martes, 17 de septiembre de 2013

Pequeñas Semillitas 2148

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2148 ~ Martes 17 de Setiembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
No resulta sencillo compaginar la honestidad con la compasión. Unos vamos por la vida con el criterio relativista de "que todo vale" regalando certificados de aprobación y tolerancia hacia cualquier tipo de comportamiento.
Los referentes mínimos de comportamiento ético que aseguren una humanización y una vida digna parecen desusados. "Cada cabeza es un mundo" y lo que para unos es bueno, para otros no lo es; así que la permisividad se convierte en la divisa del momento.
La compasión divina es incondicional. Quien haya vivido rodeado del amor de Dios, tendrá que configurarse como señal de su amor para los demás. Ese criterio no está sujeto a negociación para quien se considere cristiano.
"La Verdad Católica"

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.
(Lc 7,11-17)

Comentario
Hoy, dos comitivas se encuentran. Una comitiva que acompaña a la muerte y otra que acompaña a la vida. Una pobre viuda, seguida por sus familiares y amigos, llevaba a su hijo al cementerio y de pronto, ve la multitud que iba con Jesús. Las dos comitivas se cruzan y se paran, y Jesús dice a la madre que iba a enterrar a su hijo: «No llores» (Lc 7,13). Todos se quedan mirando a Jesús, que no permanece indiferente al dolor y al sufrimiento de aquella pobre madre, sino, por el contrario, se compadece y le devuelve la vida a su hijo. Y es que encontrar a Jesús es hallar la vida, pues Jesús dijo de sí mismo: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25). San Braulio de Zaragoza escribe: «La esperanza de la resurrección debe confortarnos, porque volveremos a ver en el cielo a quienes perdemos aquí».
Con la lectura del fragmento del Evangelio que nos habla de la resurrección del joven de Naím, podría remarcar la divinidad de Jesús e insistir en ella, diciendo que solamente Dios puede volver un joven a la vida; pero hoy preferiría poner de relieve su humanidad, para que no veamos a Jesús como un ser lejano, como un personaje tan diferente de nosotros, o como alguien tan excesivamente importante que no nos inspire la confianza que puede inspirarnos un buen amigo.
Los cristianos hemos de saber imitar a Jesús. Debemos pedir a Dios la gracia de ser Cristo para los demás. ¡Ojalá que todo aquél que nos vea, pueda contemplar una imagen de Jesús en la tierra! Quienes veían a san Francisco de Asís, por ejemplo, veían la imagen viva de Jesús. Los santos son aquellos que llevan a Jesús en sus palabras y obras e imitan su modo de actuar y su bondad. Nuestra sociedad tiene necesidad de santos y tú puedes ser uno de ellos en tu ambiente.
+ Rev. D. Joan SERRA i Fontanet (Barcelona, España)

Santoral Católico:
San Roberto Belarmino
Obispo y Doctor de la Iglesia
San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia, miembro de la Compañía de Jesús, que intervino de modo preclaro, con modos sutiles y peculiares, en las disputas teológicas de su tiempo. Fue cardenal, y durante algún tiempo también obispo entregado al ministerio pastoral de la diócesis de Capua, en Italia, desempeñando finalmente en la Curia romana múltiples actividades en defensa doctrinal de la fe (1621).

Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

Los niños con sus salidas ingenuas son la alegría del hogar. Su sinceridad y falta de inhibiciones sociales provocan el regocijo de todos. Pero son siempre un llamado a ser más sinceros y sencillos, a quitarnos las máscaras, a comprometernos con la verdad… y a tener una mirada limpia, fresca y asombrada de las cosas, de la naturaleza, de las personas.

— Padre -dice un niño al confesor- me acuso de haber matado  un mosquito.
— Pero, hijo. Eso  no  es ningún pecado.
— Es que lo he matado con un martillo.
— Sigue sin ser ningún pecado.
— Es que estaba en la cabeza de mi hermano...

Vivir con sinceridad es decidirte a hablar con la verdad en la mano, aunque a veces te cueste; a no valerte de una mentira para salir de una dificultad o librarte de una responsabilidad; a no mentir para que los demás piensen algo bueno de ti; a reconocer con honestidad cuando te has equivocado sin tratar de justificarte. He aquí un camino luminoso de grandeza moral.
Padre Natalio

La frase de hoy

"Los que no quieren ser vencidos por la verdad
son vencidos por el error”
San Agustín

Tema del día:
¡Oh eterna verdad, verdadera caridad!
Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no está luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la Verdad.

¡Oh eterna Verdad, verdadera Caridad y cara Eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí».

Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría, por la que creaste todas las cosas.

¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.
-Del libro de las Confesiones de san Agustín-

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por el eterno descanso del alma de la señora Lidia de Hernández, que ha partido a la casa del Padre celestial en el día de ayer.

Pedimos oración por Nancy M. de P., que vive en Arequipa, Perú, y le han detectado un tumor maligno en el cerebro de carácter irreversible, para que Dios haga en ella Su voluntad.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

“Intimidad Divina”

Perderse para salvarse

El Concilio recomienda a todos los fieles “aquellas virtudes que se refieren a las relaciones sociales, esto es, la honradez, el espíritu de justicia, la sinceridad, la cortesía, la fortaleza de ánimo, sin las cuales no puede darse una auténtica vida cristiana” (AA 4) y ni siquiera prudencia sobrenatural. El cristiano, por ejemplo, no puede nunca “hacer el mal para que venga el bien” (Rm 3, 8), no puede usar medios ilícitos como la mentira o la injusticia para lograr un fin en sí honesto. Por otra parte, la prudencia sobrenatural difiere de cualquier forma de prudencia humana, por buena que sea, y la supera grandemente, como el fin eterno que mira supera todo fin terreno. El Evangelio trae muchísimos ejemplos. Es típica la parábola del rico insensato que saborea la abundancia de su recolección y hace grandes proyectos para construir nuevos graneros. “Pero Dios le dijo: ¡Insensato! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste ¿Para quién serán?... Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios” (Lc 12, 20). La prudencia cristiana no impide proveer a las necesidades terrenas, pero con tal que no se haga con desasimiento y con los ojos puestos en Dios.

“El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel” (Mt 13, 44). El Reino es ese maravilloso “tesoro escondido”; no todos lo descubren, no todos conocen su valor, pero el que lo conoce, el que ha encontrado a Dios en lo íntimo de su corazón, una sola vez que haya sido, y ha intuido su bondad infinita, no vacila en renunciar a todo, con tal de poseerlo. No a regañadientes, sino “lleno de alegría” da de mano a todos sus bienes considerándolos bagatelas: “perdí todas las cosas –dice San Pablo– y las tengo por basura para ganar a Cristo” (Fl 3, 8).

“Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto… Al contrario, vete a sentarte en el último puesto” (Lc 14, 8, 10). No es una treta diplomática para evitar la humillación de verse echado atrás o para procurarse el honor de ser llamado adelante, sino la elección voluntaria de lo que luce menos a los ojos del mundo pero vale más a los ojos de Dios… Y si es el cristiano quien ofrece el convite, el Evangelio le dice: “no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a  su vez” (ib. 12). No es condenar los deberes de la amistad, el parentesco o la gratitud, sino una exhortación a la generosidad desinteresada; a hacer regalos y favores a quien es tan indigente –material y espiritualmente– que no hay esperanzas de correspondencia y tal vez ni de gratitud. Esto que para la prudencia humana es un perjuicio, para la prudencia sobrenatural es una fortuna.

¡Oh Salvador mío! Hazme negociador diligente y codicioso para que busque la perla de la divina sabiduría con la diligencia que los hombres buscan el tesoro y allegan el dinero, pues prometes que la hallaré si de esta manera la buscare… ¡Oh caridad preciosísima! ¡Oh unión de amor excelentísima! ¡Oh Dios amabilísimo, que te llamas caridad y eres perla de infinito valor! ¡Uno en esencia, aunque trino en personas, y tan amigo de unidad, que a todos los que se juntan y llegan a ti los haces un espíritu contigo! Descúbreme esta perla una y preciosa, y aficióname a ella, dámela en posesión; ve aquí, te ofrezco por ella cuanto tengo, y si más tuviera más te diera, porque todo es poco para lo que ella vale. Dámela, Señor, de gracia, para que yo te sirva también de gracia, no por interés, sino por puro amor. (L. de la Puente, Meditaciones)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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