PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2186 ~ Viernes
8 de Noviembre de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
La hora presente registra cientos de historias de dolor
de numerosas víctimas de la violencia. En muchas poblaciones encontramos
testimonios reiterados de familias que recuerdan haber sufrido alguna pérdida a
manos de los delincuentes.
Sus comentarios revelan la impotencia, porque se sienten
desoídos por las autoridades e inermes ante la prepotencia de sus verdugos.
Gritar, susurrar sus súplicas a Dios parece el único consuelo.
Cuando leemos las súplicas y lamentaciones bíblicas a la
luz de estos años cargados de violencia, comprendemos que aquellos salmos no
eran excesos retóricos, sino desahogos de inocentes que vaciaban su corazón en
el único que suscitaba su confianza: Dios.
La oración de los débiles humillados no es literatura, es
historia de sufrimiento, que será reivindicada por el Dios de la vida, que en
su momento les hará justicia. Los cristianos y los hombres de buena voluntad
que defienden a las víctimas, son el sacramento de la fidelidad y la justicia
del Señor.
"La verdad católica"
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos: «Había un
hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar
su hacienda; le llamó y le dijo: ‘¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu
administración, porque ya no podrás seguir administrando’. Se dijo a sí mismo
el administrador: ‘¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar,
no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando
sea removido de la administración me reciban en sus casas’.
»Y convocando uno por uno a los deudores de su señor,
dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’. Respondió: ‘Cien medidas de
aceite’. Él le dijo: ‘Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta’.
Después dijo a otro: ‘Tú, ¿cuánto debes?’. Contestó: ‘Cien cargas de trigo’.
Dícele: ‘Toma tu recibo y escribe ochenta’.
»El señor alabó al administrador injusto porque había
obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su
generación que los hijos de la luz».
(Lc 16,1-8)
Comentario
Hoy, el Evangelio nos presenta una cuestión sorprendente
a primera vista. En efecto, dice el texto de san Lucas: «El señor alabó al
administrador injusto porque había obrado astutamente» (Lc 16,8).
Evidentemente, no se nos propone aquí que seamos injustos
en nuestras relaciones, y menos aún con el Señor. No se trata, por tanto, de
una alabanza a la estafa que comete el administrador. Lo que Jesús manifiesta
con su ejemplo es una queja por la habilidad en solucionar los asuntos de este
mundo y la falta de verdadero ingenio por parte de los hijos de la luz en la
construcción del Reino de Dios: «Los hijos de este mundo son más astutos con
los de su generación que los hijos de la luz» (Lc 16,8).
Todo ello nos muestra —¡una vez más!— que el corazón del
hombre continúa teniendo los mismos límites y pobrezas de siempre. En la
actualidad hablamos de tráfico de influencias, de corrupción, de
enriquecimientos indebidos, de falsificación de documentos... Más o menos como
en la época de Jesús.
Pero la cuestión que todo esto nos plantea es doble:
¿Acaso pensamos que podemos engañar a Dios con nuestras apariencias, con
nuestra mediocridad como cristianos? Y, al hablar de astucia, tendríamos
también que hablar de interés. ¿Estamos interesados realmente en el Reino de
Dios y su justicia? ¿Es frecuente la mediocridad en nuestra respuesta como
hijos de la luz? Jesús dijo también que allí donde esté nuestro tesoro estará
nuestro corazón (cf. Mt 6,21). ¿Cuál es nuestro tesoro en la vida? Debemos examinar
nuestros anhelos para conocer dónde está nuestro tesoro... Nos dice san
Agustín: «Tu anhelo continuo es tu voz continua. Si dejas de amar callará tu
voz, callará tu deseo».
Quizás hoy, ante el Señor, tendremos que plantearnos cuál
ha de ser nuestra astucia como hijos de la luz, es decir nuestra sinceridad en
las relaciones con Dios y con nuestros hermanos. «En verdad, la vida es siempre
una opción: entre honradez e injusticia, entre fidelidad e infidelidad, entre
bien y mal (…). En definitiva —dice Jesús— hay que decidirse» (Benedicto XVI).
Mons. Salvador CRISTAU i Coll Obispo Auxiliar de
Terrassa (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Beata Isabel de la Trinidad
Carmelita Virgen
Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
En medio de su pueblo
¡Qué simpático
sería un Presidente o un Rey que, vestido como una persona común, subiera al
ómnibus para trasladarse al supermercado y comprar lo que desea; o en medio de
la tribuna disfrutara un partido de fútbol como cualquier hincha de nuestros
barrios! ¿No has pensado que Jesús, el Hijo eterno de Dios, vino a compartir
nuestra vida común en medio de nosotros?
Un soldado norteamericano viajaba un día en
ómnibus haciendo turismo por Suecia. El sueco que viajaba junto a él parecía
ser muy amable, y el soldado empezó a dialogar familiarmente con el simpático
acompañante. Hablaron de todo un poco, hasta que el soldado le dijo:
—Mi país es el más democrático de todo el
mundo. Cualquier ciudadano es recibido cordialmente en la Casa Blanca para ver
al presidente y ventilar cualquier problema o queja con él en persona. El
sueco, para no quedar en inferioridad, añadió enseguida:
—Eso no es nada, aquí en Suecia, el rey viaja
en el mismo ómnibus que la gente corriente. Cuando poco después el acompañante
bajó del vehículo, los otros pasajeros le informaron al norteamericano que
había viajado junto al rey Gustavo Adolfo VI.
Esto es
precisamente lo que hizo Jesús, dejando a un lado su categoría de Dios y
asumiendo nuestra condición humana en toda su humildad. Es lo que san Juan
escribió al empezar su Evangelio con estas sublimes palabras: “El Verbo de Dios
se hizo carne y habitó en medio de nosotros” (Juan 1, 12). ¡Como para
meditarlo, y llenarse de admiración y gratitud!
Padre Natalio
Mes de María
Día segundo (8/NOV)
¿Por qué hemos sido creados?
CONSIDERACIÓN.
Los filósofos se han preguntado, sin poder muchas veces, responder a sus propias
interrogaciones, de dónde ellos venían, por qué habían sido creados y a dónde
iban. La Santísima Virgen, en quien la luz de la fe iluminaba el alma pura e
inmaculada, sabía que Ella venía de Dios, creador del cielo y de la tierra; que
el Señor la había colocado aquí, abajo, dándole una misión especial y que le
reserva una recompensa eterna.
Nosotros podemos decir, con noble orgullo, que, como María,
venimos de Dios; que, en su sabiduría infinita, Él ha dado a nuestra vida un
fin determinado, y que nos prepara una felicidad sin fin, si somos fieles a sus
órdenes.
Hay hombres, sin embargo, que pasan sobre esta tierra sin
ocuparse jamás de sus destinos eternos y pierden su alma, porque viven como si
no hubieran de morir.
EJEMPLO. Jesús
estaba un día en casa de su amigo Lázaro. Las dos hermanas lo ayudaban a agasajar
a su divino huésped, pero lo hacían de diferente modo: Magdalena se hallaba
prosternada a sus pies y recogía con amor cada una de las palabras que salían
de su boca; Marta se ocupaba con diligencia de toda clase de cuidados y
deteniéndose delante del salvador le dijo: “Señor, ¿no veis que mi hermana me
deja sola para hacer todo? Decidle que me ayude”.
Jesús le respondió: “Marta, Marta, os inquietáis y
turbáis por muchas cosas; pero sólo una es necesaria: la salvación”.
PLEGARIA. Vos
sois llamada, ¡oh María! Estrella de la mañana. Dignaos, pues, guiarme en el camino,
muchas veces difícil, de la vida. Haced que yo piense siempre en la salvación
de mi alma y que no me deje distraer nunca por los diversos acontecimientos que
se relacionan con mi existencia. Así sea.
RESOLUCIÓN. Me
esforzaré en trabajar sin descanso, en la obra de mi salvación.
JACULATORIA. Oh
María, Estrella de la mañana, rogad por nosotros.
Fuente: www.santisimavirgen.com.ar
La frase de hoy
“Tú eres pecador, y María es esa escala misteriosa por la
cual los pecadores suben al cielo cuyas entradas ellos mismos se habían
cerrado. Pecador como tú, yo todavía estoy lleno de confianza porque en Ella
encuentro los más poderosos motivos para confiar así.”
San Bernardo
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la
Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los
jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por la salud de Diana E., de Bogotá, Colombia, para que el Señor Jesús le conceda
que los resultados de sus estudios médicos sean favorables si es que así es Su
voluntad.
Pedimos oración por Antonia,
de Córdoba, Argentina, afectada de cáncer, dejándola en las manos de Jesús para
que Él la alivie de su enfermedad y la fortalezca en su espíritu para poder
sobrellevarla.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
“Intimidad Divina”
Encadenados por el
Espíritu
El apóstol, “como atado por el Espíritu, se guía en todo
por la voluntad de Aquel que quiere que todos los hombres se salven” (PO 15).
El Vaticano II, inspirándose en la actitud de San Pablo, que en sus iniciativas
apostólicas se guiaba por el Espíritu, hasta el punto de declararse
“encadenado” por él (He 20, 22), reconoce en la total dependencia del Espíritu
y, por tanto, de la voluntad salvífica de Dios, una de las características esenciales
del apóstol verdadero. Este ya no se pertenece, no se regula ni se mueve según
sus puntos de vista, sino que está enteramente entregado a Dios, en una
continua comunión vital con él, el cual le conduce y usa según su beneplácito
para la salvación de los hermanos. Se trata de una orientación que escolta toda
la personalidad del apóstol con sus valores humanos y con sus recursos de
gracia, y en todos los aspectos interiores y exteriores de su vida, únicamente
para Dios y a servicio de su plan salvador de todos los hombres.
Pablo VI, hablando a los sacerdotes acerca de la oración
como “coloquio íntimo con Cristo”, los pone en guardia contra el peligro de
creer que dicho coloquio “retarde el desenvolvimiento del apostolado exterior y
sirva acaso hasta de evasión de la molesta y pesada fatiga de la entrega al
servicio ajeno… no, más bien es estímulo
de la acción ministerial y fuente de
energía apostólica, y hace eficaz la relación misteriosa entre el amor de
Cristo y la dedicación pastoral. Quien descuidase la oración personal con
pretexto de que lo importante es vivir la relación con Dios en el servicio a
los hermanos, en la práctica se haría incapaz de realizar esto y acabaría por
reducirse a una actividad puramente horizontal. Dada la limitación del hombre,
es imposible vivir una comunión personal con Dios en la vida, si a esta
comunión se le dedica un tiempo exclusivo suficiente. Por otra parte, existe
también el peligro contrario, o sea, el de contentarse con la comunión con Dios
en la oración y no esforzarse bastante para hacerla eficaz en la vida.
La adhesión a Dios tiene que ser total: Dios quiere al
apóstol todo para sí y no sólo en los momentos de oración. El cristiano debe
vivir conscientemente su “estar en Cristo”, tanto en la oración como en la acción,
para que no suceda ese deplorable divorcio “entre la fe y la vida”, que la
Iglesia denuncia “como uno de los más graves errores de nuestra época” (GS 43)…
Cuando, después de no breve trabajo, la oración se armoniza con la vida, hasta
el punto que la primera se desborda en la acción y la acción lleva de nuevo a
la oración, entonces tiene lugar esa unidad profunda por la que los
contemplativos se hacen necesariamente apóstoles y los apóstoles
contemplativos. El cartujo y la enclaustrada manifestarán su celo apostólico en
una oración y en una inmolación más intensas cada vez por la salvación de los
hermanos, y los apóstoles se harán auténticos contemplativos en la acción,
llevando a Dios y siendo llevados por Dios en toda actividad.
Por tu gracia, Señor,
en mi empeño de apostolado todo ha procedido de una absoluta, serena, amable,
diría yo hasta silenciosa inspiración tuya a este tu pobre siervo, que sin
mérito alguno suyo, fuera del simplicísimo de no discutir sino secundar
sencillamente y obedecer, ha podido resultar instrumento no inútil de honor a
ti, oh Jesús, y de edificación para muchas almas… Que sepa yo continuar
esperando y expresando con fe, con modestia y con fervor confiado, las buenas
inspiraciones de tu gracia que preside el gobierno del mundo y lo conduce a las
más altas finalidades de la creación, de la redención y de la glorificación
final y eterna de las almas y de los pueblos… Quiero insistir en el cuidado de
las santas intimidades contigo, Señor: manteniéndome en tranquila y amorosa conversación
contigo, “palabra del Padre hecha carne”, centro y vida del Cuerpo místico, y
manteniéndome de continuo en la divina fraternidad –divina y humana–, por la
que soy hermano tuyo de adopción y, contigo, hijo de María, tu Madre. (Beatro
Juan XXIII, Diario del alma, 1961)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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