PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1832 ~ Jueves
4 de Octubre de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Mes del Rosario y de las
Misiones
Alabado sea
Jesucristo…
Hoy celebramos a uno de los santos más grandes y queridos
de la Iglesia: San Francisco de Asís, fundador de la Orden de los Frailes
Menores, conocidos como franciscanos.
San Francisco nos enseña a vivir la virtud de la
humildad. San Francisco tuvo un corazón alegre y humilde. Supo dejar no sólo el
dinero de su padre sino que también supo aceptar la voluntad de Dios en su
vida. Fue capaz de ver la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. Veía la
grandeza de Dios en la naturaleza.
San Francisco nos enseña a saber contagiar ese entusiasmo
por Cristo a los demás. Predicar a Dios con el ejemplo y con la palabra. San
Francisco lo hizo con Santa Clara y con sus seguidores dando buen ejemplo de la
libertad que da la pobreza.
San Francisco nos enseña el valor del sacrificio. Él
vivió su vida ofreciendo sacrificios a Dios.
San Francisco nos enseña a vivir con sencillez y con
mucho amor a Dios. Lo más importante para él era estar cerca de Dios. Su vida
de oración fue muy profunda y era lo primordial en su vida. Fue fiel a la
Iglesia y al Papa. Fundó la orden de los franciscanos de acuerdo con los
requisitos de la Iglesia y les pedía a los frailes obedecer a los obispos.
San Francisco nos enseña a vivir cerca de Dios y no de
las cosas materiales. Saber encontrar en la pobreza la alegría, ya que para
amar a Dios no se necesita nada material.
San Francisco nos enseña lo importante que es sentirnos
parte de la Iglesia y ayudarla siempre pero especialmente en momentos de
dificultad.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos,
y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde
él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad,
pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío
como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y
no saludéis a nadie en el camino.
»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta
casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no,
se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que
tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la
ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos
que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’.
»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus
plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los
pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’.
Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella
ciudad».
(Lc 10,1-12)
Comentario
Hoy Jesús nos habla de la misión apostólica. Aunque
«designó a otros setenta y dos, y los envió» (Lc 10,1), la proclamación del
Evangelio es una tarea «que no podrá ser delegada a unos pocos “especialistas”»
(Juan Pablo II): todos estamos llamados a esta tarea y todos nos hemos de
sentir responsables de ella. Cada uno desde su lugar y condición. El día del
Bautismo se nos dijo: «Eres Sacerdote, Profeta y Rey para la vida eterna». Hoy,
más que nunca, nuestro mundo necesita del testimonio de los seguidores de
Cristo.
«La mies es mucha, y los obreros pocos» (Lc 10,2): es
interesante este sentido positivo de la misión, pues el texto no dice «hay
mucho que sembrar y pocos obreros». Quizá hoy debiéramos hablar en estos
términos, dado el gran desconocimiento de Jesucristo y de su Iglesia en nuestra
sociedad. Una mirada esperanzada de la misión engendra optimismo e ilusión. No
nos dejemos abatir por el pesimismo y por la desesperanza.
De entrada, la misión que nos espera es, a la vez,
apasionante y difícil. El anuncio de la Verdad y de la Vida, nuestra misión, no
puede ni ha de pretender forzar la adhesión, sino suscitar una libre adhesión.
Las ideas se proponen, no se imponen, nos recuerda el Papa.
«No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias...» (Lc
10,4): la única fuerza del misionero ha de ser Cristo. Y, para que Él llene
toda su vida, es necesario que el evangelizador se vacíe totalmente de aquello
que no es Cristo. La pobreza evangélica es el gran requisito y, a la vez, el
testimonio más creíble que el apóstol puede dar, aparte de que sólo este
desprendimiento nos puede hacer libres.
El misionero anuncia la paz. Es portador de paz porque
lleva a Cristo, el “Príncipe de la Paz”. Por esto, «en la casa en que entréis,
decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz
reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros» (Lc 10,5-6). Nuestro mundo,
nuestras familias, nuestro yo personal, tienen necesidad de Paz. Nuestra misión
es urgente y apasionante.
Rev. D. Ignasi NAVARRI i Benet (La Seu d'Urgell, Lleida,
España)
Santoral Católico:
San Francisco de Asís
Fundador de la Orden de los
Frailes Menores (OFM)
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Frases de San Francisco de Asís
“La oración es un verdadero descanso”
“Que la paz que anuncian con sus palabras
esté primero en sus corazones.
Sin la oración nadie puede
progresar en el servicio divino”
“Yo necesito pocas cosas
y lo poco que necesito,
lo necesito poco”
“Entretenerse en buscar defectos al prójimo
es prueba suficiente de no ocuparse apenas
de los suyos propios”
“Comienza haciendo lo que es necesario,
después lo que es posible
y de repente estarás haciendo lo imposible”
San Francisco de Asís.
Tema del día:
Carta de San Francisco
A todos los cristianos religiosos, clérigos y laicos,
hombres y mujeres, a todos los que habitan en el mundo entero, el hermano
Francisco, su siervo y súbdito: obsequio con reverencia, paz verdadera del
cielo y sincera caridad en el Señor. Puesto
que soy siervo
de todos, estoy
obligado a serviros
a todos y a
administraros las odoríferas palabras de mi Señor. Por eso, considerando en mi
espíritu que no puedo visitaros a cada uno personalmente a causa de la
enfermedad y debilidad de mi cuerpo, me he propuesto anunciaros, por medio de
las presentes letras y de mensajeros, las palabras de nuestro Señor Jesucristo,
que es la Palabra del Padre, y las palabras del Espíritu Santo, que son
espíritu y vida (Jn 6,64).
Los que no quieren gustar cuán suave sea el Señor (cf.
Sal 33,9) y aman las tinieblas más que la luz (Jn 3,19), no queriendo cumplir
los mandamientos de Dios, son malditos; de ellos se dice por el profeta:
“Malditos los que se apartan de tus mandatos” (Sal 118,21). Pero, ¡oh cuán
bienaventurados y benditos son aquellos que aman a Dios y hacen como dice el
mismo Señor en el Evangelio: “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón y con
toda la mente, y a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37.39). Por consiguiente,
amemos a Dios y adorémoslo con corazón puro y mente pura, porque él mismo,
buscando esto sobre todas las cosas, dijo: “Los verdaderos adoradores adorarán al
Padre en espíritu y verdad” (Jn 4,23). Pues todos los que lo adoran, lo deben
adorar en el Espíritu de la verdad
(cf. Jn 4,24). Y digámosle alabanzas y oraciones día
y noche (Sal 31,4) diciendo: “Padre nuestro, que estás en el cielo” (Mt 6,9),
porque es preciso que oremos siempre y que no desfallezcamos (cf. Lc 18,1).
Ciertamente
debemos confesar al
sacerdote todos nuestros
pecados; y recibamos de él el cuerpo y la sangre de nuestro Señor
Jesucristo. “Quien no come su carne y no bebe su sangre (cf. Jn 6,55. 57), no
puede entrar en el reino de Dios” (Jn 3,5). Sin embargo, que coma y beba
dignamente, porque quien lo recibe indignamente, come y bebe su propia
condenación, no distinguiendo el cuerpo del Señor (1 Cor 11,29), esto es, que
no lo discierne. Además, hagamos frutos dignos de penitencia (Lc 3,8). Y amemos
al prójimo como a nosotros mismos (cf. Mt 22,39). Y si alguno no quiere amarlo
como a sí mismo, al menos no le cause mal, sino que le haga bien. Y los que han
recibido la potestad de juzgar a los otros, ejerzan el juicio con misericordia,
como ellos mismos quieren obtener del Señor misericordia. Pues habrá un juicio
sin misericordia para aquellos que no hayan hecho misericordia (Sant 2,13). Así
pues, tengamos caridad y humildad; y hagamos limosnas, porque la limosna lava
las almas de las manchas de los pecados (cf. Tob 4,11; 12,9). En efecto, los
hombres pierden todo lo que dejan en este siglo; llevan consigo, sin embargo,
el precio de la caridad y las limosnas que hicieron, por las que tendrán del
Señor premio y digna remuneración.
Debemos también ayunar y abstenernos de los vicios y
pecados (cf. Eclo 3,32), y de lo superfluo en comidas y bebida, y ser
católicos. Debemos también visitar las iglesias frecuentemente y venerar y
reverenciar a los clérigos, no tanto por ellos mismos si fueren pecadores, sino
por el oficio y administración del santísimo cuerpo y sangre de Cristo, que
sacrifican en el altar, y reciben, y administran a los otros. Y sepamos todos
firmemente que nadie puede salvarse sino por las santas palabras y por la
sangre de nuestro Señor Jesucristo, que los clérigos dicen, anuncian y
administran. Y ellos solos deben administrar, y no otros. Y especialmente los
religiosos, que han renunciado al siglo, están obligados a hacer más y mayores
cosas, pero sin omitir éstas (cf. Lc 11,42).
Debemos tener odio a nuestro cuerpo con sus vicios y
pecados, porque dice el Señor en el Evangelio: “Todos los males, vicios y
pecados salen del corazón” (Mt 15,18-19; Mc 7,23). Debemos amar a nuestros
enemigos y hacer bien a los que nos tienen odio (cf. Mt 5,44; Lc 6,27). Debemos
observar los preceptos y consejos de nuestro Señor Jesucristo. Debemos también
negarnos a nosotros mismos (cf. Mt 16,24) y poner nuestro cuerpo bajo el yugo
de la servidumbre y de la santa obediencia, como cada uno lo haya prometido al
Señor. Y que ningún hombre esté obligado por obediencia a obedecer a nadie en
aquello en que se comete delito o pecado...
No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino
que, por el contrario, debemos ser sencillos, humildes y puros. Y tengamos
nuestro cuerpo en oprobio y desprecio, porque todos, por nuestra culpa, somos
miserables y pútridos, hediondos y gusanos, como dice el Señor por el profeta:
“Yo soy gusano y no hombre, oprobio de los hombres y desprecio de la plebe”
(Sal 21,7). Nunca debemos desear estar por encima de los otros, sino que, por
el contrario, debemos ser siervos y estar sujetos a toda humana criatura por
Dios (1 Pe 2,13).
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén. Yo, el hermano Francisco, vuestro menor siervo, os ruego y os
conjuro, en la caridad que es Dios (cf. 1 Jn 4,16) y con la voluntad de besaros
los pies, que recibáis con humildad y caridad éstas y las demás palabras de
nuestro Señor Jesucristo, y que las pongáis por obra y las observéis. Y a todos
aquellos y aquellas que las reciban benignamente, las entiendan y envíen copia
de las mismas a otros, y si en ellas perseveran hasta el fin (Mt 24,13),
bendígalos el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
San Francisco de Asís
Carta a los Fieles II
Pensamientos sanadores
Ya es hora de nutrirse de las vitaminas del Señor
De todo lo creado por Dios, el ser humano es lo más valioso. Tú puedes
desarrollar en ti, de manera semejante a San Francisco de Asís, la vida
espiritual en armonía con la creación y con todo lo que te rodea.
Esto consiste, en primer lugar, en estar atentos para contemplar y
tratar con atención la creación. Trata de escuchar atentamente al Señor en
todas las cosas y verás cómo todo te habla de Dios.
Pero también consiste en estar atento a las necesidades de tu espíritu
y de tu alma.
Tú eres esa pieza valiosísima de la creación divina, la cual, cada día,
necesita nutrirse del pan bajado del cielo, pan de su Palabra, pan de su Cuerpo
y Sangre, pan de su Divina Presencia.
Cuando tú, parte privilegiada de la creación, te nutres de tu Dios,
estás, en cierto modo, nutriendo también, por añadidura, todo lo que te rodea.
Todo lo que Dios ha creado es
bueno, y nada es despreciable, si se lo recibe con acción de gracias, porque la
Palabra de Dios y la oración lo santifican. Si explicas todo esto a los
hermanos, serás un buen servidor de Cristo Jesús, alimentado por las enseñanzas
de la fe y de la buena doctrina que siempre seguiste fielmente. 1 Timoteo 4,
4-6.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por la salud del Sr. Presidente de la
hermana República de Colombia, Dr. Juan Manuel Santos, que ayer ha sido operado
de cáncer de próstata. Y también adelantamos un pedido de oración por la
hermana República de Venezuela, que el próximo domingo celebrará elecciones
presidenciales. Que la Divina Providencia se manifiesta generosa, justa y
amorosamente para el bien de los habitantes de esas naciones.
Pedimos oración por las siguientes personas de Santa Fe,
Argentina: Mónica, de 58 años, con cáncer; Roberto, de 58 años, con
esquizofrenia; María Belén, de 21 años, con problemas de inseguridad y dudas
para llevar adelante su carrera universitaria; Daniela Lourdes, de 34 años, con
cáncer de útero y mucha anemia. Ponemos a estas hermanas y hermanos en los
brazos de nuestra amada Madre para que ella los proteja y les ayude en sus
necesidades.
Pedimos oración por Claudia, de 24 años, residente en
Perú, a quien han detectado una tumoración en la tiroides, que podría llegar a
ser cancerosa. Que la Virgencita de Guadalupe, con su dulcísimo y tierno amor
por los niños y jóvenes del mundo, interceda para conseguir el milagro de que
nos sea nada malo y pronto esta chica esté recuperada y la tranquilidad retorne
al hogar de su familia.
Pedimos oración por las siguientes personas de Buenos
Aires, Argentina: Carlos y su hijo Pablo (salud y trabajo para ambos;
protección e iluminación del cielo para el segundo); salud para Haydée,
Gustavo, Nilda, Ivón y Guillermo. Nos unimos en la plegaria por estas hermanas
y hermanos nuestros.
Pedimos oración por María Susana, que vive en Córdoba,
Argentina, de aproximadamente 60 años de edad, enferma de cáncer de estómago y
no creyente. Invocamos la intercesión de San Francisco de Asís, ejemplo de
humildad, servicio, sencillez y amor, para que ruegue a Jesús por la
recuperación de esta hermana y le regale el don de la fe.
Pedimos oración por un bebé de 2 años y medio, llamado
Edgar José, de Guatemala, que ha sufrido quemaduras en la zona glútea, estuvo
internado y todavía no termina de sanar la herida. Que el Niño Jesús lo proteja
y cuide su completa curación.
Pedimos oración por Marco Alejandro, de Guatemala, para
que la Virgen lo ilumine este viernes, día en que tendrá una importante
oportunidad laboral.
Pedimos oración por las siguientes personas:
1) Por Ángela (Perú), para que sane espiritual,
psicológica y físicamente.
2) Por Coqui F. M. (Florida), sin irrigación cerebral, oremos por su alma y su familia.
3) Por Esperanza (Miami), que aguarda resultados de
mamografía, rogando que todo le sea favorable.
4) por Violeta (Florida), para que sus estudios
pancreáticos salgan bien por la gracia de Dios.
5) Por Katia E. (Canadá) por salud física y espiritual.
6) Por María de Lourdes L. que tiene problemas graves con
su esposo.
7) Por María (Argentina) que tiene problemas oculares y
poca visión.
8) Por Marta M. (Argentina) para que sane y se recupere
física, emocional y espiritualmente de la mano de Jesús.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se
reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el
correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados.
Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.
"Intimidad Divina"
Espíritu consolador
Además de Espíritu de la verdad, Jesús llama al Espíritu
Santo el “Paráclito”, nombre griego de profundo significado que puede
traducirse como abogado, defensor, protector y consolador. Muchos usan sin más
esa última fórmula: “Consolador”, aceptada también por la Liturgia que invoca
al Espíritu Santo con el título de “Consolador perfecto” y ruega que todos los
fieles gocen “siempre de su consuelo” (MR). Esto corresponde muy bien al oficio
del Espíritu para con los discípulos después de la Ascensión de Jesús, y por lo
tanto para con toda la Iglesia. El año último de su ministerio Jesús había
proclamado solemnemente: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba… Esto lo decía
refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él” (Jn 7,
37-38). El Espíritu Santo es el
manantial de agua viva de la gracia, con la que vivifica a los creyentes, sacia
sus corazones y los llena de la alegría santa, preludio de la bienaventuranza eterna.
El cristiano goza la alegría y la paz del Espíritu Santo
en la medida que es verdaderamente dócil a su acción, no oponiéndole
resistencia. La labor del Espíritu Santo en el corazón del creyente es tan
delicada que se precisa mucha finura espiritual para reconocerla. Su palabra
interior es tan tenue y suave que sólo puede ser percibida en el recogimiento.
El ruido, las distracciones, la curiosidad y la palabrería inútil, así como la
agitación proveniente del desorden de las pasiones embotan el espíritu
impidiéndole acoger la voz y la luz del Espíritu Santo. Y le impiden también
discernir las inspiraciones auténticas de los movimientos de la naturaleza y de
los impulsos personales fruto con frecuencia de orgullo y espíritu de partido.
El Espíritu no se contradice nunca a sí mismo. Único e idéntico
“obra todo en todos” (1 Cr 12, 6); por eso sus inspiraciones nunca están en
contraste con la Sagrada Escritura, con la voz autorizada de la Jerarquía, con
la enseñanza de la Iglesia y con la palabra del Papa. Todo don o carisma del
Espíritu Santo se da “para provecho común (ib 7), y por lo tanto para unir, no
para dividir, “pues Dios no es un Dios de confusión, sino de paz” (ib 14, 33).
Por eso no sólo los particulares no deben estar celosos por los dones ajenos,
sino que todos deben estar sujetos al dictamen de la Iglesia. Los antagonismos
entre hermanos o entre fieles y Jerarquía no pueden estar nunca inspirados por
el Espíritu Santo. Sólo en esta perspectiva puede el creyente confiarse a la
guía interior del Espíritu Santo, sin miedo a errar. Y sólo así podrá, como los
primeros discípulos, quedar lleno “de gozo y del Espíritu Santo” (He 13, 52),
ayudar al bien de la comunidad y cooperar para que la Iglesia vaya adelante
colmada “de la consolación del Espíritu Santo” (He 9, 31).
Oh Espíritu Santo, tú
estás presente en todas las cosas de modo inmaterial, sin forma, sin mutación,
pero no cesar de permanecer inefablemente asentado junto con el Padre; te
difundes por doquier y en todas las cosas habitas inconfuso y penetras en
nuestros pensamientos y en los seres a nosotros invisibles; todo lo escrutas,
siendo así que todo lo conoces, resuenas sin voz y escuchas a las almas que
internamente gritan en silencio; de todas y en todo tienes piedad sin demora y
las vigorizas, y das indecible alegría a todos los seres dondequiera que estén.
Tú envuelves la totalidad de este universo y tienes todas las criaturas bajo tu
poder, las iluminas con luz divina y las colmas de beneficios con tu actividad
y bondad. (Dídimo el Ciego)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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