lunes, 30 de septiembre de 2013

Pequeñas Semillitas 2161

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2161 ~ Lunes 30 de Setiembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Siguiendo con le meditación de la Liturgia de ayer domingo, digamos que el Evangelio no se ocupa de temas económicos o sociológicos, pero cuando aparece el tema dinero, riqueza económica, Jesús denuncia la injusticia y la despreocupación por el indigente.
La Liturgia habla de la insensibilidad que el dinero puede producir en el corazón de quien se aferra a él. El tema del buen uso de los bienes materiales comenzó el domingo pasado con la parábola del administrador infiel.
Hay que entender bien el mensaje del Evangelio: el hombre rico no se condena “por ser rico”, sino que su pecado es netamente la omisión. El hombre rico se condena por su insensibilidad, por desentenderse de una necesidad conocida y manifiesta: A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico…
Preguntémonos: ¿Cuánto cae de nuestra mesa? ¿Cuánto sobra en nuestros placeres y alacenas? Todos somos ricos con relación a los que no tienen ni lo elemental. ¿Es que nos cuesta tanto soltar nuestro dinero y ser sensibles y generosos?
“El Domingo”

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor».
Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros». Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros».
(Lc 9,46-50)

Comentario
Hoy, camino de Jerusalén hacia la pasión, «se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor» (Lc 9,46). Cada día los medios de comunicación y también nuestras conversaciones están llenas de comentarios sobre la importancia de las personas: de los otros y de nosotros mismos. Esta lógica solamente humana produce frecuentemente deseo de triunfo, de ser reconocido, apreciado, agradecido, y falta de paz, cuando estos reconocimientos no llegan.
La respuesta de Jesús a estos pensamientos —y quizá también comentarios— de los discípulos recuerda el estilo de los antiguos profetas. Antes de las palabras hay los gestos. Jesús «tomó a un niño, le puso a su lado» (Lc 9,47). Después viene la enseñanza: «El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor» (Lc 9,48). —Jesús, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar que esto no es una utopía para la gente que no está implicada en el tráfico de una tarea intensa, en la cual no faltan los golpes de unos contra los otros, y que, con tu gracia, lo podemos vivir todos? Si lo hiciésemos tendríamos más paz interior y trabajaríamos con más serenidad y alegría.
Esta actitud es también la fuente de donde brota la alegría, al ver que otros trabajan bien por Dios, con un estilo diferente al nuestro, pero siempre valiéndose del nombre de Jesús. Los discípulos querían impedirlo. En cambio, el Maestro defiende a aquellas otras personas. Nuevamente, el hecho de sentirnos hijos pequeños de Dios nos facilita tener el corazón abierto hacia todos y crecer en la paz, la alegría y el agradecimiento. Estas enseñanzas le han valido a santa Teresita de Lisieux el título de “Doctora de la Iglesia”: en su libro Historia de una alma, ella admira el bello jardín de flores que es la Iglesia, y está contenta de saberse una pequeña flor. Al lado de los grandes santos —rosas y azucenas— están las pequeñas flores —como las margaritas o las violetas— destinadas a dar placer a los ojos de Dios, cuando Él dirige su mirada a la tierra.
Prof. Dr. Mons. Lluís CLAVELL (Roma, Italia)

Santoral Católico:
San Jerónimo
Doctor de la Iglesia
Memoria de san Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Dalmacia, estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, captado por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Vuelto a Roma, fue secretario del papa Dámaso, hasta que, fijando su residencia en Belén de Judea vivió una vida monástica dedicado a traducir y explicar las Sagradas Escrituras, revelándose como insigne doctor. De modo admirable fue partícipe de muchas necesidades de la Iglesia y, finalmente, llegando a una edad provecta, descansó en la paz del Señor (420).

Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

“Si tuviera 20 años”

Napoleón, desterrado en el islote de Santa Elena, hacia el final de su vida dijo un día a uno de los oficiales que lo acompañaban: “¡Ah, si yo volviera a tener 20 años, no dejaría ni un solo día de mi vida sin leer una página de la Biblia!!” Lástima que para él fue demasiado tarde.

Dicen las estadísticas que una persona común lee a lo largo de su vida unas 200.000 páginas de diarios con todo lo que sabemos que hay allí de chismes, escándalos, violencia, vanidad, frivolidad, politiquería, etc. (también hay algunas noticias rescatables y edificantes); y en cambio, la mayor parte de las personas del mundo mueren sin haber leído la Biblia, que no pasa de 1.500 páginas. Tuvieron ojos para leer 200.000 páginas de materialismo, sensacionalismo y banalidades, y no les alcanzó la vista para comer con sus ojos las 1.500 páginas de Maná venido del cielo, del Pan de vida eterna, para tomar fuerza cada día y ser mejores personas: más generosas, más pacientes, más responsables y llenas de fe en Dios.

Tienes tiempo todavía…con la ayuda del Señor toma la mejor decisión: leer cada día una página de la Biblia. Puedes comenzar con leer el Evangelio que la Iglesia propone para ese día. Lo puedes encontrar aquí mismo en nuestro sitio web, donde hay también un breve comentario para orientar tu lectura y reflexión.
Padre Natalio

La frase de hoy

"Ignorar la Escritura es ignorar a Cristo.
¿Cómo es posible vivir sin la ciencia de las Escrituras,
a través de las cuales se aprende a conocer al mismo Cristo,
que es la vida de los creyentes?" 
San Jerónimo

Tema del día:
Que la mañana nos encuentre sembrando
No tenemos en nuestras manos las soluciones para los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos.

Cuando el Dios de la historia venga, nos mirara las manos. El hombre de la tierra no tiene el poder de suscitar la primavera. Pero tiene la oportunidad de comprometer sus manos con la primavera. Y es así, que la primavera lo encuentra sembrando. Pero no sembrando la primavera; sino sembrando la tierra para la primavera. Porque cada semilla, cada vida que en el tiempo de invierno se entrega a la tierra, es un regalo que se hace a la primavera. Es un comprometer las manos con la historia.

Sólo el hombre en quien el invierno no ha asesinado la esperanza, es un hombre con capacidad de sembrar. El contacto con la tierra engendra en el hombre la esperanza. Porque la tierra es fundamentalmente el ser que espera. Es profundamente intuitiva en su espera de la primavera, porque en ella anida la experiencia de los ciclos de la historia que ha ido haciendo avanzar la vida en sucesivas primaveras parciales.
 
El sembrador sabe que ese puñado de trigo ha avanzado hasta sus manos de primavera en primavera, de generación en generación, superando los yuyales, dejándolos atrás. Una cadena ininterrumpida de manos comprometidas ha  hecho llegar hasta sus manos comprometidas, esa vida que ha de ser pan.  En este momento de salida del invierno latinoamericano es fundamental el compromiso de siembra. Lo que ahora se siembra, se hunde, se entrega, eso será lo que verdeara en la primavera que viene. Si comprometemos nuestras manos con el odio, el miedo, la violencia vengadora, el incendio de los pajonales, el pueblo nuevo sólo tendrá cenizas para alimentarse. Sera una primavera de tierras arrasadas donde solo sobrevivirán los yuyos más  fuertes o las semillas invasoras de afuera.

Tenemos que comprometer nuestras manos en la siembra. Que la madrugada nos encuentre sembrando. Crear pequeños tablones sembrados con cariño, con verdad, con desinterés, jugándonos limpiamente por la luz en la penumbra del amanecer. Trabajo simple que nadie verá y que no será noticia. Porque la única noticia auténtica de la siembra la da sólo la tierra y la historia, y se llama cosecha. En las mesas se llama pan. Si en cada tablón de nuestro pueblo cuatro hombres o mujeres se comprometen en esa siembra humilde, para cuando amanezca tendremos pan para todos. Porque nuestra tierra es fértil. Tendremos paz y pan para regalar a todos los hombres del mundo que quieran habitar en nuestro suelo.

Si amamos nuestra tierra, que la mañana nos encuentre sembrando.
Fray Mamerto Menapacce
Monje Benedictino

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por las siguientes personas de Costa Rica: Kenneth G. V. y Yudy Z. C.; Antonella G. Z.; y por el matrimonio de Yudy.

Pedimos oración por la pronta recuperación de María, de Buenos Aires, Argentina, quien fue recientemente operada de cadera, para que el Señor, en su infinita Misericordia,  le brinde un pronto restablecimiento.

Pedimos oración por Jorge F., de Perú, a quien por causa de su diabetes podrían tener que amputarle una pierna. Que por la intercesión de Juan Pablo II y la Virgen de Lourdes se pueda controlar la enfermedad sin llegar a la amputación.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

“Intimidad Divina”

Espíritu de adopción

“En verdad, en verdad te digo –afirmó Jesús a Nicodemo–: si uno no naciera de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 5). Es el Espíritu Santo quien del hombre natural crea el hombre nuevo, el hijo de Dios. El que promovió la encarnación del Hijo del Altísimo, promueve también el renacer espiritual del hombre como hijo adoptivo de Dios; él que guió a Cristo, el Hijo por naturaleza del Padre, al cumplimiento de su misión, forma y guía a los hijos adoptivos para que vivan según la adopción recibida. La virtud del Espíritu Santo justifica al hombre: lo libra del pecado, le hace renacer como “nueva criatura”, en inocencia perfecta. Y no es eso todo. Haciendo su morada en el bautizado, el Espíritu Santo derrama en él el espíritu de adopción, o sea forma en él un corazón de hijo y le da el sentido de su filiación divina y el sentido de la paternidad de Dios.

“Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues lo somos” (1 Jn 3, 1). Justamente porque la gracia de adopción es obra del amor, se atribuye especialmente al Espíritu Santo, Espíritu de amor. Él quiere formar en el cristiano una verdadera conciencia de hijo de Dios, de modo que lo sea no sólo de nombre sino de hecho, en la vida concreta. Le enseña a portarse, no con “un espíritu de esclavos”, sino con “un espíritu de hijos” (Rm 8, 15), emulando los sentimientos de Jesús para con el Padre: amor, confianza y entrega absoluta. Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (ib. 14). No se trata de una guía exterior, sino interior, que transforma al hombre, lo mueve y lo impulsa desde dentro infundiéndole sentimientos, afectos y deseos nuevos. Eso es posible justamente porque el Espíritu Santo ha sido dado a los creyentes y mora en ellos. Tener el Espíritu Santo morando en el corazón y no dejarse conducir por él ni acoger sus inspiraciones, significa paralizar el crecimiento de hijos de Dios y condenarse a una especie de raquitismo espiritual.

La adopción de hijos es una gracia destinada a penetrar toda la vida del creyente; pero eso exige una fidelidad continua al Espíritu Santo. Por otra parte, la adopción es un don otorgado como primicia de frutos que madurarán plenamente sólo en la gloria eterna; “también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu –dice el Apóstol–, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando la redención de nuestro cuerpo” (ib. 23). Mientras vive en la tierra el cristiano espera la redención total, que será cuando su cuerpo participe también de la gloria de los hijos de Dios; en el entretanto no puede considerarse nunca hijo completo y perfecto, sino en formación permanente y en proceso de regeneración y reformación cada vez más profunda por obra del Espíritu Santo. Abriéndose totalmente a su influjo, el Espíritu de adopción le infundirá ese instinto sobrenatural, fruto de sus dones, que lo hará atento y pronto a pensar y obrar como verdadero hijo de Dios.

Oh Amor infinito, que procedes del Padre y del Hijo, dame el Espíritu de adopción, enséñame a obrar siempre como verdadero hijo de Dios. Mora en mí, y haz que yo more en ti, para amarte como me amas tú. Soy nada sin ti…; nada valgo, pero tenme unido a ti y lléname de tu amor, para que por tu medio permanezca unido al Padre y al Hijo… Concédeme estar siempre pronto a ser movido por tu toque divino; haz que me deje guiar por ti, para que puedas verter plenamente en mí esa gracia divina de la adopción sobrenatural que el Padre ha querido para mí y que tu Hijo me ha merecido. ¡Qué alegría tan profunda y qué libertad interior tan grande saborea el alma que se entrega de ese modo a tu acción! Tú, oh Espíritu divino, le concedes conseguir frutos de santidad aceptos a Dios; con tu toque infinitamente delicado efectúas en ella la obra de Jesús, o mejor, formas en ella a Jesús…, para que por obra tuya se produzca en sí, para gloria del Padre, los rasgos de esa filiación divina que tenemos en Cristo Jesús. (C. Marmión, Cristo vida del alma).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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