sábado, 21 de febrero de 2015

Pequeñas Semillitas 2608

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2608 ~ Sábado 21 de Febrero de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Debemos trabajar en el apostolado sin esperar ver el éxito en este mundo, porque quizás Dios, para no ensoberbecernos si damos muchos frutos, o también para que no nos desanimemos si damos poco fruto, no quiere mostrarnos en plenitud los éxitos en el apostolado, porque si los viéramos tal vez bajaríamos los brazos por los pocos frutos, o también la soberbia nos podría llevar a pecar si es que damos muchos frutos. Por eso el Señor sabiamente se reserva el mostrarnos en plenitud la cosecha de nuestro trabajo apostólico, en la otra vida, donde ya no habrá peligro de orgullo ni desaliento.
Pero hay veces que Dios, como es tan bueno, quiere darnos a gustar algún tanto lo que gozaremos en el Paraíso, y nos muestra el bien que hemos realizado, o mejor dicho, nos muestra todo el bien que Dios ha realizado a través de nosotros como sus instrumentos.
¡Qué alegría, entonces, porque eso nos da fuerzas para seguir en el camino del bien!
Dios es buen pagador, como bien decía Santa Teresa. Sólo que al no ver el dinero en mano, nos parece que Dios no nos paga. Pero algo nos paga ya en este mundo, incluso con bienestar material, y el  resto, el gran tesoro, vendrá en la otra vida, donde disfrutaremos de los bienes que hemos logrado en este mundo por el apostolado con la ayuda de Dios.
© Sitio Santísima Virgen

¡Buenos días!

Alegría y paz
La Virgen de la Paz desea que goces de esa serenidad que ofrecía su Hijo: “les doy mi paz, pero no como la da el mundo” (Jn 14, 27). Es una paz que nada puede turbar ni el más terrible vendaval. “La serenidad —escribió Kempis— no es estar a salvo de la tormenta, sino encontrar la paz en medio de ella”. La Virgen te señala el camino: abandonarte en Dios.

“¡Queridos hijos! Los invito a un abandono total en Dios. Los invito al gran regocijo y a la paz que sólo Dios da. Yo estoy con ustedes e intercedo cada día por ustedes ante Dios. Queridos hijitos, los invito a escucharme y a vivir los mensajes que yo les doy desde hace ya varios años. Todos ustedes están llamados a la santidad, pero ustedes todavía están lejos de ella. Yo les doy mi bendición. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

El camino de abandono total en Dios, tiene un nombre, es el camino de la santidad, porque requiere confianza y amor total a Dios, en quien hemos puesto nuestra esperanza. María Santísima intercede para que te decidas sin miedo, “como un niño en los brazos de su madre” (Sal 131). Te deseo de corazón un día de mucha paz.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El, dejándolo todo, se levantó y le siguió. Leví le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número de publicanos, y de otros que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban diciendo a los discípulos: «¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?». Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores». (Lc 5,27-32)

Comentario
Hoy vemos cómo avanza la Cuaresma y la intensidad de la conversión a la que el Señor nos llama. La figura del apóstol y evangelista Mateo es muy representativa de quienes podemos llegar a pensar que, por causa de nuestro historial, o por los pecados personales o situaciones complicadas, es difícil que el Señor se fije en nosotros para colaborar con Él.
Pues bien, Jesucristo, para sacarnos toda duda nos pone como primer evangelista el cobrador de impuestos Leví, a quien le dice sin más: «Sígueme» (Lc 5,27). Con él hace exactamente lo contrario de lo que una mentalidad “prudente” pudiera considerar si quisiéramos aparentar ser “políticamente correctos”. Leví —en cambio— venía de un mundo donde padecía el rechazo de todos sus compatriotas, ya que se le consideraba, sólo por el hecho de ser publicano, colaboracionista de los romanos y, posiblemente, defraudador por las “comisiones”, el que ahogaba a los pobres para cobrarles los impuestos, en fin, un pecador público.
A los que se consideraban perfectos no se les podía pasar por la cabeza que Jesús no solamente le llamara a seguirlo, sino ni tan sólo a sentarse en la misma mesa.
Pero con esta actitud de escogerlo, Nuestro Señor Jesucristo nos dice que más bien es este tipo de gente de quien le gusta servirse para extender su Reino; ha escogido a los malvados, a los pecadores, a los que no se creen justos: «Para confundir a los fuertes, ha escogido a los que son débiles a los ojos del mundo» (1Cor 1,27). Son éstos los que necesitan al médico, y sobre todo, ellos son los que entenderán que los otros lo necesiten.
Hemos de huir, pues, de pensar que Dios quiere expedientes limpios e inmaculados para servirle. Este expediente sólo lo preparó para Nuestra Madre. Pero para nosotros, sujetos de la salvación de Dios y protagonistas de la Cuaresma, Dios quiere un corazón contrito y humillado. Precisamente, «Dios te ha escogido débil para darte su propio poder» (San Agustín). Éste es el tipo de gente que, como dice el salmista, Dios no menosprecia.
Rev. D. Joan Carles MONTSERRAT i Pulido (Cerdanyola del Vallès, Barcelona, España)

Cada día de Cuaresma
Día 4: Salvar lo que estaba perdido
Los fariseos se escandalizan al ver a Jesús sentado a la mesa con gran número de recaudadores y otros, y preguntan a sus discípulos: ¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores? Jesús replicó a los fariseos con estas consoladoras palabras: No necesitan de médico lo sanos, sino los enfermos. No he venido llamar a los justos, sino a los pecadores para que se conviertan (Lucas 5, 31-32). Jesús viene a ofrecer su reino a todos los hombres, su misión es universal: viene para todos, pues todos andamos enfermos y somos pecadores; nadie es bueno, sino uno, Dios (Marcos 10, 18). Todos debemos acudir a la misericordia y al perdón de Dios para tener vida (Juan 10, 28) y alcanzar la salvación. Las palabras del Señor que se nos presenta como Médico nos mueven a pedir perdón con humildad y confianza por nuestros pecados y también por los de aquellas personas que parecen querer seguir viviendo alejadas de Dios.

Cristo es el remedio de nuestros males: todos andamos un poco enfermos y por eso tenemos necesidad de Cristo. Debemos ir a Él como el enfermo va al médico, diciendo la verdad de lo que le pasa, con deseos de curarse. Señor, si quieres, puedes curarme (Mateo 8, 2). Unas veces, el Señor actuará directamente en nuestra alma: Quiero, sé limpio (Mateo 8, 3), sigue adelante, sé más humilde, no te preocupes. En otras ocasiones, siempre que haya pecado grave, el Señor dice: Id y mostraos a los sacerdotes (Lucas 17, 14), al sacramento de la penitencia, donde el alma encuentra siempre la medicina oportuna. Contamos siempre con el aliento y la ayuda del Señor para volver y recomenzar.

Si alguna vez nos sintiéramos especialmente desanimados por alguna enfermedad espiritual que nos pareciera incurable, no olvidemos estas palabras consoladoras de Jesús: Los sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Todo tiene remedio. Él está siempre muy cerca de nosotros, pero especialmente en esos momentos, por muy grande que haya sido la falta, aunque sean muchas las miserias. Basta ser sincero de verdad. No lo olvidemos tampoco si alguna vez en nuestro apostolado personal nos pareciera que alguien tiene una enfermedad del alma sin aparente solución. Sí la hay; siempre. Quizá el Señor espera de nosotros más oración y mortificación, más comprensión y cariño. Muchos de los que estaban con Jesús en aquel banquete se sentirían acogidos y comprendidos y se convertirían a Él de todo corazón. No lo olvidemos en nuestro apostolado personal.
P. Francisco Fernández Carvajal

Santoral Católico:
San Pedro Damiani
Obispo y Doctor de la Iglesia
Nació en Rávena el año 1007, de una familia pobre y numerosa. Pronto quedó huérfano, pero con la ayuda de un hermano suyo realizó estudios en Rávena, Faenza y Padua, y luego ejerció la docencia universitaria. A los 28 años se retiró al yermo camaldulense de Fonte Avellana, del que más tarde sería elegido prior; fue reformador y propagador de la vida religiosa. En aquella dura época ayudó eficazmente a los papas, con sus escritos y legaciones, en la reforma de la Iglesia y en la formación del clero, preparando así la gran reforma de Gregorio VII. Creado cardenal y obispo de Ostia, murió en Faenza el 22 de febrero de 1072; su fiesta se celebra hoy 21.
Oración: Dios todopoderoso, concédenos seguir con fidelidad los consejos y ejemplos de san Pedro Damiani, obispo, para que, amando a Cristo sobre todas las cosas, y dedicados siempre al servicio de tu Iglesia, merezcamos llegar a los gozos eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano    

Palabras del Papa Francisco

“La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero, sobre todo, es un tiempo de gracia […] Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: Nosotros amemos al Señor porque Él nos amó primero” (1 Jn 4,19)”

Tema del día:
Cuaresma… estación “de carga”
Abre el depósito de tu corazón. La Palabra del Señor te llenará del combustible necesario para seguir caminando. Él te empujará y te guiará, incluso, por los caminos más insospechados por ti.

Apaga el motor de tus agobios y de tus obligaciones. El silencio o la contemplación te harán sentir la  paz que tu mente y tu vida necesita. No es bueno ir deprisa ni preocuparse demasiado.

No mires el “cuánto cuesta” cargarse de Dios. A veces, lo más caro en el mundo, es lo más barato para alcanzar la felicidad. Tal vez, con tu voluntad, de momento es suficiente. Dios, pondrá lo demás.

Limpia el parabrisas de tu mirada. Las imágenes que nos sacuden todos los días nos hacen tener una visión demasiado pesimista del mundo.

Mientras Dios, llena tu interior, disfruta de su fuerza. Pídele que nunca te falte su asistencia en tus decisiones, problemas e inquietudes.

Reajusta, en estos cuarenta días, las piezas que no encajan en tu forma de actuar, juzgar o vivir. La Cuaresma es un buen taller para que Jesús actúe en la complicada maquinaria que somos las personas.

No olvides el código de circulación de todo buen cristiano: los mandamientos. Con ellos aprenderás que, el amor a Dios, exige contraprestación a los que nos rodean. Pero, recuerda, aun haciendo el bien por los demás… no olvides a Dios que es la fuente de inspiración de la bondad.

Empuña con firmeza el volante de tu vida. No dejes que te manipulen. Que nada ni nadie te desvíe del camino de la fe. Cuando tengas que parar, para. Cuando tengas que acelerar, acelera. Pero, nunca dejes otros  empuñen el timón de tu vida por ti

Incluye en el maletero lo imprescindible. Cuando vamos de excursión ¿qué llevamos? Que en estos días, previos a la Semana Santa, aprendamos a vivir con lo esencial. Y, lo esencial, no es lo mucho sino aquello necesario para ser feliz.

Desde la ventana observa el paisaje; da gracias a Dios por la vida, por el sol, por la familia, por la iglesia. No olvides que, Dios, nunca te abandona.

Cuando surjan dificultades; cuando tus días sean una cuesta arriba… ¡No te desesperes! Ofrece esa penitencia, ese sacrificio por tantas personas que no tienen posibilidades ni cuentan con tantos medios como tú.

No dejes de lado un alimento que, en cualquier fin de semana, no puede faltar en el equipaje de tu chasis cristiano: la Eucaristía. Con ella sabrás disfrutar y dar valor al domingo. Sin ella, tu vida no tendrá mucho sentido.

Finalmente, cuando sientas el cansancio, detente un momento. Reza a Dios. Hazle sabedor de que, Él, te puede llenar de oxígeno y de vida, de paz y de fortaleza. La oración es el gran combustible que, muy pocos, saben aprovechar o encontrar. Y, por cierto, se encuentra gratis en el silencio.
© Javier Leoz

"Pequeñas Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratis y solo tienes que solicitarlas escribiendo a Rocío (moderadora de los grupos) a: peque.semillitas.3@gmail.com  con el título: “Suscripción a Pequeñas Semillitas”.

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por la salud física, psíquica y espiritual de Marta B., que vive en Cuba y es lectora diaria de esta página. Que por la intercesión de la Santísima Virgen, el Señor le conceda paz y el Espíritu Santo la ilumine para tomar las mejores decisiones.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Unidos a María
Cuando estemos tristes por alguna causa, o sin causa aparente, es necesario que acudamos a María Santísima, que es nuestra Madre del Cielo, y la Iglesia la llama “Causa de nuestra alegría”, porque por medio de Ella llegó la salvación al mundo, que estaba envuelto en tinieblas y en la tristeza de la condenación.
Pero María Santísima, con su “Sí” incondicional a Dios, nos obtuvo la Encarnación del Verbo y así comenzó la redención, fuimos rescatados de las manos del demonio, fuente de toda tristeza y amargura.
Pensemos que la Virgen está realmente a nuestro lado con su cuerpo glorioso y tratemos de vivir ya en el Paraíso desde la tierra, porque si somos devotos de María, entonces nuestra salvación está asegurada. Y si estamos salvados, es lógico que estemos alegres y felices, y por lo tanto ya podemos vivir el Paraíso en la tierra, disfrutando de los consuelos que nos prodiga nuestra Madre del Cielo, que está junto a nosotros cuidando en cada detalle toda nuestra vida y las vidas de quienes amamos.
No. No se puede vivir en la tristeza y la amargura siendo devotos de María.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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