PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 9 - Número 2238 ~ Domingo
5 de Enero de 2014
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
En el prólogo del evangelio de Juan se hacen dos
afirmaciones básicas que nos obligan a revisar de manera radical nuestra manera
de entender y de vivir la fe cristiana, después de veinte siglos de no pocas
desviaciones, reduccionismos y enfoques poco fieles al Evangelio de Jesús.
La primera afirmación es ésta: “La Palabra de Dios se ha hecho carne”. Dios no ha permanecido
callado, encerrado para siempre en su misterio. Nos ha hablado. Pero no se nos
ha revelado por medio de conceptos y doctrinas sublimes. Su Palabra se ha
encarnado en la vida entrañable de Jesús para que la puedan entender y acoger
hasta los más sencillos.
La segunda afirmación dice así: “A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo único, que está en el seno del
Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Los teólogos hablamos mucho de Dios,
pero ninguno de nosotros lo ha visto. Los dirigentes religiosos y los
predicadores hablamos de él con seguridad, pero ninguno de nosotros ha visto su
rostro. Solo Jesús, el Hijo único del Padre, nos ha contado cómo es Dios, cómo
nos quiere y cómo busca construir un mundo más humano para todos.
Estas dos afirmaciones están en el trasfondo del programa
renovador del Papa Francisco. Por eso busca una Iglesia enraizada en el
Evangelio de Jesús, sin enredarnos en doctrinas o costumbres “no
directamente ligadas al núcleo del Evangelio”. Si no lo hacemos así, “no será el Evangelio lo que se anuncie,
sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas
opciones ideológicas”.
La actitud del Papa es clara. Solo en Jesús se nos ha
revelado la misericordia de Dios. Por eso, hemos de volver a la fuerza
transformadora del primer anuncio evangélico, sin eclipsar la Buena Noticia de
Jesús y “sin obsesionarnos por una
multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia”.
El Papa piensa en una Iglesia en la que el Evangelio
pueda recuperar su fuerza de atracción, sin quedar obscurecida por otras formas
de entender y vivir hoy la fe cristiana. Por eso, nos invita a “recuperar la frescura original del
Evangelio” como lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y, al mismo
tiempo, lo más necesario, sin encerrar a Jesús “en nuestros esquemas aburridos".
No nos podemos permitir en estos momentos vivir la fe sin
impulsar en nuestras comunidades cristianas la conversión a Jesucristo y a su
Evangelio a la que nos llama el Papa. Él mismo nos pide a todos “que apliquemos con generosidad y valentía
sus orientaciones sin prohibiciones ni miedos”.
José Antonio Pagola
¡Buenos días!
El bordado de mamá
Los planes y
pensamientos de Dios son muy distintos de los proyectos humanos. La anécdota de
hoy puede ayudarte a confiar más plenamente en los designios de Dios sobre tu
vida, porque son frutos de su amor y de su sabiduría infinita.
Cuando yo era pequeño, mi mamá solía coser
mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me
respondía que estaba bordando. Siendo yo pequeño, observaba el trabajo de mi
mamá desde abajo, por eso siempre me quejaba diciéndole que solo veía hilos
feos. Ella se sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía: —Hijo, ve
afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mi
regazo y te dejaré verlo desde arriba.
Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y por
qué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba. Más tarde escuchaba la voz de mamá
diciéndome: —Hijo, ven y siéntate en mi regazo.
Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver una hermosa
flor o un bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo solo
veía hilos enredados. Entonces mi mamá me decía: —Hijo mío, desde abajo se veía
confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba. Yo
tenía un hermoso diseño. Ahora míralo desde mi posición, qué bello.
Muchas veces he
mirado al Cielo y he dicho: —Padre, ¿qué estás haciendo? Él responde: —Estoy bordando tu vida.
Entonces yo le replico: —Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos
parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes? El Padre parecía decirme:
—Mi niño, ocúpate de tu trabajo confiando en mí
y un día aquí, sobre mi regazo, verás el plan desde mi posición y entenderás...
Que el Señor acreciente tu fe y confianza filial.
Padre Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba
con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se
hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la
vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y
las tinieblas no la vencieron.
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste
vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran
por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra
era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el
mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a
su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les
dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no
nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.
Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre
nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo
único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él y clama: «Éste era
del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque
existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por
gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos
han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que
está en el seno del Padre, Él lo ha contado. (Jn 1,1-18)
Comentario
Hoy, el Evangelio de Juan se nos presenta en una forma
poética y parece ofrecernos, no solamente una introducción, sino también como
una síntesis de todos los elementos presentes en este libro. Tiene un ritmo que
lo hace solemne, con paralelismos, similitudes y repeticiones buscadas, y las
grandes ideas trazan como diversos grandes círculos. El punto culminante de la
exposición se encuentra justo en medio, con una afirmación que encaja
perfectamente en este tiempo de Navidad: «Y la Palabra se hizo carne, y puso su
morada entre nosotros» (Jn 1,14).
El autor nos dice que Dios asumió la condición humana y
se instaló entre nosotros. Y en estos días lo encontramos en el seno de una familia:
ahora en Belén, y más adelante con ellos en el exilio de Egipto, y después en
Nazaret.
Dios ha querido que su Hijo comparta nuestra vida, y —por
eso— que transcurra por todas las etapas de la existencia: en el seno de la
Madre, en el nacimiento y en su constante crecimiento (recién nacido, niño,
adolescente y, por siempre, Jesús, el Salvador).
Y continúa: «Hemos contemplado su gloria, gloria que
recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad» (Ibidem).
También en estos primeros momentos, lo han cantado los ángeles: «Gloria a Dios
en el cielo», «y paz en la tierra» (cf. Lc 2,14). Y, ahora, en el hecho de
estar arropado por sus padres: en los pañales preparados por la Madre, en el
amoroso ingenio de su padre —bueno y mañoso— que le ha preparado un lugar tan
acogedor como ha podido, y en las manifestaciones de afecto de los pastores que
van a adorarlo, y le hacen carantoñas y le llevan regalos.
He aquí cómo este fragmento del Evangelio nos ofrece la
Palabra de Dios —que es toda su Sabiduría—. De la cual nos hace participar, nos
proporciona la Vida en Dios, en un crecimiento sin límite, y también la Luz que
nos hace ver todas las cosas del mundo en su verdadero valor, desde el punto de
vista de Dios, con “visión sobrenatural”, con afectuosa gratitud hacia quien se
ha dado enteramente a los hombres y mujeres del mundo, desde que apareció en
este mundo como un Niño.
Rev. D. Ferran BLASI i Birbe (Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Juan Nepomuceno Neumann
Obispo y Fundador
En la ciudad de Filadelfia, del estado de Pensilvania, en
los Estados Unidos de Norteamérica, san Juan Nepomuceno Neumann, obispo, de la
Congregación del Santísimo Redentor, quien se distinguió por su solicitud a
favor de los inmigrantes pobres, ayudándoles con sus consejos y su caridad, así
como en la educación cristiana de los niños (1860). Fue fundador de las
Hermanas Terciarias Franciscanas
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
Palabras del Beato Juan Pablo
II
"Amar verdadera y plenamente
sólo sabe aquel que es capaz
de poseer su alma, poseerse a sí mismo:
poseerse para convertirse en don para los demás.
Todo esto nos lo enseña Cristo
no solo con su palabra, sino también con su ejemplo"
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
“Y el Verbo se hizo carne”
Hoy se pone a nuestra consideración el principio del
cuarto Evangelio, el de san Juan. Es un comienzo muy diferente al de los otros
evangelistas. Hoy san Juan nos habla del nacimiento de Jesús; pero de forma
diferente. No cuenta los hechos según la historia: no hay niño ni madre, ni
pastores ni cántico de ángeles; pero sí habla de luz que ilumina las tinieblas
y de gloria de Dios que podemos contemplar, y sobre todo de la Palabra, que se
hace carne, de Dios que pone su tienda entre nosotros, del Señor que es
aceptado por unos y rechazado por otros. Es lo que se llama una historia en
plan teológico.
San Juan comienza desde el misterio de Dios y cómo desde
siempre existía la “Palabra”. Este vocablo “palabra” o “verbo” recuerda a la
“sabiduría”, de la cual habla ya el Antiguo Testamento, “que jugaba con Dios”.
¡Qué difícil es expresar con palabras materiales el misterio de Dios y lo que
es espíritu! Para que comprendamos un poco podemos distinguir entre el
pensamiento y su expresión, entre una palabra cuando la pensamos y cuando la
pronunciamos. Esta es la semejanza que hoy usa el evangelio. Esta “Palabra”,
que es Dios mismo, estaba desde siempre en Dios; pero un día fue pronunciada, y
lo importantísimo para nosotros es que esa “Palabra”, que es Dios mismo, vino a
nosotros y se hizo de nuestra propia naturaleza, “se hizo carne”.
A veces se traduce: “Y se hizo hombre”. Y está bien,
porque en nuestra lengua la carne es sólo una parte del ser humano; pero en la
lengua hebrea no era así, sino que “carne” era la expresión de toda la
verdadera naturaleza humana; sobre todo en el sentido de debilidad. Dios se
hizo en verdad un ser humano con todas sus debilidades. Lo único que no podía
tener era el pecado. Por eso era la luz que brilla en medio de las tinieblas.
Si se piensa profundamente nos puede parecer demasiado hermoso para ser cierto.
Pero esto es lo que proclama nuestra fe y hoy de una manera especial: Que Dios
no es como muchos creían un Dios lejano, al que no se le podía llegar, sino que
está tan cerca que ha venido a habitar entre nosotros. Quizá el evangelista,
cuando decía estas expresiones, estaba pensando en algunos herejes que decían
que Jesús, Palabra de Dios, era sólo una apariencia, una sombra o un fantasma.
Pero nos dice que Jesús, que es Dios, es un ser humano verdadero. Todos le
pueden ver y tocar.
Otra de las falsedades que quería delatar el evangelista
era el de algunos discípulos de Juan Bautista, que todavía seguían diciendo que
el Bautista era superior a Jesús. Hoy se nos muestra a Jesús como luz que
ilumina a todos, también al mismo Bautista, porque es Dios mismo. Así también
la Iglesia, el papa, los obispos y sacerdotes son sólo precursores o
intermediarios. Nuestra finalidad es acoger a Jesús y recibirle plenamente para
que nos ilumine a todos.
Y “acampó” entre nosotros. Acampar no es lo mismo que
instalarse, residir o asentarse, sino es vivir nuestra propia vida de
“peregrinos hacia la casa de Dios”, es vivir nuestra misma pobreza y debilidad.
Y lo terrible, pero grandioso, es que nos deja en total libertad para aceptarle
o no aceptarle. El evangelista dice que “vino a los suyos, pero los suyos no le
recibieron”. A veces pensamos en la posada y las casas de Belén; pero tiene un
sentido más profundo y más amplio, que nos toca también a nosotros, si le
cerramos la puerta de nuestro corazón. A veces somos demasiado orgullosos para
ver a Dios: No queremos recibir a Aquel que viene a su propiedad, porque
tendríamos que transformarnos de modo que sea Él el verdadero dueño de nuestro
ser.
Pero alegrémonos, porque, si le recibimos, nos da su
gracia y nos hace hijos de Dios. Jesús es Dios que sale al encuentro del ser
humano, para que nosotros podamos ir a su encuentro. Creer es ver a Dios, y ver
a Jesús es “ver al Padre”. Por esta fe, que es entrega a su amor, nos
transformamos y vivimos como hijos de Dios. ¡Que de su plenitud recibamos la
gracia y la verdad y el amor!
P. Silverio Velasco (España)
Nunca olvidemos agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde USA, nos escribe Tita Valladares para expresar: Por
este medio quiero dar gracias a Dios por el permitir dejar a mi madre María
Hortencia Ramírez llegar a sus 90 añitos el día 7 de Diciembre del 2013.
También Luis y Marta Valladares, agradecemos a Dios el permitirnos celebrar
nuestro 44 aniversario de bodas el 3 de Enero del 2014. Y finalmente también
damos gracias Señor por este maravilloso sitio de oraciones que el señor Felipe
ha incorporado a este medio de comunicación.
Un estímulo todos los días
Enero 5
“Señor, yo no quiero desperdiciar tus dones, no quiero
desaprovechar los impulsos de tu gracia. Tengo a mi disposición la vida nueva
de la Resurrección y el poder del Espíritu. No quiero desgastarme en lamentos
inútiles. Tú me sostienes, tú me das vida, con tu bendición yo puedo correr sin
fatigarme.
Contigo no debo temer que mis energías se desgasten,
porque eres inagotable. Lo que me desgasta es mi desconfianza, mi tristeza, mi
melancolía, mis miedos.
Renuncio a todo eso, Señor, para no gastar mis energías
inútilmente y para que despliegues en mi existencia toda tu gloria.
Rodéame, penétrame, Señor, lléname de tu entusiasmo
infinito y de tu potencia de vida. Amén.”
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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