PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 10 - Número 2602 ~
Domingo 15 de Febrero de 2015
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Uno cuando se asoma al Evangelio de este domingo, llega a
pensar que la lepra representa a toda esa humanidad tocada por la debilidad o
por la enfermedad. ¡Cuántos rechazados por su forma de entender la vida!
¡Cuántos cristianos apartados de sus profesiones por sus convicciones!
La lepra, personifica en los tiempos que vivimos a toda
persona que se duele y llora por las situaciones de contradicción que se dan en
el mundo. Por tanta exclusión e injusticia fruto de la intolerancia o de los
intereses que convierten automáticamente, a unos en buenos y a otros en malos.
Hay muchos descartes en nuestra sociedad y muchos intentos
de silenciar a los que no hacen orfeón o secundan iniciativas amparadas por
leyes de turno. Existen muchos intentos de apartar a los “nuevos leprosos”
porque no dicen lo que la sociedad quiere oír ni actúan como la sociedad dicta.
Miremos un poco a nuestro alrededor. ¿Qué se enaltece?
¿Qué se valora? ¿Qué se desprecia? ¿Qué se margina? ¿Qué se recompensa?
La eucaristía de cada domingo, el encuentro con la
Palabra y con el Resucitado, nos inyecta a los cristianos la fuerza necesaria
para insertarnos de nuevo, con impulso renovado y claro, en una sociedad donde
no siempre predomina el bien común.
El testimonio, de lo que llevamos dentro, de nuestra
experiencia de Dios, nos exige pregonar que con Jesús nos sentimos bien. Que
haber encontrado a Dios, lejos de ser una preocupación, nos ayuda a llenar
huecos peligrosos en nuestra vida. Nos invita a quemarnos, no hacia dentro, y
sí hacia fuera, para que otros hermanos nuestros –con abundancia de lepra
materialista, hedonista, individualista, pobreza, malos tratos, etc.- puedan
salir de ese estadio y reincorporarse de nuevo a la vida o dejar que otros
compartan su misma buena suerte. ¿Acaso no merece la pena? Pongamos algo de
nuestra parte. © Javier Leoz
¡Buenos días!
Niños sinceros
¡Qué importante
que los padres hablen a sus hijos y les vayan trasmitiendo los valores que
ellos mismos recibieron! Pero mucho más importante es que actúen de acuerdo con
esos mismos valores. Las palabras se las lleva el viento, los ejemplos se
quedan grabados en el alma como marcas impresas con fuego.
Entramos con mis hijos a un restaurante. Al
traernos la cuenta, el mozo le arma un tremendo escándalo a mi esposa: —Señora,
por favor, ¡devuelva el tenedor que se guardó en el bolso! Mi señora
—indignadísima—vocifera: —¡Atrevido! ¡Respete! Yo soy una distinguida mujer.
Además, no tengo necesidad de una cosa de ésas. ¡Esto es una infamia! En
nuestra casa tenemos cubiertos finísimos y muy elegantes. —¿No es cierto,
hijito? —se dirigió a mi hijo menor. Y éste respondió: ¡Sí, mami! Y... de los
mejoles lestaulantesl
La mentira
comienza por faltas leves, que se van volviendo más atrevidas, pues arruinan la
rectitud de la conciencia moral. Lo malo de la mentira es que abre camino a
transgresiones graves como apropiarse lo ajeno, calumniar las personas, ocultar
amistades peligrosas, etc. El mentiroso anula valiosos muros que lo protegen.
Cultiva la sinceridad.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso
suplicándole, y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio».
Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante
prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate
al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para
que les sirva de testimonio». Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con
entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse
en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares
solitarios. Y acudían a Él de todas partes. (Mc 1,40-45)
Comentario
Hoy, el Evangelio nos invita a contemplar la fe de este
leproso. Sabemos que, en tiempos de Jesús, los leprosos estaban marginados
socialmente y considerados impuros. La curación del leproso es,
anticipadamente, una visión de la salvación propuesta por Jesús a todos, y una
llamada a abrirle nuestro corazón para que Él lo transforme.
La sucesión de los hechos es clara. Primero, el leproso
pide la curación y profesa su fe: «Si quieres, puedes limpiarme» (Mc 1,40). En
segundo lugar, Jesús -que literalmente se rinde ante nuestra fe- lo cura
(«Quiero, queda limpio»), y le pide seguir lo que la ley prescribe, a la vez
que le pide silencio. Pero, finalmente, el leproso se siente impulsado a
«pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia» (Mc 1,45). En cierta manera
desobedece a la última indicación de Jesús, pero el encuentro con el Salvador
le provoca un sentimiento que la boca no puede callar.
Nuestra vida se parece a la del leproso. A veces vivimos,
por el pecado, separados de Dios y de la comunidad. Pero este Evangelio nos
anima ofreciéndonos un modelo: profesar nuestra fe íntegra en Jesús, abrirle
totalmente nuestro corazón, y una vez curados por el Espíritu, ir a todas
partes a proclamar que nos hemos encontrado con el Señor. Éste es el efecto del
sacramento de la Reconciliación, el sacramento de la alegría.
Como bien afirma san Anselmo: «El alma debe olvidarse de
ella misma y permanecer totalmente en Jesucristo, que ha muerto para hacernos
morir al pecado, y ha resucitado para hacernos resucitar para las obras de
justicia». Jesús quiere que recorramos el camino con Él, quiere curarnos. ¿Cómo
respondemos? Hemos de ir a encontrarlo con la humildad del leproso y dejar que
Él nos ayude a rechazar el pecado para vivir su Justicia.
Rev. D. Ferran JARABO i Carbonell (Agullana, Girona,
España)
Palabras de San Juan Pablo II
“Cada año, la Cuaresma nos propone un tiempo propicio
para intensificar la oración y la penitencia y para abrir el corazón a la
acogida dócil de la voluntad divina. Ella nos invita a recorrer un itinerario
espiritual que nos prepara a revivir el gran misterio de la muerte y
resurrección de Jesucristo, ante todo mediante la escucha asidua de la Palabra
de Dios y la práctica más intensa de la mortificación, gracias a la cual
podemos ayudar con mayor generosidad al prójimo necesitado”
Tema del día:
Dios acoge a los “impuros”
De forma inesperada, un leproso «se acerca a Jesús».
Según la ley, no puede entrar en contacto con nadie. Es un «impuro» y ha de
vivir aislado. Tampoco puede entrar en el templo. ¿Cómo va a acoger Dios en su
presencia a un ser tan repugnante? Su destino es vivir excluido. Así lo
establece la ley.
A pesar de todo, este leproso desesperado se atreve a
desafiar todas las normas. Sabe que está obrando mal. Por eso se pone de
rodillas. No se arriesga a hablar con Jesús de frente. Desde el suelo, le hace
esta súplica: «Si quieres, puedes limpiarme». Sabe que Jesús lo puede curar,
pero ¿querrá limpiarlo?, ¿se atreverá a sacarlo de la exclusión a la que está
sometido en nombre de Dios?
Sorprende la emoción que le produce a Jesús la cercanía
del leproso. No se horroriza ni se echa atrás. Ante la situación de aquel pobre
hombre, «se conmueve hasta las entrañas». La ternura lo desborda. ¿Cómo no va a
querer limpiarlo él, que sólo vive movido por la compasión de Dios hacia sus
hijos e hijas más indefensos y despreciados?
Sin dudarlo, «extiende la mano» hacia aquel hombre y
«toca» su piel despreciada por los puros. Sabe que está prohibido por la ley y
que, con este gesto, está reafirmando la trasgresión iniciada por el leproso.
Sólo lo mueve la compasión: «Quiero: queda limpio».
Esto es lo que quiere el Dios encarnado en Jesús: limpiar
el mundo de exclusiones que van contra su compasión de Padre. No es Dios quien
excluye, sino nuestras leyes e instituciones. No es Dios quien margina, sino
nosotros. En adelante, todos han de tener claro que a nadie se ha de excluir en
nombre de Jesús.
Seguirle a él significa no horrorizarnos ante ningún
impuro ni impura. No retirar a ningún «excluido» nuestra acogida. Para Jesús,
lo primero es la persona que sufre y no la norma. Poner siempre por delante la
norma es la mejor manera de ir perdiendo la sensibilidad de Jesús ante los
despreciados y rechazados. La mejor manera de vivir sin compasión.
En pocos lugares es más reconocible el Espíritu de Jesús
que en esas personas que ofrecen apoyo y amistad gratuita a prostitutas
indefensas, que acompañan a sicóticos olvidados por todos, que defienden a
homosexuales que no pueden vivir dignamente su condición… Ellos nos recuerdan
que en el corazón de Dios caben todos.
© José Antonio Pagola
Nuevo vídeo
Hay un nuevo vídeo subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para
tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde Córdoba, Argentina, la comunidad de monjas
dominicas contemplativas eleva una oración de acción de gracias por el 25°
aniversario de la consagración religiosa de la Hermana María Soledad, celebrado el pasado día 11.
Desde México, los familiares de Fernando Ll. agradecen las oraciones hechas oportunamente por él y
por el acompañamiento recibido. Es precisamente la fuerza de la oración lo que
les permitirá seguir adelante en el camino.
Unidos a María
La Virgen es la
ayuda en el camino, que Dios ha puesto a nuestro lado para que, mientras vamos
caminando por la vida, nos encontremos a María que camina a nuestro lado.
Si efectivamente
Cristo, a pesar de que su sufrimiento debía ser perfecto y completo, pudo tener
como consoladora a María Santísima, que lo encontró en el Calvario y lo ayudó a
bien morir, confortándolo; entonces mucho más nosotros tenemos la seguridad de
que la Virgen estará siempre con nosotros, y mucho más en los momentos de
dificultad y prueba, que es cuando uno más necesita una Mamá, y la Santísima
Virgen es la mejor mamá, y nos cuida desde nuestra más tierna infancia.
Todas las cosas
nos pueden llegar a faltar, todo se puede venir abajo, pero la ayuda de la
Virgen jamás nos llegará a faltar, pues Ella ama aún a los más desagradecidos y
pecadores, porque tiene un corazón de Madre de Dios, es decir, que ama con la
misma capacidad de Dios, pues el grado con que Dios ama a los hombres por
naturaleza, María los ama también por gracia.
No nos sintamos
solos ni huérfanos en la vida, porque está María que nos ama por todos, y como
una mamá que enseña a caminar a su hijito, nos acompaña en nuestro andar
vacilante, para levantarnos, besarnos y consolarnos a la menor señal de
cansancio o caída.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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