PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2208 ~ Sábado
30 de Noviembre de 2013
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Hoy cierro suavemente la puerta a todas las distracciones
exteriores y me encuentro con Dios en el silencio de mi ser.
En el silencio se renueva mi conciencia de Dios y de los
dones que Él me ha brindado.
En silencio recibo el don de paz y lo acepto ahora en mi
vida. La paz es la copa que presento para que sea colmada con todas las
bendiciones que estoy dispuesto a recibir.
En silencio recibo el don de la guía. Me colma, me rodea
e ilumina mi camino. Avanzo viviendo y
marchando bajo la maravillosa luz reveladora de Dios.
En silencio recibo el don de la curación. Ahora la
curación brota desde lo más profundo de mí. Estoy sano, bien y fuerte.
En silencio reclamo los dones que me ha dado Dios y digo:
"Te agradezco, Señor, la paz, la guía y la curación".
Pero tú, cuando
ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto. Mateo
6, 6
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, caminando por la ribera del mar de
Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando
la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré
pescadores de hombres». Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron.
Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su
hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus
redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le
siguieron.
(Mt 4,18-22)
Comentario
Hoy es la fiesta de san Andrés apóstol, una fiesta
celebrada de manera solemne entre los cristianos de Oriente. Fue uno de los dos
primeros jóvenes que conocieron a Jesús a la orilla del río Jordán y que
tuvieron una larga conversación con Él. Enseguida buscó a su hermano Pedro,
diciéndole «Hemos encontrado al Mesías» y lo llevó a Jesús (Jn 2,41). Poco
tiempo después, Jesús llamó a estos dos hermanos pescadores amigos suyos, tal
como leemos en el Evangelio de hoy: «Venid conmigo y os haré pescadores de
hombres» (Mt 4,19). En el mismo pueblo había otra pareja de hermanos, Santiago
y Juan, compañeros y amigos de los primeros, y pescadores como ellos. Jesús los
llamó también a seguirlo. Es maravilloso leer que ellos lo dejaron todo y le
siguieron “al instante”, palabras que se repiten en ambos casos. A Jesús no se
le ha de decir: “después”, “más adelante”, “ahora tengo demasiado trabajo”...
También a cada uno de nosotros —a todos los cristianos—
Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos
—esto significa dejarlo todo, no tener nada como propio— para que, viviendo con
Él las tareas de nuestro trabajo profesional y de nuestra familia, seamos
“pescadores de hombres”. ¿Qué quiere decir “pescadores de hombres”? Una bonita
respuesta puede ser un comentario de san Juan Crisóstomo. Este Padre y Doctor
de la Iglesia dice que Andrés no sabía explicarle bien a su hermano Pedro quién
era Jesús y, por esto, «lo llevó a la misma fuente de la luz», que es Jesucristo.
“Pescar hombres” quiere decir ayudar a quienes nos rodean en la familia y en el
trabajo a que encuentren a Cristo que es la única luz para nuestro camino.
Prof. Dr. Mons. Lluís CLAVELL (Roma, Italia)
Santoral Católico:
San Andrés, Apóstol
Andrés era hermano de Simón Pedro y como él pescador en
Cafarnaúm, a donde ambos habían llegado de su natal Betsaida. Como lo
demuestran las profesiones que ejercían los doce apóstoles, Jesús dio la
preferencia a los pescadores, aunque dentro del colegio apostólico están
representados los agricultores con Santiago el Menor y su hermano Judas Tadeo,
y los comerciantes con la presencia de Mateo. De los doce, el primero en ser
sacado de las faenas de la pesca en el lago de Tiberíades para ser honrado con
el título de “pescador de hombres” fue precisamente Andrés, junto con Juan.
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Las dos alforjas
Jesús dijo “No
juzguen y no serán juzgados”, y también “Felices los misericordiosos porque
obtendrán misericordia”. El que critica es porque antes ha juzgado al prójimo. No
juzgues porque no conoces la situación real de cada uno. Eso sólo lo sabe Dios.
Júzgate en cambio a ti mismo: es lo más acertado, es el tiempo mejor empleado.
Cuentan los griegos que Zeus colocó dos
alforjas a cada ser humano: una delante, sobre el pecho y otra atrás a la
espalda. Los hombres, imprudentemente, todos han puesto en la alforja que está
a la vista los defectos de las personas que van conociendo, mientras que los
defectos propios en la alforja que tienen en la espalda. Por eso conocen tan
bien y tienen siempre presente los defectos ajenos, pero conocen poco y se
olvidan de los defectos propios. Esopo.
El conocimiento
de uno mismo es llave de sabiduría, porque desde tu realidad personal puedes
crecer y superarte. Epitecto, filósofo griego, escribió que “La cosa más difícil
es conocernos a nosotros mismos, la cosa más fácil, hablar mal de los demás”.
Conocerte es encontrarte con tus límites y fragilidades, y también con tus
logros y fortalezas. Ten un tiempo para evaluarte.
Padre Natalio
Mes de María
Día veinticuatro (30/NOV)
La Santa Comunión
CONSIDERACIÓN. Si
el cuerpo humano necesita, para sostenerse, alimentos materiales, es necesario
también al alma, un alimento que la conserve y le dé fuerzas. Nuestro divino
Maestro no se ha limitado a habitar en medio de nosotros en el Santísimo Sacramento
del altar; ha dicho a sus Apóstoles que era el Pan de vida bajado del Cielo y
que aquél que lo comiere viviría eternamente. Y sin embargo, un gran número de
cristianos se mantienen alejados de la santa Mesa no acercándose más que cuando
los preceptos de la Iglesia los obligan bajo pena de pecado.
Aquel que se privara durante largas horas de tomar
alimento, caería desfallecido y terminaría por morir; del mismo modo, el alma
que no se fortifica por la recepción de la Santa Comunión, queda sin energía frente
a la tentación y a la prueba y cae en las faltas más graves.
Los discípulos del Salvador, en los primeros tiempos de
la Iglesia, cuando la persecución reinaba con furor, salvaban todos los
obstáculos para llegar a recibir el Pan de los Fuertes. Así se volvían
invencibles y sabían aceptar la muerte antes que renegar su fe.
¡Cuál no sería el gozo de María, cuando, después de la
Ascensión del Salvador, San Juan depositaba cada día sobre sus labios la Hostia
santa! ¡Pudiéramos imitarla y por la santidad de nuestra vida, hacernos dignos
de aproximarnos frecuentemente, al sacramento de la Eucaristía!
EJEMPLO. Cuando
San Francisco de Sales hacía sus estudios, se confesaba y comulgaba cada ocho
días, y cuando se le preguntaba por qué: “Es, decía, por la misma razón que me
hace hablar frecuentemente a mi profesor. Nuestro Señor ¿no es acaso mi Maestro
en la ciencia de los santos? Acudo seguido a Él, a fin de que me enseñe, porque
no me preocuparía medianamente de ser sabio, si no me volviera santo”.
Más tarde, el santo Obispo de Ginebra escribía: “Por una
experiencia de veintitrés años consagrados al ministerio de las almas, puedo
comprender la eficacia del sacramento de la Eucaristía: Fortifica el alma para
el bien, le inspira el alejamiento del mal, la consuela, la eleva, en una
palabra, la deifica, por así decirlo, con la condición de que se lo reciba con
fe viva y corazón recogido.
PLEGARIA DE SAN
BERNARDO. ¡Oh María! ¡Que podamos nosotros por vuestra gracia, acercarnos a
vuestro divino Hijo! Pueda Él, que se ha dado a nosotros por Vos, recibirnos
también por Vos. Sois nuestra Reina y Mediadora, recomendadnos pues y
presentadnos a Él. Así sea.
RESOLUCIÓN. Pondré
todo cuidado en prepararme para la comunión y rogaré a María, me comunique sus
disposiciones.
JACULATORIA. María,
Casa de Oro, rogad por nosotros.
Fuente: www.santisimavirgen.com.ar
Palabras del Papa Francisco
“La vida humana debe ser defendida siempre, desde el vientre materno, reconociendo en ella un don de Dios
y una garantía del futuro de la humanidad. En particular, frente a la cultura
del deshecho, que relativiza el valor de la vida humana, los padres están
llamados a transmitir a sus hijos la conciencia de que siempre debe ser defendida.
Pero también atender el cuidado de los ancianos, especialmente de los abuelos,
que son la memoria viva de un pueblo y transmiten la sabiduría de la vida”
Papa Francisco
"Pequeñas
Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por
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tienes que solicitarlas escribiendo a Rocío
(moderadora de los grupos) a: peque.semillitas.3@gmail.com con el título: “Suscripción a Pequeñas
Semillitas”.
“Intimidad Divina”
Intimidad divina
El cristiano comienza a entrar con empeño personal en el
camino de la intimidad divina el día que queriendo vivir plenamente la gracia
de su bautismo, se decide con determinación a salir de sí mismo y de todas las
cosas y se pone con ardor a buscar al Dios vivo y presente en él. De este paso
a la intimidad profunda que estrechará el alma con Dios el camino es largo y fatigoso.
Poco a poco, a medida que la criatura, sostenida por la gracia, se desprende de
todas las cosas, se va liberando de sus imperfecciones, se despoja de su
voluntad revistiéndose sólo de la voluntad divina y dejando llamear en sí el
amor, se encamina “a la dulce y deleitosa unión”, su intimidad con Dios se hace
más intensa, hasta que, llegada a la cumbre dl amor transformante, se hace
continua y perfecta, convertida en abrazo divino que la estrecha al Creador.
Entonces la promesa de Jesús: “si alguno me ama… mi Padre le amará y vendremos
a él y haremos morada en él” (Jn 14, 23). En los momentos más altos de la unión
transformante la criatura experimenta a Dios vivo, presente y operante en ella,
experimenta el resplandor de su sabiduría que la ilumina, experimenta el divino
llamear de su amor que la penetra toda.
La intimidad divina, sobre todo en sus grados más altos,
es de por sí deleitosa y beatificante sobre manera; sin embargo, la criatura
enamorada no anhela esa intimidad para gozar, sino para amar más a su Dios,
para estarle totalmente unida y verse unida, movida y gobernada por él con lo
cual servirle en cada vez mejor y darle gloria en cada una de sus acciones. La
dulzura y el gozo de la intimidad con Dios tienen por objeto hacer a la
criatura más animosa en el servicio divino, más generosa en el don de sí, más
fuerte en llevar la cruz. Mientras se vive en la tierra, no puede faltar el
sufrimiento y no falta ni siquiera en los más altos estados de unión divina,
porque es siempre necesario asemejarse a Jesús crucificado, siguiéndolo hasta
la completa inmolación por la gloria del Padre y la salvación de los hermanos.
Las obras que la unión con Dios debe producir son
justamente las obras del amor, es la actividad intensa del amor puro, mediante
la cual la criatura se da incesantemente a Dios, deseosa de arrastrar consigo
una multitud inmensa de otras criaturas. Así de la intimidad divina, de la
unión total con el Señor, del amor puro brota espontáneo el apostolado más
fecundo. Los que han llegado al matrimonio espiritual “su gloria tienen puesta
–afirma la ardorosa Teresa de Jesús– en si pudiesen ayudar en algo al
Crucificado, en especial cuando ven que es tan ofendido y los pocos que hay que
miren por su honra”. Olvidada de sí por completo, el alma amante no piensa ni
en su gozar, ni en su sufrir, sino sólo en contribuir cuanto pueda a su gloria,
asociándose a la obra redentora de Jesús. Y si aspira a una unión con Dios cada
vez más íntima y perfecta, tanto ahora en la tierra como mañana en el cielo, es
para amar con la máxima intensidad y para hacer que el Amor sea amado por el
mayor número posible de almas.
¡Señor, Dios, amado
mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando
pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y
ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos; y si es que
esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y
óbramelas, y las penas que tu quisieres aceptar, y hágase. Y si a las obras
mías no esperas, ¿qué clementísimo Señor mío?, ¿por qué te tardas? Porque sí,
en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi
cornadillo, pues le quieres, y dame este bien, pues que tú también te quieres…
No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.
(San Juan de la Cruz, Oración del alma enamorada –extracto–)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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