PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2181 ~ Domingo
3 de Noviembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Jesús alerta con frecuencia sobre el riesgo de quedar
atrapados por la atracción irresistible del dinero. El deseo insaciable de
bienestar material puede echar a perder la vida de una persona. Quien vive
esclavo del dinero termina encerrado en sí mismo. Los demás no cuentan. Sin
embargo, para Jesús, la atracción del dinero no es una especie de enfermedad
incurable. Es posible liberarse de su esclavitud y empezar una vida más sana.
El rico no es “un caso perdido”.
Es muy esclarecedor el relato de Lucas sobre el encuentro
de Jesús con un hombre rico de Jericó. Un hombre de pequeña estatura ha subido
a una higuera para poder verlo de cerca. No es desconocido. Se trata de un
rico, poderoso “jefe de recaudadores”. Para la gente de Jericó, un ser
despreciable, un recaudador corrupto y sin escrúpulos como casi todos. Para los
sectores religiosos, “un pecador” sin conversión posible, excluido de toda
salvación.
Sin embargo, Jesús le hace una propuesta sorprendente: “Zaqueo,
baja en seguida porque tengo que alojarme en tu casa”. Jesús quiere ser
acogido en su casa de pecador, en el mundo de dinero y de poder de este hombre
despreciado por todos. Zaqueo bajó en seguida y lo recibió con alegría. No
tiene miedo de dejar entrar en su vida al Defensor de los pobres.
Lucas no explica lo que sucedió en aquella casa. Sólo
dice que el contacto con Jesús transforma radicalmente al rico Zaqueo. Su
compromiso es firme. En adelante pensará en los pobres: compartirá con ellos
sus bienes. Recordará también a las víctimas de las que ha abusado: les
devolverá con creces lo robado. Jesús ha introducido en su vida justicia y amor
solidario… También los ricos se pueden convertir. Con Jesús todo es posible. No
lo hemos de olvidar nadie. Él ha venido para buscar y salvar lo que nosotros podemos
estar echando a perder. Para Jesús no hay casos perdidos.
José Antonio Pagola
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la
ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir
quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura.
Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que
pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa».
El bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver
esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un
pecador». Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis
bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le
restituiré cuatro veces más». Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de
esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido
a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
(Lc 19,1-10)
Comentario
Hoy, la narración evangélica parece como el cumplimiento
de la parábola del fariseo y el publicano (cf. Lc 18,9-14). Humilde y sincero
de corazón, el publicano oraba en su interior: «Oh Dios, ten compasión de mí,
que soy un pecador» (Lc 18,13); y hoy contemplamos cómo Jesucristo perdona y
rehabilita a Zaqueo, el jefe de publicanos de Jericó, un hombre rico e
influyente, pero odiado y despreciado por sus vecinos, que se sentían
extorsionados por él: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme
en tu casa» (Lc 19,5). El perdón divino lleva a Zaqueo a convertirse; he aquí
una de las originalidades del Evangelio: el perdón de Dios es gratuito; no es
tanto por causa de nuestra conversión que Dios nos perdona, sino que sucede al
revés: la misericordia de Dios nos mueve al agradecimiento y a dar una
respuesta.
Como en aquella ocasión Jesús, en su camino a Jerusalén,
pasaba por Jericó. Hoy y cada día, Jesús pasa por nuestra vida y nos llama por
nuestro nombre. Zaqueo no había visto nunca a Jesús, había oído hablar de Él y
sentía curiosidad por saber quién era aquel maestro tan célebre. Jesús, en
cambio, sí conocía a Zaqueo y las miserias de su vida. Jesús sabía cómo se
había enriquecido y cómo era odiado y marginado por sus convecinos; por eso,
pasó por Jericó para sacarle de ese pozo: «El Hijo del Hombre ha venido a
buscar y a salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10).
El encuentro del Maestro con el publicano cambió
radicalmente la vida de este último. Después de haber oído el Evangelio, piensa
en la oportunidad que Dios te brinda hoy y que tú no debes desaprovechar:
Jesucristo pasa por tu vida y te llama por tu nombre, porque te ama y quiere
salvarte, ¿en qué pozo estás atrapado? Así como Zaqueo subió a un árbol para ver
a Jesús, sube tú ahora con Jesús al árbol de la cruz y sabrás quien es Él,
conocerás la inmensidad de su amor, ya que «elige a un jefe de publicanos:
¿quién desesperará de sí mismo cuando éste alcanza la gracia?» (San Ambrosio).
Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Sant Quirze del
Vallès, Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Martín de Porres
Religioso dominico peruano
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Ante la naturaleza
La naturaleza es
una buena escalera para llegar hasta el Señor del universo. Los fines de semana
invitan a un contacto más inmediato con el mar, la montaña, los dilatados
horizontes, o los bosques… La contemplación de la naturaleza es sedante,
tonifica el espíritu, te hace encontrar con lo mejor de ti mismo. Una oración
para que sintonices con la naturaleza.
Padre, tú has creado este universo para que
me ayude a conocerte mejor y a amarte mejor. Cada rayo de luz, cada flor, cada
nuevo paisaje a la vuelta del camino es un mensajero oportuno que me invita,
por senderos fáciles, a subir hasta ti. El rocío de la noche y el gallo que
canta por la mañana, el viento que murmura al pasar y el pan sobre la mesa,
todo me habla de tu bondad. Pero me falta la atención del corazón para
encontrarte en todas las cosas. Consérvame un alma vibrante, entusiasta, un
alma joven, que no se canse de leer el poema de la Naturaleza. Ayúdame a
encontrar bajo los colores y los sonidos tu pensamiento divino, como el lector
encuentra, bajo las letras del libro, el pensamiento del autor. ¡Que la
Naturaleza sea para mí un templo grandioso, donde cada detalle me revele tu
gloria, tu poder y tu bondad!
Pide al Espíritu
de Dios, que según el Génesis “aleteaba sobre las aguas primordiales” de la
creación, te conceda la atención del corazón, para hacer de las bellezas naturales
peldaños de una escalera que te lleva al Creador. “Nunca se cansen de mirar tus
ojos, el perpetuo milagro de la vida”. Hasta mañana.
Padre Natalio
Tema del día:
La conversión de Zaqueo
Hoy el evangelio nos habla de la conversión de Zaqueo.
Este hombre, “pequeño de estatura” se nos hace atrayente, porque muestra un
gran deseo de ver a Jesús, quien derrama sobre él toda su misericordia. Zaqueo
respondió con una conversión efectiva, demostrando al final que era de una
estatura moral mucho más grande que algunos fariseos cumplidores, pero llenos
de injusticias y soberbia.
San Lucas, que es el evangelista que más trata de la
misericordia de Jesús, nos trae este suceso de la conversión de Zaqueo como una
expresión de la misericordia de Dios. Es la característica principal del amor
de Dios, en cuanto que se relaciona con nosotros, que somos pecadores. Es bueno
meditar hoy en la primera lectura de la misa (Sabiduría 11, 22-12,2). Para
muchos Dios era y sigue siendo el terrible, el guardián del orden, el ordenador
del mundo, el freno de los delitos sociales, el omnipotente que necesita
esclavos. Y el autor sagrado del último libro del Antiguo Testamento nos dice
hoy que Dios es sobre todo amor, que Dios ama todo lo que ha creado. Es amigo
de la vida, no de la muerte ni del dolor; nos ama aunque no le amemos; nos ama
porque es bueno, no porque nosotros lo seamos. Y porque nos ama podemos ser
mejores y dejar de ser pecadores. A nosotros nos cuesta perdonar; pero Él
manifiesta su poder y su grandeza perdonando. El perdón es un signo de poder.
Bajo este signo de la misericordia hoy se narra el suceso
de Zaqueo. Este hombre era muy mal visto por los fariseos y el pueblo en
general, ya que su oficio daba pie para ello, pues era nada menos que el jefe
de los recaudadores de impuestos en aquella zona de Jericó, lugar de bastante
comercio. Por ese oficio tenía que tratar con los romanos, que eran los
opresores, y además solía aprovecharse de su oficio. Por eso luego dirá a
Jesús: “Si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. A pesar de lo que digan de él, su corazón no
es tan cerrado. Y tiene deseos de ver a Jesús: un deseo tan grande que, para
poder hacerlo, no teme hacer el ridículo subiendo a un árbol. Jesús, como Dios,
no se fija en las apariencias, como los hombres, sino que mira más al corazón.
Se intercambian las miradas y, como la misericordia debe ser atrevida, por
encima del qué dirán de la gente, Jesús se auto invita a la casa de Zaqueo,
quien lo recibe con gran alegría.
Luego vendría la conversación, el penetrar de la gracia
de Dios y la verdadera conversión. Conversión es la transformación radical de
nosotros mismos; es pensar, sentir y vivir como Cristo. Convertirse es
comprometerse con el proceso de liberación de los pobres y explotados. Por eso
Zaqueo, que se convierte, no se queda en buenas intenciones, sino que pasa
decididamente a la acción: reparte, devuelve todo lo que ha robado e incluso
más. Y esto suele ser muy difícil para un rico. Toda conversión verdadera no es
sólo individual, sino que tiene consecuencias sociales. Por eso Jesús la
interpreta como gracia y liberación: “Hoy ha entrado la salvación a esta casa”,
porque no sólo se salvó él, sino que repercutió en su familia.
Hoy se nos enseña que el principio de la conversión es el
deseo de ver a Jesús; y, aunque parezca que hacemos el ridículo, debemos poner
los medios para ver a Jesús. Cualquier esfuerzo que hagamos por acercarnos a Él,
será ampliamente recompensado por su misericordia infinita. Para ello debemos
invitarle a nuestra casa, que es nuestro corazón, estar disponibles a su
llamada. Después saber que el encuentro con Cristo nos debe hacer generosos con
los demás. Zaqueo comprendió que para seguir a Jesús, es necesario el más
completo desprendimiento.
La misericordia de Dios se hizo realidad en Jesús que
“vino a salvar lo que estaba perdido”. No vino para condenar. Y recordemos que
los que practican la misericordia “alcanzarán misericordia”. Por eso nuestra
salvación está condicionada al esfuerzo que hagamos por ayudar a los demás en
su propia salvación.
P. Silverio Velasco (España)
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“Los cristianos, juntamente con todos los hombres de
buena voluntad,
deberán contribuir, mediante adecuados programas
económicos y políticos,
a los cambios estructurales tan necesarios
para que la humanidad se libre de la plaga de la pobreza”
Beato Juan Pablo II
Nuevos videos
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Hay un nuevo video en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Nunca olvidemos agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Quiero agradecer a Nuestro Señor Jesucristo porque hace
justo un año, por propuesta de mi párroco aprobada por el Obispo, fui enviado
como Ministro Extraordinario de la Comunión, para llevar a mis hermanos
imposibilitados de asistir a la iglesia, la Palabra y el Cuerpo Eucarístico de
Jesús. A pesar de mis escasos méritos, o más aún, a pesar de mi indignidad,
todas las semanas llevo el doble alimento (la Palabra y la Eucaristía) a los
internados en un geriátrico que aguardan ansiosamente le visita del Señor, lo
mismo que a otras personas que no pueden ir a misa. Pido a Dios que en este
segundo año que se inicia, pueda ser digno de esta hermosa misión de llevar a
Jesús a los hermanos. Felipe
“Intimidad Divina”
Domingo 31 del
Tiempo Ordinario
Dios es misericordia infinita e inagotable y el hombre
está sumamente necesitado de ella. Dios que lo ha creado en un acto de amor, lo
crea de nuevo día tras día en un acto incesante de misericordia con el que
remedia sus debilidades, perdona sus culpas y lo redime del mal. Es éste el
concepto expresado en la primera lectura: “Te compadeces de todos, porque todo
lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se
arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho” (Sb
11, 23-24). Nadie puede subsistir sin la misericordia omnipotente de Dios que
continúa amándolo y manteniéndolo en vida, a pesar de sus pecados e
infidelidades, y lo sigue sin tregua para conducirlo a la salvación… El
Evangelio del día lo demuestra con un hecho concreto y bien elocuente: la
conversión de Zaqueo, el publicano… un recaudador enriquecido con dinero
defraudado al pueblo.
“Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme
en tu casa” (Lc 19, 5)… Zaqueo nunca habría soñado proposición semejante, baja
a toda prisa del árbol y acoge a Jesús lleno de gozo. La gente murmura
escandalizada, pero él deja que digan; tiene cosas más importantes que tratar
con el Maestro, que ya le ha tocado el corazón: “Mira, la mitad de mis bienes,
Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré
cuatro veces más” (ib. 8). Es la conversión radical. Ha bastado la presencia y
la bondad del Señor para iluminar la conciencia de este hombre sin escrúpulos,
atascado en el dinero y hecho a ganar con injusticias.
Es que había en Zaqueo una buena disposición que lo ha
abierto a la gracia: el deseo sincero de ver y encontrar a Jesús. Y ahora se
siente decir: “Hoy ha sido la salvación de esta casa…; porque el Hijo del
hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (ib. 9-10). Al
publicano, que los fariseos consideraban como un pecador perdido sin remedio,
se le ofrece la salvación, y él la acepta abriendo su casa y su corazón al
Salvador. El mismo ofrecimiento continua haciendo Cristo a cada hombre: “Mira
que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré
en su casa y cenaré con él, y él conmigo” (Ap 3, 20). Dios, en su infinita
misericordia, no se contenta con convertir a los hombres y perdonarlos, sino
que les ofrece su amistad y los invita a la comunión con él.
Señor de poder y de
misericordia, que has querido hacer digno y agradable por favor tuyo el
servicio de tus fieles; concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que
nos prometes (MR Colecta). Que este sacrificio de la Eucaristía, Señor, sea
para ti una ofrenda pura y para nosotros una generosa efusión de tu
misericordia (MR Oración sobre las ofrendas).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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