PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2191 ~
Miércoles 13 de Noviembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Le pedí a Dios que me quitara mi orgullo, y Dios dijo
"no". Me dijo que no era algo que Él tuviera que quitarme sino que yo
tenía que entregar.
Le pedí a Dios que me concediera paciencia, y Dios dijo
"no". Me dijo que la paciencia es producto de la tribulación. No se
concede, se conquista.
Le pedí a Dios que me diera felicidad, y Dios dijo
"no". Me dijo que Él da bendiciones. La felicidad depende de mí.
Le pedí a Dios que me evitara dolor, y Dios dijo
"no". Me dijo que dolor y sufrimiento me apartan de las
preocupaciones mundanas y acercan más a Él.
Le pedí a Dios que hiciera crecer mi espíritu, y dios
dijo "no". Me dijo que debo crecer personalmente, pero que Él me
ayudaría siempre que se lo pida.
Le pregunté a Dios si me amaba, y Dios dijo
"sí". Me dijo que había dado a su único hijo y que había muerto por
mí y que un día estaría en el paraíso porque tengo fe.
Le pedí a dios que me ayudara a amar a otros como Él me
ama y Dios dijo: "Por fin estás comenzando a entender”.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Un día, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los
confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su
encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la
voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Al verlos, les
dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de
ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y
postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era
un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez?
Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios
sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».
(Lc 17,11-19)
Comentario
Hoy, Jesús pasa cerca de nosotros para hacernos vivir la
escena mencionada más arriba, con un aire realista, en la persona de tantos
marginados como hay en nuestra sociedad, los cuales se fijan en los cristianos
para encontrar en ellos la bondad y el amor de Jesús. En tiempos del Señor, los
leprosos formaban parte del estamento de los marginados. De hecho, aquellos
diez leprosos fueron al encuentro de Jesús en la entrada de un pueblo (cf. Lc
17,12), pues ellos no podían entrar en las poblaciones, ni les estaba permitido
acercarse a la gente («se pararon a distancia»).
Con un poco de imaginación, cada uno de nosotros puede
reproducir la imagen de los marginados de la sociedad, que tienen nombre como
nosotros: inmigrantes, drogadictos, delincuentes, enfermos de sida, gente en el
paro, pobres... Jesús quiere restablecerlos, remediar sus sufrimientos,
resolver sus problemas; y nos pide colaboración de forma desinteresada,
gratuita, eficaz... por amor.
Además, hacemos más presente en cada uno de nosotros la
lección que da Jesús. Somos pecadores y necesitados de perdón, somos pobres que
todo lo esperan de Él. ¿Seríamos capaces de decir como el leproso «Jesús,
maestro, ten compasión de mi» (cf. Lc 17,13)? ¿Sabemos recurrir a Jesús con
plegaria profunda y confiada?
¿Imitamos al leproso curado, que vuelve a Jesús para
darle gracias? De hecho, sólo «uno de ellos, viéndose curado, se volvió
glorificando a Dios» (Lc 17,15). Jesús echa de menos a los otros nueve: «¿No
quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?» (Lc 17,17). San
Agustín dejó la siguiente sentencia: «‘Gracias a Dios’: no hay nada que uno
puede decir con mayor brevedad (...) ni hacer con mayor utilidad que estas
palabras». Por tanto, nosotros, ¿cómo agradecemos a Jesús el gran don de la
vida, propia y de la familia; la gracia de la fe, la santa Eucaristía, el
perdón de los pecados...? ¿No nos pasa alguna vez que no le damos gracias por
la Eucaristía, aun a pesar de participar frecuentemente en ella? La Eucaristía
es —no lo dudemos— nuestra mejor vivencia de cada día. P. Conrad J. MARTÍ i Martí OFM
(Valldoreix, Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Diego de Alcalá
Franciscano
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
El Padrenuestro de Dios
Por devoción a
Cristo, que nos enseñó el Padrenuestro, éste ha de ser tu oración preferida
entre todas las oraciones. Es bueno profundizarla, recitarla con frecuencia,
venerarla. Pero mejor que recitarla, es recrearla y meditarla. Es la oración de
los discípulos de Jesús. En el Catecismo de la Iglesia Católica se le dedica un
amplio espacio para explicarla con detención.
Hijo mío que estás en la tierra, preocupado,
solitario, tentado. Yo conozco perfectamente tu nombre, y lo pronuncio como
santificándolo, porque te amo. No, no estás sólo, sino, habitado por mí, y
juntos construimos este reino del que tú vas a ser el heredero. Me gusta que
hagas mi voluntad, porque mi voluntad es que tú seas feliz. Ya que la gloria de
Dios es el hombre viviente. Cuenta siempre conmigo y tendrás el pan para hoy,
no te preocupes, sólo te pido que sepas compartirlo con tus hermanos. Sabes que
te perdono todas tus ofensas antes incluso de que las cometas. Por eso te pido
que hagas lo mismo con los que a ti te ofenden. Para que nunca caigas en la
tentación, tómate fuerte de mi mano y yo
te libraré del mal, pobre y querido hijo mío. (José Luis Martín Descalzo).
Acabas de leer
una recreación del Padrenuestro desde el punto de vista de Dios. Visión
refrescante que da nueva luz a esta oración tan antigua y repetida. Algo más:
las dos partes del Padrenuestro animan a prestar atención en primer lugar a los
problemas de Dios, y luego a los nuestros. Te invito a rezar el Padrenuestro en
clave de acción de gracias.
Padre Natalio
Mes de María
Día séptimo (13/NOV)
La oración de la mañana
CONSIDERACIÓN.
Cada uno de nuestros días debe ser, desde su comienzo, consagrado a Dios por la
plegaria. No basta, para cumplir este primer deber, recitar cómodamente y sin
atención algunas palabras aprendidas de memoria. La plegaria es una elevación
del alma hacia Dios, es necesario que el cristiano le hable con la confianza
con que un niño se dirige a su padre, le expone sus necesidades, le confía sus
inquietudes, solicita el perdón de sus culpas, le agradece los dones que ha
recibido. Cuando cada mañana recitamos el Padrenuestro, del cual Jesús mismo
nos ha dado el texto, que nuestro corazón siga las palabras pronunciadas por
nuestros labios. Todo lo que debemos pedir al Señor, está allí maravillosamente
resumido.
No terminemos nunca este piadoso ejercicio, sin pedir la
protección maternal de María. ¡Con qué fervor, con qué recogimiento se dedicaba
Ella cada día a sus plegarias! ¡Qué respeto en su actitud, qué fervor en su
corazón! ¡Oh! si pudiéramos orar como Ella ¡cómo seríamos felices!
EJEMPLO. El
santo Cura de Ars, hablaba siempre con muy afectuoso reconocimiento, de los
constantes esfuerzos de su madre, para hacer de sus hijos verdaderos cristianos,
elevando desde su niñez, su corazón y espíritu hacia Dios. Apenas comenzaban a
balbucear y ya ella les enseñaba a juntar las manitas y pronunciar los nombres
de Jesús y María. Los despertaba ella misma y su primera ocupación, era
hacerles recitar las oraciones de la mañana. Les demostraba cómo es necesario
consagrar cada día la primera acción a Dios, a quien debemos la vida y todo lo
que poseemos.
Juan conservó el recuerdo de este ejercicio de la mañana,
hasta una edad muy avanzada. Un eclesiástico que le había oído un día hablar
con emoción, sobre este punto, le dijo:
-¡Cómo sois feliz de haber sentido, desde tan joven, esa
potente atracción a la plegaria!
-Después de Dios, le respondió el señor abate de Vianney,
esto, fue obra de mi madre, ¡ella era tan buena y tan piadosa!
PLEGARIA DE SAN
ANASTASIO. ¡Oh Santísima Virgen! escuchad nuestras plegarias, distribuidnos
los dones de vuestras riquezas y dadnos parte en la abundancia de vuestras
gracias. El Señor está contigo, rogad por nosotros ¡oh Madre de Dios! nuestra
poderosa y augusta Soberana. Así sea.
RESOLUCIÓN. No
dejaré jamás, de hacer mi oración de la mañana.
JACULATORIA.
Madre del Salvador, rogad por nosotros.
Fuente: www.santisimavirgen.com.ar
La frase de hoy
"La humildad y el amor de la Virgen Inmaculada
penetró mi alma.
Cuanto más imito a la Santísima Virgen,
tanto más profundamente conozco a Dios"
Santa Faustina
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por las miles de víctimas del tifón que
azotó a Filipinas. Que Dios
Misericordioso tenga piedad de todos quienes resultaron afectados, reciba en el
cielo a los fallecidos y fortalezca en la fe a los que tiene que comenzar de
nuevo desde la mayor devastación.
Pedimos oración por la hermana nación Chile, que este domingo tendrá
elecciones para elección de sus máximas autoridades democráticas. Que el
Espíritu de dios ilumine a los chilenos para elegir lo mejor.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
“Intimidad Divina”
La nube oscura y
luminosa
En su viajes por el desierto, Israel no fue abandonado a
sí mismo; Yahvé lo guiaba: “iba al frente de ellos, de día en columna de nube…
y de noche en columna de fuego” (Ex 13, 21); una misma nube era la que oscura
de día, aparecía de noche luminosa para indicar el camino. En esta nube, señal
de la presencia de Dios en medio de su pueblo, han visto los místicos un
símbolo de la fe que guía al hombre en su búsqueda de Dios. La fe, dice San
Juan de la Cruz, “es nube oscura y tenebrosa para el alma, con su tiniebla
alumbra y da luz”. La fe es luminosa en cuanto ilumina al hombre anunciándole a
Dios y sus misterios, pero al mismo tiempo, no pudiendo darle su visión
directa, se parece a la nube que indicaba a los hebreos la presencia de Dios,
pero no se la revelaba. En el desierto de esta vida, no puede el hombre tener
guía más segura que la fe; con todo, para confiarse a ella es necesario que
renuncie a sus modos de concebir a Dios, porque Dios es inefable e inexpresable
por medio de ideas o conceptos humanos, lo mismo que es inasequible a cualquier
percepción de los sentidos.
“El hombre natural no capta las cosas del Espíritu de
dios; son necedad para él. Y no las puede entender, pues sólo el Espíritu puede
juzgarlas. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo” (1 Cr 2, 14-15).
Gracias al bautismo que le infunde la gracia y las virtudes sobrenaturales, no
es ya el hombre puramente “natural” e incapaz de entender las cosas de Dios.
Pero antes de hacerse “espiritual” en sentido fuerte, es preciso que los dones
recibidos en germen se desarrollen en él, penetrando y transformando todo su
ser y su modo de obrar. Esto supone una superación radical, no sólo del hombre
viejo –el hombre del pecado–, sino también del hombre natural –el hombre de
razonamiento y comportamiento buenos pero demasiado terrenos–; superación que
no tendrá lugar sin la intervención de Dios. Y Dios interviene para hacer
cumplir a quien le busca con sinceridad este éxodo, este paso completo del
hombre natural al espiritual.
Dios, en efecto, pondrá en el alma –dice San Juan de la
Cruz– “un nuevo ya entender de Dios en Dios, dejando el viejo entender de
hombre…, haciendo cesar todo lo que es del hombre viejo, que es la habilidad
del ser natural, y vistiéndose de nueva habilidad sobrenatural según todas sus
potencias. De manera que su obra ya de humano se haya vuelto en divino”… En tal
estado no hay que ceder a la tentación, como lo hicieron los hebreos en el
desierto, los cuales, cansados de esperar a Moisés e incapaces de concebir a
Dios espiritualmente, se fabricaron un becerro de oro; el hombre no debe tornar
al modo antiguo de representarse las cosas divinas, apoyándose en sus
imaginaciones o ideas, sino esperar pacientemente en pura fe, soportando la
aridez, la oscuridad, las repugnancias y el aparente abandono de Dios,
contentándose con permanecer orientado hacia él con una sencilla mirada de fe.
¡Oh! ¿Cuándo vendrá
el tiempo feliz en que iré a ti, Dios mío, sin detenerme en reflexiones y
distinciones sobre las cosas creadas, en que las criaturas no turben ni
obstaculicen mi unión contigo, y yo sin
dejarme abatir de cosa alguna, venga a ti con sencillez, siempre y en todo?...
que yo mire a ti, Dios mío, porque tú eres mi vida, mi única vida; a ti, con fe
viva, humilde e inquebrantable… ¿Cuándo finalmente, Señor, lo harás todo en
mí?... esto es, ¿Cuándo mi voluntad, mi pensamiento, mi acción y mi oración
serán una sola cosa con tu voluntad, tu pensamiento, tu acción y tu oración?...
¿Cuándo serás tú el principio viviente y yo sólo el instrumento… vivificado por
ti? Entonces no viviré ya yo, sino tú en mí… Y viviendo en mí, Señor, tú mismo
harás tus obras, pues tu gracia omnipotente me sostendrá para vencer en todo y
siempre la naturaleza. Esta es la única gracia que ambiciono y anhelo aquí
abajo: subir por todo hacia ti sin detenerme en nada ni en mí misma. (Beata M.
Teresa de Soubiran)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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