sábado, 31 de marzo de 2012

Pequeñas Semillitas 1667


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1667 ~ Sábado 31 de Marzo de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Hola…
“Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6, 14)
Poco a poco nos vamos acercando al tiempo de la cruz. Y nuestros pensamientos, nuestras meditaciones, e incluso los temas que desarrollamos en esta página, van dirigiéndose precisamente hacia la cruz, con todo su significado de dolor, de sufrimiento, de muerte… pero también de redención y de vida nueva. En estas horas previas al inicio de la Semana Santa, tratemos de ponernos al pie de la Cruz del Señor para compartir con Él los momentos de su pasión, morir con Él (al pecado) y luego resucitar con Él y por Él para la vida eterna que con su cuerpo y su sangre nos regala.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así, todos creerán en Él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación». Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación». Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación —y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos—. Desde este día, decidieron darle muerte.
Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraim, y allí residía con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?». Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para detenerle.
(Jn 11,45-56)

Comentario:
Hoy, de camino hacia Jerusalén, Jesús se sabe perseguido, vigilado, sentenciado, porque cuanto más grande y novedosa ha sido su revelación —el anuncio del Reino— más amplia y más clara ha sido la división y la oposición que ha encontrado en los oyentes (cf. Jn 11,45-46).
Las palabras negativas de Caifás, «os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación» (Jn 11,50), Jesús las asumirá positivamente en la redención obrada por nosotros. Jesús, el Hijo Unigénito de Dios, ¡en la Cruz muere por amor a todos! Muere para hacer realidad el plan del Padre, es decir, «reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11,52).
¡Y ésta es la maravilla y la creatividad de nuestro Dios! Caifás, con su sentencia («Os conviene que muera uno solo...») no hace más que, por odio, eliminar a un idealista; en cambio, Dios Padre, enviando a su Hijo por amor hacia nosotros, hace algo maravilloso: convertir aquella sentencia malévola en una obra de amor redentora, porque para Dios Padre, ¡cada hombre vale toda la sangre derramada por Jesucristo!
De aquí a una semana cantaremos —en solemne vigilia— el Pregón pascual. A través de esta maravillosa oración, la Iglesia hace alabanza del pecado original. Y no lo hace porque desconozca su gravedad, sino porque Dios —en su bondad infinita— ha obrado proezas como respuesta al pecado del hombre. Es decir, ante el “disgusto original”, Él ha respondido con la Encarnación, con la inmolación personal y con la institución de la Eucaristía. Por esto, la liturgia cantará el próximo sábado: «¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Oh feliz culpa que mereció tal Redentor!».
Ojalá que nuestras sentencias, palabras y acciones no sean impedimentos para la evangelización, ya que de Cristo recibimos el encargo, también nosotros, de reunir los hijos de Dios dispersos: «Id y enseñad a todas las gentes» (Mt 28,19).
Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano (Cervera, Lleida, España)


Santoral Católico:
San Benjamín
Diácono y Mártir


El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II puso fin a la cruel persecución de los cristianos que había sido llevado al cabo en Persia durante el reinado de su padre. Sin embargo, el obispo Abdas con un celo mal entendido incendió el Pireo o templo del fuego, principal objeto del culto de los persas. El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que el obispo reconstruyera el templo, pero éste se rehusó a hacerlo; el rey lo mandó a matar e inició una persecución general que duró 40 años.

Uno de los primeros mártires fue Benjamín, diácono. Después de que fuera golpeado, estuvo encarcelado durante un año, pero obtuvo su libertad gracias al embajador del Constantinopla y prometiendo bajo su responsabilidad que el santo se abstendría de hablar acerca de su religión. Sin embargo, Benjamín declaró que él no podía cumplir tal condición y, no perdió la oportunidad de predicar el Evangelio. Fue de nuevo aprehendido y llevado ante el rey, quien lo sometió a crueles torturas, siendo luego decapitado. Murió alrededor del año 420.

Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

“La muerte de Jesús en cruz es la consecuencia de una vida en el servicio radical a la justicia y al amor; es secuela de su opción por los pobres y los desheredados; de la opción por su pueblo, que sufría explotación y extorsión. En este mundo, toda salida en favor de la justicia y del amor es arriesgar la vida”.                                                                          
E. Schillebeeckx


Cuentos de Mamerto Menapace:
Eligiendo cruces


Esto también es del tiempo viejo, cuando Dios se revelaba en sueños. O al menos la gente todavía acostumbraba a soñar con Dios. Y era con Dios que nuestro caminante había estado dialogando toda aquella tarde. Tal vez sería mucho hablar de diálogo, ya que no tenía muchas ganas de escuchar sino de hablar y desahogarse.

El hombre cargaba una buena estiba de años, sin haber llegado a viejo. Sentía en sus piernas el cansancio de los caminos, luego de haber andado toda la tarde bajo la fría llovizna, con el mono al hombro y bordeando las vías del ferrocarril hacía tiempo que se había largado a linyerear, abandonando, vaya a saber por qué, su familia, su pago y sus amigos. Un poco de amargura guardaba por dentro, y la había venido rumiando despacio como para acompañar la soledad.

Finalmente llegó mojado y aterido hasta la estación del ferrocarril, solitaria a la costa de aquello que hubiera querido ser un pueblito, pero que de hecho nunca pasó de ser un conjunto de casas que actualmente se estaban despoblando. No le costó conseguir permiso para pasar la noche al reparo de uno de los grandes galpones de cinc. Allí hizo un fueguito, y en un tarro que oficiaba de ollita recalentó el estofado que le habían dado al mediodía en la estancia donde pasara la mañana. Reconfortado por dentro, preparó su cama: un trozo de plástico negro como colchón que evitaba la humedad. Encima dos o tres bolsas que llevaba en el mono, más un par de otras que encontró allí. Para taparse tenía una cobija vieja, escasa de lana y abundante en vida menuda. Como quien se espanta un peligro de enfrente, se santiguó y rezó el Bendito que le enseñara su madre.

Tal vez fuera la oración familiar la que lo hizo pensar en Dios. Y como no tenía otro a quien quejarse, se las agarró con el Todopoderosos reprochándole su mala suerte. A él tenían que tocarle todas. Pareciera que el mismo Tata Dios se las había agarrado con él, cargándole todas las cruces del mundo. Todos los demás eran felices, a pesar de no ser tan buenos y decentes como él. Tenían sus camas, su familia, su casa, sus amigos. En cambio aquí lo tenía a él, como si fuera un animal, arrinconado en un galpón, mojado por la lluvia y medio muerto de hambre y de frío. Y con estos pensamientos se quedó dormido, porque no era hombre de sufrir insomnios por incomodidades. No tenía preocupaciones que se lo quitaran. En el sueño va y se le aparece Tata Dios, que le dice:

-Vea, amigo. Yo ya estoy cansado de que los hombres se me anden quejando siempre. Parece que nadie está conforme con lo que yo le he destinado. Así que desde ahora le dejo a cada uno que elija la cruz que tendrá que llevar. Pero que después no me vengan con quejas. La que agarren tendrán que cargarla para el resto del viaje y sin protestar. Y como usted está aquí, será el primero a quien le doy la oportunidad de seleccionar la suya, vea, acabo de recorrer el mundo retirando todas las cruces de los hombres, y las he traído a este galpón grande. Levántese y elija la que le guste.

Sorprendido el hombre, mira y ve que efectivamente el galpón estaba que hervía de cruces, de todos los tamaños, pesos y formas. Era una barbaridad de cruces las que allí había: de fierro, de madera, de plástico, y de cuanta material uno pudiera imaginarse.

Miró primero para el lado que quedaban las más chiquitas. Pero le dio vergüenza pedir una tan pequeña. Él era un hombre sano y fuerte. No era justo siendo el primero quedarse con una tan chica. Buscó entonces entre las grandes, pero se desanimó enseguida, porque se dio cuenta que no le daba el hombro para tanto. Fue entonces y se decidió por una tamaño medio: ni muy grande, ni tan chica.

Pero resulta que entre éstas, las había sumamente pesadas de quebracho, y otras livianitas de cartón como para que jugaran los gurises. Le dio no sé qué elegir una de juguete, y tuvo miedo de corajear una de las pesadas. Se quedó a mitad de camino, y entre las medianas de tamaño prefirió una de peso regular.

Faltaba con todo tomar aún otra decisión. Porque no todas las cruces tenían la misma terminación. Las había lisitas y parejas, como cepilladas a mano, lustrosas por el uso. Se acomodaban perfectamente al hombro y de seguro no habrían de sacar ampollas con el roce. En cambio había otras medio brutas, fabricadas a hacha y sin cuidado, llenas de rugosidades y nudos. Al menor movimiento podrían sacar heridas. Le hubiera gustado quedarse con la mejor que vio. Pero no le pareció correcto. Él era hombre de campo, acostumbrado a llevar el mono al hombro durante horas. No era cuestión ahora de hacerse el delicado. Tata Dios lo estaba mirando, y no quería hacer mala letra delante suyo. Pero tampoco andaba con ganas de hacer bravatas y llevarse una que lo lastimara toda la vida.

Se decidió por fin y tomando de las medianas de tamaño, la que era regular de peso y de terminado, se dirigió a Tata Dios diciéndole que elegía para su vida aquella cruz.

Tata Dios lo miró a los ojos, y muy en serio le preguntó si estaba seguro de que se quedaría conforme en el futuro con la elección que estaba haciendo. Que lo pensara bien, no fuera que más adelante se arrepintiera y le viniera de nuevo con quejas.

Pero el hombre se afirmó en lo hecho y garantizó que realmente lo había pensado muy bien, y que con aquella cruz no habría problemas, que era la justa para él, y que no pensaba retirar su decisión. Tata Dios casi riéndose le dijo:

-Ven, amigo. Le voy a decir una cosa. Esa cruz que usted eligió es justamente la que ha venido llevando hasta el presente. Si se fija bien, tiene sus iniciales y señas. Yo mismo se la he sacado esta noche y no me costó mucho traerla, porque ya estaba aquí. Así que de ahora en adelante cargue su cruz y sígame, y déjese de protestas, que yo sé bien lo que hago y lo que a cada uno le conviene para llegar mejor hasta mi casa.

Y en ese momento el hombre se despertó, todo adolorido del hombro derecho por haber dormido incómodo sobre el duro piso del galpón.

A veces se me ocurre pensar que si Dios nos mostrara las cruces que llevan los demás, y nos ofreciera cambiar la nuestra, cualquiera de ellas, muy pocos aceptaríamos la oferta. Nos seguiríamos quejando lo mismo, pero nos negaríamos a cambiarla. No lo haríamos, ni dormidos.


Pensamientos sanadores


Hoy tómate fuerte de la mano de tu Madre

Camina cada día como si fueses de la mano de la Virgen María. Ella, antes que nada, quiere ser para ti una mamá que te guía, te enseña, te anima, te cura. A ella puedes ir abriéndole las puertas de tu corazón y de cada etapa de tu vida, pidiéndole que, con su amor y su bendición maternal, vaya sanando los fragmentos de tu historia que se encuentran quebrantados, aquello que en ti se halla como perdido y que todavía te cuesta digerir, aceptar y entregar. Ella ha recibido de Dios la misión de ayudarte para hacer en tu vida, con dulzura y suavemente, grandes cosas.
Por lo tanto, no tengas miedo de dirigirte con frecuencia a María; esto es algo que le agrada a su Hijo Jesucristo, pues qué hijo no está feliz cuando tratan tan bien a su propia madre. Ten presente que, cada vez que pronuncies el nombre de María, ella estará pronunciando el nombre de Jesús, quien te escuchará como si directamente le hablaras a él mismo, solamente que tu oración llegará amplificada, pues estará pasada a través del corazón maternal de la Virgen Santísima.

Aquel día, el Señor alzará otra vez su mano para rescatar al resto de su pueblo… Isaías 11, 11.


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por los trillizos nacidos prematuros hace pocos días en Rosario, Argentina, cuyos nombres son Fernando, Giuliana y Micaela, en especial por esta última que ha sido llevada a Buenos Aires para ser operada. Que el Señor los proteja y les conceda por su poder de sanidad, toda la salud y la fuerza para crecer sanos y felices.

Pedimos oración por las siguientes personas de Roque Sáenz Peña, Chaco, Argentina: Luis R. que fue operado de un tumor en la cabeza y se espera el resultado de la biopsia del material extraído; Hilda Nélida, que desde hace un año y tres meses sufre indecibles dolores de columna y aún no se recupera de la última operación; María Angélica, por su pronta recuperación psíquica, física, espiritual..... Y a Juan Pablo II por la cura del mal de Parkinson.

Pedimos oración por Patricia I. de Corrientes, Argentina, por su pronta recuperación tanto física como psíquica y espiritual, ya que está sumida en un profundo estado de depresión, cansancio y abatimiento. Rogamos que obtenga de la cruz de Cristo las fuerzas necesarias para superar sus problemas.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración.


"Pequeñas Semillitas" por e-mail


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Felipe de Urca


Cuaresma día por día


Cámbiate por Jesús.

Barrabás es un personaje del evangelio que no parece muy importante, pero si nos fijamos, cada uno de nosotros estamos representados por él. Cuando Barrabás iba a morir por haber matado a un soldado, Jesús apareció y le cambiaron por él, y murió Jesús en vez de Barrabás. El Señor se cambió por cada uno de nosotros para que no muriéramos a la vida del alma y para que pudiéramos nacer de nuevo a la vida de la gracia después del pecado, nacer a la vida para poder ir también al cielo. Todo lo que hizo fue para que tuviéramos la oportunidad de amarle.

Y los hombres hemos pagado ese amor tuyo, Señor, con pecados y faltas de amor. Jesús sabía que íbamos a pagarle así, que íbamos a serle desagradecidos, y aun así decidió entregarse para que le amáramos.

Puedes imaginarte ahora tú, cambiándote por Jesús en la Cruz de cada día: faenas que te hacen, enfados, cosas que no te salen, pequeñas contrariedades... y coger así tu cruz de cada día llevándola con alegría.

Continúa hablándole a Dios con tus palabras.

P. José Pedro Manglano Castellary


"Intimidad Divina"

¡Oh cruz, única esperanza!

En el Evangelio de Juan, Caifás anunciaba la muerte de Jesús “no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos” (Jn 11, 52). La intención de Caifás era la de deshacerse de Cristo para salvaguardar los intereses políticos de la nación; pero en los planes de Dios, la muerte de Jesús es un acontecimiento de trascendencia mayor y más amplia: de ella dependerá la salvación espiritual de Israel, y no sólo la de Israel, sino la de todas las naciones, la de todos los hijos de Dios dispersos por el mundo. Todos los hombres serán purificados del pecado en la sangre de Cristo, y en ella se pactará la nueva y eterna alianza entre Dios y el género humano. Cristo –muerto y resucitado– será el único rey y pastor que reunirá a todos los hombres en un solo pueblo, para formar el pueblo de Dios.

Una vez más aparece claro que la Cruz de Cristo se sitúa en el centro mismo de la historia del mundo: de ella depende la vida, la salvación, la felicidad de toda criatura. “Tu Cruz adoramos, Señor –canta la Liturgia del Viernes Santo– porque sólo por el madero ha venida la alegría al mundo entero”. Como el árbol del fruto prohibido fue causa del pecado y por lo tanto de la muerte, así el árbol de la Cruz es causa de la redención y de la vida. Por eso el cristiano ama la Cruz de Cristo. Para quien no cree en Cristo la cruz es un absurdo inaceptable: pero para los que le siguen y aman “es fuerza de Dios”, fuerza que redime, que salva, que santifica. Cuanto más una criatura aspira a la santidad, tanto más debe amar la cruz, y no sólo la Cruz con la que fue redimida, sino la cruz personal que la asocia al misterio de la muerte de Cristo para hacerla partícipe del misterio de la vida del mismo Cristo.

El hombre está tan amasado de egoísmo y de orgullo, que para alcanzar la unión con Dios necesita ser purificado y transformado en el fondo de su ser. Sólo Dios puede realizar en él este trabajo de purificación y de transformación, y lo hace por medio de la cruz. Por eso, cuando él irrumpe en la vida de una criatura con pruebas interiores y exteriores, atribulándola en el cuerpo y en el espíritu, entonces es precisamente cuando le concede una de sus mayores gracias, índice de sus planes de amor y de santidad hacia ella… Cuanto más una criatura está convencida de esta verdad, tanto menos atrevidas le parecen las expresiones de san Pablo acerca de la cruz de su Señor, sino que hace de ella el programa de la propia vida: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mi y yo para el mundo” (Gál 6, 14).

¡Salve, oh Cruz vivificadora,  oh invencible trofeo de la piedad, oh Puerta del paraíso, fortaleza de los creyentes, baluarte de la Iglesia! Por ti ha sido aniquilada la corrupción, absorbido y destruido el poder de la muerte, y por ti hemos sido elevados de la tierra a las cosas celestiales. Huella invencible, adversario de los demonios, gloria de los mártires, verdadero ornato de los santos, puerta de salvación. ¡Salve, Cruz del Señor! Por ti la humanidad fue liberada de la maldición. Tú eres el signo de la verdadera alegría, tú que con tu exaltación derrotaste a todos tus enemigos. ¡Oh veneradísima! Tú eres nuestro socorro, la fuerza de los reyes, la firmeza de los justos, la dignidad de los pecadores… ¡Salve, Cruz preciosa, guía de los ciegos, médico de los enfermos, resurrección de los muertos! Tú nos levantaste cuando caímos en la corrupción. Tú terminaste con la corrupción e hiciste florecer la inmortalidad. Por ti los mortales fuimos divinizados y derribado el demonio… Hoy besamos tu Cruz preciosa, ¡oh Cristo!, con nuestros labios indignos, pecadores como somos. Te cantamos ¡oh Cristo!, a ti que quisiste ser enclavado, y con el ladrón te gritamos: “¡Haznos dignos de tu Reino!” (Liturgia oriental, de Los días del Señor)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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