PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1852 ~ Viernes
26 de Octubre de 2012
- AÑO DE LA FE -
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Mes del Rosario y de las
Misiones
Alabado sea
Jesucristo…
La medida de la caridad para con el prójimo es la que
tenemos con nosotros mismos, pues el Señor nos ha dicho que amemos a los demás
como a nosotros mismos. Entonces es necesario que nos amemos, y por eso no
debemos impacientarnos cuando caemos en pecados más o menos graves. El Señor
permite estas caídas porque a veces nos acostumbramos a vivir en gracia de Dios
y nos llegamos a creer que es por nuestra propia maña e industria que
permanecemos así. Entonces es ahí que el Señor a veces permite que caigamos,
incluso miserablemente, para que recordemos que no somos más que barro y que
sin su ayuda no podemos dar ni un paso en el camino del bien.
Hasta las caídas deben ayudarnos a subir en el camino de
la santidad, porque todo lo que Dios quiere o permite es para nuestro bien.
Está en nosotros saber aprovechar incluso los mismos pecados, para ascender en
la vida espiritual, recordando que la Misericordia de Dios necesita miserias
que consumir, y nuestros pecados son esas miserias aptas para la Divina
Misericordia.
Porque podemos ser puros como ángeles y soberbios como
demonios, y no creernos pecadores y por eso a veces el Señor permite que
caigamos miserablemente para que entremos en razón y recordemos que somos
débiles y necesitamos de Dios. Y este acto de humildad nos llevará a un alto
grado de santidad.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «Cuando veis una
nube que se levanta en el occidente, al momento decís: ‘Va a llover’, y así
sucede. Y cuando sopla el sur, decís: ‘Viene bochorno’, y así sucede.
¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no
exploráis, pues, este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es
justo? Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino
arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue
al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí
hasta que no hayas pagado el último céntimo».
(Lc 12,54-59)
Comentario
Hoy, Jesús quiere que levantemos nuestra mirada hacia el
cielo. Esta mañana, después de tres días de lluvia persistente, el cielo ha
aparecido luminoso y claro en uno de los días más espléndidos de este otoño.
Vamos entendiendo en el tema de cambios de tiempo, ya que ahora los
meteorólogos son casi como de la familia. En cambio, nos cuesta más entender en
qué tiempo estamos o vivimos: «Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del
cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?» (Lc 12,56). Muchos de los que
escuchaban a Jesús dejaron perder una ocasión única en la historia de toda la
Humanidad. No vieron en Jesús al Hijo de Dios. No captaron el tiempo, la hora
de la salvación.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución Gaudium et
Spes (n. 4), actualiza el Evangelio de hoy: «Pesa sobre la Iglesia el deber
permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la
luz del Evangelio (…). Es necesario, por tanto, conocer y comprender el mundo
en que vivimos y sus esperanzas, sus aspiraciones, su modo de ser,
frecuentemente dramático».
Cuando observamos la historia, no nos cuesta mucho
señalar las ocasiones perdidas por la Iglesia por no haber descubierto el
momento entonces vivido. Pero, Señor: ¿cuántas ocasiones no habremos perdido
ahora por no descubrir los signos de los tiempos o, lo que es lo mismo, por no
vivir e iluminar la problemática actual con la luz del Evangelio? «¿Por qué no
juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?» (Lc 12,57), nos vuelve a recordar
hoy Jesús.
No vivimos en un mundo de maldad, aunque también haya
bastante. Dios no ha abandonado su mundo. Como recordaba san Juan de la Cruz,
habitamos en una tierra en la que anduvo el mismo Dios y que Él llenó de
hermosura. La beata Teresa de Calcuta captó los signos de los tiempos, y el
tiempo, nuestro tiempo, ha entendido a la beata Teresa de Calcuta. Que ella nos
estimule. No dejemos de mirar hacia lo alto sin perder de vista la tierra.
Rev. D. Frederic RÀFOLS i Vidal (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Venerable Paulina Jaricot
Fundadora de la Propagación
de la Fe
En cada parroquia del mundo, el tercer domingo de octubre
se celebra el Día de las Misiones, una fecha para ofrecer oraciones,
sacrificios y limosnas por las misiones y los misioneros de todo el mundo. Hoy
vamos a hablar de la joven a la cual se le ocurrió esa idea.
Paulina había nacido en la ciudad de Lyon (Francia) y
desde muy niña había demostrado un gran espíritu religioso. Su hermano mayor
sentía inmensos deseos de ser misionero y (quizás por falta de suficiente
información) le pintaban las misiones como algo terrorífico donde los
misioneros tenían que viajar por los ríos sobre el cuello de terribles
cocodrilos y por las selvas en los hombros de feroces tigres. Esto la
emocionaba a ella pero le quitaba todo deseo de irse de misionera. Sin embargo
sentía una gran inclinación a ayudar a los misioneros de alguna manera, y pedía
a Dios que la iluminara. Y el Señor la iluminó por medio de una simple lectura
hecha por una sirvienta que abriendo una revista de misiones se puso a leerle
las aventuras de varios misioneros que en lejanas tierras, en medio de
terribles penurias económicas, y con grandes peligros y dificultades, escribían
narrando sus hazañas, y pidiendo a los católicos que les ayudaran con sus
oraciones, limosnas y sacrificios, para poder continuar con éxito su difícil
labor misionera.
De pequeñita aprendió que un gran sacrificio que sirve
mucho para salvar almas es el vencer las propias inclinaciones a la ira, a la
gula y al orgullo y la pereza, y se propuso ofrecer cada día a Nuestro Señor
alguno de esos pequeños sacrificios.
Cuando en 1814 el Papa Pío VII quedó libre de la prisión
en la que lo tenía Napoleón, el pueblo entero salió en todas partes a aclamarlo
triunfalmente en su viaje hacia Roma. Paulina tuvo el gusto de que el Santo
Padre al pasar por frente a su casa la bendijera y le pusiera las manos sobre
su pequeña cabecita. Recuerdo bellísimo que nunca olvidó.
De joven se hizo amiga de una muchacha sumamente vanidosa
y ésta la convenció de que debía dedicarse a la coquetería. Por varios meses
estuvo en fiestas y bailes y llena de adornos, de coloretes y de joyas (pero
nada de esto la satisfacía). Su mamá rezaba por su hija para que no se fuera a
echar a perder ante tanta mundanidad. Y Dios la escuchó.
Un día en una fiesta social resbaló con sus altas
zapatillas por una escalera y sufrió un golpe durísimo. Quedó muda y con grave
peligro de enloquecerse. Entonces la mamá le hizo este ofrecimiento a Dios:
"Señor: yo ya he vivido bastante. En cambio esta muchachita está empezando
a vivir. Si te parece bien, llévame a mí a la eternidad, pero a ella devuélvele
la salud y consérvale la vida". Y Dios le aceptó esta petición. La mamá se
enfermó y murió, pero Paulina recuperó el habla, y la salud física y mental y
se sintió llena de vida y de entusiasmo.
Poco después, un día entró a un templo y oyó predicar a
un santo sacerdote acerca de lo pasajeros que son los goces de este mundo y de
lo engañosas que son las vanidades de la vida. Después del sermón fue a
confesarse con el predicador y éste le aconsejó: "Deje las vanidades y lo
que la lleva al orgullo y dedíquese a ganarse el cielo con humildad y muchas
buenas obras". Desde aquel día ya nunca más Paulina vuelve a emplear
lujosos adornos de vanidad, ni a gastar dinero en lo que solamente lleva a aparecer
y deslumbrar. Sus vestidos son sumamente modestos, hasta el extremo que las
antiguas amigas le critican por ello. Ahora en vez de ir a bailes se va a
visitar enfermos pobres en los hospitales.
Y es entonces cuando nace la nueva obra llamada “Propagación
de la Fe”. Son grupitos de 10 personas, las cuales se comprometen a dar cada
una alguna limosna para los misioneros, y ofrecer oraciones y pequeños
sacrificios por ellos. Paulina va organizando numerosos grupos (llamados coros)
entre sus amistades y las gentes de su alrededor y pronto empiezan ya a recoger
buenas ayudas para enviar a lejanas tierras.
Su hermano, que se acaba de ordenar de sacerdote, propone
la idea de Paulina a otros sacerdotes en París y a muchos les agrada y empiezan
a fundar coros de Propagación de la Fe. La idea se extendió rapidísimo por toda
la nación y las ayudas a los misioneros se aumentaron inmensamente. Casi nadie
sabía quién había sido la fundadora de este movimiento, pero lo importante era
ayudar a extender nuestra santa religión.
Para poder conseguir más oraciones con menos dificultad,
Paulina formó grupitos de 15 personas, de las cuales cada una se comprometía a
rezar un misterio del Rosario al día por los misioneros. Así entre todos
rezaban cada día un Rosario completo por las misiones. Fue una idea muy
provechosa.
Paulina se fue a Roma a contarle al Santo Padre Gregorio
XVI su idea de la “Propagación de la Fe”. El Sumo Pontífice aprobó plenamente
tan hermosa idea y se propuso recomendarla a toda la Iglesia Universal.
Al volver a Francia fue a confesarse con el más famoso
confesor de ese tiempo, el Santo Cura de Ars. El santo le dijo proféticamente:
"Sus ideas misioneras son muy buenas, pero Dios le va a pedir fuertes
sacrificios, para que logren tener más éxito". Esto se le cumplió a la
letra, porque en adelante los sufrimientos e incomprensiones que tuvo que
sufrir nuestra santa fueron enormes.
Al principio recogía ella misma las limosnas para las
misiones, pero varios avivados le robaron descaradamente. Entonces se dio
cuenta de que debía dejar esto a sacerdotes y laicos especializados que no se
dejaran estafar tan fácilmente.
Después recibió ayudas para fundar obras sociales en
favor de los obreros pobres, pero varios negociantes sin escrúpulos la
engañaron y se quedaron con ese dinero. Paulina se dio cuenta de que Dios la
llamaba a dedicarse a lo espiritual, y que debía dejar la administración de lo
material a manos de expertos que supieran mucho de eso.
En 1862, después de haber perdonado generosamente a todos
los que la habían estafado y hecho sufrir, y contenta porque su obra de la
Propagación de la Fe estaba ya muy extendida murió santamente y satisfecha de
haber podido contribuir eficazmente a favor de las misiones católicas.
Veinte años después, en 1882, el Papa León XIII extendió
la Obra de la Propagación de la Fe a todo el mundo, y ahora cada año, el mes de
octubre (y especialmente en el tercer domingo de este mes) los católicos
fervorosos ofrecen oraciones, sacrificios y limosnas por las misiones y los misioneros
del mundo entero.
El Papa Juan XXIII la declaró venerable en 1963.
Fuente: EWTN
La frase de hoy
"Dadme un ejército que rece el Rosario
y lograré con él conquistar el mundo"
San Pio X
Tema del día:
Benedicto XVI explica qué es
la fe
Siguiendo el ciclo de catequesis que anunció el miércoles
pasado en ocasión del Año de la Fe, el Papa Benedicto XVI dedicó la audiencia
general de hace dos días a responder a la pregunta: ¿Qué es la fe?
Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro
que aún está con las imágenes de los 7 nuevos santos que canonizó el domingo,
el Santo Padre dijo que "hoy quisiera reflexionar con ustedes sobre lo
elemental: ¿qué es la fe? ¿Tiene sentido la fe en un mundo donde la ciencia y
la tecnología han abierto nuevos horizontes hasta hace poco impensables? ¿Qué
significa creer hoy en día?"
"En efecto, en nuestro tiempo es necesaria una
educación renovada en la fe, que abarque por cierto el conocimiento de sus
verdades y de los acontecimientos de la salvación, pero que, en primer lugar,
nazca de un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo, de amarlo, de confiar
en Él, de modo que abrace toda nuestra vida".
Ante diversos desafíos que presenta el mundo actual y que
generan una especie de "desierto espiritual", continuó el Papa, y a
pesar de los avances de la ciencia, "el hombre de hoy no parece ser
verdaderamente más libre, más humano, permanecen todavía muchas formas de
explotación, de manipulación, de violencia, de opresión, de injusticia".
Sumado a esto está la tendencia de creer sólo en aquello
que se puede ver y tocar. Sin embargo hay quienes, pese a la desorientación,
intentan ir más allá para responder a preguntas fundamentales como "¿qué
sentido tiene vivir? ¿Hay un futuro para el hombre, para nosotros y para las
generaciones futuras? ¿En qué dirección orientar las decisiones de nuestra
libertad para lograr en la vida un resultado bueno y feliz? ¿Qué nos espera más
allá del umbral de la muerte?"
El Papa resaltó que "necesitamos no sólo el pan
material, necesitamos amor, sentido y esperanza, un fundamento seguro, un
terreno sólido que nos ayude a vivir con un sentido auténtico, incluso en la
crisis, en la oscuridad, en las dificultades y problemas cotidianos".
"La fe nos da precisamente esto: en una confiada
entrega a un ‘Tú’, que es Dios, el cual me da una certeza diferente, pero no
menos sólida que la que proviene del cálculo exacto o de la ciencia".
La fe, prosiguió el Santo Padre "no es un mero asentimiento
intelectual del hombre a las verdades particulares sobre Dios, es un acto con
el cual me entrego libremente a un Dios que es Padre y me ama, es adhesión a un
‘Tú’ que me da esperanza y confianza".
"Ciertamente, esta unión con Dios no carece de
contenido: con ella, sabemos que Dios se ha revelado a nosotros en Cristo, que
hizo ver su rostro y se acercó realmente a cada uno de nosotros. Aún más, Dios
ha revelado que su amor al hombre, a cada uno de nosotros es sin medida: en la
Cruz, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre nos muestra, en la forma
más luminosa, hasta dónde llega este amor, hasta darse a sí mismo hasta el
sacrificio total".
Benedicto XVI explicó que "con el misterio de la
muerte y resurrección de Cristo, Dios desciende hasta el fondo de nuestra
humanidad, para volverla a llevar hacia Él, para elevarla hasta que alcance su
altura. La fe es creer en este amor de Dios, que nunca falla ante la maldad de
los hombres, ante el mal y la muerte, sino que es capaz de transformar todas
las formas de esclavitud, brindando la posibilidad de la salvación".
Tras recordar que "debemos ser capaces de proclamar
y anunciar esta certeza liberadora y tranquilizadora de la fe, con palabras y
con nuestras acciones para mostrarla con nuestra vida como cristianos", el
Papa remarcó que "el rechazo, por lo tanto, no nos debe desalentar".
"Como cristianos, somos testigos de este suelo
fértil, nuestra fe, incluso dentro de nuestros límites, demuestra que hay buena
tierra, donde la semilla de la Palabra de Dios produce frutos abundantes de
justicia, paz y amor, de nueva humanidad, de salvación. Y toda la historia de
la Iglesia, con todos los problemas, demuestra también que existe la tierra
buena, existe la semilla buena que da fruto".
Luego de subrayar que la fe es ante todo "un don
sobrenatural, un don de Dios", el Santo Padre dijo que la base de este
camino de fe "es el bautismo, el sacramento que nos da el Espíritu Santo,
que nos hace hijos de Dios en Cristo, y marca la entrada en la comunidad de fe,
en la Iglesia: no se cree, sin prevenir la gracia del Espíritu; y no creemos
solos, sino junto con los hermanos. A partir del Bautismo cada creyente está
llamado a re-vivir y hacer su propia confesión de fe, junto con sus
hermanos".
El Papa indicó además que si bien "la fe es un don
de Dios, pero también es un acto profundamente humano y libre. El Catecismo de
la Iglesia Católica lo dice claramente: ‘Sólo es posible creer por la gracia y
los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer
es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la
inteligencia del hombre’".
Para concluir, el Santo Padre dijo que "nuestro
tiempo requiere cristianos que han sido aferrados por Cristo, que crezcan en la
fe a través de la familiaridad con las Sagradas Escrituras y los Sacramentos.
Personas que sean casi como un libro abierto que narra la experiencia de la
vida nueva en el Espíritu, la presencia del Dios que nos sostiene en el camino
y nos abre a la vida que no tendrá fin. Gracias".
(ACI/EWTN Noticias)
Mensaje de María Reina de la
Paz
Mensaje de María Reina de la Paz del 25 de octubre de
2012
¡Queridos hijos!
Hoy los invito a orar por mis intenciones. Renueven el
ayuno y la oración, porque satanás es astuto y atrae muchos corazones al pecado
y a la perdición. Yo los invito, hijitos, a la santidad y a vivir en la gracia.
Adoren a mi Hijo para que Él los colme con Su paz y Su amor que ustedes
anhelan. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!
Pensamientos sanadores
Pon tu confianza sólo en el Señor
Ante ciertas vicisitudes de la vida, con frecuencia
escucho decir: “¡Qué buena suerte!”. O en otros casos: “¡Qué mala suerte!”. Sin
embargo, debemos recordar que el creer en la suerte o en la predestinación es contrario
a la fe cristiana. Es cierto que esto, más que nada, es una manera convencional
y automática de hablar. Pero nunca perdamos de vista que nosotros creemos en un
plan providente de Dios y en la libertad que le concede al ser humano de ir
estableciendo día a día la propia vida.
Además, un acontecimiento que nos lleva a decir que es
buena o mala suerte es algo relativo, pues, ¿cuántas veces algo que nos pareció
bueno en un principio y nos produjo alegría, luego nos trajo amargura y dolor
de cabeza, mientras que otras cosas o personas que en un principio nos
entristecieron luego fueron de enorme bendición? Por lo tanto, dejemos en las
manos del Señor la última palabra. Nosotros, en las buenas y en las malas,
alabemos al Señor.
Porque así habla el
Señor, el Santo de Israel: En la conversión y en la calma está la salvación de
ustedes; en la serenidad y la confianza está su fuerza. Isaías 30, 15.
Ofrecimiento para sacerdotes
y religiosas
Formulo el siguiente ofrecimiento únicamente para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente
"Pequeñas Semillitas" por e-mail:
Si desean recibir el power point y los comentarios del Evangelio del
domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de
preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos sobre la Palabra de Dios,
pueden pedírmelo a pequesemillitas@gmail.com
Solo deben indicar claramente su nombre, su correo
electrónico, ciudad de residencia y a qué comunidad religiosa pertenecen.
"Intimidad Divina"
Los trabajadores de la mies
“Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”
(Mt 9, 38). Jesús pide a sus discípulos la oración con fin apostólico, pero les
pide también la actividad: “Convocando a los doce… los envió a proclamar el
Reino de Dios” (Lc 9, 1-2). Al lado de los especializados en la oración debe
haber los especializados en la acción; junto a los contemplativos, los activos.
Es necesario el gesto de María, “que sentada a los pies del Señor escuchaba su
palabra” (Lc 10, 39); y es necesario el servicio solícito de Marta que prepara
la mesa de la caridad a los hermanos. Uno y otro son servicio al Señor y ambos
concurren a un único fin: la llegada del Reino para gloria de Dios y salvación
de los hombres. Contemplación y celo apostólico deben sostenerse mutuamente.
Esto vale para los sacerdote con cura de almas … y para los laicos empeñados en
el apostolado.
Los obreros evangélicos no se improvisan, Jesús lo ha
atestiguado del modo más elocuente con su vida y con su enseñanza. Es un gran
misterio el hecho de que, habiendo sido enviado a predicar el Reino de Dios,
haya querido dedicar treinta años de su breve existencia terrena a la oración y
a la vida silenciosa y escondida en Nazareth, empleando luego sólo tres en el
apostolado directo. Pero Jesús no tuvo prisa, y antes de iniciar su ministerio
estuvo cuarenta días en el desierto en ayuno y en coloquio permanente con el
Padre. Algo parecido pasó luego con los Apóstoles. En vez de mandarlos a
predicar, los retiene consigo para prepararlos. Los instruye y amonesta, les
enseña a orar, a practicar la virtud y a vivir según las exigencias de la
misión que les será luego encomendada, y sólo de vez en cuando, para que vayan
haciendo la experiencia, les confía alguna misión de apostolado directo… Quiere
que robustezcan su espíritu alimentándose de su Carne, asistiendo a su Pasión y
esperando en oración la venida del Espíritu Santo.
Siguiendo esta línea, quiere la Iglesia que, antes de
bajar a trabajar en la mies del Señor, se preparen los Apóstoles no sólo
cultural, sino también espiritualmente. Dice el Concilio a propósito de los
clérigos: “…aprendan a vivir en trato familiar y asiduo con el Padre por su
Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo… Enséñales a buscar a Cristo en la fiel
meditación de la palabra de Dios, en la activa comunicación con los sacrosantos
misterios de la Iglesia, sobre todo en la Eucaristía y el Oficio divino…
Aprendan los alumnos… a vivir según la forma del Evangelio; a cimentarse en la
fe, la esperanza y la caridad, para alcanzar, con la práctica de estas
virtudes, el espíritu de oración” (OT 8). Sin una formación espiritual seria
ningún apóstol, sea sacerdote, religioso o laico, podrá desarrollar un apostolado
eficaz.
Señor, quiero darte
a las almas y las almas a ti. Para mí, pobre y miserable instrumento, el
trabajo, la renuncia y el gozo de la unión contigo, oh amado Maestro… Haz que
sepa yo ver cada vez mejor los lazos íntimos que hay entre apostolado, sacrificio
y oración… Mediante la oración y la mortificación, quiero tender a la unión
contigo en la vida interior del alma; mediante el apostolado penetrado de
oración en las obras externas. Haz que nunca pierda de vista la meta: la unión
gozosa, si tú, oh Dios… me la concedes, la unión dolorosa, si a ti t place,
Señor. Pero de cualquier modo, siempre unión e intimidad contigo dentro de mí y
fuera de mí a través de las almas. (G. Cánova)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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