martes, 24 de febrero de 2015

Pequeñas Semillitas 2611

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2611 ~ Martes 24 de Febrero de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Tenemos que ponernos en camino para ir creando fraternidad, para ir impregnando nuestras personas y nuestras estructuras de la fuerza del Evangelio que nos invita a contemplar en todos nuestros hermanos el rostro de Jesús.
Nuestra iglesia es “católica” y eso significa “universal”. Todos tendrían que tener cabida en ella. Para todos debería ser el ámbito natural donde “encontrarse como hermanos”, superando la rivalidad y la enemistad que genera nuestra sociedad […]. Finalmente, para vivir la espiritualidad de comunión es indispensable alimentar nuestra vida con los medios de santificación que nos brinda la Iglesia, particularmente la Eucaristía.
© Mons. Adolfo Uriona

¡Buenos días!

Pan y luz de lo alto
Alrededor de Jesús la gente se preguntaba y discutía sobre quién era este profeta asombroso. Al leer el Evangelio, pon atención especial cuando Jesús empieza por un “Yo soy”, pues va a dar una definición de sí mismo. Podrás apreciar la riqueza de la persona de Jesús, cuando medites en esas como pinceladas que describen su identidad.

Juan 6, 48-51: Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.  Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo».
Juan 8, 12: Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida».
Juan 8, 23: Jesús continuó: «Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo.

“Pan de vida”, “luz del mundo”, “la puerta de las ovejas”, “el buen pastor”, “la resurrección y la vida”, “la vid verdadera”, “rey”, “camino, verdad y vida”, son algunos rasgos del perfil de Jesús que revelan su rica personalidad y su misión en la tierra. Lee meditando el Evangelio y crecerás en el conocimiento de las insondables riquezas del Señor.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.
»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas». (Mt 6,7-15)

Comentario
Hoy, Jesús —que es el Hijo de Dios— me enseña a comportarme como un hijo de Dios. Un primer aspecto es el de la confianza cuando hablo con Él. Pero el Señor nos advierte: «No charléis mucho» (Mt 6,7). Y es que los hijos, cuando hablan con sus padres, no lo hacen con razonamientos complicados, ni diciendo muchas palabras, sino que con sencillez piden todo aquello que necesitan. Siempre tengo la confianza de ser escuchado porque Dios —que es Padre— me ama y me escucha. De hecho, orar no es informar a Dios, sino pedirle todo lo que necesito, ya que «vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo» (Mt 6,8). No seré buen cristiano si no hago oración, como no puede ser buen hijo quien no habla habitualmente con sus padres.
El Padrenuestro es la oración que Jesús mismo nos ha enseñado, y es un resumen de la vida cristiana. Cada vez que rezo al Padre nuestro me dejo llevar de su mano y le pido aquello que necesito cada día para llegar a ser mejor hijo de Dios. Necesito no solamente el pan material, sino —sobre todo— el Pan del Cielo. «Pidamos que nunca nos falte el Pan de la Eucaristía». También aprender a perdonar y ser perdonados: «Para poder recibir el perdón que Dios nos ofrece, dirijámonos al Padre que nos ama», dicen las fórmulas introductorias al Padrenuestro de la Misa.
Durante la Cuaresma, la Iglesia me pide profundizar en la oración. «La oración, el coloquio con Dios, es el bien más alto, porque constituye (...) una unión con Él» (San Juan Crisóstomo). Señor, necesito aprender a rezar y a sacar consecuencias concretas para mi vida. Sobre todo, para vivir la virtud de la caridad: la oración me da fuerzas para vivirla cada día mejor. Por esto, pido diariamente que me ayude a disculpar tanto las pequeñas molestias de los otros, como perdonar las palabras y actitudes ofensivas y, sobre todo, a no tener rencores, y así podré decirle sinceramente que perdono de todo corazón a mis deudores. Lo podré conseguir porque me ayudará en todo momento la Madre de Dios.
Rev. D. Joaquim FAINÉ i Miralpech (Tarragona, España)

Cada día de Cuaresma
Día 7: Ayuda de los Ángeles Custodios
San Mateo termina la narración de las tentaciones de nuestro Señor con este versículo: Entonces lo dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le servían (Mateo 4, 11). Es doctrina común que todos los hombres, bautizados o no, tienen su Ángel Custodio. Su misión comienza en el momento de la concepción de cada hombre y se prolonga hasta el momento de su muerte. San Juan Crisóstomo afirma que todos los ángeles custodios concurrirán al juicio universal para “dar testimonio ellos mismos del ministerio que ejercieron por orden de Dios para la salvación de cada hombre” (Catena Aurea) En los Hechos de los Apóstoles encontramos numerosos pasajes en que se manifiesta la intervención de estos santos ángeles, y también la confianza con han sido tratados por los primeros cristianos (5, 19-20; 8, 26; 10, 3-6). Nosotros hemos de tratarles con la misma confianza, y nos asombraremos muchas veces del auxilio que nos prestan, para vencer en la lucha contra los enemigos.

Los Ángeles Custodios tienen la misión de ayudar a cada hombre a alcanzar su fin sobrenatural, por lo tanto, los auxilian contra todas las tentaciones y peligros, y traen a su corazón buenas inspiraciones. Son nuestros intercesores, nuestros custodios, y nos prestan su ayuda cuando los invocamos. Nuestro Ángel Custodio nos puede prestar también ayudas materiales, si son convenientes para nuestro fin sobrenatural o para el de los demás. No tengamos reparo en pedirle su favor en las pequeñas cosas materiales que necesitamos cada día, como por ejemplo, encontrar estacionamiento para el coche. Especialmente pueden colaborar con nosotros en el trato de las personas que nos rodean y en el apostolado. Hemos de tratarle como a un entrañable amigo; él siempre está en vela y dispuesto a prestarnos su concurso, si se lo pedimos. Y al final de la vida, nuestro Ángel nos acompañará ante el tribunal de Dios.

Para que nuestro Ángel nos preste su ayuda es necesario darle a conocer, de alguna manera, nuestras intenciones y deseos, puesto que no puede leer el interior de la conciencia como Dios. Basta con que le hablemos mentalmente para que nos entienda, o incluso para que llegue a deducir lo que no somos capaces de expresar. Por eso debemos tener un trato de amistad con él; y tenerle veneración, puesto que a la vez que está con nosotros, está siempre en la presencia de Dios. Hoy le pedimos a la Virgen, Regina Angelorum, que nos enseñe a tratar a nuestro Ángel, particularmente en esta Cuaresma.
P. Francisco Fernández Carvajal

Santoral Católico:
San Modesto de Tréveris
Obispo
 
Información haciendo clic acá
© Catholic.net 

Palabras del Papa Francisco

“Dios no es indiferente a nosotros.
Está interesado en cada uno de nosotros,
nos conoce por nuestro nombre,
nos cuida y nos busca cuando lo dejamos.
Cada uno de nosotros le interesa;
su Amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede”

Tema del día:
Para vivir la Cuaresma
1) Para saber
En su mensaje de Cuaresma, el Papa Francisco nos invita a meditar en tres pasajes de la Sagrada Escritura. En esta ocasión nos detendremos en el primero de ellos en el que San Pablo nos dice: «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26).

En la Iglesia, hemos de ser solidarios, estar unidos da tal forma que, como San Pablo, las penas ajenas las consideremos propias y, por ello, tratemos de remediarlas.

Pero como nadie da lo que no tiene, es preciso que el cristiano, señala el Papa, permita que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Y así como Cristo, vivir para los demás.

2) Para pensar
La liturgia del Jueves Santo incluye el rito del lavatorio de los pies. El Evangelio nos relata en esa escena que Pedro no quería que Jesús le lavase los pies. Sólo después entendió que Jesús además de darnos ejemplo de cómo debemos servir los unos a los otros, quiso mostrarnos que este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él pero, ¿cómo nos dejamos servir por Cristo?

El Papa afirma que esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).

3) Para vivir
Cuentan que en clase de catecismo estaba la catequista enseñando a ser solidarios y a vivir la caridad con los demás. En eso la catequista le preguntó a la niña Juanita: “Si tuvieras cinco pasteles, ¿los compartirías con tus amiguitas?” Juanita contestó: “Sí, claro”. Y volvió a preguntarle. “¿Y si tuvieras mucho dinero, lo compartirías con los pobres?” “Sí, claro”, volvió a responder. Por último le preguntó, “y si tuvieras cinco dulces ¿los compartirías?” Entonces Juanita contestó: “No, esos no”. La maestra confundida le preguntó: “¿Y por qué los pasteles y el dinero sí y los dulces no?” Juanita contestó: “Es que no tengo pasteles ni dinero, pero dulces sí que tengo”.

Nos podemos engañar imaginando que somos generosos y solidarios, pero realmente no lo vivimos cuando hace falta.

El Papa nos recuerda que la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio, nos ofrece el camino de la caridad para que rompamos esa cerrazón mortal de la indiferencia. Y es que la Iglesia es “comunión”, es una unidad en donde compartimos. Especialmente compartimos el amor de Dios y la ayuda que podamos. Siempre podremos hacer algo por los demás, incluso por los que están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar, porque por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación. Esta Cuaresma podemos vivirla con nuestras oraciones y ayuda al prójimo.
© Pbro. José Martínez Colín

Poesía 
Contigo en el desierto, Señor
Escucharé al silencio que habla
y la Palabra que resuena.
Me sentiré preparado para la misión
para así, ofrecerme hasta desgastarme
contigo y por Ti, mi Señor.
¿Por qué vas a un desierto, Jesús?
¿Qué te brindan la arena y las montañas
sin alimento ni nada con lo que sustentarte?
El desierto habla,
cuando el mundo calla
Hace al cuerpo y a la fe fuertes y resistentes
ante tantas cosas que los debilitan
Llévame contigo al desierto, Señor
porque sin necesidad de estar
en la aridez de esa tierra desértica
también aquí y ahora soy tentado:
por el afán de tener
por el deseo del poder
por la ambición de ser adorado
Contigo en el desierto, Señor
seré fiel hasta el final
me prepararé a la dureza de la cruz
saldré victorioso frente al mal.
Romperé con aquella tentación
que me persigue como si fuera
mi misma sombra.
Dame, Señor, valor para triunfar sobre ellas
Concédeme, la valentía necesaria
para demostrarte mi fidelidad y mi entrega.
Quiero estar contigo en el desierto:
con Dios, fortaleza
con Dios, salvación
con Dios, poderoso
con Dios, santo
con Dios, único Dios.
Quiero subir contigo, Señor
a celebrar tu Pascua, Señor
Amén.
© Javier Leoz

Unidos a María
De la mano de María podemos enfrentar al mismo demonio, al mismo Infierno, porque estando de su mano y caminando con María, somos invencibles y todopoderosos, pues María es la Omnipotencia Suplicante, es decir, la que todo lo puede por su oración ante Dios. Pero además Dios le ha comunicado todo su poder, y lo que Dios es por naturaleza, María lo es por gracia. Entonces tratemos de imaginar lo grande que es esta Reina que nos ha elegido para que seamos sus vasallos y siervos, y corramos tras sus perfumes de cielo. Pensemos frecuentemente, durante el día, en Ella, porque Ella todo el día está pensando en nosotros y nos tiene de la mano, aunque a veces no nos damos cuenta y nos parece lejana. Esto no es así, y si queremos asegurarnos más su protección y compañía, recemos el Rosario cuantas veces podamos, pues el Rosario es la cadena de oro que nos une a su Corazón Inmaculado.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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