de las once de la mañana. Estaba con la
azada en la mano desde las cinco, y ahora el cansancio se desparramaba por su
cuerpo lo mismo que el sudor que lo deshidrataba dejándole huellitas de sal al
secarse. Tenía sed y esperaba llegar cuando antes a su rancho para refrescarse
bajo el chorro de agua de la bomba y beber después despacio y a sorbos lentos.
Conocía los peligros del agua fresca para el que la bebe con ansia y con el
cuerpo recalentado por las faenas del campo.
Decidió acortar el camino. En lugar de hacerlo por la
huella que bordeaba un rastrojo viejo lleno de malezas, lo cortó derecho por
entre los yuyos altos y la gramilla espesa. Con la azada al hombro, y
arrastrando a medias sus viejas alpargatas, trataba de avanzar por entre el
malezal donde el año anterior había tenido la chacra. Iba distraído de lo que
hacía y concentrado en lo que le esperaba. Ni tiempo tuvo de darse cuenta,
cuando sus pies tropezaron en un gran bulto que estaba escondido entre el
pastizal.
No hubo manera de evitar la costalada. Instintivamente
arrojó a un lado la azada, para no lastimarse con ella, y dejó que el cuerpo
cayera lo más flojo posible, para evitar quebraduras. Se dio un tremendo golpe
que apenas si lograron mitigar las ramas del yuyo colorado que lo recibió,
junto con algunas rosetas traicioneras. Desde adentro le nació la necesidad de
desahogarse con una maldición. ¡Lo que le faltaba al día!
Pero se contuvo. Si había tropezado, con algo sería. ¿Y
si aquello fuera una sandía? Se puso de pie, y recogiendo la azada, fue
despejando el lugar donde terminaban las huellas de sus pisadas y comenzaba la
de su cuerpo. Y efectivamente, allí entre la gramilla alta y los yuyos
frondosos, estaba una hermosa sandía con la guía medio seca. Pesaba como veinte
kilos. Seguramente alguna semilla de la cosecha anterior había germinado entre
el rastrojo, y ahora le ofrecía su fruto de la única manera que tenía:
poniéndoselo delante de sus pies.
A pesar del cansancio, del calor, y de su cuerpo dolorido
por la caída, cargó con cariño la sandía sobre sus hombros y con cuidado
completó la distancia que lo separaba de su rancho. Y mientras de antemano
saboreaba la sorpresa que le daría a su patrona, se iba diciendo a sí mismo:
-¡No hay tropiezo que no tenga su parte aprovechable!
Pensamientos sanadores
Hoy Dios quiere colmarte de nuevos dones
Con frecuencia encuentro hombres y mujeres que están
llenos de amargura, pues no sólo no reconocen ni aprovechan los dones que han recibido,
sino que además consumen grandes cantidades de energía mirando lo que hacen o
dicen los demás, cayendo incluso en algunos casos, en la tentación del pecado
de envidia.
No te quedes fijado en lo que no te han dado o en aquello
que te han arrebatado. Ábrete más bien a aquello que Dios quiere concederte y a
aquello que quiere pedirte para seguir transformando tu vida en un vaso sagrado
y digno para contener más y más de su gloria.
Alégrate, revaloriza, alaba y agradece por lo que ya
tienes; de ese modo predispondrás a Dios para que te bendiga con infinidad de
nuevos dones, espirituales, afectivos y materiales.
Conforme a la
gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes. El que tiene
el don de la profecía, que lo ejerza según la medida de la fe. Romanos 12, 6
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las
familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Luz Milagro, la bebita del Chaco,
Argentina, que en principio dieron por muerta, sobrevivió y ahora está muy delicada
de salud. Que nuestras plegarias le den la fuerza necesaria y el Señor le
permita recuperarse en plenitud.
Pedimos oración por Israel M. P., de la ciudad de México,
que fue a hacer un trabajo a Oaxaca desde junio pasado y ya no regresó, por lo
que rogamos a Dios, a su Santa Madre la Virgen María y a Juan Pablo II que su
padre Carlos M. sepa de él y le dé la fortaleza necesaria para este episodio
tan doloroso en su vida.
Pedimos oración por una niñita de Canals, provincia de
Córdoba, Argentina, llamada Priscila Natalí, que tiene 7 años, y padece de
cáncer de células pequeñas. Ya quedó cieguita y apenas si puede caminar y le
están haciendo quimioterapia. Dios y la Virgen quieran que salga adelante y que
pronto sane. Recemos por ella y por su familia.
Pedimos oración por María Paola D. que tiene 32 años,
vive en Santa Fe, Argentina, y será operada el próximo 25 de abril. Que la
Virgen de Guadalupe, tan querida por la devoción de los santafesinos, la
proteja y ruegue por ella a Jesús, para que la cirugía resulte exitosa.
Pido una pequeña oración por el que escribe, para que los problemas crónicos de columna no sean tan intensos y no lleguen a impedir el trabajo ente la computadora.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Enviar los pedidos de oración a pequesemillitas@gmail.com
"Pequeñas
Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas
Semillitas" por correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones
son gratuitas y se realizan únicamente por invitación. Hay que solicitarlas a
Melissa, la moderadora del Grupo a: picaflor05@gmail.com o a: picaflor.cl@gmail.com
Las inscripciones son moderadas y pueden demorar un par
de días, siendo importante que no te suscribas desde una computadora de tu
oficina o lugar laboral, y que sólo te inscribas si de verdad estás dispuesto/a
a leer todos los días nuestros mensajes e incluso compartirlos con tus amigos y
conocidos reenviándoselos por correo electrónico.
Felipe de Urca
"Intimidad Divina"
Id y predicad
Todas las apariciones de Jesús resucitado tuvieron
mensajes que fueron recibidos con desconfianza: los discípulos “no le
creyeron”. San Marcos, narrando sucintamente la aparición de Jesús a los Once,
hace notar precisamente esta resistencia de los discípulos a creer en él: “y
les reprendió su incredulidad y dureza de corazón, por cuanto no habían creído
a los que le habían visto resucitado de entre los muertos (Mc 16, 14).
Reprensión que ya había sido hecha a los discípulos de Emaús: “¡Oh hombres sin
inteligencia y tardos de corazón para creer!” (Lc 24, 25). La reprensión de
Jesús, justificada por el hecho de que él mismo les había anunciado repetidas
veces cuanto debía acontecer, es una prueba más de que la fe de los Apóstoles
en la Resurrección no nació de un momento de exaltación religiosa, sino que
estaba basada en una experiencia personal, según la cual uno podía afirmar
haber sido testigo presencial de ella.
Sólo después de haber asegurado la firmeza de su fe, da
Jesús a sus discípulos el gran mandamiento: “Id por todo el mundo y predicad el
Evangelio a toda criatura” (Mc 16, 15). Ahora que ya han tenido del Resucitado
todas las pruebas de la realidad de su resurrección, deben ir y anunciar el
Evangelio a todos los hombres. Pues con la Resurrección se ha completado ya la
“buena nueva” de la salvación universal realizada por Cristo, y debe ser difundida
por todo el mundo. “Id y predicad”. La consigna sembrada en el corazón de los
Apóstoles por el Señor resucitado y fecundada por la potencia vivificante del
Espíritu Santo bajado sobre ellos el día de Pentecostés, se ha convertido en
una decisión irrevocable de consumar la vida anunciando el Evangelio.
Del misterio pascual de Cristo nace la Iglesia y nace
como fuerza apostólica destinada a transformar el mundo. Es el fermento de una
nueva vida, una vida divina, que dimana del Señor resucitado y que desea
penetrar toda la masa de la sociedad humana para transfigurarla en sociedad
cristiana que viva de la vida misma de Cristo. Todos los creyentes estamos
comprometidos en esta empresa, porque es un deber que brota del bautismo, del
don de la fe recibido gratuitamente de Dios, don que no debe quedarse en puro
privilegio personal, sino que hay que distribuirlo a los demás. El creyente
cumplirá este deber de difundir su fe y predicar el Evangelio en la medida que
lleve en sí y en todos los aspectos de su vida la impronta de Jesús resucitado;
quien lo encontrare y tratare con él debería poder decir: “He visto al Señor”
(Jn 20, 18).
¡Oh Jesús!, a pesar
de mi pequeñez, yo quisiera dar luz a las almas, como los profetas y los
doctores. Tengo la vocación de apóstol. Quisiera recorrer la tierra predicando
tu nombre y plantar sobre el suelo infiel tu cruz gloriosa. Pero, ¡oh mi Bien
Amado!, una sola misión no me bastaría. Desearía anunciar a un mismo tiempo el
Evangelio en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más apartadas.
Quisiera ser misionero no sólo durante algunos años; sino haberlo sido desde la
creación del mundo, y serlo hasta el fin
de los siglos. Pero sobre todo desearía, ¡oh amadísimo Salvador mío!, derramar
por ti mi sangre hasta la última gota. (Sta. Teresa del Niño Jesús, Manuscrito
autobiográfico)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.