lunes, 8 de octubre de 2012

Pequeñas Semillitas 1836


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1836 ~ Lunes 8 de Octubre de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Mes del Rosario y de las Misiones
   

Alabado sea Jesucristo…
Por más vueltas que le demos, es innegable que “el ideal” del amor conyugal fue y será la unión indisoluble. Un querer auténtico, un “te quiero” sincero que significa “te querré para siempre”. Suena raro en esta sociedad actual que transforma en descartable todo lo que ya no sirve; también a las personas.
Cuando Jesús –y la Iglesia– nos recuerda el plan de Dios sobre la pareja humana, lo hacen por la felicidad de los esposos y por el bien de la sociedad. El ideal es siempre una ardua meta. El primero en saberlo es Dios, nuestro Padre. Él es bondadoso con los que esperan en él, con aquellos que lo buscan.
Quienes viven una situación matrimonial “especial” no han de desesperar jamás y seguir firmes en su Iglesia que es Maestra pero sobre todo, Madre. ¿Por qué? Porque el Señor es bondadoso con los que esperan en él, con aquellos que lo buscan. "El Domingo"


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».
Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».
(Lc 10,25-37)

Comentario
Hoy, el mensaje evangélico señala el camino de la vida: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, (…) y a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10,27). Y porque Dios nos ha amado primero, nos lleva a la unión con Él. La beata Teresa de Calcuta dice: «Nosotros necesitamos esta unión íntima con Dios en nuestra vida cotidiana. ¿Y cómo podemos conseguirla? A través de la oración». Estando en unión con Dios empezamos a experimentar que todo es posible con Él, incluso el amar al prójimo.
Alguien decía que el cristiano entra en la iglesia para amar a Dios y sale para amar al prójimo. El Papa Benedicto subraya que el programa del cristiano —el programa del buen samaritano, el programa de Jesús— es «un corazón que ve». ¡Ver y parar! En la parábola, dos personas ven al necesitado, pero no paran. Por esto Cristo reprochaba a los fariseos diciendo: «Tenéis ojos y no veis» (Mc 8,18). Al contrario, el samaritano ve y para, tiene compasión y así salva la vida al necesitado y a sí mismo.
Cuando el famoso arquitecto catalán Antonio Gaudí fue atropellado por un tranvía, algunas personas que estaban de paso no pararon para ayudar a aquel anciano herido. No llevaba documento alguno y por su aspecto parecía un mendigo. Seguramente que si la gente hubiese sabido quién era aquel prójimo, hubiese hecho cola para auxiliarlo.
Cuando practicamos el bien, pensamos que lo hacemos por el prójimo, pero realmente también lo hacemos por Cristo: «Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de los más pequeños de estos mis hermanos, a mi lo hicisteis» (Mt 25,40). Y mi prójimo, dice el Benedicto XVI, es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar. Si cada uno, al ver al prójimo en necesidad, se detuviera y se compadeciera de él una vez al día o a la semana, la crisis disminuiría y el mundo devendría mejor. «Nada nos asemeja tanto a Dios como las obras buenas» (San Gregorio de Nisa).
Rev. P. Ivan LEVYTSKYY CSsR (Lviv, Ucrania)


Santoral Católico:
Santa Pelagia de Antioquía
Virgen y Eremita


La antigüedad cristiana se alimentó con el encanto de esta historia, que de algún modo lleva al corazón cristiano la añoranza de la inocencia perdida y animan a la vuelta. Es un consuelo encontrar en la tierra los rastros de quienes, habiendo sido presa del desarreglo, de la mala vida que por algún tiempo juzgaron como buena, del desorden y la lejanía de Dios, pues, mira... resulta que han sido gente que se salva. Sí, son una gran luz en la oscuridad que alienta la esperanza de los que somos más, de los pecadores. Estas actitudes están personificadas en Pelagia.

Pelagia, era una muy celebrada y conocida comediante en Antioquía. Corría entonces el siglo V. Siendo muy joven, había estado con los catecúmenos, olvidándolo después.

Se la presenta como una de las más insignes pecadoras del mundo, allá por la segunda mitad del siglo V. En Antioquía -este era el escenario de sus danzas sensuales y altaneras- se la llamaba "Margarita" que es la traducción de "gema", quizá porque, en ocasiones, lo único que cubría las carnes de la hermosa mujer eran collares de perlas.

Tuvo, en el marco de la Providencia, la suerte de toparse, en el año 453, con Nono, anacoreta de Tabenas, sacado de allí para hacerlo obispo de Edesa y trasladado a Heliópolis de Siria, que por el momento participaba en un concilio provincial convocado por Máximo.

Se cuenta que un domingo, Pelagia, por curiosidad volvió a entrar a un templo, y al oír al obispo predicar sobre el infinito tesoro de la misericordia de Dios, su corazón se conmovió. Quiso rezar pero no pudo, porque ya no recordaba cómo hacerlo. Abandonó el templo con el deseo de dejar esa vida desordenada que llevaba. Se decidió a escribir al obispo. Le decía en su carta: "Al santo discípulo de Jesús: He oído decir que tu Dios bajó del cielo a la tierra para salvación de los hombres. Él no desdeñó hablar con la mujer pecadora. Si eres su discípulo, escúchame. No me niegues el bien y el consuelo de oír tu palabra para poder hallar gracia, por tu medio, con Jesucristo, nuestro Salvador."

El obispo, creyó en la sinceridad de Pelagia. Así fue bautizada y confirmada, recibiendo la Eucaristía. Desde ese momento, cambió su vida. Repartió entre los pobres sus joyas y bienes, liberó a sus esclavos y vistiendo una humilde túnica, dejó Antioquía.

Cerca de Jerusalén, halló una gruta, donde se decidió a morar, haciendo una vida austera, penitencia y oración. Por prudencia, ocultó su condición de mujer, y quien le preguntaba el nombre respondía que era "Pelagio". En ese tiempo, se desarrollaba el concilio de Antioquía y un diácono del obispo queriendo ir a Jerusalén, le pidió permiso al obispo para ir allí, diciendo que quería conseguir noticias sobre un ermitaño llamado Pelagio.

Llegó a encontrar a Pelagio en su cueva, quien lo recibió y volvió luego a encerrarse a rezar. Se cuenta que cuando volvió el diácono, Pelagio, ya no respondió. Cuando entraron en la cueva, encontraron muerto al ermitaño. Al disponerse a ungirlo con mirra -como entonces se usaba-, hallaron que era una mujer.

Vinieron entonces de los monasterios mujeres que estaban en Jericó y en el Jordán y marchando con cirios y luminarias y cantado himnos, dieron sepultura al cuerpo de Pelagia. Era un 8 de octubre del año 468.

Las singulares características de esta santa nos proporcionan la oportunidad de recordar que el riguroso apartamiento de los ermitaños no es una rareza, sino el fruto de un decidido y exclusivo anhelo de buscar a Cristo.

Figuras como las de Pelagia, recordaban proféticamente a la Iglesia de su tiempo el verdadero orden de los valores, oscurecido frecuentemente por los crecientes compromisos temporales.

Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

“¡Oh! ¡Que maravilla de la gracia del Santo Rosario!
¡Poder escapar del mundo, del demonio, de la carne
y salvarte para el Cielo!”

San Luis María Grignion de Montfort


Tema del día:
Por iniciar el Año de la Fe


1) Para saber

A unos días de empezar el “Año de la Fe”, el próximo 11 de octubre, el Papa Benedicto XVI viajó a Loreto.

Así como hace cincuenta años, el entonces Papa, el beato Juan XXIII, fue en peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Loreto, en Italia, para encomendarle el Concilio Ecuménico Vaticano II, ahora el Papa Benedicto XVI quiso ir al mismo lugar para poner en manos de la Virgen los frutos del Año de la Fe y del próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización.

Este Santuario contiene en su interior la venerada “Casa de Loreto”, que fue la humilde casa de Nazaret donde vivió la Sagrada Familia. Una tradición indica que la casa, ante el peligro de que fuera destruida, durante las guerras de las Cruzadas, fue trasladada cuidadosamente por partes, en barco, a Loreto. Estudios científicos han comprobado que sus paredes tienen las mismas características y son del mismo estilo que las que hay en Nazaret de aquella época, incluso con inscripciones semejantes.

Comentaba el Papa que esta humilde morada es un testimonio concreto tangible del suceso más grande de nuestra historia: la Encarnación; el Verbo se ha hecho carne, y María, la sierva del Señor, es el canal privilegiado a través del cual Dios ha venido a habitar entre nosotros (cf. Jn 1,14).

Ir al santuario tiene su significado, dijo el Papa, pues es entrar a la escuela de María, de quien ha sido proclamada «bienaventurada» porque «ha creído» (Lc 1,45). Cuando María dice al ángel: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), se ha puesto totalmente a disposición de la voluntad divina; su voluntad coincide con la voluntad divina y en ella se unen el cielo y la tierra, Dios creador y su criatura. María se hace «casa viviente» del Señor, templo del Altísimo.

2) Para pensar

Se cuenta que había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.

La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo.

Entonces, le dice: “¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Pero si tú no ves...” Sin embargo el ciego le responde: “Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí...”

Pensemos si nuestra fe es tan grande que ilumina con su luz a otros para que encuentren su camino.

3) Para vivir

En la crisis actual, dice el Papa Benedicto XVI, la Encarnación del Hijo de Dios nos dice lo importante que es el hombre para Dios y Dios para el hombre. Sin Dios, el hombre termina por hacer prevalecer su propio egoísmo sobre la solidaridad y el amor, las cosas materiales sobre los valores, el tener sobre el ser. Es necesario volver a Dios para que el hombre vuelva a ser hombre.

La Encarnación nos dice que nunca estamos solos, Dios ha entrado en nuestra humanidad y nos acompaña. Empecemos este “Año de la Fe” por pedirle al Señor que nos aumente la fe para vivir con una actitud abierta hacia sus designios y así poderla transmitir.

Pbro. José Martínez Colín


Pensamientos sanadores


Pide ser colmado del amor divino

El cariño es una de las manifestaciones externas del amor que, administrado sabiamente, ayuda a la santidad interior y a establecer vínculos profundos.
Quienes han recibido un caudal abundante de amor gozan de una seguridad interior y muestran una capacidad creciente para manejar las situaciones críticas de la vida sin ser vencidos por el agotamiento o por el estrés.
Además, parecen tener un combustible interior que les da la fortaleza necesaria y la creatividad para alcanzar sus metas.
Los Evangelios están colmados de gestos de cariño de parte de Jesús hacia quienes sufren. Nosotros podemos repetir esos gestos y recibir este nutriente afectivo de parte de Dios por medio de la oración contemplativa que, apoyándose en esos episodios bíblicos, nos ayuden a situarnos en el lugar de los personajes bíblicos.

Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor, ni los ríos anegarlo. Si alguien ofreciera toda su fortuna a cambio del amor, tan solo conseguiría desprecio. Cantar 8, 7.


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Florencia, de Mendoza, Argentina, a quien el miércoles le harán una artroscopia en la rodilla, rogando al Señor que todo resulte bien.

Pedimos oración por la bebita Martina, de Villa Gesell, Argentina, que nació el 28 de setiembre pasado y permanece en incubadora con dificultad respiratoria. Que Jesús Niño la acompañe, la ayude a respirar por sí misma y así poder estar pronto junto a su mamá y toda su familia.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.


"Intimidad Divina"

Bienaventurados los mansos

“Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra” (Mt 5, 5). Los mansos de que habla Jesús se identifican con los pobres y los afligidos que acababa de proclamar bienaventurados porque en sus angustias no se rebelan ni reaccionan con violencia, sino que se someten con corazón manso y humilde. Jesús, que fue ungido por el Espíritu Santo para cumplir en el mundo una misión de suavidad y de bondad (Lc 4, 18), se presentó a los hombres como modelo de mansedumbre (Mt 11. 29), tiene pleno derecho a pedir a sus discípulos que aprendan de él y sigan su ejemplo. Y para que puedan hacerlo les ha hecho participar en su unción del Espíritu Santo. El [hombre] manso, forjado por el Espíritu Santo según la imagen de Cristo, es el hombre que ha aprendido a dominar todas las manifestaciones descompuestas de su yo: irritación, desdén, cólera, espíritu de envidia o de venganza; y es también el hombre que ha renunciado a la tentación de imponerse, de hacerse valer y de dominar a los otros con prepotencia.

Jesús prometió a los pobres el Reino de los cielos, a los afligidos el consuelo y a los mansos les promete la tierra. La diferencia de premio es sólo aparente; en realidad se trata siempre y sólo del Reino de los cielos, ofrecido a los pobres como posesión, a los afligidos como consuelo y a los mansos como herencia. El que en la vida quedare atrás en lugar de presionar para conquistarse un puesto con la violencia, tiene su puesto asegurado en el Reino de Dios. Por otra parte es mucha verdad que, aun en este mundo, la mansedumbre confiere al hombre una capacidad especial de dominio y conquista. Ante todo sobre sí mismo, dominando todos sus movimientos de ira y conservando la calma en las contradicciones, y luego sobre los demás, porque la mansedumbre atrae y conquista los corazones. De este modo, el manso, habiendo renunciado a toda forma de violencia y precisamente en virtud de esa renuncia, encuentra que tiene un ascendiente particular sobre los otros.

Jesús quiere que sus discípulos sean esos mansos que van a la conquista del mundo no con medios que exasperan y provocan reacción adversa, sino con la dulzura, la paciencia y la longanimidad. “Mirad que os envío como corderos en medio de lobos” (Lc 10, 3), les dijo; y entretanto él, Cordero inocente, los precedió enseñando con su ejemplo que para hacer el bien, lejos de imponerse o defenderse con la fuerza, hay que sufrir y ponerse a servicio. El Concilio Vaticano II exhorta a todos los fieles a difundir en el mundo “el espíritu de que están animados aquellos pobres, mansos y pacíficos, a quienes el Señor en el Evangelio proclamó bienaventurados” (LG 38).

Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño puro y límpido como un manantial, obtenme un corazón sencillo que no saboree las tristezas; un corazón magnánimo para darse y sensible para compadecerse; un corazón fiel y generoso, que no olvide bien alguno y no guarde rencor por ningún mal. Forma en mí un corazón dulce y humilde, amante sin exigencia de ser amado, alegre de esconderse en otros corazones delante de tu Hijo divino; un corazón grande e indomable, tal que ninguna ingratitud lo cierre, ni ninguna indiferencia lo canse; un corazón atormentado por la gloria de Jesucristo, herido por su amor y cuya llaga no se cura sino en el cielo. (L. de Grandmaison)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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