PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2134 ~ Martes
3 de Setiembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Estamos transitando los primeros días de Setiembre, mes
de la Biblia
Tanto evangélicos como católicos han establecido el mes
de Septiembre como mes de la Biblia cada uno con sus razones:
• Para los católicos
es el mes de la Biblia porque el 30 de septiembre es el día de San Jerónimo, el
hombre que dedicó su vida al estudio y a la traducción de la Biblia al latín.
Nació en Dalmacia, cerca del año 340 y murió en Belén el 30 de septiembre de
420. San Jerónimo tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín. La
traducción al latín de la Biblia hecha por San Jerónimo, llamada la Vulgata (de vulgata edito la 'edición
para el pueblo'), ha sido hasta la promulgación de la Neo vulgata en 1979, el
texto bíblico oficial de la Iglesia católica romana.
• Los evangélicos,
celebran el mes de la Biblia porque el 26 de septiembre de 1569 se terminó de
imprimir la primera Biblia traducida al español por Casiodoro de Reina llamada
"Biblia del Oso". Se llamaba así porque la tapa de esta Biblia tenía
un oso comiendo miel desde un panal. Esta traducción, que posteriormente fue
revisada por Cipriano de Valera, dio origen a la famosa versión "Reina Valera".
Lo más importante para nosotros, los católicos, es que
tomemos la buena costumbre de leer todos los días algunas páginas de la Biblia
y meditemos en el corazón su contenido. Siempre encontraremos algo nuevo y
valioso para enriquecer nuestra vida espiritual.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de
Galilea, y los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque
hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de
un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos
nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres
tú: el Santo de Dios». Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de
él». Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño.
Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Manda
con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen». Y su fama se extendió
por todos los lugares de la región.
(Lc 4,31-37)
Comentario
Hoy vemos cómo la actividad de enseñar fue para Jesús la
misión central de su vida pública. Pero la predicación de Jesús era muy
distinta a la de los otros maestros y esto hacía que la gente se extrañara y se
admirara. Ciertamente, aunque el Señor no había estudiado (cf. Jn 7,15),
desconcertaba con sus enseñanzas, porque «hablaba con autoridad» (Lc 4,32). Su
estilo de hablar tenía la autoridad de quien se sabe el “Santo de Dios”.
Precisamente, aquella autoridad de su hablar era lo que
daba fuerza a su lenguaje. Utilizaba imágenes vivas y concretas, sin silogismos
ni definiciones; palabras e imágenes que extraía de la misma naturaleza cuando
no de la Sagrada Escritura. No hay duda de que Jesús era buen observador,
hombre cercano a las situaciones humanas: al mismo tiempo que le vemos
enseñando, también lo contemplamos cerca de las gentes haciéndoles el bien (con
curaciones de enfermedades, con expulsiones de demonios, etc.). Leía en el
libro de la vida de cada día experiencias que le servían después para enseñar.
Aunque este material era tan elemental y “rudimentario”, la palabra del Señor
era siempre profunda, inquietante, radicalmente nueva, definitiva.
La cosa más grande del hablar de Jesucristo era el
compaginar la autoridad divina con la más increíble sencillez humana. Autoridad
y sencillez eran posibles en Jesús gracias al conocimiento que tenía del Padre
y su relación de amorosa obediencia con Él (cf. Mt 11,25-27). Es esta relación
con el Padre lo que explica la armonía única entre la grandeza y la humildad.
La autoridad de su hablar no se ajustaba a los parámetros humanos; no había
competencia, ni intereses personales o afán de lucirse. Era una autoridad que
se manifestaba tanto en la sublimidad de la palabra o de la acción como en la
humildad y sencillez. No hubo en sus labios ni la alabanza personal, ni la
altivez, ni gritos. Mansedumbre, dulzura, comprensión, paz, serenidad,
misericordia, verdad, luz, justicia... fueron el aroma que rodeaba la autoridad
de sus enseñanzas.
Rev. D. Joan BLADÉ i Piñol (Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Gregorio Magno
Papa y Doctor de la Iglesia
Memoria de san Gregorio I Magno, papa y doctor de la
Iglesia, que siendo monje ejerció ya de legado pontificio en Constantinopla y
después, en tal día, fue elegido Romano Pontífice. Arregló problemas temporales
y, como siervo de los siervos, atendió a los cuidados espirituales, mostrándose
como verdadero pastor en el gobierno de la Iglesia, ayudando sobre manera a los
necesitados, fomentando la vida monástica y propagando y reafirmando la fe por
doquier, para lo cual escribió muchas y célebres obras sobre temas morales y
pastorales. Murió el doce de marzo (604).
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Zapatero, a tus zapatos
Hay una realidad
indiscutible, normal y prevista por Dios con un designio de amor: los talentos
han sido distribuidos en forma desigual. ¿No te parece que es con el fin de
hacernos crecer en el amor y el servicio complementándonos, ayudándonos,
intercambiando los dones, integrándonos a la familia humana? Dedícate, pues, a
desarrollar y ofrecer tus propias habilidades
Apeles, ilustre pintor griego, se mostraba
muy severo para consigo mismo; lejos de ofenderse por las críticas, las
provocaba él mismo. Se cuenta que a veces exponía públicamente sus cuadros,
ocultándose detrás del lienzo para oír las observaciones de unos y otros. Un
día criticó un zapatero la sandalia de uno de los personajes, y Apeles enmendó
el error. Al día siguiente se atrevió el mismo artesano a criticar otras partes
del cuadro. Salió entonces el artista de su escondite y le dijo «Zapatero, no
pases del zapato» (Larousse).
Si te sientes
pobre, con un solo talento y hasta sin ninguno, piensa que todos poseemos el
más grande de los talentos: el talento del amor. ¿Quién, si se lo propone, no
puede dar amor? Éste es nuestro mayor capital: la capacidad de brindar amor,
porque como enseña san Pablo “si no tengo amor, nada soy”. Y no olvides que
eres un ser especial, único, irrepetible.
Padre Natalio
Palabras del Papa Francisco
“Queremos un mundo de paz,
queremos ser hombres y mujeres de paz.
Queremos que en nuestra sociedad
destrozada por divisiones y por conflictos,
estalle la paz. Nunca más la guerra”
Papa Francisco
Tema del día:
Setiembre, Mes de la Biblia
Durante todo el mes de Setiembre, la Iglesia celebra el
mes de la Biblia. La intención es que durante este mes, en todas las
comunidades cristianas, se desarrollen algunas actividades que nos permitan
acercarnos mejor y con más provecho a la Palabra de Dios.
Propuestas para
escuchar la Palabra
- La lectura diaria de los textos bíblicos litúrgicos es
una excelente ayuda para profundizar en la Palabra de Dios. De esta manera nos
unimos a toda la Iglesia que ora al Padre meditando los mismos textos. También
nos acostumbramos a una lectura continuada de la Biblia, donde los textos están
relacionados y lo que leemos hoy se continua con lo de mañana. La lectura
diaria de los textos (para lo cual Liturgia Cotidiana es una excelente
herramienta) constituye una "puerta segura" para escuchar a Dios que
nos habla en la Biblia.
- ¿Has leído alguna vez un evangelio entero "de
corrido"? Es muy interesante descubrir la trama de la vida de Jesús
escrita por cada evangelista. Muchos detalles y relaciones entre los textos que
cada evangelista utiliza quedan al descubierto cuando uno hace una lectura
continuada. Este mes es propicio para ofrecerle a Dios este esfuerzo. Te
recomendamos la lectura del evangelio de Marcos. No es muy largo, en unas horas
se puede leer. Al ser el primero de los sinópticos, los otros (Mateo y Lucas)
lo siguen en el esquema general. Por lo tanto es una muy buena "puerta de
entrada" al mensaje de Jesús.
- Otra posibilidad para poner en práctica este mes (y tal
vez iniciar un hábito necesario y constructivo) es la oración con los salmos.
Los mismos recogen la oración del pueblo de dios a lo largo de casi mil años de
caminata del pueblo de Israel. Nos acercan la voz del pueblo que ora con fe, y
la palabra de Dios, que nos señala esta manera de orar para acercarnos y
escuchar sus enseñanzas. En los salmos podemos encontrar una inmensa fuente de
inspiración para la oración. Hay salmos que nos hablan de la alegría, de las
dificultades y conflictos, de la esperanza, del abatimiento, del dolor, de la
liberación y la justicia, de la creación, de la misma Palabra de Dios (salmo
118, el más largo de todos). Aprender a rezar con los Salmos es una
"puerta siempre abierta" para el encuentro con el Dios de la Vida.
- La lectura orante de la Palabra, realizada en
comunidad, nos pone en sintonía con la voluntad de Dios. Es un ejercicio clave
para el crecimiento en la fe. La fuerza de la comunidad nos alienta para
encontrar en los textos la fuerza del Espíritu. Todos aprendemos juntos y nos
enriquecemos con el aporte de cada uno. Existen muchos métodos de lectura
orante. Simplificando al máximo podemos decir que los siguientes cuatro pasos
son los más comunes:
• Lectura
• Meditación
• Oración
• Compromiso
La lectura orante siempre desemboca en un desafío para
vivir. La Palabra de Dios nos desafía a seguir los pasos de Jesús y cambiar
nuestra vida.
La lectura orante, practicada en comunidad, es una
"puerta-espejo" que nos interpela y nos ayuda a discernir cómo vivir
y practicar su Palabra en nuestros días.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Rosa
Elizabeth, de Guatemala, que está luchando contra el cáncer que se ha
ramificado y está sufriendo fuertes dolores. Que la Santísima Virgen sea
mediadora ante Jesús para pedir por ella y que se haga la voluntad de Él.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
“Intimidad Divina”
La conquista del
Reino
La fortaleza, según San Agustín, es “el amor que lo
soporta todo con facilidad por Dios”. El cristiano que ama a Dios con todo el
corazón, se hace capaz de afrontar por él cualquier dificultad, y de abrazar y
aguantar cualquier sacrificio. Justamente porque es el código del amor, es
también el Evangelio el código de la fortaleza. Sus primeras páginas presentan
la figura fuerte y generosa del Precursor, que, sin miramientos ni temores
humanos, predica a todos la penitencia. Cuando quiera Jesús hacer su elogio
dirá: “¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?”
(Mt 11, 7). El Bautista no es un endeble que fluctúa ante las dificultades,
sino un hombre entero que por celar la ley de Dios, no teme caer en desgracia
de Herodes y sabe afrontar con valor el martirio… Fuerza y mansedumbre se
funden en Cristo sin fricción, como un reflejo perfecto de la fuerza y la
suavidad de Dios. Una y otra deben resplandecer en el cristiano que va en pos
de él.
El yugo suave y la carga liviana de que habla Jesús, no
autorizan la interpretación de un pseudocristianismo edulcorado y afeminado que
dispensa de toda lucha y se reduce a vanos suspiros. El yugo del Señor es
efectivamente suave y liviano, pero sólo en proporción del amor auténtico, y
por lo tanto varonil, que anima al cristiano; porque es propiedad del amor
hacer fácil y suave lo más dificultoso y áspero. No en vano dijo Jesús sin
atenuantes: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la entrada y
espacioso el camino que lleva a la perdición… Mas ¡qué estrecha es la puerta y
qué angosta la senda que lleva a la Vida!, y son pocos los que la encuentran”
(Mt 7, 13-14). El cristianismo es para valientes, para fuertes que no se
atemorizan ni se rinden por las dificultades del camino.
Toda la tradición cristiana presenta el seguimiento de
Cristo como una milicia o un combate. San Pablo habla sin más de la armadura
que debe revestir el cristiano para salir victorioso: “…tomad las armas de
Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo,
manteneos firmes” (Ef 6, 13). Y las armas son las siguientes: el cinturón de la
verdad, la corona de la justicia, el calzado del celo, el escudo de la fe, el
yelmo de la salvación y, en fin, “la espada del Espíritu, que es la Palabra de
Dios” (ib. 14-17). Así armado puede el cristiano luchar como valiente, pero sin
descuidar la oración, porque sólo Dios puede darle la victoria. “Siempre en
oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con
perseverancia e intercediendo por todos los santos” (ib. 18).
¡Oh Señor, hazme
posible por tu gracia lo que me parece imposible por naturaleza! Tú sabes cuán
poco puedo yo padecer, y cómo luego soy derribado con pequeña contradicción.
Séame, Señor, por tu nombre muy amable cualquier tribulación y deséela yo;
porque el padecer y ser perseguido por amor tuyo me es de gran utilidad. Mira,
Señor, mi bajeza y fragilidad que en toda ocasión se manifiestan… Pluguiese ya
a ti, fortísimo Dios de Israel… mira el trabajo y aflicción de tu siervo y
estar con él en todo y por todo dondequiera que fuere. Esfuérzame con fortaleza
celestial de manera que ni el hombre viejo, ni la miserable carne, aún no bien
sujeta al espíritu, pueda enseñorearme; contra la cual es preciso pelear en
tanto que vivimos. (Imitación de Cristo)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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