PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 10 - Número 2615 ~ Sábado
28 de Febrero de 2015
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
El obispo argentino Mons. Mario A. Cargnello, ha
predicado lo siguiente para el tiempo cuaresmal:
“Sin la Palabra de Dios que nutre nuestro ser, el ayuno
se vacía. La Palabra de Dios es la fuente que reconstruye vínculos destruidos
por la vacuidad de tantas palabras inútiles y mentirosas. Desde ella hemos de
recorrer el camino cuaresmal buscando reconstruir la confianza entre los
hermanos, entre los ciudadanos de nuestra patria. Decir la verdad, tratarnos
con respeto, cumplir los compromisos, sostener la palabra, son caminos para
vivir esta realidad interior del ayuno en nuestro hoy. Crecer en fidelidad a lo
prometido reconstruirá las familias y también el tejido social que sufre un
fuerte deterioro por tantas promesas incumplidas”
¡Buenos días!
Aves rapaces y mosquitos
Para tener una
buena convivencia con los demás, trata de ser comprensivo, poniéndote en su
lugar. Al dialogar con ellos destaca siempre lo que los une. Acepta al vecino,
a los del equipo de trabajo tales como son y expresa con sinceridad lo bueno
que hacen. Cuando existe comprensión es más fácil disculpar, ser amable y vivir
con plenitud la tolerancia mutua.
Entre el águila y el buitre hubo una cuestión
muy grave y durante mucho tiempo se oyó
el ruido de cacareos y graznidos agresivos. Los corvos picos y las
garras feroces se afilaban en los peñascos. Se venía una terrible guerra. Pero,
al fin, todo se arregló y la cordillera, repartida con justicia, quedó en paz.
Poco después el mosquito y la mosca, para no ser menos que las aves de rapiña,
empezaron a disputarse la posesión de las orillas de un pantano. Hubo mucho
ruido, —así lo aseguraban ellos, pues nadie alcanzó a oírlo—; y cuando hicieron
la paz, nadie sabía que hubieran estado por pelear. Godofredo Daireaux.
Juan Pablo II
animaba a los creyentes de todas las religiones, junto con los hombres de buena
voluntad a que, abandonando cualquier forma de intolerancia y discriminación,
se propusieran construir la paz. Bueno,
hoy puedes practicar una idea genial y fácil de Madre Teresa de Calcuta: “La
paz comienza con una sonrisa”.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis
oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os
digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis
hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y
llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué
recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no
saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso
mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto
vuestro Padre celestial». (Mt 5,43-48)
Comentario
Hoy, el Evangelio nos exhorta al amor más perfecto. Amar
es querer el bien del otro y en esto se basa nuestra realización personal. No
amamos para buscar nuestro bien, sino por el bien del amado, y haciéndolo así
crecemos como personas. El ser humano, afirmó el Concilio Vaticano II, «no
puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los
demás». A esto se refería santa Teresa del Niño Jesús cuando pedía hacer de
nuestra vida un holocausto. El amor es la vocación humana. Todo nuestro
comportamiento, para ser verdaderamente humano, debe manifestar la realidad de
nuestro ser, realizando la vocación al amor. Como ha escrito Juan Pablo II, «el
hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser
incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si
no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa
en él vivamente».
El amor tiene su fundamento y su plenitud en el amor de
Dios en Cristo. La persona es invitada a un diálogo con Dios. Uno existe por el
amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva, «y sólo puede
decirse que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente este
amor y se confía totalmente a su Creador» (Concilio Vaticano II): ésta es la
razón más alta de su dignidad. El amor humano debe, por tanto, ser custodiado
por el Amor divino, que es su fuente, en él encuentra su modelo y lo lleva a
plenitud. Por todo esto, el amor, cuando es verdaderamente humano, ama con el
corazón de Dios y abraza incluso a los enemigos. Si no es así, uno no ama de
verdad. De aquí que la exigencia del don sincero de uno mismo devenga un
precepto divino: «Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre
celestial» (Mt 5,48).
Rev. D. Joan COSTA i Bou (Barcelona, España)
Cada día de Cuaresma
Día 11: Llamados a la
santidad
Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre
celestial es perfecto (Mateo 5, 48), nos dice el Evangelio de la Misa. El Señor
no sólo se dirige a los Apóstoles sino a todos los que quieren ser de verdad
sus discípulos. Para todos, cada uno según sus propias circunstancias, tiene el
Señor grandes exigencias. El Maestro llama a la santidad sin distinción de
edad, profesión, raza o condición social. Esta doctrina del llamamiento
universal a la santidad, es, desde 1928, por inspiración divina, uno de los
puntos centrales de la predicación de San Josemaría Escrivá, fundador del Opus
Dei, quien ha vuelto a recordar que el cristiano, por su Bautismo, está llamado
a la plenitud de la vida cristiana, a la santidad. Más tarde, el Concilio
Vaticano II ha ratificado para toda la Iglesia esta vieja doctrina evangélica:
el cristiano está llamado a la santidad, desde el lugar que ocupa en la
sociedad. Hoy podemos preguntarnos si nos basta solamente con querer ser
buenos, sin esforzarnos decididamente en ser santos.
La santidad, amor creciente a Dios y a los demás por
Dios, podemos y debemos adquirirla en las cosas de todos los días, que se
repiten muchas veces, con aparente monotonía. “Para la gran mayoría de los
hombres, ser santo supone santificar el trabajo, santificarse en su trabajo y
santificar a los demás con el trabajo, y encontrar así a Dios en el camino de
sus vidas” (Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, 55) Santificar el
trabajo: bien hecho, cumpliendo en forma fidelísima la virtud de la justicia y
afán constante por mejorar profesionalmente. Santificarnos en el trabajo: Nos
llevará a convertirlo en ocasión y lugar de trato con Dios, ofreciéndolo a Él,
y viviendo las virtudes humanas y sobrenaturales. Santificar a los demás con el
trabajo: El trabajo puede y debe ser medio para dar a conocer a Cristo a muchas
personas si somos ejemplares en la manera cristiana de actuar, llena de
naturalidad y de firmeza.
La Iglesia nos recuerda la tarea urgente de estar
presentes en medio del mundo, para conducir a Dios todas las realidades
terrenas. Así lo hicieron los primeros cristianos. Esto sólo será posible si
nos mantenemos unidos a Cristo mediante la oración y los sacramentos. El Señor
pasó su vida en la tierra haciendo el bien (Hechos 10, 38). El cristiano ha de
ser “otro Cristo”. Esta es la gran fuerza del testimonio cristiano. Pidamos a
Nuestra Madre que nos ayude ser testigos de su Hijo, mientras nos esforzamos en
buscar la santidad en nuestras circunstancias personales.
P. Francisco Fernández Carvajal
Santoral Católico:
San Augusto Chapdelaine
Mártir
Nació en La Rochelle (Francia) en 1814. Estudió en el
seminario diocesano y, en 1843, recibió la ordenación sacerdotal. Deseoso de
ser misionero, en 1851 ingresó en la Sociedad de Misiones Extrajeras de París.
Al año siguiente embarcó hacia la misión de Guangxi (China), a la que llegó en
febrero de 1854, después de prepararse y de superar muchas dificultades. En
seguida recorrió todo el territorio en un contexto de mucha inseguridad. Creció
el número de neófitos. Estuvo encarcelado por una falsa acusación; probada su
inocencia, el mandarín lo dejó en libertad. Llegó un nuevo mandarín, muy hostil
a los cristianos, y su anterior denunciante lo acusó ahora de ser un extranjero
que difundía una religión perversa. El P. Chapdelaine, advertido del peligro, no
quiso huir, para evitar problemas a sus cristianos. Detuvieron al misionero y a
otros cristianos. No pudieron hacerle renunciar a su fe. Le dieron trescientos
latigazos, lo encerraron en una pequeña jaula y, ya muerto, lo decapitaron y
arrojaron su cuerpo a los perros. Esto sucedía el 29 de febrero de 1856 en
Xilinxian, provincia de Guangxi. Fue canonizado el año 2000. [En los años bisiestos, su memoria se
celebra el 29 de febrero]
© Directorio Franciscano
Palabras del Papa Francisco
“Uno de los desafíos más urgentes sobre lo que quiere
detenerme en este mensaje es el de la globalización de la indiferencia. La
indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para
los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los
profetas que levantan su voz y nos despiertan. Dios no es indiferente al mundo,
sino que lo ama hasta el punto de dar a su propio Hijo por la salvación de cada
hombre. En la Encarnación, en la vida terrena, en la muerte y en la Resurrección
del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre,
entre el Cielo y la tierra”
Historias:
Una madre heroica
Ricardo tenía sólo dos meses de vida cuando su madre,
María Cristina Cella, descubrió que estaba enferma de cáncer. Era el año 1994,
en una ciudad italiana cerca de Milán.
María Cristina y Carlo Mocellin, hasta ese momento, eran unos padres
felices. Tenían otros dos hijos, Lucía y Francisco. Podían decidir el uso de
medicinas para curar a la madre, pero a riesgo de que Ricardo muriese. Cristina tomó una decisión valiente, difícil,
heroica. En vez de someterse al tratamiento médico, decidió esperar: primero
está la vida de Ricardo, y luego su vida…
Ricardo nació a los pocos meses, mientras el cáncer
avanzaba con velocidad en el cuerpo de su madre. De nada sirven las dolorosas
sesiones de quimioterapia. Un año después, el 22 de octubre de 1995, la muerte
había triunfado sobre Cristina. Tenía sólo 26 años de edad.
Pero una madre no puede irse al cielo sin dejar algo a
sus hijos. Cristina les mostró lo que significa amar hasta dar la vida. Además,
quiso dejar a Ricardo una carta, escrita un mes antes de morir. Seguramente
habrá sido una de las primeras lecturas que realizó su hijo cuando pudo dominar
los misterios del alfabeto.
Vale la pena releer este escrito de una madre que, de
verdad, “da la vida”. Nos ayuda a contrastar la mentalidad de quienes defienden,
quizá olvidando que también ellos estuvieron en un seno materno, el mal llamado
“derecho” al aborto... Nos ayuda, sobre todo, a comprender que la vida sólo
vale la pena cuando la vivimos para amar sin límites, hasta la muerte, a
nuestro prójimo.
“Querido Ricardo, tienes que saber que no estás aquí por
casualidad. El Señor ha querido que tú nacieses a pesar de todos los problemas
que había.
Papá y mamá, puedes comprender, no estaban contentos con
la idea de esperar otro niño, puesto que Francisco y Lucía eran muy pequeños.
Pero cuando supimos que tú estabas ahí, te hemos amado y querido con todas
nuestras fuerzas. Recuerdo el día en el que el doctor me dijo que volvían a
diagnosticarme tumor en la ingle. Mi reacción fue la de repetir varias veces:
«¡Estoy embarazada! ¡Estoy embarazada! Señor doctor, ¡estoy embarazada!»
Para afrontar el miedo de ese momento recibimos una
gigantesca fuerza de voluntad para tenerte. Me opuse con todas mis fuerzas a
renunciar a ti, tanto que el médico comprendió todo y no añadió nada más.
Ricardo, eres un regalo para nosotros. Aquella tarde, en
el coche, de regreso del hospital, cuando te moviste por vez primera, parecía
que me decías: “¡Gracias, mamá, por amarme!”
¿Y cómo podríamos no amarte? Tú eres una joya, y cuando
te miro y te veo tan guapo, avispado, simpático... Pienso que no existe ningún
sufrimiento en el mundo que no valga la pena por un hijo. El Señor ha querido
llenarnos de alegría: tenemos tres niños maravillosos que, si Él así lo querrá,
con su gracia, podrán crecer como Él desee.
Sólo puedo dar gracias a Dios porque ha querido hacernos
este regalo tan grande, nuestros hijos. Sólo Él sabe lo mucho que querríamos
tener más hijos, pero por ahora es imposible”.
Cristina, 24 de septiembre de 1995, Hospital de Marostica
(Italia).
© Fernando Pascual
"Pequeñas
Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por
correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratis y solo
tienes que solicitarlas escribiendo a Rocío
(moderadora de los grupos) a: peque.semillitas.3@gmail.com con el título: “Suscripción a Pequeñas
Semillitas”.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón
de María; por la conversión de todos los
pueblos; por la Paz en el mundo; por nuestros hermanos sufrientes por diversos
motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto,
la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la
fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este
sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por
las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por el eterno descanso del alma de Ericka Haydée D., fallecida
trágicamente el 29 de Diciembre pasado, para que el Señor la reciba en el
paraíso y la Virgen otorgue consuelo y compañía a sus familiares. Ella vivía en
Tegucigalpa, Honduras, y siempre fue una hija predilecta de María Santísima.
Unidos a María
Cuando estemos
tristes y melancólicos, llamemos a María, invoquemos a la Virgen, y las penas
se irán, o al menos se harán más soportables y una gran alegría inundará
nuestros corazones y nuestras almas.
Porque la Iglesia
llama a María: “Causa de nuestra alegría”. Y en sus fiestas, la liturgia hace
que pidamos a María que nos dé la alegría espiritual, pues Ella es la causa de
la alegría infinita de Dios, que se regocija en María, que es la obra maestra
de su creación.
Si Dios es feliz
contemplando a María, ¿no seremos también felices nosotros al invocarla, al
nombrarla? Porque sólo pronunciar el Nombre de María, hace que los demonios
huyan, y la alegría y la esperanza vuelvan a un corazón que las ha perdido.
Invoquemos a
María, siempre y en todo lugar, especialmente cuando estamos tristes y
abatidos, y veremos grandes cambios en nuestra vida; y los días más oscuros,
tendrán su sol luminoso cuando pronunciemos el dulce Nombre de María, nuestra
Mamá del Cielo.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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