PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1855 ~ Lunes
29 de Octubre de 2012
- AÑO DE LA FE -
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Mes del Rosario y de las
Misiones
Alabado sea
Jesucristo…
En el Evangelio de ayer, el ciego Bartimeo encontró la
curación a través del grito. Se salvó en el momento mismo en que tuvo el coraje
de gritar aún más fuerte, cuando todos pretendían cerrarle la boca.
Bartimeo nos representa a todos. Todos, en alguna medida,
somos “ciegos y mendigos”. Vivimos “al costado del camino” de la verdadera
alegría y paz. Jesús quiere curarnos, mostrarnos que otra vida es posible.
Necesitamos gritar nuestra esperanza: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí.
Vivimos “encandilados” por las apariencias, por la civilización de la
comodidad, del placer, del “sálvese quien pueda”. Todos, en alguna medida,
estamos ciegos para ver el interior de nuestro corazón, para descubrir qué nos
tiene amargados e infelices.
¡Necesitamos gritar! Arrojar el manto de nuestra falsa
seguridad, ponernos decididamente “de pie” y saltar hacia Jesús. Él nos
preguntará con cariño ¿Qué quieres que
haga por ti?
Señor, tú sabes que
estoy al borde del camino, ciego y a oscuras. Me cuesta ver la luz de tu verdad
y el sentido de mi vida. Abre los ojos de mi corazón. Quiero ver.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una
sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho
años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús,
la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Y le impuso las
manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús
hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que
se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado». Le
replicó el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en
sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es
hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien
desatarla de esta ligadura en día de sábado?». Y cuando decía estas cosas, sus
adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con
las maravillas que hacía.
(Lc 13,10-17)
Comentario
Hoy, vemos a Jesús realizar una acción que proclama su
mesianismo. Y ante ella el jefe de la sinagoga se indigna e increpa a la gente
para que no vengan a curarse en sábado: «Hay seis días en que se puede
trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado» (Lc 13,14).
Me gustaría que nos centráramos en la actitud de este
personaje. Siempre me ha sorprendido cómo, ante un milagro evidente, alguien
sea capaz de cerrarse de tal modo que lo que ha visto no le afecta lo más
mínimo. Es como si no hubiera visto lo que acaba de ocurrir y lo que ello
significa. La razón está en la vivencia equivocada de las mediaciones que
tenían muchos judíos en aquel tiempo. Por distintos motivos —antropológicos,
culturales, designio divino— es inevitable que entre Dios y el hombre haya unas
mediaciones. El problema es que algunos judíos hacen de la mediación un
absoluto. De manera que la mediación no les pone en comunicación con Dios, sino
que se quedan en la propia mediación. Olvidan el sentido último y se quedan en
el medio. De este modo, Dios no puede comunicarles sus gracias, sus dones, su
amor y, por lo tanto su experiencia religiosa no enriquecerá su vida.
Todo ello les conduce a una vivencia rigorista de la
religión, a encerrar su dios en unos medios. Se hacen un dios a medida y no le dejan
entrar en sus vidas. En su religiosidad creen que todo está solucionado si
cumplen con unas normas. Se comprende así la reacción de Jesús: «¡Hipócritas!
¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno
para llevarlos a abrevar?» (Lc 13,15). Jesús descubre el sinsentido de esa
equivocada vivencia del sabath.
Esta palabra de Dios nos debería ayudar a examinar
nuestra vivencia religiosa y descubrir si realmente las mediaciones que
utilizamos nos ponen en comunicación con Dios y con la vida. Sólo desde la
correcta vivencia de las mediaciones podemos entender la frase de san Agustín:
«Ama y haz lo que quieras».
Rev. D. Francesc JORDANA i Soler (Mirasol, Barcelona,
España)
Santoral Católico:
San Narciso de Jerusalén
Obispo
La envidia es mala. Son temibles para los padres los
"celos" que muestran algunos pequeños cuando viene al hogar un nuevo
hermano. Llenan la casa de disensiones y discordias entre los niños, ante el
cuidado normal que los padres dan a sus otros hermanos. Esta situación llega a
ser, en ocasiones, mortificante para los padres cuando se dan en una casa. Lo
bueno del asunto es que de ordinario pasa pronto, basta con adquirir un mayor
grado de madurez natural. Lo malo del caso es no cuidar las pequeñas envidiejas
y permitir que se asienten en el hombre tomando el cariz de pecado.
Narciso nació a finales del siglo I en Jerusalén y se
formó en el cristianismo bebiendo en las mismas fuentes de la nueva religión.
Debieron ser sus catequistas aquellos que el mismo Salvador había formado o los
que escucharon a los Apóstoles.
Era ya presbítero modelo con Valente o con el Obispo
Dulciano. Fue consagrado obispo, trigésimo de la sede de Jerusalén, en el 180,
cuando era de avanzada edad, pero con el ánimo y dinamismo de un joven. En el
año 195 asiste y preside el concilio de Cesarea para unificar con Roma el día
de la celebración de la Pascua.
Permitió Dios que le visitara la calumnia. Tres de sus
clérigos —también de la segunda o tercera generación de cristianos— no pudieron
resistir el ejemplo de su vida, ni sus reprensiones, ni su éxito. Se conjuraron
para acusarle, sin que sepamos el contenido, de un crimen atroz. ¡Parece fábula
que esto pueda pasar entre cristianos!
Viene el perdón del santo a sus envidiosos difamadores y
toma la decisión de abandonar el gobierno de la grey, viendo con humildad en el
acontecimiento la mano de Dios. Secretamente se retira a un lugar desconocido
en donde permanece ocho años.
Dios, que tiene toda la eternidad para premiar o
castigar, algunas veces lo hace también en esta vida, como en el presente caso.
Uno de los maldicientes hace penitencia y confiesa en público su infamia.
Regresa Narciso de su autodestierro y permanece ya acompañando a sus fieles
hasta bien pasados los cien años. En este último tramo de vida le ayuda
Alejandro, obispo de Flaviada en la Capadocia, que le sucede.
El vicio capital de la envidia presenta un cuadro de
tristeza permanente ante la contemplación de los bienes materiales o morales
que otros poseen. En lo moral, es pecado porque la caridad es amar y, cuando se
ama, hay alegría con los bienes del amado. Cuando hay envidia no hay amor, hay
egoísmo, desorden, pecado.
El envidioso vive acongojado -casi sin vida- por el bien
que advierte en el otro y que él anhela tener. En ocasiones extremas puede
llegar a convertirse en una anomalía psíquica peligrosa ya que lleva a la
ceguera y desesperación cuyas consecuencias van de la maledicencia al crimen,
pasando por la calumnia y la traición: el envidioso se considera incapaz de
alcanzar las cualidades ajenas; la estimación que los demás disfrutan es
considerada como un robo del cariño que él merece; en la eficacia del trabajo
ajeno, acompañado de éxito y merecidos triunfos, el envidioso ve intriga y
apaño.
Ayer y hoy hubo y hay envidiosos. A los prójimos toca
sufrir pacientemente las consecuencias. Sin olvidar que la envidia fue la causa
humana que llevó al Señor al Calvario.
¡Gracias, San Narciso, porque me das ejemplo de paciencia
ante la cruz!
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
"La oración es la única fuente posible de toda
comprensión.
¿El Rosario? ¡Admirable creación!
¿Rezar meditando los misterios? Este es el camino"
Miguel de Unamuno
Tema del día:
El problema del “mal menor”
Tolerancia viene del latín tolerare –soportar, sufrir,
sostener, llevar–, y es un término cuyo significado, como hemos visto, puede
variar bastante según el contexto en que se emplee.
Su uso más común se refiere a una disposición de
indulgencia y comprensión hacia el modo de pensar o actuar de los demás, aunque
sea diferente al nuestro. En este sentido, de respeto a la legítima diversidad,
la tolerancia tiene su fundamento en el reconocimiento de las libertades y los
derechos fundamentales de la persona, que a su vez se remite a la dignidad
humana.
En su sentido más específico, la tolerancia hace
referencia a permitir algún mal, cuando existen razones proporcionadas. Y esto
se debe a que hay acciones ilícitas que deben ser prohibidas y castigadas, y
otras que sin embargo es preferible tolerarlas.
En algunas circunstancias puede ser moralmente lícito
permitir un mal –pudiendo impedirlo–, en atención a un bien superior, o para
evitar males mayores.
Es más, a veces, puede incluso ser reprobable impedir un
mal, si con ello se producen directa e inevitablemente desórdenes más graves.
Ya Tomás de Aquino, por ejemplo, señaló que es propio del
sabio legislador permitir transgresiones menores para evitar las mayores. Los
que gobiernan, toleran razonablemente algunos males para que no sean impedidos
otros bienes importantes, o para evitar males mayores.
Como puede verse, la tolerancia –en este sentido suyo más
específico– se remite directamente al problema moral del mal menor. El deber de
reprimir el mal no es una norma última y absoluta de acción, sino que es un
deber subordinado a normas más altas y generales, que en algunas circunstancias
permiten –o incluso exigen– no impedir que otros actúen mal, para así evitar
males más graves.
Parece por tanto que el fundamento último de la
tolerancia, y lo que justifica permitir el mal menor cuando podría impedirse,
es el deber universal y primario de obrar el bien y evitar el mal.
Como señala Fernando Ocáriz, "cuando reprimir un
error comporta un mal mayor, la tolerancia está justificada y, en muchos casos,
es incluso éticamente obligatoria. Es evidente que esto nada tiene que ver con
el maquiavelismo de hacer un mal para obtener un bien, lo cual es siempre
ilícito. No impedir el error no es lo mismo que hacerlo; a veces será
complicidad con él, pero otras no".
En cualquier caso, y como ya hemos visto, la tolerancia
no puede basarse en el relativismo (tolerar por considerar que no hay nada
inequívocamente bueno o malo), ni en el escepticismo (tolerar por negar que
existan criterios firmes que nos permitan distinguir lo bueno de lo malo, o lo
verdadero de lo falso), ni en el individualismo o el indiferentismo personal o
social (tolerar por considerar que no se puede intervenir legítimamente en la
vida de los demás).
Cualquier intento de fundamentar la tolerancia en esos
principios chocaría muy pronto con insalvables dificultades para justificar por
qué se han de señalar unos límites a lo tolerable.
Alfonso Aguiló
Pensamientos sanadores
El Señor quiere darte victoria
El único camino para crecer en la paz interior e
irradiarla a tu alrededor, consiste en el aprendizaje de aceptar día a día las
situaciones de vida por las cuales debes atravesar. En cada una de ellas,
puedes unir tu voluntad a la voluntad de Jesús, aceptando serenamente lo que no
puedes cambiar y distinguiendo lo que Dios te pide hacer y lo que no te
corresponde realizar a ti, a fin de salir o cambiar esa situación.
Cuando lo que vives, aun lo desagradable, lo entregas a
Dios y lo vives junto a él, es como si lo estuvieses colocando en el altar para
que pueda ser consagrado y transformado en algo precioso por el poder bendito
de la Sangre de Jesús y por la fuerza del Espíritu Santo.
La aceptación te llevará al triunfo sobre el demonio,
eterno rebelde, y te conducirá a la paz interior para que puedan abrirse nuevas
puertas de conversión y de victoria.
El Señor, mi Señor,
es mi fortaleza: él da a mis pies la agilidad de las gacelas y me hace caminar
por las alturas. Habacuc 3, 19.
Oración a San Miguel Arcángel
San Miguel Arcángel
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial
arroja en el infierno con tu divino poder
a satanás y demás espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para perdición de las almas.
Amén
La Festividad de San Miguel Arcángel se celebra el 29 de
Setiembre.
Pero igualmente es una práctica muy recomendada el rezar
esta oración
todos los días a la finalización de la Santa Misa.
Y también en estos tiempos para pedir por el Santo Padre
y por la santidad de todos los sacerdotes del mundo.
En "Pequeñas Semillitas" la publicaremos los
días 29 de cada mes.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por la salud del Dr. Pedro R., de
Valencia, Venezuela, operado de la columna y con algunas secuelas; y también
por la salud de Berkis T., que vive en Maracay, Venezuela, rogando a Dios y a
la Santísima Virgen que acudan en su ayuda para darles lo mejor tanto física
como espiritualmente.
Pedimos oración por la conversión de la familia de
Myriam, de Montevideo, Uruguay, conformada por su esposo Osvaldo y sus hijas
María Cecilia y Lucía Inés, rogando a Dios que derrame abundante y generoso su
Espíritu sobre todos ellos para que vivan en comunión la posibilidad de ir
juntos a Misa o rezar el Rosario en al ámbito del hogar.
Seguimos en oración por las personas que sufren las
consecuencias del paso del huracán Sandy en Centro América y también en la
costa este de Estados Unidos. Que el Señor sosiegue las fuerzas descontroladas
de la naturaleza de modo que no causen más víctimas ni daños. Amén.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se
reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el
correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados.
Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.
"Intimidad Divina"
Santificados y enviados
El apóstol lo es, no tanto por lo que hace, cuanto por lo
que es, y, esencialmente, por su participación en la unción de Cristo, de su
gracia y de su santidad. Pero la gracia del bautismo, igual que la del orden o
de los otros sacramentos, no produce frutos de santidad si el apóstol no la
asimila a través de un proceso continuo de ascesis, por el cual vive más
intensa y perfectamente cada vez “la santidad recibida” (LG 40). Los años de
formación –de seminario o de noviciado– encaminan al apóstol hacia la santidad
y lo inician en la intimidad con Dios y en el ejercicio de las virtudes, pero
este esfuerzo no conducirá a la meta, si no se continúa luego durante toda la
vida a través del ejercicio del apostolado.
Dice el Vaticano II a propósito de los sacerdotes
ocupados en el ministerio: “las preocupaciones apostólicas, los peligros y
contratiempos, no sólo no le sean un obstáculo, antes bien asciendan por ellos
a una más alta santidad” (LG 41). El mismo principio se aplica a los laicos
comprometidos en el apostolado: deben santificarse “al cumplir como es debido
las obligaciones del mundo”, no separando “la unión con Cristo de su vida
personal” (AA 4). En otros términos, el campo del apostolado debe ser para cada
uno la palestra de su propia santificación. El que se da al apostolado no por
prurito de activismo, ni por propia voluntad, sino por responder a la llamada
de Dios y siguiendo en todo su voluntad, no puede dejar de hallar en el
ejercicio mismo del apostolado las gracias necesarias para su santificación.
Pero es preciso adoptar un comportamiento tal, que las
actividades y circunstancias inherentes a los deberes apostólicos sean vividas
de modo que intensifiquen la unión con Cristo y le vayan conformando cada vez
más a él. Es el estilo de San Pablo que, “alcanzado por Cristo Jesús” (Fl 3,
12) con la gracia del apostolado, no mira a otra cosa, a través de las vicisitudes
del ministerio, que a “alcanzar” plenamente a su Señor. Los intensos cuidados
apostólicos que lo tienen ocupado día y noche no le apartan de su continuo
“vivir en Cristo”, antes le son ocasión de asociarse cada vez más a su
misterio; las ansias, fatigas y tribulaciones le son medio de participar “en
sus sufrimientos, hasta hacerse semejante a él en su muerte, tratando de llegar
a la resurrección de entre los muertos” (ib 10, 11); toda renuncia o sacrificio
son para él ganancia “para ganar a Cristo y ser hallado en él” (ib 8-9).
Mientras se prodiga sin tregua por la salvación de los hermanos, su corazón
está siempre fijo en Jesús, por una continua comunión, expresada en aquella
incesante “oración y súplica… en el Espíritu” que él mismo recomendaba a sus hijos
(Ef 6, 18)
Procuremos ser
tales que valgan nuestras oraciones para ayudar a estos siervos de Dios, que
con tanto trabajo se han fortalecido con letras y buena vida y trabajado para
ayudar ahora al Señor… Que los tenga el Señor de su mano para que puedan
librarse de tantos peligros como hay en el mundo y tapar los oídos en este
peligroso mar, del canto de las sirenas. Y si en esto podemos algo con Dios,
estando encerradas peleamos por él… Así que os pido por amor del Señor pidáis a
Su Majestad nos oiga en esto. Yo, aunque miserable, lo pido a Su Majestad, pues
para gloria suya y bien de su Iglesia, que aquí van mis deseos. (Santa Teresa e
Jesús, Camino)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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