PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2187 ~ Sábado
9 de Noviembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Concédeme, Señor, abundancia de lágrimas para mantenerme
humano, abundancia de sonrisas para mantenerme cuerdo, abundancia de
contratiempos para mantenerme humilde.
Concédeme, Señor, abundancia de aciertos para mantenerme
confiado, abundancia de paciencia para seguir esperando, abundancia de
esperanza para sobrevivir en la duda.
Concédeme, Señor, abundancia de amigos para recuperar el
ánimo, abundancia de recuerdos para adquirir consuelo, abundancia de fe para
creer en ti.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús subió a
Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y
palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó
a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de
los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad
esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado». Sus
discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.
Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal
nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este templo y en
tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se
han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres
días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre
los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en
la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.
(Jn 2,13-22)
Comentario
Hoy, en esta fiesta universal de la Iglesia, recordamos
que aunque Dios no puede ser contenido entre las paredes de ningún edificio del
mundo, desde muy antiguo el ser humano ha sentido la necesidad de reservar
espacios que favorezcan el encuentro personal y comunitario con Dios. Al
principio del cristianismo, los lugares de encuentro con Dios eran las casas
particulares, en las que se reunían las comunidades para la oración y la
fracción del pan. La comunidad reunida era —como también hoy es— el templo
santo de Dios. Con el paso del tiempo, las comunidades fueron construyendo
edificios dedicados a las reuniones litúrgicas, la predicación de la Palabra y
la oración. Y así es como en el cristianismo, con el paso de la persecución a
la libertad religiosa en el Imperio Romano, aparecieron las grandes basílicas,
entre ellas San Juan de Letrán, la catedral de Roma.
San Juan de Letrán es el símbolo de la unidad de todas
las Iglesias del mundo con la Iglesia de Roma, y por eso esta basílica ostenta
el título de Iglesia principal y madre de todas las Iglesias. Su importancia es
superior a la de la misma Basílica de San Pedro del Vaticano, pues en realidad
ésta no es una catedral, sino un santuario edificado sobre la tumba de San
Pedro y el lugar de residencia actual del Papa, que, como Obispo de Roma, tiene
en la Basílica Lateranense su catedral.
Pero no podemos perder de vista que el verdadero lugar de
encuentro del hombre con Dios, el auténtico templo, es Jesucristo. Por eso, Él
tiene plena autoridad para purificar la casa de su Padre y pronunciar estas
palabras: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré» (Jn 2,19). Gracias
a la entrega de su vida por nosotros, Jesucristo ha hecho de los creyentes un
templo vivo de Dios. Por esta razón, el mensaje cristiano nos recuerda que toda
persona humana es sagrada, está habitada por Dios, y no podemos profanarla
usándola como un medio.
Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Sant Quirze del
Vallès, Barcelona, España)
Santoral Católico:
Dedicación de la Basílica de
Letrán
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: EWTN
¡Buenos días!
Arma de salvación
El Rosario es la
oración que más agrada a la Virgen. En Lourdes y en Fátima ella misma lo enseñó
y recomendó su difusión. Es un dulce coloquio con la Madre celestial para
decirle que la amas. Mientras rezas las avemarías, reflexiona sobre los
episodios de la vida de Jesús y de la Virgen recordados por los misterios: está
en ellos toda la historia de nuestra Salvación.
“¡Queridos hijos! También hoy, los invito a
la oración. Hijitos, la oración hace milagros. Cuando ustedes estén cansados y
enfermos y nosaben cuál es el sentido de su vida, tomen el rosario y oren hasta
que la oración llegue a ser para ustedes un alegre encuentro con el Salvador.
Yo estoy con ustedes e intercedo y oro por ustedes, hijitos. ¡Gracias por haber
respondido a mi llamado!”
La Reina de la
Paz te anima a rezar el rosario. Llévalo siempre contigo y cuídalo con
devoción. Es un arma segura para vencer las tentaciones. Es también una oración
poderosa para alcanzar de Dios la conversión de los pecadores, la paz de las
familias y del mundo, y el triunfo del Reino de Dios en los corazones. Que te
aficiones a esta devoción.
Padre Natalio
Mes de María
Día tercero (9/NOV)
Del conocimiento de Dios
CONSIDERACIÓN.
Dios se manifiesta al hombre de diversas maneras: por sus obras, en la naturaleza;
por sus profetas, en los libros santos; por sus ministros, desde lo alto de la
cátedra cristiana. María no descuidaba ningún medio de aprender a conocer al
Señor y experimentaba una gran satisfacción oyendo hablar de sus perfecciones,
viendo las pruebas brillantes en las maravillas de la creación, que eran para
Ella, como un libro abierto, revelándole su sabiduría, su potencia y su bondad.
Es un deber para el cristiano, aplicarse a conocer al
Señor. Si las ciencias diversas pueden ser útiles, una sola, es absolutamente
necesaria: aquella que nos hace conocer a Dios y las relaciones que nos unen a Él.
Un niño, gusta oír hablar de las grandezas de su padre y de los altos destinos
que le esperan. No descuidemos, pues, ninguna ocasión de instruirnos sobre el
punto de vista religioso, escuchemos con respeto la palabra de Dios, leamos
atentamente los libros que tratan de sus perfecciones y veamos la acción de su
Providencia, lo mismo en las obras de sus manos divinas, que en los
acontecimientos que se suceden a nuestros ojos.
EJEMPLO. Los
primeros cristianos tenían tal sed de la palabra divina, que afrontaban para
oírla, los más grandes peligros. Durante las persecuciones, sólo en las catacumbas,
vastos subterráneos, se celebraba el oficio divino y los sacerdotes del Señor
manifestaban su palabra; ningún obstáculo impedía a esos hombres valientes, a
aquellas débiles pero enérgicas mujeres y hasta a los niños, exponerse a la muerte
para aprender a conocer a Dios.
PLEGARIA DE SAN
AGUSTÍN. ¡Oh Dios mío! aquél que no os conoce, aunque conozca todo aquellos
que no sois Vos, es desgraciado. Mas, aquél que os conoce, aunque no conozca
otra cosa, es feliz si os ama. ¡Haced que os conozca y os ame! Así sea.
RESOLUCIÓN. No
descuidaré ninguna ocasión de aprender a conocer a mi Señor y Dios.
JACULATORIA. María,
Madre de la divina gracia, rogad por nosotros.
Fuente: www.santisimavirgen.com.ar
Palabras del Papa Francisco
“¡Podemos vivir como hijos! Esta es nuestra dignidad,
tenemos dignidad de hijos. Comportémonos como verdaderos hijos. Esto significa
que cada día tenemos que dejar que Cristo nos transforme... significa tratar de
vivir como cristianos, tratar de seguirle, incluso si vemos nuestras
limitaciones y nuestras debilidades. La tentación de dejar de lado a Dios para
ponernos a nosotros mismos en el centro nos acecha siempre... Por eso debemos
tener el valor de la fe y no dejarnos llevar por la mentalidad de quien nos
dice: "Dios no hace falta, no es importante para ti."
Papa Francisco
"Pequeñas
Semillitas" por e-mail
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por
correo, más el agregado de un powerpoint. Las suscripciones son gratis y solo
tienes que solicitarlas escribiendo a Rocío
(moderadora de los grupos) a: peque.semillitas.3@gmail.com con el título: “Suscripción a Pequeñas
Semillitas”.
“Intimidad Divina”
Llamados a la
comunión con Dios
“Dios creó al hombre incorruptible; lo hizo imagen de su
misma naturaleza” (Sb 2, 23). Dios creó al hombre a su imagen para levantarlo
al grado más alto a que criatura humana puede llegar: a la comunión personal
con él. Todos los dones de la naturaleza y de gracia otorgados al hombre, la
historia entera de la salvación y la misma Revelación tiene ese objeto. “Dios
–afirma el Vaticano II– ha llamado y llama al hombre a adherirse a él con la
total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida
divina” (GS 18). El, “movido de amor, habla a los hombres como amigos, y trata
con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía” (DV 2). Estructurado
para alcanzar este fin altísimo, el hombre tiene en sí mismo el ansia de lo
infinito, de lo divino y eterno, y experimenta que los bienes terrenos no
bastan para saciarlo. Sólo Dios puede dar “respuesta a los profundos deseos del
corazón humano” (GS 41); sólo llegándose a él puede el hombre hallar la paz, y
la satisfacción de sus aspiraciones y de su sed de amor y de felicidad eterna.
“Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no
descansa en ti” (San Agustín).
Dios nos ha concedido “las preciosas y sublimes promesas,
para que por ellas os hiciereis partícipes de la naturaleza divina” (2 Pe 1,
4). Del Antiguo al Nuevo Testamento, todas las promesas de Dios y la misma
venida del Salvador se resuelven en la participación al hombre, ya creado a su
imagen, de su misma naturaleza y, por ende, de su vida divina. Es el misterio
de la gracia de Cristo, que introduce al hombre en la familia de Dios y en la
comunión vital con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo. Sólo sobre
esta base es posible hablar de unión y comunión con Dios. San Juan de la Cruz
observa que no todos los hombres poseen esos dones –los pecadores, por ejemplo,
los han perdido–, y los que los tienen y están en gracia, “no [están] en igual
grado: porque unos [están] en más, otros en menos grado de amor. De donde a
aquella alma se comunica Dios más que está más aventajada en amor, lo cual es
tener más conforme su voluntad con la de Dios” (S II, 3, 4).
El punto de partida para la comunión con Dios está
marcado por la iniciativa divina que infunde en el hombre la gracia y el amor.
Sin estos dones el hombre no podría amar a Dios con amor de amistad, ni podría
aspirar a la comunión con él. “Nosotros amemos, porque él nos amó primero” (1
Jn 4, 19). El amor del hombre a Dios nunca es una iniciativa, sino una respuesta;
pero una respuesta necesaria para poder crecer en la gracia y en el amor
recibidos, hasta que todo su ser y su vida queden penetrados, santificados y
transformados. Del estado inicial de gracia y de amor a una vida plena de
comunión con Dios hay una distancia que Dios mismo se encarga de salvar con una
efusión cada vez más abundante de sus dones, pero a condición de encontrar al
hombre empeñado en corresponder a ellos. “Fiel es Dios, por quien habéis sido
llamados a la unión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro”, exclama San Pablo
(1 Cr 1, 9). De la fidelidad de Dios no cabe dudar: el que ha invitado al
hombre a la comunión consigo, quiere llevar a cabo su plan; mas para hacerlo,
espera la respuesta generosa y fiel de su criatura. Por eso se comunica a ella
en la medida que la encuentra adelantada en el amor.
Jesús, ¡quien me
concederá tener un solo espíritu contigo! Señor, rechazo toda la abundancia de
criaturas, buscando sólo tu unión. ¡Oh, mi Dios, tú sólo eres lo único
necesario a mi alma! ¡Ay, amigo de mi corazón, une mi pobre y única alma a tu
única bondad! Tú eres todo mío, ¿cuándo seré todo tuyo? El imán atrae al hierro
y se una íntimamente a él. ¡Oh Señor, imán de mi alma, atrae mi corazón,
estrecha, aprieta, une mi espíritu con tu pecho paternal! Si he sido creado
para ti, ¿cómo es que no soy todavía tuyo? Introduce esta gota de espíritu, que
me has dado, en el mar de tu bondad del cual procede. Señor, puesto que tu
Corazón me ama, ¿por qué no me arrebatará si tanto lo deseo? Atráeme y correré
en pos de tus atractivos para arrojarme en tus brazos paternales y no separarme
jamás de ellos por los siglos de los siglos. (San Francisco de Sales, Tratado
del amor de Dios)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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