PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1854 ~ Domingo
28 de Octubre de 2012
- AÑO DE LA FE -
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Mes del Rosario y de las
Misiones
Alabado sea
Jesucristo…
La curación del ciego Bartimeo está narrada por Marcos
para urgir a las comunidades cristianas a salir de su ceguera y mediocridad.
Solo así seguirán a Jesús por el camino del Evangelio. El relato es de una
sorprendente actualidad para la Iglesia de nuestros días.
Bartimeo es "un mendigo ciego sentado al borde del
camino". A pesar de su ceguera, Bartimeo capta que Jesús está pasando
cerca de él. No duda un instante. Algo le dice que en Jesús está su salvación:
"Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí". Este grito repetido con
fe va a desencadenar su curación.
El ciego no ve, pero sabe escuchar la voz de Jesús que le
llega a través de sus enviados: "Ánimo, levántate, que Él te llama".
Este es el clima que necesitamos crear en la Iglesia. Animarnos mutuamente a
reaccionar. Volver a Jesús que nos está llamando. Este es el primer objetivo
pastoral.
Esta es la curación que necesitamos hoy los cristianos.
El salto cualitativo que puede cambiar a la Iglesia. Si cambia nuestro modo de
mirar a Jesús, si leemos su Evangelio con ojos nuevos, si captamos la
originalidad de su mensaje y nos apasionamos con su proyecto de un mundo más
humano, la fuerza de Jesús nos arrastrará. Nuestras Comunidades conocerán la
alegría de vivir siguiendo de cerca a Jesús.
José Antonio Pagola
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, cuando Jesús salía de Jericó, acompañado
de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un
mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de
Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!».
Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de
David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle». Llaman al
ciego, diciéndole: «¡Ánimo, levántate! Te llama». Y él, arrojando su manto, dio
un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres
que te haga?». El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!». Jesús le dijo: «Vete, tu
fe te ha salvado». Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.
(Mc 10,46-52)
Comentario
Hoy, contemplamos a un hombre que, en su desgracia,
encuentra la verdadera felicidad gracias a Jesucristo. Se trata de una persona
con dos carencias: la falta de visión corporal y la imposibilidad de trabajar
para ganarse la vida, lo cual le obliga a mendigar. Necesita ayuda y se sitúa
junto al camino, a la salida de Jericó, por donde pasan muchos viandantes.
Por suerte para él, en aquella ocasión es Jesús quien
pasa, acompañado de sus discípulos y otras personas. Sin duda, el ciego ha oído
hablar de Jesús; le habrían comentado que hacía prodigios y, al saber que pasa
cerca, empieza a gritar: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» (Mc 10,47).
Para los acompañantes del Maestro resultan molestos los gritos del ciego, no
piensan en la triste situación de aquel hombre, son egoístas. Pero Jesús sí
quiere responder al mendigo y hace que lo llamen. Inmediatamente, el ciego se
halla ante el Hijo de David y empieza el diálogo con una pregunta y una
respuesta: «Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: ‘¿Qué quieres que te haga?’. El
ciego le dijo: ‘Rabbuní, ¡que vea!’» (Mc 10,51). Y Jesús le concede doble
visión: la física y la más importante, la fe que es la visión interior de Dios.
Dice san Clemente de Alejandría: «Pongamos fin al olvido de la verdad;
despojémonos de la ignorancia y de la oscuridad que, cual nube, ofuscan
nuestros ojos, y contemplemos al que es realmente Dios».
Frecuentemente nos quejamos y decimos: —No sé rezar.
Tomemos ejemplo entonces del ciego del Evangelio: Insiste en llamar a Jesús, y
con tres palabras le dice cuanto necesita. ¿Nos falta fe? Digámosle: —Señor,
aumenta mi fe. ¿Tenemos familiares o amigos que han dejado de practicar? Oremos
entonces así: —Señor Jesús, haz que vean. ¿Es tan importante la fe? Si la comparamos
con la visión física, ¿qué diremos? Es triste la situación del ciego, pero
mucho más lo es la del no creyente. Digámosles: —El Maestro te llama,
preséntale tu necesidad y Jesús te responderá generosamente.
Rev. D. Pere CAMPANYÀ i Ribó (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Santos Judas Tadeo y Simón
Apóstoles
Hoy se celebra en toda la Iglesia universal la fiesta de
estos dos apóstoles del Evangelio.
Simón pertenecía al grupo formado en Israel. Se llamaban
los “zelotes”. Su fin era trabajar duramente contra la invasión romana en su
país. Sin embargo, la escucha de la palabra de Cristo fue para él el
descubrimiento a la universalidad del amor de Dios.
Judas se ha convertido en un de los santos más populares
por los favores que concede a la gente en lo concerniente a la búsqueda de
trabajo. Esta devoción la vivió ya en su vida la santa Brígida. Se puede leer
en su libro “Las revelaciones” el profundo respeto y devoción por este apóstol
del siglo I de nuestra era.
¿Por qué razón celebran la fiesta el mismo día?
La cosa es muy sencilla. Cuenta la tradición que los dos
iban siempre juntos en su rico y fecundo apostolado. El Señor lo llamó para
completar el número de los doce apóstoles, encargados de ser los continuadores
de la obra de Jesús en el mundo.
Se le llama Tadeo para distinguirlo del otro Judas,
Iscariote, que traicionó y vendió al Señor por treinta monedas de plata y
después se ahorcó.
San Judas escribió poco. Tan sólo una Carta suya se
encuentra en la Biblia. La finalidad de su escrito era una crítica severa
contra los gnósticos, una herejía que separa lo físico de lo espiritual. Lo
físico o corporal es malo, y el espiritual es el bueno. Y los dos provienen
mediante emanaciones del mismo Dios.
Su Carta termina con estas palabras:" Sea gloria
eterna a nuestro Señor Jesucristo, que es capaz de conservarnos libres de
pecados, y sin mancha en el alma y con gran alegría".
Los dos murieron martirizados de forma cruel.
Fuente: Catholic.net
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“La primera colaboración del hombre con Dios es la fe,
con la que, atraído interiormente por Dios, se abandona libremente en sus
manos. La fe nos hace sentirnos envueltos en el tierno amor de Dios, a la vez
que nos compromete al amor efectivo a Dios y a los hermanos… Que ante la
belleza y la alegría de nuestra fe, todos los hombres sean conquistados por el
deseo de conocer, encontrar y alabar a Dios”
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
Salir de la ceguera
Jesús iba camino hacia Jerusalén. Ya estaba cerca, a unos
30 kilómetros, en una hondonada junto al mar Muerto. Iba a comenzar la
ascensión hacia la ciudad. Es un camino terrenal, pero también es un camino
ascensional hacia la entrega total al Padre y era una enseñanza viva para los
apóstoles. Hoy Jesús hace un milagro que les impactó mucho, porque recuerdan el
lugar, Jericó, y hasta el nombre del ciego que fue curado, Bartimeo. Es una
lección viva también para ellos, pues acababan de discutir sobre quién de ellos
sería más principal en el Reino. No acababan de ver que el Reino es sobre todo
amor, que se realiza por medio del servicio. Estaban ciegos.
Para nosotros tiene muchas enseñanzas este suceso. Llegan
a Jericó donde un ciego estaba al borde del camino. En el espíritu hay muchos
ciegos. Algunos se la dan de entendidos y hablan mucho de religión; pero si no
tienen la vivencia de estar con Jesús y seguirle en su vida, en realidad son
ciegos. Todos estamos al menos un poco ciegos. Pero Bartimeo había tenido la
suerte de haber oído hablar de Jesús. Alguno le habría contado cosas grandiosas
sobre Él, y cuando oye que es Jesús el que pasa, se pone a gritar. Le llama
“hijo de David”, que es lo mismo que Mesías, y continúa gritando. Hay muchos
ciegos en la vida. Lo peor es que no saben cómo salir de esa ceguera, porque no
les han hablado de Jesús y de su amor redentor.
Tenemos que aprender a gritar a Dios. Es un signo de fe.
Si no nos atrevemos a hacerlo de una manera externa, al menos lo hagamos desde
lo íntimo de nuestro corazón. Habrá momentos de angustia, pero sobre todo
momentos en que sabemos que necesitamos una gracia especial de Dios para
levantarnos del pecado. Gritemos. Dios está atento al pobre y al necesitado que
le grita, como se dice en los salmos.
No es fácil, porque encontraremos dificultades, Aquel
ciego oyó que varios de la gente, egoístas ellos, le pedían que se callase, que
les dejase en paz; pero el ciego gritaba más. Cuando queremos gritar a Dios,
sentiremos las tendencias mundanas que nos quieren llevar a falsas alegrías y a
la falsa paz. Pero gritemos, porque Jesús nos escucha y nos llamará, como llamó
al ciego. Las personas, que antes le invitaban a callarse, ahora le dicen:
“acércate, que te llama”. Él salta y suelta el manto. No es fácil acudir a la
llamada del Señor, cuando estamos atados a las cosas mundanas. Hay que saltar y
dejar muchas cosas. El manto que tenía para abrigarse de noche y recoger las
limosnas, ahora ve que le sobra, porque quiere acudir de prisa.
Jesús sabe apreciar esa fe. Queda claro que lo que quiere
aquel ciego es el poder ver, y Jesús le da la visión total: la visión del
cuerpo y la visión del alma. Por eso le dice: “Ande, tu fe te ha salvado”. Este
“estar salvado” es la consecuencia de una gran fe, que aquel ya vidente
actualiza con la primera mirada en Jesús, que es nuestra salvación. Desde ese
momento de algún modo es ya discípulo de Jesús. Por eso se pone en camino y “le
sigue”. Aquí el seguir a Jesús es mucho más que un simple caminar entre el
polvo de la tierra. Es un signo de lo que nosotros debemos hacer un poco más
desde este día. Si hemos gritado a Jesús, no nos contentemos con un sentir una
cierta paz, sino que aprendamos más y mejor su doctrina y le sigamos.
Hay gente que cree ver y en su corazón no ve, y hay gente
deficiente en lo exterior, pero que sus sentidos interiores están pujantes.
Dicen que San Francisco de Asís compuso su cántico al sol cuando ya estaba
ciego. Y san Juan de la Cruz cantó hermosamente a los montes y bosques y a las
flores cuando llevaba meses en la prisión. También Beethoven componía
grandiosas obras musicales, cuando estaba ya sordo. El próximo 1 de Noviembre
celebraremos a todos los santos que nos esperan en el cielo al final de este
camino, que en el día de los difuntos debemos ver como un encuentro gozoso con
el Señor. Poder ver estas grandiosas realidades de nuestra vida con amor es lo
que debemos pedir hoy intensamente al Espíritu Santo.
P. Silverio Velasco (España)
Poesía
Brazos rígidos y yertos
Brazos rígidos y yertos,
por dos garfios traspasados,
que aquí estáis por mis pecados,
para recibirme abiertos,
para esperarme clavados.
Cuerpo llagado de amores,
yo te adoro y yo te sigo;
yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.
Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo
y muriendo bendecirte.
Que no ame la poquedad
de cosas que van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;
Que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida;
que ame tu ciencia y tu luz;
que vaya, en fin, por la vida
como tú estás en la cruz:
De sangre los pies cubiertos,
llagados de amor las manos,
los ojos al mundo muertos
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos.
Amén.
Fuente:
Liturgia de las horas
Nuevo video y artículo
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Pensamientos sanadores
Pídele al Señor que renueve en ti el don del perdón
Todos los días, la mayoría de las veces sin quererlo, las
personas que están junto a nosotros, así como también aquellos a quienes
encontramos ocasionalmente, pueden cometer faltas que nos lastiman y que nos
dejan secuelas.
Por eso es tan apremiante para nuestra vida y para
nuestra salud interior, la petición del Padre Nuestro, en el cual Jesús nos
invita a decir: “perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a
quienes nos ofenden”.
Hay quienes, al no perdonar, es como si enterrasen viva a
la persona que los ha dañado, cuando lo que habría que enterrar, en la
Misericordia Divina, son las ofensas que nos han hecho.
Ciertamente, toda persona debería tener un cementerio
especial en el cual sepultar las faltas de conocidos y familiares para que Dios
pueda resucitar un nuevo amor hacia todos nuestros semejantes.
Eviten la amargura,
los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Por el
contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los
otros como Dios los ha perdonado en Cristo. Efesios 4, 31-32.
Nunca nos olvidemos de
agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta
a nuestros pedidos de oración.
Recibimos la siguiente carta de España: Mi nombre es
María Luisa M., de Madrid. Mi objetivo es dar gracias a Dios porque hace un año
que me operaron de la vista y estuve a punto de quedarme ciega. Hoy veo muy
bien, después de cuatro operaciones muy delicadas. Quiero compartir con
vosotros este milagro porque estuve en vuestros pedidos de oración… Aprovecho
la oportunidad para deciros que leo a menudo “Pequeñas Semillitas” y os animo a
que sigáis con esa maravillosa labor. Yo soy catequista y escribo cuentos para
niños y oraciones. En Madrid, España tenéis siempre una amiga…”
"Intimidad Divina"
Domingo XXX durante el año
Liturgia de luz, de alegría y de fe es la celebrada hoy
por la Iglesia. Luz y alegría por la vuelta del pueblo elegido del destierro
(1ª. Lectura: Jr 31, 7-9). Dios se ha acordado del “resto de Israel” que le ha
permanecido fiel y él mismo se ha hecho su guía para la repatriación. Vuelven
todos, hasta los lisiados y dolientes, hasta los ciegos y cojos, porque cuando
es Dios el que guía, los ciegos quedan iluminados y los cojos caminan sin
dificultad. Es una bella figura de la conversión interior de las tinieblas y
extravíos del pecado. Superada la ceguera espiritual y el continuo cojear entre
el bien y el mal, el hombre, iluminado por la luz divina, puede proceder por el
camino recto que lo conduce a Dios.
El Evangelio de hoy (Mc 10, 46-52) reasume ese tema bajo
el doble aspecto de la curación y de la conversión a Cristo de un ciego. Jesús
sale de Jericó, cuando Bartimeo, que mendiga sentado a la vera del camino, le
grita: “Hijo de David, ten compasión de mi” (ib 47). Quieren hacerle callar,
pero él grita más, porque, ciego en el cuerpo pero vidente en el espíritu,
reconoce en Jesús al Mesías, al “Hijo de David”. La fe no le deja callar; está
seguro de que encontrará en Jesús la salvación. Y es tal su tensión hacia él,
que apenas el Maestro lo llama, arroja el manto, salta en pie y se le pone
delante. El Señor le pregunta “¿Qué quieres que haga por ti?”, y él responde:
“Maestro, que pueda ver” (ib 51). Diálogo conciso pero esencial, revelador por
una parte de la omnipotencia de Jesús y por otra de la fe del ciego. “Y al
momento recobró la vista” (ib 52). Los ojos apagados del ciego se iluminan y
ven a Jesús; verlo y seguirlo es todo uno. A la luz exterior le corresponde
otra interior, y Bartimeo resuelve seguir al Señor. Como él, todo cristiano es
un “iluminado” por Cristo: la fe le ha abierto los ojos, le ha dado a conocer a
Dios y al Hijo de Dios hecho hombre.
La segunda lectura (Hb 5, 1-6) trata otro argumento: el
sacerdocio y en particular el sacerdocio de Cristo. Cristo es sumo y eterno
sacerdote por voluntad del Padre que le ha conferido esta dignidad haciéndolo
mediador entre él y los hombres. No es posible llegar a Dios sin pasar por ese
puente que une la tierra con el cielo, ese camino real que es Jesús, el Señor.
No es posible vivir en la fe sin dependencia de él que es “iniciador y
consumador de la fe” (Hb 12, 2). Fuente y alimento de la fe es la palabra de
Jesús; ella ilumina al mundo y le da “la luz de la vida” (Jn 8, 12); es la
Eucaristía en la que se ofrece en manjar tonificante e iluminador su Carne
inmolada por la salvación de los hombres. Toda celebración eucarística es un
misterio de fe por el cual el creyente se encuentra con Jesús Sacerdote y
víctima que lo alimenta y lo conduce al Padre.
Oh Dios, si ofreces
esta luz corpórea a los ojos del cuerpo, ¿no podrás también ofrecer a los
corazones limpios aquella luz que permanece siempre en toda su fuera e
integridad, aquella luz indeficiente?... “En ti está la fuente de la vida y en
tu luz veremos la luz”… La fuente aquella es la misma luz, es fuente para el
que tiene sed y es luz para el que está ciego. Ábranse los ojos para que vean
la luz; ábranse las fauces del corazón para que beban en la fuente. Lo que bebo
es lo mismo que lo que veo, es lo mismo que lo que entiendo. Dios mío, eres
todo para mí; eres todas las cosas que amo… Eres todo para mí; si tengo hambre,
eres mi pan; si tengo sed, eres mi agua; si estoy en oscuridad, eres mi luz,
que permanece siempre incorruptible, y si estoy desnudo, serás mi vestido de
inmortalidad, cuando todo lo que es corruptible se vista de incorruptibilidad y
lo que es mortal se vista de inmortalidad. (San Agustín)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.