PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 10 - Número 2607 ~
Viernes 20 de Febrero de 2015
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Los sentidos y la sensibilidad son las vías que tenemos
para percibir la realidad, desde las más simples hasta la realidad misma de
Dios.
La tentación del mundo virtual, la cultura del consumo y
la apariencia, los retos cotidianos, pueden afrontarse con éxito si no nos
dejamos tomar por la indiferencia que -al decir del Papa Francisco en su
exhortación sobre el gozo de evangelizar- se ha globalizado, haciéndonos
incapaces de compadecernos del clamor de los otros, de llorar ante el drama de
los demás, de alegrarnos con el hermano. La cultura del bienestar nos
anestesia.
Casi sin darnos cuenta, estamos perdiendo los sentidos,
hemos desaprendido su ejercicio y perdemos contacto con la realidad.
© Mons. Pedro Torres
¡Buenos días!
El monumento del rey
Antes de buscar
el beneficio personal, piensa cómo puedes servir. En lugar de querer poseer
empezarás a compartir, guiado por el deseo de ayudar a satisfacer las
necesidades de los otros. Lo asombroso es que verás fluir la verdadera
satisfacción a tu vida. Cuando prestas servicio a la humanidad, te pones en
sintonía con tu semejanza divina.
Un rey, para perpetuarse en el corazón de su
pueblo, ordenó a tres grandes sabios
diseñar y construir un monumento para ser recordado por sus súbditos,
después de su muerte. El primero levantó una pirámide. Pasado el tiempo, las
arenas del desierto la cubrieron. El segundo erigió una enorme estatua de
bronce. Los años pasaron y otros reyes la fundieron para fabricar armas de
guerra. El tercero construyó, en un oasis, una fuente grande y hermosa. Los
viajeros al pasar por allí, escribían en las piedras alabanzas al buen Dios por
haberles dado, en el pasado, un rey tan grande y sabio.
El mal ha entrado
en el mundo por la puerta del egoísmo humano, que es negación del amor y
búsqueda desmedida del propio bienestar y gloria. Cada día puedes empezar a ser
generoso en gestos pequeños. Con la práctica se te irá abriendo el corazón,
descubrirás la alegría de dar y comprobarás, admirado, que recibes mucho más de
lo que das.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, se le acercan los discípulos de Juan y le
dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no
ayunan?». Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes
mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el
novio; entonces ayunarán». (Mt 9,14-15)
Comentario
Hoy, primer viernes de Cuaresma, habiendo vivido el ayuno
y la abstinencia del Miércoles de Ceniza, hemos procurado ofrecer el ayuno y el
rezo del Santo Rosario por la paz, que tanto urge en nuestro mundo. Nosotros
estamos dispuestos a tener cuidado de este ejercicio cuaresmal que la Iglesia,
Madre y Maestra, nos pide que observemos, y a recordar que el mismo Señor dijo:
«Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán» (Mt
9,15). Tenemos el deseo de vivirlo no sólo como el cumplimiento de un precepto
al que estamos obligados, sino —sobre todo— procurando llegar a encontrar el
espíritu que nos conduce a vivir esta práctica cuaresmal y que nos ayudará en
nuestro progreso espiritual.
Buscando este sentido profundo, nos podemos preguntar:
¿cuál es el verdadero ayuno? Ya el profeta Isaías, en la primera lectura de
hoy, comenta cuál es el ayuno que Dios aprecia: «Parte con el hambriento tu
pan, y a los pobres y peregrinos mételos en tu casa; cuando vieres al desnudo,
cúbrelo; no los rehuyas, que son hermanos tuyos. Entonces tu luz saldrá como la
mañana, y tu salud más pronto nacerá, y tu justicia irá delante de tu cara, y
te acompañará el Señor» (Is 58,7-8). A Dios le gusta y espera de nosotros todo
aquello que nos lleva al amor auténtico con nuestros hermanos.
Cada año, el Santo Padre Juan Pablo II nos escribía un
mensaje de Cuaresma. En uno de estos mensajes, bajo el lema «Hace más feliz dar
que recibir» (Hch 20,35), sus palabras nos ayudaron a descubrir esta misma
dimensión caritativa del ayuno, que nos dispone —desde lo profundo de nuestro
corazón— a prepararnos para la Pascua con un esfuerzo para identificarnos, cada
vez más, con el amor de Cristo que le ha llevado hasta dar la vida en la Cruz.
En definitiva, «lo que todo cristiano ha de hacer en cualquier tiempo, ahora
hay que hacerlo con más solicitud y con más devoción» (San León Magno, papa).
Rev. D. Xavier PAGÉS i Castañer (Barcelona, España)
Cada día de Cuaresma
Día 3: Tiempo de Penitencia
El ayuno era y es, una muestra de penitencia que Dios
pide al hombre. “En el Antiguo Testamento se descubre el sentido religioso de
la penitencia, como un acto religioso, personal, que tiene como término de amor
el abandono en Dios” (Pablo VI, Const. Paenitemini). Acompañado de oración,
sirve para manifestar la humildad delante de Dios (Levítico, 16, 29-31): el que
ayuna se vuelve hacia el Señor en una actitud de dependencia y abandono
totales. En la Sagrada escritura vemos ayunar y realizar otras obras de
penitencia antes de emprender un quehacer difícil (Jueces 20, 26; Ester 4, 16),
para implorar el perdón de una culpa (1 Reyes 21, 27), obtener el cese de una
calamidad (Judit 4, 9-13), conseguir la gracia necesaria en el cumplimiento de
una misión (Hechos 13, 2). La Iglesia en los primeros tiempos conservó las
prácticas penitenciales, en el espíritu definido por Jesús, y siempre ha
permanecido fiel a esta práctica penitencial, recomendando esta práctica
piadosa, con el consejo oportuno de la dirección espiritual.
Tenemos necesidad de la penitencia para nuestra vida de
cristianos y para reparar tantos pecados propios y ajenos. Nuestro afán por
identificarnos con Cristo nos llevará a aceptar su invitación a padecer con Él.
La Cuaresma nos prepara a contemplar los acontecimientos de la Pasión y Muerte
de Jesús. Con esta devoción contemplaremos la Humanidad Santísima de Cristo,
que se nos revela sufriendo como hombre en su carne sin perder su majestad de
Dios, y lo acompañaremos por la Vía Dolorosa, condenado a muerte, cargando la
Cruz en su afán redentor, por un camino que también nosotros debemos de seguir.
Además de las mortificaciones llamadas pasivas, que se
presentan sin buscarlas, las mortificaciones que nos proponemos y buscamos se
llaman activas. Son especialmente importantes para el progreso interior y para
lograr la pureza de corazón: mortificación de la imaginación, evitando el
monólogo interior en el que se desborda la fantasía y procurando convertirlo en
diálogo con Dios. Mortificación de la memoria, evitando recuerdos inútiles, que
nos hacen perder el tiempo (San Josemaría Escrivá, Camino) y quizá nos podrían
acarrear otras tentaciones más importantes. Mortificación de la inteligencia,
para tenerla puesta en aquello que es nuestro deber en ese momento (Ibídem), y
rindiendo el juicio para vivir mejor la humildad y la caridad con los demás.
Decidámonos a acompañar al Señor de la mano de la Virgen.
© P. Francisco Fernández Carvajal
Santoral Católico:
Beatos Francisco y Jacinta
Marto
Videntes de Fátima
Son dos de los tres niños videntes de Fátima. A partir
del 13 de mayo de 1917, la Virgen se estuvo apareciendo a los niños Francisco,
su hermana Jacinta y su prima Lucía, en Cova de Iría, lugar de Fátima, en
Portugal. Los dos primeros fueron beatificados por Juan Pablo II el 13 de mayo
del 2000 en Fátima, y su fiesta se celebra hoy, día en que murió Jacinta.
Francisco y Jacinta nacieron en Ajustrel, caserío de Fátima, él el 11 de junio
de 1908, y ella el 11 de marzo de 1910, de una familia humilde y cristiana.
Tenían caracteres diferentes: él más tranquilo y condescendiente, ella más
vivaz y caprichosa. Los dos, al igual que su prima Lucía, eran niños normales y
sanos, piadosos y cercanos a la parroquia, y se dedicaban al pastoreo. A diario
cuidaban de sus ovejas, jugaban y rezaban. Ya habían tenido apariciones de un
ángel cuando un día se les apareció la Señora vestida de blanco sobre un
carrasco; las apariciones se repitieron. Nadie daba fe a lo que decían los
niños, que tuvieron que pasar un tiempo en la incomprensión y una cierta
persecución. Siguió la calma, y los niños profundizaron en su vida espiritual,
más entregados a la oración y la penitencia. En 1918 los dos hermanitos fueron
víctimas de la «gripe española». Francisco murió el 4 de abril de 1919 en su
aldea, y Jacinta el 20 de febrero de 1920 en Lisboa.
© Directorio Franciscano
La frase de hoy
"Y un día, mientras transitamos este eterno presente
que llamamos vida, las semillas de nuestros sueños se transformarán en árboles,
y desplegarán sus ramas que, como alas gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo
en un solo trazo nuestro pasado y nuestro futuro. Nada hay que temer, una
sabiduría interior las acompaña, porque cada semilla sabe cómo llegar a ser
árbol" ~Jorge Bucay~
Temas Médicos:
Neurólogo cree en milagros
Seguramente, así como muchas personas que me están
leyendo, fui de esos niños cuyos padres los llevaban los domingos a misa, sin
ninguna explicación y sin ninguna necesidad aparente; por lo menos para la
mente inquisitiva de un infante. Yo vivía una infancia feliz. Estaba lleno de
amigos, divirtiéndome siempre y viviendo al máximo el presente. Todo me
maravillaba: la grandeza de la naturaleza, los animales, los insectos, el
cielo, la luna y las estrellas fugaces.
Sin conocer el estrés de los adultos, sus preocupaciones
o retos, yo siempre me sentaba allí, al lado de mi madre, y escuchaba los
sermones, unas veces distraído o medio dormido, y otras veces muerto de la
curiosidad por entender de qué se trataba toda esa serie de rituales. Algo que
no puedo explicar me atraía. Tal vez por gusto personal, aprendí a orar mirando
a Jesús en la cruz sobre el altar. No tengo memoria de haberle rezado
fervorosamente a la Virgen María ni a los santos del catolicismo.
Ya de adolescente me sumergí en el mundo del estudio,
pero también en el de las parrandas interminables y las conquistas. Me gradué
de médico y me especialicé; me casé con una bella y bondadosa mujer, Mónica;
tuve tres hermosos hijos (dos varones y una nena), y creí que lo tenía todo.
Pero en verdad, ahora que lo pienso, no tenía casi nada, porque había dejado a
un lado las necesidades del espíritu.
Recuerdo que visité a Jerusalén y me la pasé todo el
viaje cuestionando los milagros de los que hablaba la Biblia, pensando que
seguro eran exageraciones o interpretaciones erradas de una gente fácilmente
sugestionable, quienes vivían en una época en que la práctica de la Medicina
era muy limitada. Como neurólogo, llegué a pensar que “seguro esos tales
endemoniados lo que tenían era un ataque epiléptico…”
Fue hace dos años -en un 12 de diciembre, el día de la
Virgen de Guadalupe-, cuando mi carrera desenfrenada atravesando el mundo
material se encontró con una pared de hierro, y me estrellé. Sí, sentado frente a esos doctores que me
decían con la mayor sobriedad que mi hija Cristy, de 6 años de edad, tenía un
cáncer terminal. Allí me estrellé y sentí que mi vida se partió literalmente en
dos. La angustia mezclada con terror, dolor e impotencia me envolvían como unas
llamas del mismo infierno. Vi las llamas a mi lado y frente a mí, para ser más
preciso.
En ese mismo hospital, donde décadas antes me entrené
como neurólogo y hacía rotaciones de oncología pediátrica, allí y ahora era mi
preciosa hija Cristy, una paciente de cáncer. Cristy fue diagnosticada con un
rabdomiosarcoma metastásico, uno de los cánceres más agresivos y malignos que
existen. El tumor primario, de gran tamaño, fue encontrado en el tórax y le
había causado un colapso del pulmón izquierdo. Además tenía nueve metástasis en
el cráneo y diseminación por múltiples cuerpos vertebrales (los huesos de la
columna vertebral). A mis colegas médicos les estaba quedando claramente
difícil establecer contacto visual conmigo cuando discutían su pronóstico.
Al cuarto día de la hospitalización, mientras estábamos
con mi esposa Mónica y Cristy en el recinto de la escenografía ósea, nos
ocurrió un milagro. Mónica sintió que su padre Alfredo, quien había muerto un
año antes, le habló con gran claridad y le dijo: “No se equivoquen, Cristina sí
tiene cáncer, pero ella va a ser un milagro de Dios en el año de la fe. Por
ella están intercediendo la Virgen de Guadalupe, la Virgen de Lourdes, la
Virgen de Fátima, la Virgen de la Medalla Milagrosa, Santa Bernardita, Santa
Filomena y la Madre Teresa de Calcuta. Dile a Fernando que no debe preocuparse
porque no pudo hacer nada por mí el día de mi accidente. Yo tenía que haberme
muerto porque tenía que estar hoy aquí al lado de Cristina, cuidándola. Y dile
a Fernando que su papá está al otro lado de Cristina, también cuidándola.
Cristina va a atraer a un ejército de personas a Dios”. Mónica me dijo todo
esto temiendo pasar por loca, y muy angustiada me preguntó: “¿Tú me crees?”
Le respondí inmediatamente: “Yo no creo en brujas, ni en
cosas de esas, pero yo en ¡Dios sí creo!”
Mónica replicó: “Mi papá me pidió que los dos rezáramos al lado de
Cristy”. Inmediatamente nos acercamos a Cristy y comenzamos a orar. Unos cinco
minutos más tarde, mientras orábamos, Mónica exclamó: “¡Sentí otra vez la
presencia de mi papá, y me dijo que nos van a dar una buena noticia!”. Al
minuto entró al recinto el radiólogo, a cargo de la interpretación de la
escanografía ósea, y con una gran sonrisa y entusiasmo nos dijo: “¡El examen es
totalmente normal!”
Desde ese momento empecé a rezarle a toda hora a ese Dios
misericordioso y divino, quien me perdonó que yo lo hubiera olvidado por tanto
tiempo. Le dije: “Gracias Señor por haber sanado a Cristy.” El resto de la
historia miles de personas la saben: a las seis semanas de haberle iniciado el
tratamiento de quimioterapia, todo el cáncer se había desaparecido en los
exámenes de seguimiento.
Tengo una misión de diseminar este testimonio por todo el
mundo, porque no tengo otra manera de pagarle a Dios los cientos de milagros
que ha hecho en mi vida. Cada día que veo a Cristy feliz, cantando, corriendo y
bailando, a pesar de recibir los tratamientos más fuertes que un ser humano
pueda recibir, ese día es para mí otro milagro que viene del cielo.
Humillado y arrodillado ante el gran poder de nuestro
Señor Jesús, y el poder intercesor de su madre y Reina Universal de la Paz, la
Virgen María, volví a ser el niño aquel alegre, curioso por las maravillas del
mundo, y fascinado por el poder de la oración; por el Dios de la cruz y por la
santa misa.
La oración te da el gran poder de la tranquilidad
espiritual, la felicidad en medio de la tormenta, y la seguridad y confianza en
que no estamos solos: Dios nos lleva de su mano, nos alivia y nos reconforta
con cada paso que damos. Somos una familia unida y entregada a Dios, y esto nos
da una paz inconmensurable.
“Donde dos o tres
se reúnen en mi nombre, allá estoy yo en medio de ellos” Mt 18, 20.
© Fernando Dangond Castro (Neurólogo de Harvard)
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos,
seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de
Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre
y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las
misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón
de María; por la conversión de todos los
pueblos; por la Paz en el mundo; por nuestros hermanos sufrientes por diversos
motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto,
la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la
fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este
sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por
las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por el eterno descanso del alma de Lidia, de Temuco, Chile, que ha sido
llamada por el Padre a su presencia. Paz y consuelo a su familia.
Pedimos oración por Mauricio,
que cursa estudios de especialización en el exterior y no ha podido conseguir
una empresa para poder hacer su práctica, por lo que lo encomendamos a la
misericordia infinita de Jesús para que lo ayude a resolver la situación.
Pedimos oración para Fernando A., de Bolivia, que mañana recibirá su sexta sesión de quimioterapia, para que el Señor lo fortalezca física y anímicamente a fin de seguir llevando adelante su tratamiento y que este sea exitoso.
Pedimos oración para Fernando A., de Bolivia, que mañana recibirá su sexta sesión de quimioterapia, para que el Señor lo fortalezca física y anímicamente a fin de seguir llevando adelante su tratamiento y que este sea exitoso.
Pedimos oración por Emanuel,
de 25 años de edad, de Buenos Aires, Argentina, afectado de una enfermedad
neurológica progresiva que al afectar la médula espinal lo va paralizando cada
vez más y en medio de fuertes dolores para los cuales toma analgésicos que ya
su organismo no tolera. Invocamos a la Virgen de Lourdes, protectora de los
enfermos, para que Ella ruegue a Jesús por este joven y le conceda la inmensa
gracia de la curación.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Unidos a María
Si amamos
realmente a María, entonces infaliblemente nos haremos santos, porque teniendo
trato con Ella, no podemos menos de ir tomando sus costumbres, sus gestos, sus
pensamientos, y hacernos semejantes.
Cuando María
vivía en la tierra, los que la veían notaban en Ella como una emanación de
santidad, a tal punto que algunos, si no hubieran estado firmemente cimentados
en la fe, la habrían tomado por una diosa, por una deidad.
Nosotros también
tenemos que tratar frecuentemente con la Virgen, para ir tornándonos parecidos
a Ella y así ser santos a los ojos de Dios.
Pero hay que ir más
allá, porque si María vive en nosotros y es en verdad nuestra Madre, no sólo
debemos imitar a María, sino que en cierto sentido debemos ser María.
Efectivamente ya
que Jesús quiere vivir en nosotros, y actuar y hablar por nosotros; también la
Virgen quiere vivir en nosotros y obrar Ella sirviéndose de nuestro cuerpo y
nuestra mente, para llevar el amor y la verdad a los hombres.
No es un juego de
palabras ni un pensamiento piadoso, sino que es la pura realidad que si amamos
a la Virgen, Ella vivirá en nosotros, y actuará para convertir a los hombres y
al mundo entero por medio de nosotros.
Hagamos la prueba
de entregarnos a María, consagrándonos a Ella, y veremos cosas admirables que
comenzarán a suceder en torno nuestro, porque la Reina del Cielo estará morando
en nosotros, y haremos, o mejor dicho, la Virgen hará, grandes cosas por Dios y
las almas.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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