martes, 20 de marzo de 2012

Pequeñas Semillitas 1656

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1656 ~ Martes 20 de Marzo de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Hola…
Los cristianos creemos en un Dios “empecinado” en amarnos. ¡Dios está enfermo! La enfermedad de Dios es su amor por el hombre. Esta enfermedad es incurable. Frente a los rechazos, infidelidades y miserias del hombre, Dios no retira ni siquiera atenúa su amor, lo multiplica. Para consuelo nuestro, en Dios, el amor es una enfermedad incurable.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?». Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.
Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla». Él le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’». Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
(Jn 5,1-3.5-16)

Comentario
Hoy, san Juan nos habla de la escena de la piscina de Betsaida. Parecía, más bien, una sala de espera de un hospital de trauma: «Yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos» (Jn 5,3). Jesús se dejó caer por allí.
¡Es curioso!: Jesús siempre está en medio de los problemas. Allí donde haya algo para “liberar”, para hacer feliz a la gente, allí está Él. Los fariseos, en cambio, sólo pensaban en si era sábado. Su mala fe mataba el espíritu. La mala baba del pecado goteaba de sus ojos. No hay peor sordo que el que no quiere entender.
El protagonista del milagro llevaba treinta y ocho años de invalidez. «¿Quieres curarte?» (Jn 5,6), le dice Jesús. Hacía tiempo que luchaba en el vacío porque no había encontrado a Jesús. Por fin, había encontrado al Hombre. Los cinco pórticos de la piscina de Betsaida retumbaron cuando se oyó la voz del Maestro: «Levántate, toma tu camilla y anda» (Jn 5,8). Fue cuestión de un instante.
La voz de Cristo es la voz de Dios. Todo era nuevo en aquel viejo paralítico, gastado por el desánimo. Más tarde, san Juan Crisóstomo dirá que en la piscina de Betsaida se curaban los enfermos del cuerpo, y en el Bautismo se restablecían los del alma; allá, era de cuando en cuando y para un solo enfermo. En el Bautismo es siempre y para todos. En ambos casos se manifiesta el poder de Dios por medio del agua.
El paralítico impotente a la orilla del agua, ¿no te hace pensar en la experiencia de la propia impotencia para hacer el bien? ¿Cómo pretendemos resolver, solos, aquello que tiene un alcance sobrenatural? ¿No ves cada día, a tu alrededor, una constelación de paralíticos que se “mueven” mucho, pero que son incapaces de apartarse de su falta de libertad? El pecado paraliza, envejece, mata. Hay que poner los ojos en Jesús. Es necesario que Él —su gracia— nos sumerja en las aguas de la oración, de la confesión, de la apertura de espíritu. Tú y yo podemos ser paralíticos sempiternos, o portadores e instrumentos de luz.
Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch (Salt, Girona, España)


Santoral Católico:
San Daniel
Profeta del Antiguo Testamento


Los datos acerca de este santo los sabemos por el libro de Daniel, en la S. Biblia.

Pertenecía a una familia importante de Jerusalén. Era muy inteligente y estudioso y de agradable presencia. Cuando el rey Nabucodonosor invadió a Jerusalén se lo llevó prisionero a Babilonia junto con otros jóvenes. Al darse cuenta de las cualidades de este adolescente, Nabucodonosor lo hace instruir en todas las ciencias políticas y sociales de su país.

Siendo este profeta todavía muy joven, unos jueces quisieron hacer pecar a una mujer casada y como ella no aceptó las infames pretensiones de ellos, la calumniaron inventando que la habían visto pecar con un joven. La gente creyó la calumnia y la llevaban para matarla a pedradas, cuando apareció Daniel. Llamó a los dos jueces y los interrogó uno por uno, por separado, y les preguntó: "¿Dónde estaba Susana cuando ella cometió la falta?" Uno respondió: "Debajo de una acacia". Y el otro dijo: "Debajo de una encina." Entonces Daniel les dijo: "Ustedes estaban acostumbrados a hacer pecar a mujeres sin fe y sin valor, pero ahora se encontraron a una mujer que cree y es valiente. Su hermosura los sedujo y creyeron poder hacer que ella ofendiera a Dios, pero no lo lograron. Ahora tendrán el pago de su delito". Y el pueblo condenó a muerte a estos dos impuros calumniadores y alabó a Dios por la sabiduría que le había concedido a Daniel.

Los enemigos de la religión acusaron a Daniel porque tres veces cada día se arrodillaba en la azotea de su casa a adorar y rezar a Dios. En castigo fue echado al foso donde había leones sin comer. Pero Dios hizo el milagro de que los leones no lo atacaran, y esto hizo que el rey creyera en el verdadero Dios.

El joven se abstenía de tomar bebidas alcohólicas y de consumir alimentos prohibidos por la Ley de Moisés, y Dios en cambio le concedió una inmensa sabiduría, con la cual logró escalar los más altos puestos de gobierno hasta llegar a ser primer ministro bajo los gobiernos de Nabucodonosor, Baltasar, Darío y Ciro. A su gran sabiduría, a su habilidad para gobernar y a su santidad debe él que a pesar de los cambios de gobierno lograra conservar su cargo durante el reinado de cuatro reyes.

Daniel recibió de Dios la gracia de revelar sueños y visiones. Soñó Nabucodonosor que estaba viendo una estatua inmensa con cabeza de oro, pecho de plata, piernas de hierro y pies de barro y que una piedrecita se desprendía del monte e iba creciendo hasta llegar y chocar con la estatua y volverla polvo. Y Daniel le explicó que este sueño significaba que vendrían varios reinos en el mundo, uno muy rico, como de oro, otro menos rico, como de plata, y un tercero muy fuerte como de hierro y otro más débil como de barro, y que la verdadera religión, que al principio sería muy pequeña, iría creciendo hasta lograr dominar todos los reinos. Esto se ha cumplido con la religión de Cristo que empezó siendo tan pequeñita y ahora está extendida por todo el mundo y es más poderosa que cualquier reino de la tierra.

Dios anunció que al rey Nabucodonosor por haber cometido maldades y ser orgulloso, lo iba a volver loco. Nabucodonosor le pidió a Daniel que le rogara a Dios que le cambiara el castigo por alguna obra buena, y el Señor le dijo que para librarse de los castigos tenía que dar limosnas a los pobres.

El rey Baltasar cometió el pecado de emplear los cálices sagrados del altar de Dios para tomar licor en una fiesta, y estando en esto apareció una mano misteriosa que escribía tres palabras en la pared: Mene, Tequel, Uparsin. El rey se asustó mucho y el profeta Daniel le explicó: "Mene significa pesado. Es que Dios ha pesado sus obras y han resultado faltas de peso para recibir premios. Tequel significa medido. Dios midió sus obras y no dan la medida para recibir gloria. Uparsin significa dividido. Es que su reino será dividido y pasado a otros". Y esa misma noche llegaron los enemigos del reino y mataron a Baltasar y dividieron su reino y lo pasaron a los persas.

Daniel fue un profeta tan estimado que pudo corregir a los mismos jefes de gobierno de su tiempo y sus correcciones fueron recibidas con buena voluntad. Ante el pueblo apareció siempre como un hombre iluminado por Dios y de una conducta ejemplar y como un creyente de una profunda piedad y devoción.
Fuente: EWTN


La frase de hoy

“Cuando te salgan al paso sentimientos especiales,
deja que te inunden el corazón.
Cuando los milagros salgan a buscarte, no te escondas.
Cuando aparezcan personas especiales,
hazles saber la bendición que representan.
Deja que tus sonrisas se abran camino
hacia lo más profundo de tu interior”

Colin Mc Carty


Tema del día:
Un momento de silencio... 
como San José


Así como hay dolor y alegría, así como hay inquietud y paz; así el hombre tiene en su vida dos cauces por donde transcurre su existencia: La palabra y el silencio.

La palabra, del latín parábola, es la facultad natural de hablar. Solo el hombre disfruta de la palabra. La palabra expresa las ideas que llevamos en nuestra mente y es el mejor conducto para decir lo que sentimos. Hablar es expresar el pensamiento por medio de palabras. Es algo que hacemos momento tras momento y no nos damos cuenta de que es un constante milagro. Hablar, decir lo que sentimos, comunicar todos nuestros anhelos y esperanzas o poder descargar nuestro corazón atribulado, cuando las penas nos alcanzan, a los que nos escuchan.

Nuestra era es la era de la comunicación y de la información. Pero la palabra tiene también su parte contraria: El silencio.

Nuestro vivir transcurre entre estos cauces: la palabra y el silencio. O hablamos o estamos en silencio.

Cuando hablamos "a voces" la fuerza se nos va por la boca... hablamos y hablamos y muchas veces nos arrepentimos de haber hablado tanto... Sin embargo el hablar es algo muy hermoso que nos hace sentir vivos, animosos y nos gusta que nos escuchen.

El silencio es un tesoro de infinito valor. Cuando estamos en silencio somos más auténticos, somos lo que somos realmente.

El silencio es algo vital en nuestra existencia para encontrarnos con nosotros mismos. Es poder darle forma y respuesta a las preguntas que van amalgamando nuestro vivir. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Y va a ser en ese silencio donde vamos a encontrar las respuestas, no en el bullicio, en el ajetreo, en el nerviosismo, la música ruidosa, en el "acelere" de la vida inquieta y conflictiva porque es en el silencio y por el silencio donde se escucha la voz de Dios pues bien dicen que "Dios habla quedito"

Meditando en estas cosas pienso en José el carpintero de Nazaret. El hombre a quien se le encomendó la protección y el cuidado de los personajes más grandes de la Historia Sagrada y no nos dejó el recuerdo de una sola palabra suya. Nada nos dijo pero con su ejemplo nos lo dijo todo. Más que el más brillante de los discursos fue su testimonio callado y lleno de amor.

San José, el santo que le dicen: "Abogado de la buena muerte". Porque... ¿A quién no le gustaría morir entre los brazos de Jesús y de María como él murió?

José tuvo una entrega total. Una vida consagrada al trabajo, un desvelo, un cuidado amoroso para estos dos seres que estaban bajo su tutela y supo, como cualquier hombre bueno y padre de familia, del sudor en la frente y el cansancio en las largas jornadas en su taller de carpintería y supo del dolor en el exilio de una tierra extranjera y supo en sus noches calladas y de vigilia del orar a Dios mirando el suave dormir de Jesús y de María, pidiendo fuerzas para cuidar y proteger a aquellos amadísimos seres que tan confiadamente se le entregaban. No tuvo que hablar.

No hay palabras que superen ese silencio de amor y cumplimiento del deber. Ahí está todo. Ahí está Dios. En las pequeñas cosas de todos los días, en la humildad del trabajo cotidiano.

Él no fue poderoso, él no tuvo un puesto importante en el Sanedrín, él... supo cumplir su misión y su silencio fue su mayor grandeza.

Las almas grandes no lo van gritando por las plazas y caminos, se quedan en silencio para poder hablar con Dios y Dios sonríe cuando las mira.

Que podamos tener cada día, aunque sean cinco minutos de silencio, para oír la voz de Dios.
Ma Esther De Ariño


Pensamientos sanadores


Hoy pídele a Dios que bendiga a tu familia

La Sagrada familia se nos presenta como modelo de amor paciente y servicial. Nos anima a desarrollar el diálogo y el mutuo conocimiento de quienes viven bajo un mismo techo.
Muchas familias no viven como tal, y lo que debería ser un espacio de descanso, encuentro y para renovar las fuerzas, se transforma en un espacio de tensión, soledad, ansiedad y rigidez.
Una cosa es vivir todos bajo un mismo techo y otra muy diferente es construir un hogar.
Dios nos llama a vivir como familia y nos ofrece la gracia necesaria para poder lograrlo. El camino no es fácil. Cada día será necesario orar juntos, perdonar, tomarse tiempo para dialogar.
Sin embargo, los frutos de la paz y de la concordia que aguardan, valen la pena.

Acuérdate de mí, Señor, por el amor que tienes a tu pueblo; visítame con tu salvación para que vea la felicidad de tus elegidos, para que me alegre con la alegría de tu nación y me gloríe con el pueblo de tu herencia. Salmo 106, 4 y 5.


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Mariana y David, de Rosario, Argentina, que están esperando su primer bebé, con un embarazo de apenas un mes. Que la Santísima Virgen proteja el fruto de la concepción para que la llegada de un hijo sea motivo de bendición para esta pareja.

Pedimos oración por la salud de Manuel Z. que vive en México y padece de bronquitis crónica, rogándole al Señor que la restaure el bienestar físico y espiritual.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración.


Cuaresma día por día


Apostolado.

¿Cuántos amigos has acercado a Dios este mes? ¿Y este año? ¿Y el año pasado? ¿Y en toda tu vida?

Mucha gente se piensa que ayudar a otras personas a ser mejores cristianos es tarea de sacerdotes y religiosos. ¡Nada más falso! Antes de subir a los cielos, Jesús dijo que debíamos ser testigos suyos hasta los últimos confines de la tierra. Ser testigos suyos significa hablar de Dios a nuestros amigos, invitarles a ir a Misa para recibir al Señor, preocuparnos y ocuparnos de su salud espiritual, animarles a ser mejores cristianos en cosas concretas, ayudarles a confesarse con frecuencia, rezar algo con ellos, y un larguísimo etcétera.

Puedes hablar ahora con Jesús de 3 amigos tuyos, pedirle por ellos, y ver qué puedes hacer por ayudarles para que se acerquen a Dios.
P. José Pedro Manglano Castellary


"Intimidad Divina"

Fuerza sanativa y vivificadora

El episodio del paralítico de Betsaida nos induce a reflexionar sobre la situación de impotencia en que se encuentra el hombre frente a la vida sobrenatural. El paralítico espera desde hace treinta y ocho años la curación, por sí solo no puede alcanzar las aguas sanativas de la piscina y no encuentra a nadie que le meta en ella. Pero el agua es un signo, mientras que la virtud sanativa se halla en Cristo: él es quien cura y salva. A su palabra “el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar” (Jn 5, 9). Algo parecido acontece en los sacramentos, signos y vehículos de la gracia; la Iglesia los administra, pero es Cristo quien obra en ellos, es él quien salva y santifica. El hombre puede y debe trabajar por liberarse del pecado, pero el medio más calificado para su purificación es el sacramento, en el que Cristo le lava con su propia sangre.

Sin la gracia, el hombre se encuentra en la esterilidad de la muerte, en la impotencia de la parálisis; pero cuando le alcanza y posee la gracia, florece en él la vida, y es una vida divina: amistad, comunión con Dios, santidad. Infundiendo la gracia en el hombre, Dios mismo, Uno y Trino, hace morada en él. “Al que me ama… mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14, 23). Es esta una realidad infalible que se actúa en toda criatura que vive en la gracia y en el amor. Sin embargo, Dios no se entrega completamente al hombre, no le trasforma del todo en sí, no le consuma en su unidad, hasta que no le halla desembarazado de todo lo que es contrario a su voluntad.

Por consiguiente, la colaboración del hombre en la acción de la gracia consiste, sobre todo, en liberarse, con la ayuda de la gracia misma, de todo aquello que es contrario a Dios. El hombre –enseña San Juan de la Cruz– se dispone a la unión con Dios por la pureza y amor. Cuanto más el hombre ama a Dios, tanto más capaz se hace de renunciar a todo apego a sí mismo y a las criaturas, de combatir y vencer defectos e imperfecciones, realizando en sí de este modo una gran pureza interior. Pureza y amor se entrelazan y se integran mutuamente hasta hacerse inseparables “porque el amar [a Dios] es obrar en despojarse y desnudarse por Dios de todo lo que no es Dios”. Programa arduo, pero realizable, porque la voluntad del cristiano está potenciada por la fuerza sanativa y vivificadora de la gracia, porque Dios, presente en él, le apoya en sus esfuerzos y mientras le invita a la comunión con él, le facilita el camino.

Ponme, ¡oh Dios mío!, en esa desnudez en que se gusta el todo, vacíame el espíritu y la memoria de todo lo creado, para que sólo te guste a ti…, o mejor, no te guste, que ésta es una palabra sensible, sino que esté en ese vacío, en esa áspera nada, solemne, misteriosa, en la que está el todo, que eres tú, a quien el alma suspira y gime por unirse. ¡Oh Dios mío!, no sé decírmelo a mí mismo, pero muero de la sed de unirme a ti, y sé que tú sólo te unes en pureza… Tus palabras martillean mi alma: “no llevéis nada”, y veo que llevo demasiado, y esto me causa una tristeza que se convertiría en desesperación, si no supiese que tú puedes socorrer misericordiosamente a quien te busca (G. Canovai)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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