PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2160 ~ Domingo
29 de Setiembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Según Lucas, cuando Jesús gritó “no podéis servir a Dios
y al dinero”, algunos fariseos que le estaban oyendo y eran amigos del dinero
“se reían de él”. Jesús no se echa atrás. Al poco tiempo, narra una parábola
desgarradora para que los que viven esclavos de la riqueza abran los ojos.
Jesús describe en pocas palabras una situación sangrante.
Un hombre rico y un mendigo pobre que viven próximos el uno del otro, están
separados por el abismo que hay entre la vida de opulencia insultante del rico
y la miseria extrema del pobre.
El relato describe a los dos personajes destacando
fuertemente el contraste entre ambos. El rico va vestido de púrpura y de lino
finísimo, el cuerpo del pobre está cubierto de llagas. El rico banquetea
espléndidamente no solo los días de fiesta sino a diario, el pobre está tirado
en su portal, sin poder llevarse a la boca lo que cae de la mesa del rico. Sólo
se acercan a lamer sus llagas los perros que vienen a buscar algo en la basura.
No nos engañemos. Jesús no está denunciando solo la
situación de la Galilea de los años treinta. Está tratando de sacudir la
conciencia de quienes nos hemos acostumbrado a vivir en la abundancia teniendo
junto a nuestro portal, a unas horas de vuelo, a pueblos enteros viviendo y
muriendo en la miseria más absoluta.
Es inhumano encerrarnos en nuestra “sociedad del
bienestar” ignorando totalmente esa otra “sociedad del malestar”. Es cruel
seguir alimentando esa “secreta ilusión de inocencia” que nos permite vivir con
la conciencia tranquila pensando que la culpa es de todos y es de nadie.
Nuestra primera tarea es romper la indiferencia.
Resistirnos a seguir disfrutando de un bienestar vacío de compasión. No
continuar aislándonos mentalmente para desplazar la miseria y el hambre que hay
en el mundo hacia una lejanía abstracta, para poder así vivir sin oír ningún
clamor, gemido o llanto.
El Evangelio nos puede ayudar a vivir vigilantes, sin
volvernos cada vez más insensibles a los sufrimientos de los abandonados, sin
perder el sentido de la responsabilidad fraterna y sin permanecer pasivos
cuando podemos actuar.
José Antonio Pagola
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Había un
hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días
espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su
portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del
rico, pero nadie se lo daba. Hasta los perros venían y le lamían las llagas.
»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los
ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en
el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a
Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y
envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua,
porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda
que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males;
ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y
vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí
a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.
»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la
casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no
vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a
Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que
si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó:
‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto
resucite’».
(Lc 16,19-31)
Comentario
Hoy, Jesús nos encara con la injusticia social que nace
de las desigualdades entre ricos y pobres. Como si se tratara de una de las
imágenes angustiosas que estamos acostumbrados a ver en la televisión, el
relato de Lázaro nos conmueve, consigue el efecto sensacionalista para mover
los sentimientos: «Hasta los perros venían y le lamían las llagas» (Lc 16,21).
La diferencia está clara: el rico llevaba vestidos de púrpura; el pobre tenía
por vestido las llagas.
La situación de igualdad llega enseguida: murieron los
dos. Pero, a la vez, la diferencia se acentúa: uno llegó al lado de Abraham; al
otro, tan sólo lo sepultaron. Si no hubiésemos escuchado nunca esta historia y
si aplicásemos los valores de nuestra sociedad, podríamos concluir que quien se
ganó el premio debió ser el rico, y el abandonado en el sepulcro, el pobre.
Está claro, lógicamente.
La sentencia nos llega en boca de Abraham, el padre en la
fe, y nos aclara el desenlace: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante
tu vida y Lázaro, al contrario, sus males» (Lc 16,25). La justicia de Dios
reconvierte la situación. Dios no permite que el pobre permanezca por siempre
en el sufrimiento, el hambre y la miseria.
Este relato ha movido a millones de corazones de ricos a
lo largo de la historia y ha llevado a la conversión a multitudes, pero, ¿qué
mensaje hará falta en nuestro mundo desarrollado, hiper-comunicado,
globalizado, para hacernos tomar conciencia de las injusticias sociales de las
que somos autores o, por lo menos, cómplices? Todos los que escuchaban el
mensaje de Jesús tenían como deseo descansar en el seno de Abraham, pero,
¿cuánta gente en nuestro mundo ya tendrá suficiente con ser sepultados cuando
hayan muerto, sin querer recibir el consuelo del Padre del cielo? La auténtica
riqueza es llegar a ver a Dios, y lo que hace falta es lo que afirmaba san
Agustín: «Camina por el hombre y llegarás a Dios». Que los Lázaros de cada día
nos ayuden a encontrar a Dios.
Rev. D. Valentí ALONSO i Roig (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Santos Miguel, Gabriel y
Rafael
Arcángeles
Fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.
En el día de la dedicación de la basílica bajo el título de San Miguel, en la
vía Salaria, a seis miliarios de Roma, se celebran juntamente los tres
arcángeles, de quienes la Sagrada Escritura revela misiones singulares y que,
sirviendo a Dios día y noche, y contemplando su rostro, a él glorifican sin
cesar.
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Súplica de fortaleza
Hay mañanas en
que te levantarás con una sensación de debilidad para afrontar los desafíos y
trabajos del día que comienza. Aquí te ofrezco una oración para pedir que el
poder infinito de Dios penetre todo tu ser y te dinamice para afrontar con
redoblado vigor todas tus obligaciones. Es del P. Víctor Fernández en su
excelente libro “Un estímulo para cada día”.
Infinito Dios, puro poder y fuerza sin
límites. Tú eres mi creador. Yo no soy la obra de un ser débil o cansado. Soy
obra tuya, Dios todopoderoso. Por eso confío en ti, Señor, y te ruego que
derrames todavía más tu poder en mi vida. Dios infinitamente potente y fuerte,
que todo lo sostienes, mira mi debilidad y penetra todo mi ser con ese poder
que no tiene límites. Fortalece cada fibra de mi cuerpo y de mi interior. Así,
yo sé que nada podrá derribarme, porque ningún poder humano, ninguna enfermedad
y ninguna dificultad pueden ser más fuertes que tú. Lléname de tu vida feliz,
Señor amado. Amén.
Cuando el tiempo
me apremia, acostumbro decir esta plegaria inspirada en Isaías 12, 2-3: “Confío
y no temo, porque tú, Señor, eres mi fuerza y mi poder, mi energía y mi vigor, tú
eres mi salvador. Bebo ahora mismo, con alegría, de ti, fuente de salvación”.
Subraya el símbolo tomándote un vaso de agua. Que experimentes hoy la fuerza
del Señor.
Padre Natalio
Palabras del Beato Juan Pablo
II
Es preciso partir desde Cristo para abrirnos en Él, con
los gemidos inefables del Espíritu, al abrazo del Padre: ¡Abbá, Padre! Es preciso partir nuevamente desde Él para
redescubrir la fuente y la lógica profunda de nuestra fraternidad: Como yo os he amado, así también amaos
vosotros los unos a los otros”
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
Compartir
El domingo pasado se hablaba del “administrador infiel”
que fue astuto en sus asuntos materiales; y Jesús nos decía que debemos usar
los bienes materiales de modo que podamos conseguir los bienes celestiales. Hoy
se nos dice el modo normal para que los bienes materiales sirvan para la
salvación. Es ayudando al necesitado.
Jesús nos lo dice por medio de una parábola. Lázaro era
un mendigo que estaba junto a la casa de un rico, a quien se le llama “epulón”,
que significa banqueteador. Lázaro tenía pocas pretensiones: sólo quería
saciarse de las migajas de pan que caían de la mesa de los ricos comensales.
Parece ser que había una costumbre de limpiarse los dedos con migas de pan, que
hacían como de servilleta y que dejaban caer al suelo. Por allí había perros
que se aprovechaban de ello. Esto quisiera comer Lázaro; pero no sólo no se lo
daban, sino que hasta los perros le lamían las llagas. Era la mayor marginación
posible. No nos dice cómo era de religioso este pobre.
Una enseñanza primera es que, al momento de la muerte
Dios nos ha de juzgar y no todos tendremos el mismo destino. Es como un
profesor, que al final del curso no puede dar a todos los alumnos la misma
nota. Unos se salvarán para estar por toda la eternidad felices con Dios y
otros serán condenados. Ni siquiera el cielo o el infierno serán igual para
todos, ya que en esta vida somos diferentes ante Dios.
El hecho es que el pobre al morir fue al cielo, mientras
que el rico fue al infierno. En el evangelio de san Lucas es como una
explicación de lo que se había dicho en las bienaventuranzas: “Dichosos los
pobres... Ay de los ricos”. No quiere decir con ello que el pobre se salvó sólo
por ser pobre, ni el rico se condenó sólo por ser rico. Sobre el pobre, aunque
no sepamos cómo era de religioso, aparece “manso y humilde”.
Del rico no se dice que oprimiera especialmente al pobre
ni que blasfemara de Dios. Lo que se dice claramente es que no ayudaba al
pobre. Con esto nos quiere enseñar Jesús que la caridad no sólo consiste en no
hacer un mal al prójimo, sino que hay que hacer positivamente el bien. Cuando
se habla de ser rico y tener que hacer el bien, no sólo se habla de ser rico en
bienes materiales, porque se puede ser rico en salud, en cultura, en autoridad.
Y todos tenemos que ayudar al prójimo.
El evangelista san Lucas, más que otros, insiste en la
evaluación de las riquezas según las enseñanzas de Jesús. Las riquezas no son
malas en sí, pero llegan a convertirse en una idolatría. Dice un refrán
popular: “Se endurece más aprisa el corazón con el dinero que el huevo en el
agua hirviendo”. El rico prefiere un dios que tenga boca, pero que no pueda
hablar, para que no le hable de justicia, fraternidad o misericordia. Claro que
el ser rico es algo relativo, porque muchos de nosotros, que nos creemos medio
pobres, ante los muchos que se están muriendo de hambre, podemos parecer
riquísimos. El hecho es que, si todos los millones que se emplean para gastos
militares, se empleasen para alimentos, sobraría con creces para todo el mundo.
Hay otra enseñanza en la escena final de la parábola. El
rico se acuerda de sus hermanos que son tan epulones como él. Piensa que si va
a predicarles Lázaro o algún otro muerto, se convertirán. Jesús nos dice que
tenemos aquí medios suficientes para convertirnos, como son la palabra de Dios
predicada por los profetas o tantos mensajeros de la fe. Hay quienes piensan
que si Dios hiciera algún milagro patente o espectacular o viniera algún muerto
resucitado, todos se convertirían. Es una tentación como cuando le decían a
Jesús: “Baja de la cruz y creeremos en ti”. Si no creen al papa y los obispos y
tantos mensajeros de Dios vivos, tampoco creerían a un muerto.
Conversión es ponerse a compartir con mucha gente necesitada, no sólo de bienes materiales,
sino de afecto, amistad, comprensión y palabras de aliento. Respecto a los
bienes materiales podemos pensar en algo práctico proponiéndonos alguna cuota
fija, quizá mensual, para alguna organización caritativa, como Caritas, etc.
P. Silverio Velasco (España)
Nuevo video y artículo
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Oración a San Miguel Arcángel
San Miguel Arcángel
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial
arroja en el infierno con tu divino poder
a satanás y demás espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para perdición de las almas.
Amén
Nunca olvidemos agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente
no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Adriana S., de
la provincia de Córdoba, Argentina, agradece a Dios por la beatificación del
Cura Brochero, porque él es su intercesor y nunca le suelta la mano, por ver la
luz de cada día y por toda la vida que la rodea.
Julio “Tati” S.,
de la ciudad de Córdoba, Argentina, agradece a Dios y todas las personas que
rezaron por su operación del día 11 de este mes, ya que los resultados son muy
buenos.
“Intimidad Divina”
Domingo 26 del
Tiempo Ordinario
La Liturgia de hoy es una exhortación a considerar las
tremendas consecuencias de una vida relajada y frívola. En la primera lectura
(Am 6, 1ª 4-7) vuelven los cáusticos reproches del profeta Amós a los ricos que
se entregan a la molicie y al luja, preocupados por sacarle a la vida todo el
jugo que pueda ofrecer. Los describe apoltronados en sus divanes, bebiendo y
cantando, sin preocuparse del país que va a la ruina y profetiza: “Por eso irán
al destierra a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos”
(ib. 7). La profecía se cumplirá treinta años después y será una de las muchas
lecciones dadas por la historia sobre la ruina social y política que causa la
decadencia moral. Pero la actual civilización del bienestar no parece haberlo
comprendido. Hay, con todo, una reflexión más importante: la vida encerrada en
los estrechos horizontes de los placeres terrenos es de por sí negación de la
fe, impiedad y ateísmo práctico con el consiguiente desinterés por las
necesidades ajenas. En pocas palabras, es el camino para la ruina en el tiempo
y en la eternidad.
Este último aspecto aparece ilustrado en el Evangelio (Lc
16, 19-31) con la parábola que contrapone la vida del epulón a la del pobre. A
primera vista el rico epulón parece tener más pecado que su excesivo apego al
lujo y a la buena mesa; pero, yendo más a fondo, se descubre en él un absoluto
desinterés de Dios y del prójimo. Todos sus pensamientos y preocupaciones se
limitan a banquetear espléndidamente cada día (ib. 19), totalmente
despreocupado del pobre Lázaro que desfallece a su puerta. En cuanto a éste,
aunque la parábola no lo diga expresamente, es fácil reconocer en él uno de
esos pobres que aceptan con resignación su suerte con la confianza puesta en
Dios… Es obvio deducir que pobreza y sufrimiento lejos de ser signos de
reprobación de Dios son medios de que él se sirve para inducir al hombre a
buscar bienes mejores y poner en Dios su esperanza. Mientras la prosperidad y
las riquezas con frecuencia hacen al hombre presuntuoso y menospreciador de
Dios y de los bienes eternos, son un lazo que sofoca todo anhelo a realidades
más altas.
La segunda lectura (1 Tm 6, 11-16) enlaza muy bien con
las otras, ya que la exhortación con que comienza está en el polo opuesto de la
búsqueda desordenada de los bienes terrenos. “La codicia es la raíz de todos
los males” (ib. 10), acaba de decir San Pablo en los versículos precedentes, y
añade enseguida: “Tú, en cambio, siervo de Dios, huye de todo esto, practica la
justicia, la religión, la fe, el amor…” (ib. 11). Está llamando a cuidarse de
intereses muy diferentes, a combatir “el buen combate de la fe”, a la
“conquista de la vida eterna” (ib. 12). Está llamando a administrar no bienes
temporales sino eternos, a guardar “el Mandamiento sin mancha” (ib. 14) y a
transmitir sin alterarlo el patrimonio de la fe y del Evangelio.
Alaba, alma mía, al
Señor…, él mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos, libertad a los cautivos. El Señor abre los ojos al
ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el
Señor guarda a los peregrinos. Sustenta al huérfano y a la viuda, y trastorna
el camino de los malvados. (Salmo 145, 6-9)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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