domingo, 15 de septiembre de 2013

Pequeñas Semillitas 2146

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2146 ~ Domingo 15 de Setiembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El gesto más provocativo y escandaloso de Jesús fue, sin duda, su forma de acoger con simpatía especial a pecadoras y pecadores, excluidos por los dirigentes religiosos y marcados socialmente por su conducta al margen de la Ley. Lo que más irritaba era su costumbre de comer amistosamente con ellos.
Jesús los acoge tal como son, sin exigirles previamente nada. Les va contagiando su paz y su confianza en Dios, sin estar seguro de que responderán cambiando de conducta. Lo hace confiando totalmente en la misericordia de Dios que ya los está esperando con los brazos abiertos, como un padre bueno que corre al encuentro de su hijo perdido.
La primera tarea de una Iglesia fiel a Jesús no es condenar a los pecadores sino comprenderlos y acogerlos amistosamente. En Roma pude comprobar hace unos meses que, siempre que el Papa Francisco insistía en que Dios perdona siempre, perdona todo, perdona a todos..., la gente aplaudía con entusiasmo. Seguramente es lo que mucha gente de fe pequeña y vacilante necesita escuchar hoy con claridad de la Iglesia.
José Antonio Pagola

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.
»O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido’. Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Y, levantándose, partió hacia su padre.
»Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.
»Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano’. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’. Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’».
(Lc 15,1-32)

Comentario
Hoy consideramos una de las parábolas más conocidas del Evangelio: la del hijo pródigo, que, advirtiendo la gravedad de la ofensa hecha a su padre, regresa a él y es acogido con enorme alegría.
Podemos remontarnos hasta el comienzo del pasaje, para encontrar la ocasión que permite a Jesucristo exponer esta parábola. Sucedía, según nos dice la Escritura, que «todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Él para oírle» (Lc 15,1), y esto sorprendía a fariseos y escribas, que murmuraban: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos» (Lc 15,2). Les parece que el Señor no debería compartir su tiempo y su amistad con personas de vida poco recta. Se cierran ante quien, lejos de Dios, necesita conversión.
Pero, si la parábola enseña que nadie está perdido para Dios, y anima a todo pecador llenándole de confianza y haciéndole conocer su bondad, encierra también una importante enseñanza para quien, aparentemente, no necesita convertirse: no juzgue que alguien es “malo” ni excluya a nadie, procure actuar en todo momento con la generosidad del padre que acepta a su hijo. El recelo del mayor de los hijos, relatado al final de la parábola, coincide con el escándalo inicial de los fariseos.
En esta parábola no solamente es invitado a la conversión quien patentemente la necesita, sino también quien no cree necesitarla. Sus destinatarios no son solamente los publicanos y pecadores, sino igualmente los fariseos y escribas; no son solamente los que viven de espaldas a Dios, sino quizá nosotros, que hemos recibido tanto de Él y que, sin embargo, nos conformamos con lo que le damos a cambio y no somos generosos en el trato con los otros. Introducidos en el misterio del amor de Dios —nos dice el Concilio Vaticano II— hemos recibido una llamada a entablar una relación personal con Él mismo, a emprender un camino espiritual para pasar del hombre viejo al nuevo hombre perfecto según Cristo.
La conversión que necesitamos podría ser menos llamativa, pero quizá ha de ser más radical y profunda, y más constante y mantenida: Dios nos pide que nos convirtamos al amor.
Rev. D. Alfonso RIOBÓ Serván (Madrid, España)

Santoral Católico:
Nuestra Señora de los Dolores
Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, quien de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte.

Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos y mereciendo por ello el título de Corredentora.

Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares.

Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

La zorra y los cazadores

La sinceridad es una virtud exigente, ya que puedes faltar a la verdad de distintas y sutiles maneras. Por ejemplo, con la simulación, que es mentir con los hechos, o con la hipocresía pasando por lo que no se es, o con jactancias atribuyéndose uno excelencias que no posee, o con adulaciones cuando se engaña para sacar algún provecho de los otros. Un ejemplo.

Varios cazadores perseguían a una zorra. Al encontrase ésta con un leñador, le suplicó que la escondiera. El hombre le permitió entrar en su cabaña. En seguida llegaron los cazadores y preguntaron al leñador si había visto a una zorra. El leñador, con la voz les dijo que no, pero con su mano astutamente señalaba la cabaña donde estaba escondida. Los cazadores no entendieron las señas de la mano y confiaron tan solo en sus palabras. Una vez que se marcharon, la zorra salió y, ya se iba sin decir nada, cuando el leñador le reprochó por no agradecerle. Pero la zorra le respondió: --Te agradecería si tu mano y tu boca dijeran lo mismo. Esopo.

Es lamentable que en Argentina estas faltas de sinceridad sean celebradas como “viveza criolla”, feo vicio antisocial que ha vulnerado tristemente nuestra imagen en el exterior. Y lo peor es que perdura entre nosotros cuando aplaudimos al canchero, al piola, al madrugador, que son los “avivatos” y “ventajitas” de las historietas cómicas. Te aconsejo leer “El atroz encanto de ser argentinos”, donde Marcos Aguinis desenmascara esta falencia nacional.
Padre Natalio

Palabras del Beato Juan Pablo II

“La dimensión divina de la redención no se actúa solamente haciendo justicia del pecado, sino restituyendo al amor su fuerza creadora en el interior del hombre, gracias a la cual él tiene acceso de nuevo a la plenitud de vida y de santidad, que viene de Dios. De este modo la redención comporta la revelación de la misericordia en su plenitud”
Beato Juan Pablo II
Carta Encíclica DIVES IN MISERICORDIA

Tema del día:
La Misericordia de Dios
El mensaje que predomina hoy en todas las lecturas es: la MISERICORDIA de Dios. De una manera especial en el evangelio, en que Jesús nos describe algo esencial en Dios, como es el perdón y la acogida hacia el pecador, de modo que el hecho de volver a la casa paterna de un solo pecador causa en Dios una gran ALEGRIA. Jesús nos lo mostró con parábolas y con el mismo ejemplo de su vida.

La ocasión para exponer estas hermosas parábolas fue el hecho de que los fariseos y los escribas andaban murmurando porque junto a Jesús se reunían pecadores y publicanos y él los trataba con bondad. No comprendían que uno que se tuviera como portavoz de Dios pudiera sentarse a la mesa con pecadores. Los fariseos creían en Dios justo; pero confundían la justicia con el castigo y la venganza. Creían en un Dios grande; pero de tal manera que le sentían alejado. Para ellos Dios era demasiado severo y aburrido, preocupado sobre todo de su gloria y honor. Para Jesús Dios está a favor de los pequeños, los humillados y despreciados., Es sobre todo AMOR y por eso se alegra cuando alguien apartado, vuelve al amor. Lo único que le molesta de verdad a Dios es el sufrimiento que unos hombres causan a otros.

Para Dios todos somos inmensamente importantes. Por eso en las parábolas habla de la alegría de Dios por un solo pecador que se convierte, de la alegría por encontrar una oveja perdida, por una moneda encontrada, o por un hijo que vuelve arrepentido.

El contraste es la actitud de los fariseos reflejada en el hermano mayor. Parece mejor porque siempre está en la casa de su padre trabajando; pero luego resulta peor porque no sabe acoger al hermano menor, prefiriendo que se hubiera quedado lejos. Así pasaba con los fariseos. Parecía que honraban a Dios porque cumplían todos los pequeños preceptos; pero no cumplían lo principal que es parecerse al Padre del cielo que tiene compasión de todos y sale a buscar a quien se ha perdido.

Estas parábolas tienen dos grandes enseñanzas para nosotros. En primer lugar, vemos que muchas veces somos como la oveja perdida o el hijo pródigo que buscamos la felicidad por caminos diversos de los que nos señala Dios, caminos equivocados que nos perjudican en vez de ayudarnos. En ese caso debemos acordarnos que Dios es nuestro Padre y nos acoge. Aprovechemos el tiempo que tenemos de vida para corresponder  a la bondad de Dios y llegar a sus brazos de padre.

Otra gran enseñanza es parecernos lo más posible a Jesucristo para tener amor y misericordia con los que nos han podido ofender. Y en el campo del apostolado de la Iglesia, no contentarnos con conservar lo que tenemos, sino salir a buscar la oveja perdida. Esto es difícil porque nos resulta incómodo. El mismo hecho de perdonar a veces es muy difícil ante una persona que puede ser que haya destrozado nuestra vida o haya perjudicado gravemente a alguien muy querido por nosotros.
P. Silverio Velasco (España)

Nuevo video y artículo

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"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:

Nunca olvidemos agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Buenos Aires, Argentina, Elsa S. agradece a Dios y a los lectores que reiteradamente han rezado por ella, ya que siente que el Altísimo la ha bendecido con sus gracias tantas veces como lo ha solicitado.

Desde México, Vicky R. agradece a Dios Padre y a todos los que rezaron por ella, ya que la biopsia gástrica que la hicieron ha resultado negativa.

Desde Reconquista, Argentina, agradecen oraciones hechas en favor de Aldo Federico W., que ya está de alta en su casa en buen estado de salud.

“Intimidad Divina”

Domingo 24 del Tiempo Ordinario

Poco después de haber pactado la Alianza con Israel, Dios ve que éste, en ausencia de Moisés, se ha construido un becerro de oro; indignado por esa infidelidad, piensa castigarlo destruyéndolo. Y como una vez reveló a Abrahán su designio contra Sodoma y Gomorra, así ahora manifiesta a Moisés el que tiene contra Israel: “Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo” (Ex 32, 9-10). Parece como si Dios temiese la intervención de Moisés en favor del pueblo y lo previniese asegurándole que él quedará a salvo y además vendrá a ser cabeza de una nación nueva. Pero el gran Moisés es sólo pálida figura de un mediador infinitamente más poderoso, Jesús, el cual no necesita luchar con Dios para obtener misericordia a la humanidad pecadora –porque él mismo es el precio que salda el pecado–; viene, más bien, a manifestar al mundo el gozo de Dios por la conversión de los pecadores.

Y lo manifiesta de modo especial mediante las deliciosas parábolas de la misericordia (Lc 15, 1-32) que nos ofrece el Evangelio de hoy. En todas ellas se pone particularmente de relieve el gozo del que encuentra lo que ha perdido. El pastor, encontrada su oveja, “se la carga sobre los hombres muy contento” (ib. 5), torna a casa y llama a los amigos y vecinos para que se congratulen con él. La mujer después de haber registrado todos los rincones hasta hallar su moneda, hace otro tanto: “¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido” (ib. 9). Mucho más hace el padre cuando ve por fin volver a su hijo que largo tiempo ha le había abandonado; no piensa en reprenderle, sino en hacer una fiesta: “celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado” (ib. 23-24). Una fiesta tan grande que suscita la indignación y la protesta del hijo mayor. Jesús mismo acababa de decir: “Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” (ib. 7).

Entonces ¿ama Dios más a los pecadores convertidos que a los hijos que siempre le permanecieron fieles? La respuesta es la que da el padre al hijo mayor, celoso por la acogida dispensada al hermano: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo” (ib. 31). ¿No es acaso grandísima fiesta estar siempre con Dios y gozar cada día de sus bienes? Estas parábolas no quieren afirmar que Dios ame más a los pecadores que a los justos, sino poner en evidencia el gozo con que acoge a los pecadores arrepentidos y enseñar a los hombres a congratularse por el retorno de los hermanos abriéndoles el corazón con una bondad semejante a la de Dios. La segunda lectura (1 Tm 1, 12-17) inculca, aunque en contexto diferente, los mismos conceptos en contexto diferente. San Pablo, recordando su pasado, proclama la misericordia que se usó con él y con un entusiasmo parejo a su humildad confiesa: “Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero” (ib. 15). ¡Qué gran fiesta hubo de haber en el cielo por la conversión de este hombre que correspondió con tal plenitud a la gracia divina! Y ¿quién puede decir que no necesita convertirse para emular la fidelidad de Pablo?

Tú, Padre misericordioso, te gozas más de un penitente que de noventa y nueve justos que no tienen necesidad de penitencia; y nosotros oímos con grande alegría el relato de la oveja descarriada, que es devuelta al redil en los alegres hombros del Buen Pastor, y el de la dracma que es repuesta en tus tesoros después de los parabienes de las vecinas a la mujer que la halló. Y lágrimas arranca de nuestros ojos el júbilo de la solemnidad de tu casa, cuando se lee en ella que tu hijo menor que era muerto y revivió, había perecido y fue hallado. (San Agustín, Confesiones).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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