sábado, 17 de marzo de 2012

Pequeñas Semillitas 1653

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1653 ~ Sábado 17 de Marzo de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Hola…
Cuentan que un muchacho se hizo un barquito de madera y salió a probarlo en el lago, pero sin darse cuenta, el botecito impulsado por un ligero viento fue más allá de su alcance. Apenado corrió a pedir ayuda a un muchacho mayor, que se hallaba cerca, que le ayudara en su apuro. Sin decir nada el muchacho empezó a coger piedras y echarlas, al parecer en contra del barquito; el pequeño pensó que nunca tendría su bote otra vez y que el muchacho grandote se estaba burlando de él; hasta que se dio cuenta que en vez de tocar el bote cada piedra iba un poco más allá de este y originaba una pequeña ola que hacia retroceder el barco hasta la orilla. Cada piedra estaba calculada y por último el juguete fue traído al alcance del niño pequeño, que quedó contento y agradecido con la posesión de su pequeño tesoro.
A veces ocurren cosas en nuestra vida que parecen desagradables, sin sentido ni plan y hasta nos parece que más nos hunde; pero si esperamos y tenemos confianza en la Divina Providencia nos daremos cuenta de que cada prueba, cada tribulación, es como una piedra arrojada sobre las quietas aguas de nuestra vida, que nos trae más cerca de nuestro objetivo. 


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, Jesús dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias’. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado».
(Lc 18,9-14)

Comentario
Hoy, Cristo se nos presenta con dos hombres que, ante un observador "casual", podrían aparecer casi como idénticos, ya que ellos se encuentran en el mismo lugar realizando la misma actividad: ambos «subieron al templo a orar» (Lc 18,10). Pero más allá de las apariencias, en lo más profundo de sus conciencias personales, los dos hombres difieren radicalmente: uno, el fariseo, tiene la conciencia tranquila, mientras que el otro, el publicano —cobrador de impuestos— se encuentra inquieto por los sentimientos de culpa.
Hoy día tendemos a considerar los sentimientos de culpa —el remordimiento— como algo cercano a una aberración psicológica. Sin embargo, el sentimiento de culpa le permite al publicano salir reconfortado del Templo, puesto que «éste bajó a su casa justificado y aquél no» (Lc 18,14). «El sentimiento de culpa», escribió Benedicto XVI cuando él todavía era Cardenal Ratzinger ("Conciencia y verdad"), «remueve la falsa tranquilidad de conciencia y puede ser llamado "protesta de la conciencia" contra mi existencia auto-satisfecha. Es tan necesario para el hombre como el dolor físico, que significa una alteración corporal del funcionamiento normal».
Jesús no nos induce a pensar que el fariseo no esté diciendo la verdad cuando él afirma que no es rapaz, injusto, ni adúltero y que ayuna y entrega dinero al Templo (cf. Lc 18,11); ni tampoco que el recaudador de impuestos esté delirando al considerarse a sí mismo como un pecador. Ésta no es la cuestión. Más bien ocurre que «el fariseo no sabe que él también tiene culpa. Él tiene una conciencia completamente clara. Pero el "silencio de la conciencia" lo hace impenetrable ante Dios y ante los hombres, mientras que el "grito de conciencia" que inquieta al publicano lo hace capaz de la verdad y del amor. ¡Jesús puede remover a los pecadores!» (Benedicto XVI).
Fr. Gavan JENNINGS (Dublin, Irlanda) 


Santoral Católico:
San Patricio, Obispo
Patrono de Irlanda


San Patricio, obispo, que, siendo joven, fue llevado cautivo desde Gran Bretaña a Irlanda, y después, recuperada la libertad, quiso ser contado entre los clérigos y regresar a la misma isla, donde, hecho obispo, anunció con vehemencia el Evangelio y organizó con firmeza la Iglesia, hasta que en la ciudad de Down se durmió en el Señor (461).
Para leer una biografía más amplia hacer clic acá.  
Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

Nada pasa por casualidad. Aun cuando no siempre podemos explicar por qué ocurren las cosas, sí podemos tener la certeza que la mano del Padre está en el control.  “Porque yo soy el Señor tu Dios, que sostiene tu mano derecha y quien te dice: No temas, yo te ayudaré” Isaías 41:13


Cuentos de Mamerto Menapace:
La pobreza y la fe


No habrá tenido mucho. Pero lo que tenía era muy suyo. Sobre todo, porque de tanto llevarlo encima había terminado por sentir indispensables todas esas realidades: sus botas, su poncho, sus ropas, su chambergo y su facón.

¡Habían compartido tantas cosas juntos, que había terminado por encariñarse con todo eso! Más que cosas suyas, las sentía como parte de sí mismo. Como realidades de su misma historia. Al sentir consigo todas esas realidades, se sentía viviendo una historia con continuidad: historia con pasado. Y todo hombre que está en camino siente la tentación del pasado. Tentación que se concretiza en el poseer; en el no dejar.

Al llegar a la orilla de ese río, la opción le resultó dura. Esa realidad del río que atravesaba como un tajo su camino, le exigía una decisión dolorosa. No es que no quisiera atravesarlo; ¡si para eso se había puesto en camino! Lo duro no estaba en vadearlo; sino en que para vadearlo debía tomar una actitud nueva frente a todas sus cosas viejas; frente a todo lo que era suyo; frente a todo lo que se le había adherido.

Todo bicho exigido a dejar el pellejo, busca arrinconarse. Lo busca hasta el gusano que quiere ser mariposa. Para poder crecer, necesita aceptar el retiro del capullo. La rosa y el gusano lo hacen por instinto; al cristiano, por ser hombre, le toca decidirlo.

Al llegar a la orilla del río, nuestro hombre se acurrucó en silencio. Antes de despojarse por afuera necesitaba unificarse por dentro. Necesitaba mirar la correntada, dejar que ella le entrara por los ojos y se le fuera corazón adentro. Necesitaba que el corazón pasase primero, para poder luego seguirlo su cuerpo. En esa actitud se le fue la tarde, y la noche le cayó encima con todo su misterio. Y en esa actitud lo pilló el lucero. Fue entonces recién cuando dijo: "sí". Un sí que lo venía arreando desde lejos. El mismo sí, que lo pusiera en movimiento al comienzo.

Despacio se puso de pie, se quitó el poncho y lo tendió en el suelo. Se sacó las botas y las colocó en el centro. Luego el facón, el pañuelo, la faja y el chambergo. A cada pilcha que entregaba, el hombre se iba empobreciendo. Los grandes momentos de la vida no necesitan dramatismo. El drama es el escenario ficticio que necesitan ciertos acontecimientos cuando carecen de suficiente espesor para impactarnos por sí mismos. O cuando no han sido aceptados por la rumia y nos resultan indigestos.

Por eso el hombre, sin broma ni drama, ató las cuatro puntas del poncho que contenía todo los suyo. Lo voleó tres veces como un lazo para darle impulso y lo tiró por encima de la correntada para que fuera a caer a la otra orilla. De este modo colocaba lo suyo allí donde él mismo debía llegar. Hacía que lo suyo se le adelantara para esperarlo en la meta.

Y allí quedó él, en la orilla de acá, liberado de todo para poder vadear mejor ese río y urgido a vadearlo para poder encontrarse con todo lo suyo, que lo había precedido. Porque era un hombre que amaba profundamente lo suyo.

Nada se ha de perder de lo que el Padre nos ha dado.

Hace más de veintitrés siglos un joven salmista, al que le pasó algo parecido, le decía al Señor en un largo poema: Yo pongo mi esperanza en vos Señor, que no quede frustrada mi esperanza (Salmo 118)

Descubriendo el mensaje

El cuento nos habla de la vocación y la fe. ¡Cuántas veces para continuar el camino tenemos que hacer renuncias y arriesgar!
En tu vida, ¿te has encontrado en encrucijadas dónde hay que hacer renuncias para seguir adelante? ¿En qué situaciones?
¿Qué cosas deberías poner en "tu poncho" a la hora de cruzar el río? ¿De qué cosas tendrías que liberarte? ¿Qué cosas te atan demasiado?
La frase del salmo con la cual termina el cuento nos habla de la confianza en el Señor, cimiento indispensable para cualquier decisión en el camino de fe. ¿Cómo vives esto de poner toda tu esperanza en el Señor? ¿Qué situaciones de tu vida necesitas poner en las manos de Dios?
¿Qué aprendes del cuento para tu vida? ¿Cómo puedes aplicar el mensaje del cuento?

Fray Mamerto Menapace


Pensamientos sanadores


Hoy pídele a Dios que nuevamente bendiga tus pies

Qué maravilloso es pensar que los pies de Jesús pisaron esta tierra y recorrieron senderos y caminos de pueblos y ciudades, haciendo el bien a todos y anunciando el mensaje de la salvación y la llegada de su Reino.
Sin embargo, a mí me parece que es aún más maravilloso cuando logramos tomar conciencia de que, si nosotros caminamos cumpliendo lo que Dios nos pide, entonces Él puede caminar nuevamente por esta tierra. Pero, en esta ocasión, lo hace en nuestros zapatos, bendiciéndonos no sólo a nosotros sino también a quienes encontremos en el camino diario de la vida.
Por lo tanto hoy puedes decirle: “Señor, toma mis pies, y que a lo largo de esta jornada y cada día de mi vida, ellos me lleven a quienes más necesiten de ti, para sembrar con una sonrisa, con una palabra, o del modo que tú inspires, todo el amor que procede de tu Divino Corazón. Amén.”

¿Y quienes predicarán si no se los envía? Como dice la Escritura: ¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias! Romanos 10, 15.


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Recibimos de un querido amigo, Exequiel M. (San Lorenzo, Santa Fe, Argentina) un especial pedido de oraciones. Hace poquitos días rezábamos por el octavo mes de la muerte (muy joven) de Cristian, hermano de Exequiel… y –paradojas de la vida– casi simultáneamente agradecíamos a Dios el cuarto mes de vida de Pablito Gabriel, que es el hermoso hijito de nuestro amigo. Ahora nos escribe y nos pide que recemos por su esposa Pamela, de 30 años, para que los ángeles (en especial el que la familia tiene en el jardín del Señor) le transmitan paz, templanza... ante el mal trago que ha recibido ayer al ser informada que la dejaron sin trabajo, y que María, Madre de Dios, le entregue entendimiento y sabiduría. Nos unimos en la oración, y a la vez, pensando en esta situación, he elegido la frase del día en esta página y también he querido poner hoy en el saludo inicial de “Pequeñas Semillitas” la breve historia del muchacho y su barquito que nos enseña que la Divina Providencia siempre acudirá en nuestro auxilio en situaciones de prueba, en momentos difíciles, en los que no debemos perder la fe y la capacidad de pedir al Señor y a María con confianza de hijos.

Pedimos oración por Teresa G. M. que vive en México, rogando al Señor para ella una pronta recuperación de la cirugía a la que se sometió.

También de México, Distrito Federal, es Laura, por la que pedimos oraciones ya que está pasando por un momento legal muy difícil, con riesgo de que le quiten la tenencia de sus hijas dándoselas al papá. Elevamos nuestra plegaria para que por la intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, predomine el amor y se puedan solucionar de ese modo los problemas de esta familia mexicana.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración.


"Pequeñas Semillitas" por e-mail


Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratuitas y se realizan únicamente por invitación. Hay que solicitarlas a Melissa, la moderadora del Grupo a: picaflor05@gmail.com o picaflor.cl@gmail.com 
Las inscripciones son moderadas y pueden demorar un par de días, siendo importante que no te suscribas desde una computadora de tu oficina o lugar laboral, y que sólo te inscribas si de verdad estás dispuesto/a a leer todos los días nuestros mensajes e incluso compartirlos con tus amigos y conocidos reenviándoselos por correo electrónico.
Felipe de Urca


Cuaresma día por día


Saludar Sagrarios.

Muchos decían a santa Teresa que les hubiese gustado vivir en los tiempos de Jesús. Ella les respondía que no entendía bien por qué, pues poca o ninguna diferencia había entre aquel Jesús y el Jesús que está en el Sagrario.

Dale gracias por haberse quedado. Pero dáselas con obras. Cada vez que haces una genuflexión delante del Sagrario, que la hagas bien y diciéndole por dentro: ¡te amo, Jesús; gracias! Que comulgues bien preparado y muchas veces, siempre que te sea posible. Que le visites todos los días...

Si cuando realizas un viaje en coche, en metro, en autobús, te fijaras en la cantidad de iglesias que dejas por el camino, te darías cuenta de que el Señor está en muchos sagrarios que te pasan desapercibidos. Pero no hace falta irse de viaje. Tenemos al Señor muy cerca de nosotros: en el oratorio del colegio, en la iglesia que podamos tener al lado de casa...

Te recomiendo un propósito: cada vez que pases cerca de una iglesia dile al Señor en el sagrario: ¡Jesús, sé que estás ahí!; o le puedes rezar una comunión espiritual: Yo quisiera, Señor, recibiros, con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre; con el espíritu y fervor de los santos.

Continúa hablándole a Dios con tus palabras

P. José Pedro Manglano Castellary


"Intimidad Divina"

El que se humilla

La parábola del fariseo y del publicano la contó el Señor “por algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás” (Lc 18, 9). Es fácil para el hombre caer en esta tentación, y puede serlo particularmente para aquellos que hacen profesión de vida devota. El hecho de observar la ley de Dios, de practicar los ejercicios de piedad, de hacer limosnas, y tal vez algunas penitencias, puede suscitar en un espíritu no purificado de orgullo un cierto sentido de suficiencia, un presentarse a Dios con la cabeza erguida, con la secreta convicción de tener cierto derecho a ser escuchado con preferencia a tantos otros que son “ladrones, injustos, adúlteros”. Pero Dios piensa de distinta manera, y sobre el fariseo lleno de sí, da la preferencia al publicano, que es pecador, pero humilde.

“Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da la gracia” (Sant 4, 6). He aquí toda la importancia de la humildad: limpia el corazón humano del orgullo, del amor propio, y le abre a Dios, a su amor, a su gracia. La santidad consiste en el amor, porque sólo el amor puede unir al hombre con Dios; sin embargo, la humildad es su fundamento, porque prepara el terreno a la caridad, cava los cimientos. La humildad es al amor lo que los cimientos son al edificio. “La humildad –dice Santa Teresa de Ávila– es el cimiento del edificio [de la vida espiritual]; y si no hay ésta muy de veras, aun por vuestro bien no querrá el Señor subirlo muy alto, porque no dé todo en el suelo”.

Cuanto más alto es el ideal de santidad a que el hombre aspira, tanto más debe descender, es decir, cavar en sí mismo el abismo de la humildad que atrae el abismo de la misericordia infinita. Es necesario, por lo tanto, humillarse “bajo la poderosa mano de Dios” (1 Pe 5, 6), reconocer sinceramente la propia nada, tomar conciencia de la propia indigencia; y quien quiera gloriarse, que se gloríe solo –como dice San Pablo– de sus debilidades, para que habite en él la fuerza de Cristo. Pues cuando el hombre es débil y se reconoce tal, entonces es cuando es fuerte (2 Cor 12, 9-10).

Cuanto más grande seas, humíllate más, y hallarás gracia ante el Señor. Porque grande es el poder del Señor, y es glorificado en los humildes… A muchos extravió su temeridad y la presunción pervirtió su pensamiento. Hay quien es débil y pobre, pobre en fuerzas y sobrado en flaqueza. Pero el Señor le mira con bondad y le levanta de su abatimiento, y yergue su cabeza con admiración de todos. (Eclesiástico 3, 18-20 y 11, 12-12)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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