PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 10 - Número 2589 ~ Lunes
2 de Febrero de 2015
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Hoy es un día de celebración importante dentro de la
Iglesia. Por un lado es la Fiesta de la Presentación del Señor en el templo,
tal como se refiere en el Evangelio de Lucas y como se explica dentro de esta
edición de “Pequeñas Semillitas”. Asimismo es la Fiesta de la Purificación de
la Virgen María (40 días después del parto) llamada también Fiesta de la Candelaria o
de la Virgen de la Candelaria, patrona del archipiélago canario (Información
adicional clic acá)
Y también hoy se celebra la Jornada Mundial de la Vida
Consagrada instituida por San Juan Pablo II en 1997 y que se viene celebrando
desde aquel año el 2 de febrero, «quiere ayudar -dice el Papa- a toda la
Iglesia a valorar cada vez más el testimonio de quienes han elegido seguir a
Cristo de cerca mediante la práctica de los consejos evangélicos y, al mismo
tiempo, quiere ser para las personas consagradas una ocasión propicia para
renovar los propósitos y reavivar los sentimientos que deben inspirar su
entrega al Señor».
Según el mismo Pontífice, las finalidades de la Jornada
son tres: 1) alabar más solemnemente al Señor y darle gracias por el gran don
de la vida consagrada; 2) promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y
la estima de la vida consagrada; 3) que las personas consagradas celebren
juntas y solemnemente las maravillas que el Señor ha realizado en ellas.
«La Jornada -establece el Papa- se celebrará en la fiesta
en que se hace memoria de la presentación que María y José hicieron de Jesús en
el templo "para ofrecerlo al Señor" (Lc 2,22)»
¡Buenos días!
La taza de te
Elimina hoy de tu
agenda dos días: ayer y mañana. Ayer fue para aprender y mañana será la
consecuencia de lo que hoy puedas realizar. Hoy es la ocasión para enfrentarte
a la vida con la convicción de que este día jamás volverá. Opone hoy
resistencia al pesimismo y conquista al mundo con una sonrisa, con la actitud
positiva de esperar siempre lo mejor.
Sólo siendo consciente del presente,
disfrutarás una taza de te: tus manos sentirán el calor de la taza; sólo en el
presente, aspirarás el aroma del té, saborearás su dulzura y llegarás a
apreciar su exquisitez. Si estás obsesionado por el pasado o preocupado por el
futuro, dejarás escapar la oportunidad de disfrutar una buena taza de té.
Cuando mires el interior de la taza, su contenido ya habrá desaparecido. Con la
vida, ocurre lo mismo. Si no vives plenamente el presente, en un abrir y cerrar
de ojos, la vida se te habrá escapado. Suelta el pasado y no te inquietes por
el futuro. Sólo así experimentarás la alegría de vivir.
Si esperas el
momento oportuno de hacer algo verdaderamente grande, ¿cuántas veces en tu vida
se te presentarán ocasiones semejantes? Aprovecha las ocasiones que te ofrece
cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria. Cada tarea
te permite dedicarte con lo mejor de ti mismo, madurar y vivir a pleno.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Cuando se cumplieron los días de la purificación de
ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al
Señor, como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón primogénito será
consagrado al Señor» y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos
pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado
Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y
estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo
que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el
Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para
cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios
diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya
en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista
de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo
Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él.
Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está
puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de
contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que
queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la
tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con
su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba
del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se
presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los
que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas
según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño
crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba
sobre Él. (Lc
2,22-40)
Comentario
Hoy, aguantando el frío del invierno, Simeón aguarda la
llegada del Mesías. Hace quinientos años, cuando se comenzaba a levantar el
Templo, hubo una penuria tan grande que los constructores se desanimaron. Fue
entonces cuando Ageo profetizó: «La gloria de este templo será más grande que
la del anterior, dice el Señor del universo, y en este lugar yo daré la paz»
(Ag 2,9); y añadió que «los tesoros más preciados de todas las naciones vendrán
aquí» (Ag 2,7). Frase que admite diversos significados: «el más preciado»,
dirán algunos, «el deseado de todas las naciones», afirmará san Jerónimo.
A Simeón «le había sido revelado por el Espíritu Santo
que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor» (Lc 2,26), y
hoy, «movido por el Espíritu», ha subido al Templo. Él no es levita, ni
escriba, ni doctor de la Ley, tan sólo es un hombre «justo y piadoso, y
esperaba la consolación de Israel» (Lc 2,25). Pero el Espíritu sopla allí donde
quiere (cf. Jn 3,8).
Ahora comprueba con extrañeza que no se ha hecho ningún
preparativo, no se ven banderas, ni guirnaldas, ni escudos en ningún sitio.
José y María cruzan la explanada llevando el Niño en brazos. «¡Puertas,
levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de
la gloria!» (Sal 24,7), clama el salmista.
Simeón se avanza a saludar a la Madre con los brazos
extendidos, recibe al Niño y bendice a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes,
según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos
tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para
iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,29-32).
Después dice a María: «¡y a ti misma una espada te
atravesará el alma!» (Lc 2,35). ¡Madre!, —le digo— cuando llegue el momento de
ir a la casa del Padre, llévame en brazos como a Jesús, que también yo soy hijo
tuyo y niño.
Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)
Santoral Católico:
La Presentación del Señor
Esta fiesta, que se llama también "La
Candelaria", celebra el episodio que narra san Lucas. Cuando llegó el
tiempo de la purificación de María, a los 40 días del parto, llevaron a Jesús a
Jerusalén para presentarlo al Señor y así cumplir su santa Ley. En el templo
les salió al encuentro el anciano Simeón, hombre justo y que esperaba la
consolación de Israel. El anciano anunció a María su participación en la Pasión
de su Hijo, y proclamó a éste "luz para alumbrar a las naciones". De
ahí que los fieles, en la liturgia de hoy, salgan al encuentro del Señor con
velas en sus manos y aclamándolo con alegría. Es una fiesta fundamentalmente
del Señor, pero también celebra a María, vinculada al protagonismo de Jesús en
este acontecimiento por el que es reconocido como Salvador y Mesías.
Oración: Dios todopoderoso y eterno, te rogamos
humildemente que, así como tu Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad,
ha sido presentado hoy en el templo, nos concedas, de igual modo, a nosotros la
gracia de ser presentados delante de ti con el alma limpia. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
La frase de hoy
«¡Los jóvenes María y José, llevaron a su recién nacido,
Cristo Luz del mundo, al Templo de Jerusalén con la alegría de caminar en la
Ley del Señor! […] en el centro está Jesús, que nos atrae al Templo, a la
Iglesia, donde podemos encontrarlo, reconocerlo, acogerlo, abrazarlo»
Tema del día:
Presentación y profecía
La fiesta de la Presentación del Señor en el templo,
cuarenta días después de su nacimiento, pone ante nuestros ojos un momento
particular de la vida de la Sagrada Familia: según la ley mosaica, María y José
llevan al niño Jesús al templo de Jerusalén para ofrecerlo al Señor (cf. Lc
2,22). Simeón y Ana, inspirados por Dios, reconocen en aquel Niño al Mesías tan
esperado y profetizan sobre él. Estamos ante un misterio, sencillo y a la vez
solemne, en el que la santa Iglesia celebra a Cristo, el Consagrado del Padre,
primogénito de la nueva humanidad.
La procesión con los cirios nos ha hecho revivir la
majestuosa entrada, cantada en el salmo responsorial, de Aquel que es «el rey
de la gloria», «el Señor, fuerte en la guerra» (Sal 23,7.8). Pero, ¿quién es
ese Dios fuerte que entra en el templo? Es un niño; es el niño Jesús, en los
brazos de su madre, la Virgen María. La Sagrada Familia cumple lo que
prescribía la Ley: la purificación de la madre, la ofrenda del primogénito a
Dios y su rescate mediante un sacrificio. En la primera lectura, la liturgia
habla del oráculo del profeta Malaquías: «De pronto entrará en el santuario el
Señor» (Ml 3,1). Estas palabras comunican toda la intensidad del deseo que
animó la espera del pueblo judío a lo largo de los siglos. Por fin entra en su
casa «el mensajero de la alianza» y se somete a la Ley: va a Jerusalén para
entrar, en actitud de obediencia, en la casa de Dios.
El significado de este gesto adquiere una perspectiva más
amplia en el pasaje de la carta a los Hebreos, proclamado hoy como segunda
lectura. Aquí se nos presenta a Cristo, el mediador que une a Dios y al hombre,
superando las distancias, eliminando toda división y derribando todo muro de
separación. Cristo viene como nuevo «sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que
a Dios se refiere, y a expiar así los pecados del pueblo» (Hb 2,17). Así
notamos que la mediación con Dios ya no se realiza en la santidad-separación
del sacerdocio antiguo, sino en la solidaridad liberadora con los hombres.
Siendo todavía niño, comienza a avanzar por el camino de la obediencia, que
recorrerá hasta las últimas consecuencias. Lo muestra bien la carta a los
Hebreos cuando dice: «Habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y
súplicas (...) al que podía salvarle de la muerte, (...) y aun siendo Hijo, con
lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se
convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen» (Hb
5,7-9).
La primera persona que se asocia a Cristo en el camino de
la obediencia, de la fe probada y del dolor compartido, es su madre, María. El
texto evangélico nos la muestra en el acto de ofrecer a su Hijo: una ofrenda
incondicional que la implica personalmente: María es Madre de Aquel que es
«gloria de su pueblo Israel» y «luz para alumbrar a las naciones», pero también
«signo de contradicción» (cf. Lc 2,32.34). Y a ella misma la espada del dolor
le traspasará su alma inmaculada, mostrando así que su papel en la historia de
la salvación no termina en el misterio de la Encarnación, sino que se completa
con la amorosa y dolorosa participación en la muerte y resurrección de su Hijo.
Al llevar a su Hijo a Jerusalén, la Virgen Madre lo ofrece a Dios como
verdadero Cordero que quita el pecado del mundo; lo pone en manos de Simeón y
de Ana como anuncio de redención; lo presenta a todos como luz para avanzar por
el camino seguro de la verdad y del amor.
Las palabras que en este encuentro afloran a los labios
del anciano Simeón -«mis ojos han visto a tu Salvador» (Lc 2,30)-, encuentran
eco en el corazón de la profetisa Ana. Estas personas justas y piadosas, envueltas
en la luz de Cristo, pueden contemplar en el niño Jesús «el consuelo de Israel»
(Lc 2,25). Así, su espera se transforma en luz que ilumina la historia.
Simeón es portador de una antigua esperanza, y el
Espíritu del Señor habla a su corazón: por eso puede contemplar a Aquel a quien
muchos profetas y reyes habían deseado ver, a Cristo, luz que alumbra a las
naciones. En aquel Niño reconoce al Salvador, pero intuye en el Espíritu que en
torno a él girará el destino de la humanidad, y que deberá sufrir mucho a causa
de los que lo rechazarán; proclama su identidad y su misión de Mesías con las
palabras que forman uno de los himnos de la Iglesia naciente, del cual brota
todo el gozo comunitario y escatológico de la espera salvífica realizada. El
entusiasmo es tan grande, que vivir y morir son lo mismo, y la «luz» y la
«gloria» se transforman en una revelación universal. Ana es «profetisa», mujer
sabia y piadosa, que interpreta el sentido profundo de los acontecimientos
históricos y del mensaje de Dios encerrado en ellos. Por eso puede «alabar a
Dios» y hablar «del Niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén»
(Lc 2,38). Su larga viudez, dedicada al culto en el templo, su fidelidad a los
ayunos semanales y su participación en la espera de todos los que anhelaban el
rescate de Israel concluyen en el encuentro con el niño Jesús.
© S. S. Benedicto XVI,
Homilía del 2-II-06
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Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón
de María; por la conversión de todos los
pueblos; por la Paz en el mundo; por nuestros hermanos sufrientes por diversos
motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto,
la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la
fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este
sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por
las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración para que el Señor y la Virgen María Auxiliadora ayuden a que se logre la mejor solución para la situación difícil que atraviesa la Fundación Universitaria San Martín, de Colombia.
Pedimos oración por dos personas de México: Fernando Ll. T., de la ciudad de México, que sigue en terapia intensiva en estado muy delicado, y la bebé Audry Z. Q., de la ciudad de León, de un año de edad, y enferma de influenza. Te los encomendamos Señor.
Pedimos oración por dos personas de México: Fernando Ll. T., de la ciudad de México, que sigue en terapia intensiva en estado muy delicado, y la bebé Audry Z. Q., de la ciudad de León, de un año de edad, y enferma de influenza. Te los encomendamos Señor.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Unidos a María
Todo el mundo conoce Copacabana en Río de Janeiro,
Brasil. Es menos conocido que esta playa recibió su nombre por la pequeña
ciudad de ‘Copacabana’, en las orillas del lago Titicaca, en Bolivia, donde
desde 1583, existe el culto a la Virgen negra.
El 2 de febrero de 1583 un indio, Tito Yupanqui, llegó en
la pequeña ciudad inca con una estatua de madera de la Virgen María, que había
tallado él mismo después de una visión en la que vio unos marineros indios
rescatados por Nuestra Señora de una tormenta en el lago Titicaca.
La ciudad que había sido un lugar de peregrinación inca,
se convirtió rápidamente en un Santuario mariano. Los españoles edificaron allí
a mediados del Siglo XVI una Basílica y los pueblos andinos acudieron para
rezar a la “Virgen negra” apodada así porque la estatua de Copacabana tiene
rasgos indios y atrae a la totalidad de las comunidades autóctonas
suramericanas.
Desde 1925, la Virgen esla Santa Patrona de Bolivia. Un
milagro atribuido a esta Virgen Negra es al origen de la famosa playa de Río de
Janeiro, en Brasil.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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